Hasta este punto, los acontecimientos magnos fueron la creación del hombre, el diluvio, y el nuevo comienzo después de éste. Ese nuevo principio se debió al fracaso espiritual del hombre. En la nueva oportunidad que el Señor le concede, el hombre vuelve a fracasar. ¿Qué iba a hacer Dios? No podía volver a destruir al mundo con otro diluvio porque así lo había prometido a Noé (9:11). Pero tenía que hacer algo, o los hombres quedarían sumidos en el paganismo para siempre.
El Altísimo hizo algo muy sorprendente, que de nueva cuenta pone de manifiesto lo mismo que sucedió en el huerto de Edén. Dios siempre toma la iniciativa en su relación con el hombre. En este caso, decidió revelarse a un hombre llamado Abram, que significa “padre exaltado”, para establecer una relación muy especial con él y sus descendientes (12:1–3).
En el primer versículo de Génesis 12 observamos una transición muy importante. Si no la tuviéramos, podríamos creer que el llamamiento de Abram había sucedido en Harán. El pasaje aludido dice: “Pero Jehová había dicho a Abram”. Eso habla de una fecha anterior.
Hechos 7:2 lo pone aun más claro: “Varones hermanos y padres, oíd: El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán”.
El contenido del llamamiento de Abram es muy significativo:
LO QUE ABRAM DEBIA DEJAR 12:1
- SU TIERRA
- SU PARENTELA
- LA CASA DE SU PADRE
Su nación, Ur de los caldeos, era una tierra pagana, entregada a la adoración de la luna. Con razón Dios quería sacarlo de allí. Ya hemos visto que su padre se había contaminado de la idolatría de sus paisanos (Josué 24:2). Había llegado el tiempo de abandonar todo eso y comenzar de nuevo bajo la dirección de Jehová.
PROMESAS PARA ABRAM 12:1–3
- Una tierra (todavía desconocida). Vea Hebreos 11:8.
- Formaría una nación grande
- Sería bendecido
- Su nombre sería engrandecido
- Sería bendición para otros
- Serían bendecidos los que le bendijeran
- Serían malditos los que le maldijeran
- Serían benditas en él todas las familias de la tierra
La tierra que el Señor le prometió era Canaán y la nación que fundaría era la judía. Las principales piedras para edificar esa nación fueron Abraham, Isaac y Jacob.
“Y se fue Abram, como Jehová le dijo” (12:4). En esas palabras tenemos un bello testimonio de la fe del patriarca. Creyó la promesa del Señor sin saber a dónde iba.
Es un hecho histórico comprobable que quienes han bendecido a los descendientes de Abram, Isaac y Jacob han recibido bendición. Los que los han despreciado y maldecido han recibido lo mismo.
TODAS LAS FAMILIAS DE LA TIERRA
HAN SIDO BENDECIDAS POR MEDIO
DE LA SIMIENTE DE ABRAM,
QUE ES CRISTO (GÁLATAS 3:8 Y 16).
Génesis 12:4 dice que “era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán”. Taré tenía setenta años cuando comenzó a engendrar hijos (11:26). La suma de esas dos cifras nos da ciento cuarenta y cinco años. Hechos 7:4 afirma que Taré ya había muerto en Harán y Génesis 11:32 dice que tenía doscientos cinco años cuando murió. Es obvio que hay un problema de números aquí, para el cual se sugieren varias alternativas. Una versión de la Biblia llamada “el Texto Samaritano” dice que Taré tenía ciento cuarenta y cinco años cuando murió. Parece ser una explicación lógica.
Abram era un hombre muy rico. Estudiaremos más evidencias de esto en capítulos futuros, pero basta tomar nota aquí de la frase: “Tomó pues, Abram a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano y todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán” (12:5a). Seguramente Abram salió de Ur de los caldeos con una buena escolta, pero hubo un aumento considerable de sus bienes en Harán. La frase “ganancia de bienes y adquisición de personas” corrobora esa aseveración.
“Y salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron” (12:5b). Por lo dicho aquí y por la afirmación en 11:31 parece que siempre tenían a Canaán en mente como su destino. Sin embargo, no hay evidencia para afirmar que Abram supiera que esa era la tierra que Jehová le daría.
Al llegar a Canaán, viajaron hasta Siquem, donde se encuentra el encino de More (12:6), que queda entre los montes de Ebal y Gerizim, cerca de la actual ciudad de Nablus. En esos dos montes se tomaron varias decisiones muy importantes en la historia de Israel. Fue ahí donde los israelitas se congregaron para escoger entre bendición y maldición (Deuteronomio 11:29, 30); donde Josué dio su último encargo al pueblo (Josué 24) y donde un día se dividió en dos el reino de Salomón (1 Reyes 12).
El texto dice: “hallaron al cananeo en la tierra”. Se refiere a los descendientes de Canaán. En conformidad con la maldición pronunciada sobre éste (9:25), y por la maldad de sus descendientes, iban a ser destruidos por los israelitas, los hijos de Sem.
¡PENSEMOS! |
Reflexione bien sobre los detalles de Génesis 11:27–12:6. Procure ponerse en el lugar de Abram y apunte todas las evidencias de fe que ve en su salida de Harán. ¿Qué conclusiones saca del hecho de que llevó consigo a su sobrino Lot? |
“Y apareció Jehová a Abram” (12:7a). Es muy posible que esa aparición fuera una recompensa por la fidelidad de Abram, a la vez que un enorme privilegio para el patriarca.
Dios tenía un mensaje especial para Abram. Le iba a dar esa tierra a su descendencia (12:7b). En 12:1 le habló de ir a una tierra “que te mostraré”. El verbo en hebreo que se usa aquí es “daré.” La oferta de la tierra no era para Abram, sino para su descendencia, porque el verbo está en tiempo futuro. La tierra no estaba disponible para ellos en ese momento. La ocupaban los cananeos y todavía no era tiempo de destruirlos. Además, el patriarca no tenía un heredero que recibiera la herencia. He aquí otro testimonio poderoso de la fe de Abram. Hebreos 11:9 dice que “por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida”. La ocupó por fe para que sus descendientes recibieran la promesa.
En el mismo lugar de Siquem donde Dios le había aparecido, Abram edificó un altar al Señor (12:7c). Seguramente su corazón se hallaba conmovido por la aparición divina y quiso adorarle y dejar un testimonio de lo ocurrido. Algunos opinan que el encino de More era un sitio para la adoración de dioses paganos y que Dios apareció a Abram para mostrar su poder sobre todo lo que se hace llamar dios. De ahí en adelante, el lugar sería un centro para la adoración a Jehová.
LA EDIFICACIÓN DE ALTARES AL ALTISIMO
LLEGÓ A SER
UNA COSTUMBRE PARA ABRAM.
De Siquem viajó unos treinta y dos kilómetros más al sur hasta Betel “y edificó allí altar a Jehová e invocó el nombre de Jehová” (12:8). El verbo empleado aquí tiene la acepción más fuerte de proclamar o predicar. De modo que se puede decir que Abram proclamó el nombre de Jehová en Betel como testimonio a los cananeos.
¡PENSEMOS! |
¿Cuántos testimonios había ya en Canaán? El acto de levantar altares, ¿cómo se aplica a nosotros? Abram demostró mucha valentía al proclamar el nombre de Jehová en un lugar totalmente entregado a la idolatría. ¿Cómo es us entorno de trabajo? Saben sus compañeros de trabajo que usted es cristiano? ¿Cómo proclama el nombre del Señor delante de ellos? |
Por lo que hizo Abram all llegar a Betel vemos un ejemplo de su carácter nómada. “Plantó su tienda” (12:8b). Cuando partió de allí se usa otra frase que ilustra lo mismo. El verbo que se emplea significa que “arrancó sus estacas” para dirigirse hacia el Neguev (12:9), que era un lugar desierto.
EL VIAJE A EGIPTO 12:10–20
“Hubo entonces hambre en la tierra” (12:10a). El hambre azotaba a la Palestina a menudo (véanse casos similares en 26:1; 41:56). Abram partió de Canaán para Egipto porque el hambre era grande (12:10b, c). Algunos creen que la fuga a Egipto para escapar de la hambruna en Canaán refleja poca fe de parte de Abram. Por otro lado, es interesante notar que se dirigió hacia el sur y que no regresó hacia el noreste de donde había venido.
Pero la partida para Egipto no fue el aspecto más triste. Sin lugar a dudas, lo que sucedió en ese país es digno de censura. Abram tenía miedo de que los egipcios lo mataran para quedarse con su mujer, que era de hermoso parecer. Decidió rogarle la ella que dijera que eran hermanos para salvar su vida.
En efecto, cuando llegaron a Egipto, sus habitantes vieron su hermosura. Los príncipes la alabaron delante de Faraón y fue llevada a la casa real. Dios afligió a la familia del monarca con grandes plagas para proteger a Sarai (12:14–17).
Después, el Faraón reprendió a Abram por no haberle dicho la verdad y se la devolvió con estas palabras: “Ahora, pues, he aquí tu mujer; tómala, y vete” (12:19b). En Génesis 20 hay un caso parecido, y allí se revela que Sarai a la verdad era su hermanastra, hija de su padre pero no de su madre (20:12).
¡PENSEMOS! |
¿Qué le parece, hizo bien Abram en hacer ese arreglo con Sarai? ¿Cometió algún pecado? ¿Le parece lícito mentir para salvar la vida? ¿Qué hubiera hecho usted? |
Collins, A. (1992). Estudios Bı́blicos ELA: Ası́ comenzó todo (Génesis) (43). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.