Texto Bíblico: Lucas 6: 8-10
Por años, en las distintas sociedades y culturas, con idiosincrasias totalmente opuestas se igualaban en algo, en ocultar a sus integrantes con capacidades diferentes, defectos físicos o cualquier característica que a los ojos de algunos “importantes” no fuesen “normales”.
Esto era (y aún en muchos lugares todavía lo es) un estigma, una cruz para la persona y/o la familia de quien padeciese algún defecto físico.
No era un igual. Quién tenía una malformación era “socialmente inferior”. Objeto de burla, miradas despectivas, juicios arteros; y una vida triste… muy triste. ¿Acaso no es muy triste sentirse dejado de lado? ¿No es muy triste ser despreciado, tenido en menos, no ser de los que son tenidos en cuenta? ¿No es muy triste ser acosado, ser víctima de burlas porque físicamente no somos muy agraciados? ¿No es muy triste que nos señalen con el dedo y nos cataloguen de “fenómenos”, de “feos”, “gordos”, “deformes”, “dientudos, “orejón”, “narigón”, “bocón”, “traga”, etc.?
Pareciera ser que, si somos “distintos” de alguna manera, una gran mayoría de personas necias, egoístas, pedantes, bravuconas, con cierta influencia y hacedoras de reglas; necesitan de resaltar nuestras fallas y anomalías para quedar ellos como “los perfectos”. Pero esa perfección es solo en apariencia; y tal vez sea solo una perfección dada por los obsecuentes, el poder o el dinero; porque sus comportamientos están lejos de ser prefectos con sus semejantes, sus prójimos. Y aun peor que estos personajes patéticos, son aquellos que conforman su círculo de aplausos, sin identidad propia ni personalidad, que solo son obsecuentes por conveniencia, porque cuidan su status quo, festejando las actitudes y acciones de desprecio.
Pero no quiero hablar de ellos. Hoy no merecen la pena en gastar más palabras; porque hay alguien más importante para este relato. Este relato tiene un protagonista, que es quién no califica para la portada de revistas de Vanidades y Espectáculos. No califica para ser la celebridad del momento. No podrá nunca ocupar ni siquiera un lugar prominente en la religión organizada porque tiene un defecto. El relato de hoy va dedicado al defectuoso, al minusválido; este relato es para todos nosotros que no tenemos grados de perfección y belleza; sea porque lo heredamos o porque un accidente nos marco el cuerpo; y en consecuencia la familia, los compañeros de la escuela, los grupos sociales, los vecinos, los jefes; nos marcaron el alma.
Esto es dedicado a los que sabemos de llorar a solas, ahogando lágrimas en la almohada, renegando del cielo y de nuestras apariencias y realidades. Tenemos carencia, de aspecto, de personalidad, de dinero. Somos marginados, catalogados, criticados; y a veces reaccionamos con ganas de destrozar todo, de golpear a alguien, de gritar de dolor, desesperación, de insultar; y a veces lo hacemos; y otras veces ante la impotencia nos estropeamos a nosotros mismos de mil y una maneras.
Pero encontré una luz de esperanza. Cuando yo estaba en estas condiciones, algo sucedió y me permitió vivir un cambio en mi vida de tal manera que toda la amargura, la angustia, la rabia, la impotencia; fue cambiada en alegría, esperanza, entusiasmo, ganas de vivir, fortaleza, bondad, y ganas de ayudar a otros menos favorecidos.
Me sucedió un día que pensé sería uno más en mi triste realidad. Fui a la reunión de la iglesia porque allí, aunque a muchos le hubiese gustado echarme del templo no podían hacerlo, porque hubiesen negado con sus hechos lo que sus bocas pregonaban; aunque sus corazones escondían podredumbre y odios. Pero en fin, era uno de los pocos lugares que encontraba algún tipo de refugio, este y los lugares solitarios donde me refugiaba de las miradas condenatorias. En fin, solo sería un día más, porque hasta acá mis plegarias no han tenido respuesta, y solo busco un poco paz, aunque en realidad ni sé muy bien qué significa esto.
Llegue al templo. Hay un murmullo extraño, pero en fin; seguro que no es por mí ni PARA mí. Me ubique en un lugar no muy expuesto, estoy acostumbrado a estar atrás, casi ocultándome. Alguien toma la palabra, no es la voz de los ancianos de siempre. Esta voz es joven, tiene un tono sencillo, pero sus argumentos son tan sólidos, contundentes; habla con una autoridad que hace rato no se escucha por estos lados.
Pensando en mis problemas, no escuche como venia la conversación pero de repente me doy cuenta que están hablando de mi. Bahh, no de mí sino de mi defecto. Uno más que se suma a destacar lo que yo quiero ocultar. Lanza una mirada de indignación, misericordia y dolor a los “sabios” de la religión; y este hombre me dice: “Párate al medio”. No sé por qué lo hice, pero sin darme cuenta camino a exponerme frente a todos. Siento las miradas que me atraviesan, como tantas otras veces, siento los pensamientos discriminatorios, la repulsión de algunos, la lastima de otros; soy “el manco, el de la mano tullida”… ¿Qué otra cosa puedo esperar?
De repente, en medio de mi vergüenza, mi temor, mi ansiedad, mi exposición, mis rabias y resentimientos; este hombre joven me mira con una paz infinita en sus ojos; y un cariño que no recuerdo haber sentido a excepción de la mirada de mi madre cuando era solo un pequeñito que creía en un mundo de amor y posibilidades; pero eso fue hace muchísimo tiempo… Y cuando estoy allí perdido en Su mirada, sintiendo algo indescriptible; teniendo una sensación de estar completo, sintiendo que no soy deforme, que alguien me ama como soy; que mis miserias no importan; que mi defecto no condiciona el amor único y puro de aquel Maestro; de repente dice “Extiende tu mano”. NOOOOOO!!!!
Sé que se refiere a mi mano defectuosa, mi mano seca, mi mano deforme… mi vergüenza, mi estigma!!! ¿Por qué lo hace? Preguntó recién si es correcto hacer bien o mal en este día, ¿y ahora me avergüenza sabiendo que mi mano no se puede estirar?! Pero no entiendo cómo, comienzo a estirar mi mano seca, defectuosa; esta mano que por años y años trate de ocultar, y casi nadie dejo que pasara desapercibida. No importaba mi inteligencia, mi risa se secó con tantas críticas; todo porque mi defecto me condicionó, y este hombre de mirada única, ahora se encarga de hacerla visible en medio de todo el templo. Y sigo haciendo esfuerzo para estirarla, y mientras la expongo, mientras muestro frente a todos mi defecto; no sé cómo pero la mano seca está VIVA!!! ¡¡¡¡ESTA VIVA!!! No está más seca!!! No sé cómo es! Pero de repente los años de sufrimiento, desesperación, dolor, angustia, con solo Su Palabra, este Hijo del Hombre, este Jesús; sanó todo mi ser resucitando mi mano muerta!!!
Desde aquel entonces, a todos los que quieran oír, a todos lo que necesiten; a todos los marginados, los parías, los avergonzados, los tullidos, los mancos, los cojos, los ciegos, los desesperanzados, los abortivos, los marginales, los antisociales, los ultrajados, los violentados, los avasallados, los escupidos y despreciados; les sigo diciendo: “Muestra tu defecto al Señor, trae tu vergüenza a Jesús, Él tiene un milagro que transformará tu vida!!!
Fuente: www.centraldesermones.com