Biblia

El poder de las prioridades

El poder de las prioridades

por Raymundo Ortlund

La principal prioridad de los cristianos es llegar a Dios, sólo así podrán tener éxito al tratar de llegar a otros. Sin que los cristianos practiquen una relación íntima con Dios mismo –prioridad uno–, no podrán proveer demasiada ayuda espiritual a otros creyentes –prioridad dos–, o al mundo –prioridad tres.

Una organización misionera publicaba un anuncio interesante en las revistas. Este consistía en una fotografía de cuatro personas con las manos apretadas, inclinadas, orando. El título decía: «Antes de que podamos llegar al mundo con el Evangelio, debemos estar decididos y comprometidos en llegar al Dios del Evangelio». Debajo de la fotografía había una frase que añadía este comentario: «Nuestra misión comienza en la adoración».


La principal prioridad de los cristianos es llegar a Dios, sólo así podrán tener éxito al tratar de llegar a otros. Sin que los cristianos practiquen una relación íntima con Dios mismo –prioridad uno–, no podrán proveer demasiada ayuda espiritual a otros creyentes –prioridad dos–, o al mundo –prioridad tres.


Sin embargo las tres prioridades deben estar continuamente dirigiendo la vida individual del creyente y la vida corporativa de la Iglesia. La iglesia local no debe permitirse llegar a estar centrada meramente en la adoración, en la comunidad o en la evangelización. Para llegar a desarrollar creyentes que sean firmes y ser una ecuánime congregación de Dios es importante que haya un sano equilibrio entre estos tres compromisos. Entonces sí se podrá aspirar a tener creyentes que sean sólidos bíblicamente.



NÚMERO UNO

La Biblia comienza con Dios, sin ninguna introducción previa y sin tratar de probar su existencia. Asume que los lectores aceptan la realidad de Dios, para luego revelar que Él es el Creador y Origen de todas las cosas. Moisés dio por sentada la existencia de Dios y su autoridad cuando escribió: «Señor, tú has sido nuestro refugio por todas las edades. Desde antes que se formaran los montes y que existieran la tierra y el mundo, desde los tiempos antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios» (Sal. 90.1,2). El apóstol Pablo también se concentró en la supremacía de Dios: «Porque todas las cosas vienen de Dios, y existen por él y para él. ¡Gloria para siempre a Dios! Así sea» (Ro. 11.36). El Hijo de Dios les ordenó a los creyentes. «Así que pongan toda su atención en el reino de Dios y en hacer lo que él requiere, y recibirán también todas estas cosas» (Mt. 6.33). Los creyentes deben tener al Señor mismo como su máxima prioridad. Él es primero en todo el universo, de modo que es imperativo que los cristianos estén principalmente entregados a Él.


Pablo le recuerda a la iglesia la elevada posición de Cristo «para tener así (Cristo) el primer puesto en todo» (Col. 1.18) y enfatiza que hay un Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos (Ef. 4.6). La Iglesia tiene el jubiloso privilegio de entregarse a Dios a través de Jesucristo.


¿De qué manera se desarrolla esta entrega a Dios en la vida colectiva de la iglesia? El pastor puede guiar a su gente en la búsqueda del Señor a través del culto de la adoración. En Isaías 6 vemos un excelente ejemplo de adoración que puede servirnos de modelo. Primero Isaías vio al Señor en su gloria y escuchó a los serafines alabando y adorando a Dios. Esto puede ilustrar el hecho de que cuando se reúnen los hijos de Dios deben empezar por centrar su atención en Dios.


Los himnos y las oraciones de la sección de alabanza con que se inicia el culto deberían ayudar a los creyentes a adorar a Dios (Is. 6.1-4). Muchas veces se le da poca importancia a esta necesidad de adoración. Como resultado, en ocasiones los himnos no son apropiados y las oraciones que se ofrecen son perogrulladas poco sinceras, vacías de significado. La frecuente improvisación no es sabia ni provechosa; con seguridad de que no es espiritual. Si un pastor pone cuidado al preparar su mensaje con dedicación, ¿no se debería poner también cuidado en la preparación del resto del culto de adoración?


Segundo, cuando Isaías vio al Señor tomó conciencia de su propio pecado y del de su pueblo (6.5). El principio que se puede extraer de la reacción de Isaías, es que la confesión de pecado es parte del culto de adoración. Muchas veces el progreso se detiene aquí. La familia que adora no recibirá jamás el impacto total de la bendición de Dios, sin el perdón. Dios respondió al «ay de mí» de Isaías con un acto de purificación y las palabras necesarias que le aseguraban: «tu maldad te ha sido quitada, tus culpas te han sido perdonadas» (6.6-7). Muchas de las personas que están en el culto están bombardeadas y presionadas por el pecado y están allí clamando por alivio para su atribulada alma. El pastor o el que preside puede ayudarlos eligiendo himnos apropiados, pasajes de las Escrituras y música especial, dirigidos a responder esas necesidades.


Tercero, después de que fue llevado a una correcta relación con Dios, Isaías recibió el mensaje de Dios. «Entonces oí la voz del Señor…» (6.8). La presentación de la palabra de Dios en el sermón será especialmente efectiva si está precedida por una adoración significativa. Y todo el contexto elevará la efectividad del sermón.


Cada culto debería llevar a los fieles a responder como respondió el profeta: «Heme aquí, envíame a mí» (6.8).


Así como este pasaje nos provee de un ejemplo de adoración centrado en Dios, David nos brinda el modelo de una vida centrada en Dios. Él expresó su total dependencia de Dios cuando escribió: «Siempre tengo presente al Señor; con él a mi derecha nada me hará caer» (Sal. 16.8). David intentaba vivir con sus ojos espirituales dirigidos hacia arriba, mientras que miraba la vida desde el punto de vista de Dios. En el Salmo 63 él expuso su sentido de profunda necesidad del Creador: «Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, en tierra seca y árida donde no hay aguas» (63.1).


¿Adónde se dirigió para calmar su sed de Dios? «Para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario» (63.2). David se encontró con Dios en compañía del pueblo de Dios. Además adquirió el hábito de la oración matutina. «Oh Jehová, de mañana oirás mi voz, de mañana me presentaré delante de ti y esperaré» (Sal. 5.3).


La Iglesia necesita conocer a Dios en forma personal y colectiva. Esto ocurre cuando adora y se acerca a Él de manera que el Espíritu Santo pueda acercarse a ellos con libertad.


El Nuevo Testamento nos presenta al apóstol Pablo como un modelo de un hombre centrado en Dios. Luego de haber predicado, escrito y viajado, este veterano de la fe escribió: «a fin de conocerle (a Cristo), y el poder de su resurrección, y la participación de sus conocimientos, llegando a ser semejantes a él en su muerte» (Flp. 3.10).


El creyente debe reconocer, como Pablo, que se encuentra en un peregrinaje que durará toda su vida. La meta de este viaje no es nada menos que el total reconocimiento de la persona y el poder de Jesucristo. Aunque hay algunos creyentes que viven apartados de Dios por ignorancia, hay otros que lo hacen deliberadamente. Estos últimos creen que su propia salvación es suficiente y que la vida vivida junto a Cristo no es placentera. ¡No saben cuán maravilloso es Dios! A. W. Tozer dijo: «Por más altas que sean nuestras expectativas, al fin es seguro que terminaremos por asombrarnos delante del poder que Dios tiene para abrumar la mente y fascinar el alma. Cuando Él actúa en el campo de nuestra conciencia espiritual es más maravilloso de lo que esperábamos, y más bendito y maravilloso de lo que imaginábamos que podría llegar a ser».


Un tercer modelo de vida centrada en Dios es la del perfecto Hijo de Dios. Jesús nos mostró por lo menos cuatro formas de cómo vivir una vida centrada en Dios Padre. Él vivió en la presencia permanente de Dios. Habló de la misteriosa unión que tenía con el Padre: «Yo soy en el Padre y el Padre en mí» (Jn. 14.11). En Juan 15.10 Jesús explicó su relación como «morando» o «permaneciendo» en el amor del Padre. En el mismo discurso les ordena a los cristianos que hagan lo mismo, que permanezcan en Él y permanezcan en su amor (Jn. 15.4-9).


¡Qué gloriosa imagen! ¡Se exhorta al creyente a vivir, trabajar y caminar en el amor de Dios! El cuáquero Tomás Relly escribió: «La experiencia es la de ser invadido desde afuera por otro, quien con poder penetra en nuestra pequeñez. Y al expandirse, con ternura, se hace lugar. ¿Habíamos pensado que era un intruso? No, su primer aroma es de dulzura, su toque para impartir poder. De repente un tierno gigante camina a nuestro lado, Él adecua su compañía a nuestras pequeñísimas pisadas. Ya no somos nosotros mismos».


Otra forma en que Jesús ejemplificó lo que es una vida centrada en Dios fue por la oración: «Mas Él se apartaba a lugares desiertos y oraba» (Lc. 5.16). Esto les resultó tan atrayente a los discípulos, que terminaron diciéndole: «Señor, enséñanos a orar» (11.1).


El mundo es cruel y presiona a los creyentes por todas partes. Es esencial que el cristiano tenga un devocional diario, para poder mantener una vida espiritual animada. Si al igual que David, comenzamos nuestro día con Dios, nos resultará más fácil reconocer su presencia en el transcurso de esa jornada.


Cristo también nos mostró cómo vivir una vida centrada en Dios, fue su deseo de pasar más tiempo a solas con el Padre, a medida que crecían sus necesidades y los momentos de tensión y pasión. Un ejemplo de esto es lo que hizo antes de elegir a los doce discípulos. «En aquellos días Él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles» (Lc. 6.12, 13). Dios-Hijo, al igual que todos los hombres, necesitaba privacidad.


Nosotros, con mi esposa, tratamos de pasar un día por mes a solas con Dios, para pensar en nuestro matrimonio, en las necesidades de nuestros hijos, y en nuestros ministerios. Dedicamos una parte de éste tiempo a orar por las cosas que debemos hacer en las semanas siguientes. El objetivo de este único día es buscar a Dios en cada área de nuestras vidas. Y, al pasar ese día juntos, renovamos nuestro reconocimiento de que es Dios quien tiene el total derecho sobre todo.


El modelo perfecto, Jesucristo, expresó lo que es la vida centrada en Dios mediante su adoración junto al pueblo de Dios: «Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre» (Lc. 4.16). Él le dijo a la mujer samaritana: «Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que le adoren» (Jn. 4.23, 24).


Dios busca la adoración del creyente. La mayor necesidad que hay entre los evangélicos, en mi opinión, es que las iglesias que creen en la Biblia aprendan a adorar. En muchas iglesias se enseña bien la Palabra. ¡Por supuesto que el contenido es importante! Pero la adoración y el conocimiento deberían ir juntos.


El centrarse en Dios es la prioridad número uno. Los cristianos que vivan esta verdad, tanto en forma personal como junto a otros, experimentarán una gran bendición.

© Leadership. Usado con permiso.

Los Temas de Apuntes Pastorales, volumen II, número 4. Todos los derechos reservados