El potencial de una ilustración
por Enrique Zapata
Ilustrar significa, literalmente, «dar claridad por medio de la luz». Las ilustraciones le son al mensaje lo que las ventanas a la casa. Una ilustración ilumina tanto la estructura como el contenido. Por medio de una buena ilustración la gente puede llegar a entender con rapidez las verdades expuestas.
Ilustrar significa, literalmente, «dar claridad por medio de la luz». La razón principal por la cual una casa tiene ventanas es para dejar que la luz entre en las habitaciones. Las ilustraciones le son al mensaje lo que las ventanas a la casa. Una ilustración ilumina tanto la estructura como el contenido. Se pueden ofrecer grandes y elaboradas explicaciones sin que los oyentes acaben comprendiendo la verdad del cual se está hablando. Por medio de una buena ilustración la gente puede llegar a entender con rapidez las verdades expuestas.
La ilustración no solo ilumina sino que también cumple otra función importante para el mensaje: le da vida y despierta interés en los oyentes. Es sabido que hay verdaderos eruditos de la Biblia que aburren profundamente a quienes los tienen que escuchar. Su comprensión de las Escrituras es extensa, pero nunca emplean ilustraciones. Después de unos veinte minutos, las personas se están preguntando cuándo llegará el final. En cambio, otros predicadores enseñan los mismos pasajes manteniendo la atención y el interés de la congregación durante toda una hora. Cuando termina su mensaje la gente se sorprende de que haya pasado todo ese tiempo. Sin duda una de las claves para que las personas sigan escuchando atentamente es la calidad de las ilustraciones.
Jesús, un maestro sin igual entre maestros, llenó sus enseñanzas con ellas. Muchas de las verdades más profundas del reino las recordamos con solamente pensar en una oveja, una moneda, una red o un grano de mostaza. Cada una de esas enseñanzas iba acompañada de una ilustración que servía a la perfección los propósitos del Maestro, sin distraer de la proclamación de la Palabra.
Si desea ser un eficaz comunicador, como lo fue Cristo, deberá aprender a usar, con la misma facilidad y sencillez, la buena ilustración. Al igual que en los tiempos de Jesús, las personas recordarán y aprenderán los mensajes predicados, principalmente por las ilustraciones, que arrojan luz sobre las verdades expuestas.
CLAVES DEL BUEN USO
Una ilustración sin mensaje es como un condimento sin comidaLa ilustración tiene que aclarar el contenido del mensaje. Si no tiene buen contenido, no es más que palabrería hueca que rellena un espacio y deja a los oyentes vacíos. Muchos predicadores, al comprobar el poder de las buenas ilustraciones, llenan sus mensajes de ellas para disimular su falta de estudio y preparación bíblica. Con el tiempo, se convierten en cuentistas o relatores, no en mensajeros de Dios.
Una ilustración forma una parte natural del mensajeCiertos líderes cristianos tienen muchos «cuentitos» que les agradan. Siempre los ubican en cualquier mensaje sin importar la utilidad que tienen. Como consecuencia, esas ilustraciones sirven de distracción al verdadero mensaje y el que escucha, termina diciendo: «¡Qué linda historia!, pero ¿qué tiene que ver?». En ocasiones también cuesta encontrar la ilustración apropiada y se emplea alguna que se aproxima, pero no es exacta. En esos casos es recomendable no incluir ninguna en lugar de usar una que no está bien relacionada. Cuando se busca ponerle marco a un cuadro, se descarta el que es demasiado largo o ancho y se escoge el que más embellece la obra, pues el propósito del marco es hacer resaltar el cuadro, no desviar la atención de él. De la misma manera, la ilustración debe encuadrar el mensaje en una forma tan natural que lo haga resaltar.
La buena ilustración va al puntoJesús usó más de medio centenar de ilustraciones y parábolas en su enseñanza. La mayoría de ellas son cortas y algunas apenas tienen una frase. Generalmente, cuanto más corta es la ilustración, más eficaz es. Muchas veces, como pastores tenemos la tendencia de contar todos los detalles que agradan a los oyentes; sin embargo, no enriquecen de ninguna forma el mensaje. Un marco con demasiados detalles y colores hace que el observador se fije más en el marco y no tanto en el cuadro. Cuando la persona queda atrapada en la observación del marco en vez del cuadro, ¡la misión ha fracasado! De la misma manera, en el mensaje sólo deben ser puestos los detalles suficientes a fin de que el concepto quede claro. La audiencia se pone impaciente cuando nos extendemos demasiado en los detalles.
Es preferible que cada punto o idea clave esté acompañada de una ilustraciónCada habitación de una casa necesita una ventana amplia. Una casa sin ventanas es como una cárcel, pero la ventana de una habitación no basta para iluminar a la otra estancia. Podemos salir de un espacio que tiene luz y tropezarnos en el próximo porque está a oscuras. Entonces, para que el oyente «vea» y pueda seguir nuestro mensaje, debemos proveerle luz en cada punto. El predicador debe bosquejar sus mensajes y asegurarse de tener una ilustración que aclare cada punto importante. Esto requiere trabajo, pero el resultado es una mejor comunicación.
Evite la repetición: el uso continuo de una misma ilustraciónTodo predicador tiene sus joyas: esas ilustraciones que él considera brillantes. La tentación es usarlas lo más posible pero para los oyentes, pierde su brillo cuando se la cuentan en forma repetida. En algunas iglesias, sus miembros pueden contar palabra por palabra ciertas ilustraciones del pastor porque invariablemente usa siempre las mismas. La repetición es una herramienta valiosísima en la enseñanza, pero no se aplica a las ilustraciones, ¡a menos que su meta sea enseñar la ilustración en vez del mensaje! El pastor podrá haber trabajado largas horas en la preparación de su mensaje, pero si incluye una ilustración vieja, la audiencia pensará que en el último momento juntó lo que podía para rellenar el tiempo. ¡Cuántos han dejado de escuchar porque dijeron: «Ya hemos escuchado esto unas cuántas veces»!
La ilustración debe ser sencilla y claraCierto predicador usaba ejemplos tan rebuscados para mostrar su gran saber que tenía que invertir otro tanto de tiempo explicando e «ilustrando» sus ilustraciones. Al final lograba que todos las entendieran, pero a costo de haber borrado completamente el mensaje que estas debían enseñar. Por tanto, como regla general, cuanto más sencilla es una ilustración, más eficaz resulta y mientras más complicada sea, más probabilidad existe de que el oyente termine perdido en la oscuridad. Cuando las personas sienten que no entienden algo, tienden a perder interés y comienzan a pensar en otras cosas.
DÓNDE ENCONTRAR ILUSTRACIONES EXCELENTES
El pastor que ha tomado cuenta del poder de una buena ilustración, pensará: «¿donde encontraré las 10 ó 20 ilustraciones nuevas que necesito cada semana?». ¡Parece imposible! Las ilustraciones, no obstante, están presentes en todo lados y a toda hora. Solamente hace falta que estemos alertas para verlas. Ore, pidiendo a Dios la habilidad de ver y encontrar ilustraciones que le ayuden a enseñar bien. Le recomendamos, además, los siguientes asuntos:
El buen ilustrador estudia a los grandes predicadoresUno de los elementos que han contribuido al éxito de los grandes predicadores son sus ilustraciones. ¿Quién no ha leído a Spurgeon y se ha maravillado de sus prédicas? Los mensajes de estos hombres están llenos de perlas. Además de los libros que nos acercan a los grandes de la historia, hoy contamos con la posibilidad de acceder a casetes, vídeos, discos compactos y otros medios para estudiar el estilo de los grandes comunicadores. No debemos dejar pasar la oportunidad de aprender de aquellos a quienes Dios ha bendecido grandemente en la proclamación de su Palabra.
El buen ilustrador se sirve de la historiaLa historia es el relato de lo que los hombres han pensado y hecho. Por lo tanto, nos ofrece muchos ejemplos del efecto de la aplicación o quebranto de principios bíblicos. Recién cuando vemos la totalidad de una vida podemos analizar ampliamente los resultados de su filosofía de vida y hechos. El filósofo Voltaire declaró que dentro de 100 años las personas no iban a creer más en Dios. Desde esa declaración han pasado más de 100 años y hoy la que fue su casa es una sucursal de Sociedades Bíblicas. ¡Qué sentido del humor tiene Dios!
El buen ilustrador es un buen lectorLos libros de la literatura clásica, así como también las buenas revistas y libros son una fuente inagotable de ilustraciones. La revista «Selecciones del Reader´s Digest», por ejemplo, está repleta de material que el predicador puede usar como historia o ejemplo. Debe ser parte de la disciplina del buen maestro y predicador el apartar, regularmente, tiempo para la lectura.
El buen ilustrador está siempre atento a los acontecimientos de la vida cotidianaLa gente siempre está interesada en una buena historia sobre otras personas. Esa es la razón por la cual los chismes se propagan tan rápidamente y las telenovelas son tan populares. El predicador debe aprovechar esta «veta» del comportamiento humano, no para compartir el último chisme, sino para contar historias que sean de lección y bendición a otros. Un estudio interesante muestra que los varones responden mucho más a los mensajes sobre personas y sus vidas, que a los que solo tratan de ideas. Necesitamos aprender a observar a las personas y sus vidas para encontrar los ejemplos perfectos. Existe, sin embargo, un peligro, como lo ilustra la siguiente anécdota: «Cierto pastor compartió un domingo que durante la semana había estado hablando con uno de los jóvenes de su congregación sobre su vida sexual». Todos prestaron gran atención a cada palabra que decía el pastor pero de allí en adelante, muchos dejaron de buscar su consejo temiendo que usara sus experiencias para ilustrar el mensaje de domingos venideros. Podemos usar con excelentes resultados ilustraciones de la vida cotidiana siempre y cuando no comprometan la intimidad de nadie.
El buen ilustrador busca en la Biblia mismaHe descubierto que, para cada verdad enseñada en las Escrituras, podemos encontrar al menos una ilustración, generalmente del Antiguo Testamento (véase, por ejemplo, Ro 4; 1 Co 10.111; He 11; etc.). No solo hay un ejemplo de alguien que obedeció esa verdad, sino que generalmente también se encuentra un ejemplo de alguno que no la obedeció y sufrió las consecuencias. De esta forma, uno puede ilustrar los beneficios de aplicar y las consecuencias negativas de no aprovechar cada concepto.
El buen ilustrador anota sus ilustracionesBastará un pequeño cuaderno para este propósito. En él podemos anotar las historias que escuchamos, vemos o leemos. Lo que no queda anotado tiende a perderse y cuando estén registradas podrá referirse a ellas cuando las necesite.
Habiendo considerado con cuidado el tema de las ilustraciones, quisiera dejar, a modo de conclusión, una advertencia del gran predicador del siglo XIX, Carlos Spurgeon:
«Debemos cuidarnos de no dejar que nuestras anécdotas e ilustraciones sean como féretros vacíos, que carecen de contenido. No debemos dejar que nuestros sermones den lugar a comentarios como el que hizo una dama en cierta ocasión, después de haber escuchado la predicación de un pastor. Le preguntaron qué pensaba del sermón y si había o no mucho espíritu en él. «¡Oh, sí!» respondió «¡era todo espíritu, pero no tenía nada de cuerpo»! Debe haber algo de «cuerpo» en todo discurso, alguna doctrina verdaderamente profunda, alguna instrucción adecuada que nuestros oyentes se lleven a casa; no simples historias sino verdades sólidas, que reciban en su corazón y apliquen en sus vidas. Si esto ocurre con nuestros sermones, queridos hermanos, no habré hablado en vano esta tarde sobre los usos de las anécdotas e ilustraciones».
© Apuntes Pastorales ,Volumen XXI Número 1