Biblia

El proceso de cambio no sólo ocurre en mí

El proceso de cambio no sólo ocurre en mí

por Enrique Zapata

“Deberías perdonar muchas cosas en otros, pero nada en ti mismo”. -Ausonius

A la frase del famoso obispo y comentarista J. C. Ryle, cuando dijo que «es un hecho lamentable que existan algunos deberes cristianos tan poco practicados, como el deber de perdonar», podríamos añadirle que entre los pastores no ha habido gran excepción a esto.

Cuando miro hacia atrás veo cuantos errores cometí. Algunas veces fue por inmadurez; otras por ignorancia; hubo muchas ocasiones en las que no crucifiqué mi naturaleza pecadora. Gracias a Dios, El no recuerda nuestros errores y pecados, aun cuando nosotros recordamos los de otros cristianos.

Más aun, puedo ver como Dios me ha ido enseñando, cambiando y modelando. ¡Y cuánto progreso ha habido! (aunque falte mucho). Por su gracia. El ha obrado con eficacia haciéndonos adelantar, crecer y madurar.

Algunas veces pensamos que tenemos un Dios aparte, que obra en nosotros con perseverancia y paciencia, realidad que no aceptamos en la vida de otros. A mí no me gustaría que las personas me juzgaran y anduviesen hablando por allí de mi falta de madurez o de los errores que cometí en el pasado; preferiría que me perdonasen y mirasen al presente, apreciando los cambios que hubieron. ¿Y por qué, entonces, no hago lo mismo con otros?. Así como yo necesito que me traten con paciencia y misericordia, otros también.

Posiblemente no haya otras situaciones en nuestras vidas donde seamos tan poco misericordiosos como lo somos con otros colegas. Las expresiones de crítica, los ataques a sus vidas y ministerios que uno escucha en conversaciones, conferencias pastorales e incluso desde los pulpitos son un reflejo de la desobediencia a la regla de oro: «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos…».

El ejemplo de David para con Saúl ha sido reprensión para mi propia vida. El no estaba dispuesto a tocar ni a aun hablar mal de Saúl, aunque éste lo mereciera. Había sido ungido por el Señor, y por eso era intocable.

Estoy tratando de aplicar en mi propia vida algunas reglas básicas:

1. Nunca debemos aceptar una acusación contra un pastor o anciano sin que haya dos testigos (1 Ti. 5.19). Aunque no sean de mi iglesia.

2. SI no se trata de un pecado deliberado y constante, recordar que el amor cubre una multitud de pecados. Existe una gran diferencia entre la inmadurez y el pecado deliberado. Aunque los dos sean pecado, no influyen ni los tratamos de la misma forma.

3. Debemos seguir los pasos de Mateo 18 si consideramos que nuestro hermano está en pecado. Tal vez Dios nos conceda el privilegio de ser su instrumento en la restauración.

4. Necesitamos aprender a no medir el presente de un hombre por su pasado. Discernir lo que Dios está haciendo en su vida y su actitud hacia Dios. El pasado debe ser perdonado.

5. La misericordia y el perdón hacia nuestros hermanos es una virtud que agrada a Dios, mientras que el chisme es abominación. No podemos pretender que Dios sea más misericordioso con nosotros de lo que nosotros somos para con nuestros consiervos. Por otro lado, en el Padrenuestro Dios relaciona su perdón hacia nosotros con nuestro perdón hacia el prójimo.

6. Necesitamos reconocer que nuestras actitudes hacia otros pastores e iglesias son modelos positivos o negativos para nuestras congregaciones. Ellas aprenden de nuestro ejemplo en misericordia y amor o en actitud de crítica.

Quiera Dios concedemos la gracia de no sólo aplicar estas reglas básicas, sino también de desarrollar un amor cada vez más profundo entre nosotros, con ojos que ven la gracia y los dones de Dios derramados en las vidas de nuestros consiervos. ¡Adelante!

Apuntes PastoralesVolumen VI Número 6