Biblia

El Progreso del Peregrino – Primera Parte

El Progreso del Peregrino – Primera Parte

La alegoría del Progreso del Peregrino en imágenes.

El peregrinaje de Cristiano – La Convicción

Caminando por el desierto de este mundo, llegué a una cueva y en ella me acosté a dormir y durmiendo soñé un sueño en que vi a un hombre. Estaba vestido de harapos. Tenía un libro en sus manos y una pesada carga sobre sus hombros.

Vi que abría el libro y mientras leía, lloraba y temblaba y gritó, diciendo: «¿Qué debo hacer?»

«Mi querida esposa y ustedes mis hijos: Tengo noticias de que nuestra ciudad será quemada con fuego del cielo, y todos pereceremos si no hallamos algún modo de escapar.»

Su familia quedó atónita. Ellos pensaron que estaría delirando, y esperando que el sueño le apaciguara, lo acostaron de prisa. En vez de mejorarse, empeoró.

En los siguientes días su familia le regañaba, así que empezó a retirarse a su cuarto a orar por ellos.

Vi, que al andar en el campo leyendo, gritó: «¿Qué haré yo para ser salvo?»

Y vi también a un hombre llamado Evangelista que se le acercó preguntando: «¿Por qué lloras?» «Señor,» contestó, «¡no estoy preparado para ser juzgado!»

«¿Entonces por qué te quedas aquí parado?» «Porque no sé adonde ir.»

Entonces Evangelista le dio un rollo de pergamino. El hombre lo leyó y dijo: «¿Adónde he de huir?»
Evangelista señaló con su dedo. «¿Ves a lo lejos aquella puerta angosta?» «No.» «¿No ves allá lejos el resplandor de una luz?» «Creo que sí.»

«Entonces,» le dijo Evangelista, «ve derecho a esa luz y cuando llegues a la puerta te dirán lo que debes hacer.»
El hombre echó a correr gritando «¡Vida! ¡Vida! ¡Vida eterna!»

Su esposa y sus hijos empezaron a dar voces para que volviese pero él se tapó los oídos.

Los vecinos también salieron a verlo correr; unos le hacían burla, otros le amenazaban, o le gritaban que volviese.

Dos de ellos resolvieron hacer que retrocediese a la fuerza. Uno se llamaba Obstinado y el otro Flexible. Lo alcanzaron. «Vengan conmigo,» les dijo. «¡Qué!», dijo Obstinado, «¿y dejar a nuestros amigos y comodidades?» Entonces dijo Flexible: «No lo insultes. Mi corazón se inclina a acompañar a mi vecino.»

Así, Cristiano y Flexible siguieron juntos, y Obstinado volvió solo. Flexible le preguntó a Cristiano acerca del lugar adonde iban.

«Te leeré en mi libro acerca de él,» dijo Cristiano: «Hay un reino y vida eterna. No habrá más llanto ni dolor.»

«¿Y qué clase de compañía habrá?» «Millares que han sufrido por el amor que tienen por el Señor, todos sanos y vestidos de inmortalidad.»
Y vi en mi sueño que Cristiano y Flexible cayeron de repente en un cieno que se llamaba el Pantano de la Desconfianza.

Cristiano a causa de la pesada carga que llevaba, comenzó a hundirse en el fango.
Flexible dijo enfadado: «¿Es esta la felicidad de que me hablaste?» Y haciendo unos esfuerzos desesperados, logró salir del pantano por la parte más inmediata a su casa y se marchó. Cristiano quedó luchando del otro lado.

Pero, por su carga, no pudo salir hasta que un hombre, cuyo nombre era Auxilio, se le acercó y estrechándole la mano le sacó a tierra firme.

«Este pantano,» dijo Auxilio, «es el resultado de los muchos temores y dudas que se juntan allí. Por lo menos veinte mil carretadas de buenas instrucciones se han perdido aquí.»

Mientras tanto Flexible había llegado de vuelta a su casa. Quedó sentado entre sus vecinos quienes le hacían burla.