Biblia

El protector

El protector

por Shirley Dobson

Texto de referencia Salmos 23; 91; 2Timoteo 4:17-18

Cuando Enfoque a la Familia estaba en sus fases iniciales y nuestros hijos eran tiernos, mi esposo Jim viajaba a menudo. Me había acostumbrado a sus ausencias, y mientras estuvo fuera nunca me atemoricé de veras.


Después de todo, yo sabía que Dios nos estaba protegiendo. Jim y yo habíamos orado por nuestra familia a lo largo de nuestro matrimonio, y con su protección Dios siempre honró nuestra sencilla confianza. Por consiguiente, aun cuando Jim estaba lejos yo dormía en paz. Excepto en una ocasión.


Una noche, a eso de las dos de la mañana, desperté sobresaltada. Estaba asustada y no sabía por qué. Durante algunos minutos (¡que me parecieron horas!) permanecí en el lecho preocupada. Finalmente salté de la cama y caí de rodillas.


«Ah, Señor – oré -, no sé porque estoy tan asustada. Te pido que vigiles nuestro hogar y que protejas nuestra familia. Envía tu ángel guardián a estar con nosotros». Me volví a acostar, y más o menos ala media hora pude conciliar otra vez el sueño.


La mañana siguiente nuestra adolescente niñera, que vivía al otro lado de la calle, llegó corriendo.


«Señora Dobson, ¿supo usted lo que ocurrió? ¡Anoche robaron en la casa de al lado!»


Era cierto. Un ladrón se había metido en esa casa, entró en el dormitorio de la pareja mientras dormía, y sustrajo de un aparador la billetera del marido. El ratero escapó con el dinero de las vacaciones de la familia: aproximadamente quinientos dólares.


Entonces la niñera me dijo que la Policía había determinado la hora del robo: alrededor de las dos de la mañana, ¡la misma hora en que desperté asustada!


Mi mente no se recuperaba del pensamiento. «Si un ladrón quisiera meterse en nuestra casa – dije -, quizá intentaría hacerlo por la ventana del baño, junto a las habitaciones de nuestros hijos. Allí hay una cerca, que lo mantendría oculto. Vamos a ver».


Cuando fuimos a la ventana al otro lado de la casa vimos que el mosquitero estaba doblado y que el antepecho de la ventana estaba astillado. ¡Alguien había intentado entrar por ahí!


La Policía me dijo más tarde que si el ladrón hubiera querido entrar, lo habría hecho. ¿Qué sucedió que lo detuvo?


Estoy convencida de que Dios nos protegió a través de mi oración llevada por el pánico. Algo – o Alguien – había desanimado al ladrón a entrar a nuestra casa.

Tomado del libro Ilustraciones perfectas publicado por Unilit. Usado con permiso. Todos los derechos reservados.