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El pueblo preparado Deuteronomio 2:1–4:43

El pueblo preparado Deuteronomio 2:1–4:43

La nación de Israel se encontraba en la frontera de la tierra que Jehová había prometido a sus antepasados los patriarcas. El Señor su Dios había cuidado de ellos durante cuarenta años desde el Exodo de Egipto. En vías de preparación para entrar en la tierra, Moisés les predicó una serie de mensajes que son el contenido de Deuteronomio. Su primer discurso cubre los capítulos 1–4 y su enfoque principal es histórico. El capítulo 1 mira hacia atrás 40 años a los sucesos que acontecieron al principio de la peregrinación en el páramo. La porción que estudiamos abarca los capítulos 2–4 y hace hincapié en lo pasado recientemente. Esta segunda parte del primer sermón de Moisés se puede denominar, sucesos al final de la peregrinación por el desierto.

La preparación del pueblo para entrar y tomar posesión de la tierra ahora enfoca ciertos sucesos que habían acontecido muy poco tiempo antes. Por lo tanto, aún estaban frescos en la memoria de la gente.

Es interesante notar aquí que hay un lapso de unos 38 años (2:14) entre el final del capítulo uno y el principio del dos. Parece que dos años habían transcurrido entre el Exodo y el fracaso del pueblo en Cades-barnea. Así que transcurrió un período total de cuarenta años entre la redención de Israel y los acontecimientos que estudiamos.

PREPARACIÓN MILITAR 2:1–3:11, 21–22

La realidad es que Israel había tenido muy poca experiencia militar (Exodo 17; Números 21) y esta era una de las razones por los que se llenaron de miedo al meditar en que tendrían que conquistar por las armas a las ciudades amuralladas y luchar contra gigantes espantosos. Moisés quiso enseñarles que Jehová su Dios era más que capaz de encargarse de la situación militar. El caudillo recuerda al pueblo que en meses próximos pasados el Señor les había dado victorias portentosas y que seguiría haciendo lo mismo al cruzar el río Jordán.

Pueblos liberados 2:1–23

La primera lección que tenían que aprender era que su Dios era soberano en asuntos militares. Sólo podían hacer la guerra contra los pueblos indicados por él. Ciertos grupos no debían ser molestados. Israel debía hacer todo lo posible para no provocarlos. Por orden directa de Jehová, no atacarían a tres pueblos.

Edom (Esaú, Seir) vv. 4–8. En su ruta de sur a norte, la primera nación que encontrarían sería Edom. Israel no debía meterse con ellos porque su territorio no formaba parte de la tierra prometida. El Altísimo lo había dado a Esaú como herencia (v. 5b). La segunda razón es que eran hermanos por ser descendientes de Esaú (Edom) y Jacob (Israel). Los israelitas tenían la responsabilidad de tratarlos como hermanos cercanos y no pelear contra ellos. Edom nunca respetó esta relación y por tanto fue condenado por Abdías (vv. 10–14).

Moab (vv. 9–18) y Amón (vv. 19–23). Estos dos pueblos eran el fruto de la relación incestuosa entre Lot y sus hijas (Génesis 19:30–38). Jehová dijo claramente “no te daré posesión de su tierra” (vv. 9, 19) porque ese territorio ya había sido entregado a los hijos de Lot (vv. 9, 19). Estos tres pueblos se salvaron de un enfrentamiento militar con Israel por instrucción explícita de Dios.

Pueblos derrotados 2:24–3:11

Dos áreas de Transjordania (Hesbón y Basán) se habían incluido como parte de la tierra prometida y por esto tenían que ser conquistadas. Es con estos sucesos que Israel comenzó a tomar posesión de su herencia.

Sehón rey de Hesbón 2:24–37. Tome nota de los mandatos y promesas que aparecen en los versículos 24–25. No cabía duda. Jehová iba a darles la victoria sobre este rey y los suyos. La oferta de una travesía pacífica por su territorio fue rechazada rotundamente por Sehón (vv. 26–30). El corazón de éste fue endurecido por el Señor, acto por el cual Jehová confirmó lo que el rey mismo había hecho. Sehón se había endurecido y por esto Dios hizo que fuera obstinado (v. 30). En el 31 de nuevo vemos la disyuntiva “yo he comenzado a entregar…; comienza a tomar posesión”. La promesa y el mandato siempre van juntos. Fíjese bien en el resultado del conflicto: Jehová entregó (vv. 31a, 33, 36b) e Israel tomó (vv. 31b, 34, 35). Al fin y al cabo la victoria pertenecía al Omnipotente, no a los israelitas.

Og rey de Basán 3:1–11. En este caso también vemos la combinación de mandato y promesa. Jehová entregó a Og rey de Basán y todos sus dominios a los israelitas (v. 3) y estos tomaron posesión de todo su territorio (vv. 4, 7, 8–10). Este monarca fue el último de los gigantes. Las medidas que se dan son de su sarcófago o ataúd y no de su cama.

JEHOVÁ ENTREGÓ… ISRAEL TOMÓ

Propósito de estas acciones 2:25; 3:21–22

El texto mismo menciona dos propósitos concretos de estas victorias militares

Infundir temor en los pueblos 2:25. Cuando los habitantes de la tierra prometida escucharan las noticias de las derrotas de Sehón y Og, comenzarían a temer al pueblo vencedor. Aun antes de entrar en la tierra, el enemigo estaba atemorizado. Este conocimiento serviría para animar a los israelitas.

Animar a los israelitas 3:21–22. Ya habían experimentado la victoria militar sobre dos reyes muy poderosos. El Señor había cumplido sus promesas. Este triunfo pasado les llenaría de ánimo. No tenían por qué temer al enemigo al otro lado del Jordán.

A través de estos acontecimientos, el pueblo de Dios se preparó militarmente para reconocer que Jehová era soberano en todos los movimientos bélicos (2:37) y que la victoria siempre era de él: “porque Jehová vuestro Dios, él es el que pelea por vosotros” (3:22). Desde el principio, la geografía no había cambiado: ya fuera en Transjordania o en Cisjordania, “Jehová tu Dios” siempre daba el triunfo.

¡PENSEMOS!
En nuestra batalla espiritual tenemos que reconocer los mismos principios básicos que hemos visto en las experiencias de Israel. El enemigo ha sido derrotado por Cristo por su muerte y resurrección, pero para que nosotros hagamos nuestra la victoria, tenemos que obedecer al Señor y depender totalmente de él. Pidale al Señor que le dé el triunfo constante en la vida cristiana.

PREPARACIÓN ADMINISTRATIVA 3:12–20; 4:41–43

Cuando adquirieran su herencia terrenal, tendrían que adoptar algún sistema administrativo. Si no fuera así, el pueblo caería en la anarquía. Por medio de dos incidentes, Moisés les enseñó algo sobre cómo debían gobernar a la gente, pero siempre bajo la dirección de “Jehová su Dios”.

Repartición del territorio conquistado 3:12–20

El caudillo, guiado por el Señor, repartió las tierras conquistadas entre las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés (vv. 12–17). Cada entidad recibió su herencia de acuerdo a sus necesidades. Este ejemplo sirvió para instruir a Israel en la forma en que el resto de la tierra sería distribuida. Primeramente, se dieron cuenta de que los líderes jugarían un papel importante en la distribución. En segundo lugar, aprendieron que la división sería equitativa. Cada tribu recibiría exactamente lo que necesitaba.

Las tribus beneficiadas en esta primera repartición fueron instruidas acerca de su obligación de pelear junto a sus hermanos hasta lograr la conquista total y división de la tierra prometida (vv. 18–20). La solidaridad entre los hermanos era indispensable. La conquista era del pueblo entero, no de las tribus individuales.

Designación de ciudades de refugio 4:41–43

La enseñanza completa sobre este tema se encuentra en Deuteronomio 19:1–13. Antes de entrar en Canaán, Israel ya tenía el ejemplo que debían seguir en todo su territorio. Tal como habían apartado ciudades de refugio en Transjordania, así debían hacer dentro de la tierra prometida. Esta medida demuestra el interés divino en preservar la vida de los inocentes en caso de homicidio no premeditado.

Todo esto preparó a la gente para administrar bien la tierra que iba a heredar. Estos patrones se diseñaron para ayudar a Israel a dirigir sus asuntos correctamente, con la bendición de “Jehová su Dios”.

PREPARACIÓN PERSONAL 3:23–29

Le pareció a Moisés que con las victorias en Hesbón y Basán, Dios se había olvidado de su prohibición contra la entrada de él en la tierra prometida (Números 20:12). Se sentía tan confiado, que oró pidiendo que el Señor le permitiera pasar el Jordán (vv. 23–25). La respuesta fue inmediata y negativa (vv. 26–27). Pero el pueblo ya sabía que Josué tomaría el mando y encabezaría la conquista.

Obviamente, este es uno de los temas que más preocupaba a Moisés cuando daba sus mensajes. Seis veces en el libro hace alusión a su exclusión de la tierra (1:37; 3:23–27; 4:21–22; 31:2; 32:48–52; 34:1–5). El contexto de cuatro de esas porciones incluye la enseñanza positiva de que Josué iba a guiar al pueblo después de Moisés (1:38; 3:28; 31:3, 7, 8, 23; 34:9). El mensaje era claro:

MOISÉS NO ENTRARÍA, PERO JOSUÉ SÍ

Este relato preparó personalmente a Moisés y al pueblo. El mensaje era el mismo para todos: NO SE PREOCUPEN, YO CONTROLO TODO, DICE EL SEÑOR. Nadie tenía que afanarse, y todos debían someterse a la soberanía absoluta de “Jehová su Dios”.

¡PENSEMOS!
¿Cuál será la solución a la preocupación y ansiedad que hay en su vida, aun en relación con cosas mínimas? Entregarse a la voluntad de su Dios soberano. El tiene un plan perfecto diseñado para su vida (Efesios 2:10) y mientras se consagra a vivir de acuerdo con ese plan, no hay por qué preocuparse.

PREPARACIÓN ESPIRITUAL 4:1–40

Este es el clímax del primer discurso. Tomando en cuenta todo lo que el Señor había hecho por ellos, ¿cómo debía responder el pueblo? Esta es la aplicación del sermón. Se puede decir que en lo práctico, esta es la sección más importante del mensaje. Se puede resumir con tres imperativos: obedezcan, recuerden, eviten.

Obedezcan 4:1–8

El verbo clave es “oye” que significa “obedece”. El que oye, hace. El que no obedece, es que no escuchó. Debían poner por obra toda la ley de Jehová exclusivamente. No debían agregarle ni quitarle nada (vv. 1–2). Hay una razón muy personal para obedecer. La desobediencia trae consecuencias muy nefastas (v. 3), y la obediencia siempre resulta en bendiciones múltiples (v. 4). La única forma de asegurar la total bendición divina al entrar en la tierra era cumplír toda la ley de Dios.

El cumplimiento resultaría en dos beneficios muy importantes (vv. 5–8). Los mismos israelitas serían sabios e inteligentes (v. 6). Solamente viviendo vidas de obediencia podría la gente experimentar el “shalom” divino. El bienestar completo sólo se aprovecha cuando las personas se muestran sabias e inteligentes por medio de su acatamiento a la ley de Dios. Es correcto obedecer.

El segundo resultado tiene que ver con las naciones paganas (vv. 6–8). Los pueblos que rodeaban a Israel observarían la conducta de ese pueblo y comentarían sobre ella. La nación sería engrandecida por los paganos, porque tenían un Dios muy cercano (v. 7) y porque vivían vidas que se caracterizaban por la justicia (v. 8). Todo esto atraería a los incrédulos a la adoración del Dios que dio una ley tan sabia y equitativa. Podemos decir que el cumplimiento de la ley ayudaría a Israel en la realización de su responsabilidad misionera.

Recuerden 4:9–14

Los humanos somos olvidadizos por naturaleza. Moisés recuerda al pueblo la necesidad de ser diligentes y no olvidarse de lo que habían experimentado en el monte Sinaí. Con el fin de mantenerlo en su memoria, debían enseñar a sus hijos y nietos todo lo acontecido (v. 9–10). Esta es la primera referencia a la importancia de la enseñanza que encontramos a través de todo el libro (6:7, 20; 11:19; 31:13; 32:46).

Moisés hace hincapié en dos elementos de la experiencia en Sinaí: el fuego y el pacto, mismos que se mencionan en toda su plática. El fuego simbolizaba la omnipotencia divina y el hecho de que va más allá de su creación (trascendencia). El es absolutamente soberano (vv. 11–12), pero no está tan alejado que no pueda comunicarse con el hombre. Más bien, entró en pacto con la nación (inminencia) por medio del pacto de los Diez Mandamientos. A través de ese pacto, el Señor manifestó su absoluta pureza moral. Todas las generaciones debían aprender que Jehová es soberano y santo.

NO OLVIDES…, SINO ENSEÑA

Eviten 4:15–38

El propósito principal de obedecer y recordar era evitar la idolatría. Antes de entrar en la tierra, el pueblo tenía que darse cuenta de cuánto aborrece Jehová esta abominación. De los diez mandamientos, Moisés seleccionó el segundo para una exposición exhaustiva. Estos versículos se consideran como un comentario sobre él. La primera parte (vv. 15–18) es la expresión más completa de la prohibición. El peligro inherente de tener imágenes es que la gente tiende a adorarlas (v. 19a). El resto del mensaje contesta la pregunta, ¿por qué no debían tener ídolos? La primera razón es porque ellos eran un pueblo especial (vv. 19b–22). Todos los pueblos tenían dioses e imágenes, pero los seguidores de Jehová debían ser diferentes.

La segunda razón tiene que ver con el carácter divino (vv. 23–38). El orador enfoca cuatro cualidades del Señor.

  1. Su trascendencia: “Jehová tu Dios es fuego consumidor” (v. 24a). El es soberano y no se le puede comparar con nada ni con nadie. Por esto es que no habían visto ninguna figura en el monte (v. 15).
  2. Su celo: “Dios celoso” (vv. 24b–28). El no tolera que los hombres adoren a otros dioses. Es celoso por su posición exclusiva. Es el único Dios. Se enoja cuando su pueblo practica la idolatría (v. 25) y castiga cualquier infracción de esa ley. Trae destrucción en la tierra (v. 26), destierro (v. 27), e idolatría forzada (v. 28).
  3. Su misericordia: “porque Dios misericordioso es Jehová tu Dios” (vv. 29–31). Siempre recordará el pacto y cuando los suyos se arrepienten y comienzan a buscarlo, él los perdonará y recibirá.
  4. Su inminencia (vv. 32–38). El Dios trascendente entró en relación muy personal con Israel por medio del pacto. El Dios lejano se hizo muy cercano. Tome nota de todas las acciones personales de Jehová hacia su pueblo en estos versículos.

Cuando llegara a su tierra, el pueblo tendría que evitar la idolatría a toda costa. Esta preparación espiritual era la más importante, porque el incumplimiento en esta esfera traería fracaso en las áreas militares, administrativas y personales. Lo más urgente era evitar la idolatría.

¡PENSEMOS!
El idolo es cualquier cosa que ocupa el lugar que sólo Dios merece. Dudo que usted los tenga en su casa, pero es posible que se encuentren en su corazón. Analice su vida para ver si en ella hay algo más importante que el Señor. Ese es su idolo. Memorice 1 Juan 5:21.

La conclusión del asunto se encuentra en los versículos 39 y 40. El 39 enfoca el carácter divino y el 40 nuestra respuesta a él. La única actitud aceptable y que producirá bienestar, es la obediencia a sus mandatos. Por eso, conviene obedecer.

Lloyd, R. (1994). Estudios Bı́blicos ELA: Al este de la frontera (Deuteronomio) (18). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.