EL RECHAZO AL UNGIDO

“Y Aquis llamó a David y le dijo: Vive Jehová, que tú has sido recto, y que me ha parecido bien tu salida y tu entrada en el campamento conmigo, y que ninguna cosa mala he hallado en ti desde el día que viniste a mí hasta hoy; mas a los ojos de los príncipes no agradas. Vuélvete, pues, y vete en paz, para no desagradar a los príncipes de los filisteos” (1 S. 29:6–7).

Introducción

El relato bíblico afirma que David habitó “un año y cuatro meses” (27:7) en territorio filisteo. La confianza que David se gano con Aquis, se puede resumir en estas palabras: “Y Aquis creía a David…” (27:12).

Se nos dice que en esos días, “los filisteos reunieron sus fuerzas para pelear contra Israel.” (28:1) Aquis entonces lo invitó a participar junto a sus hombres de la compañía militar contra Israel. (28:2).

David le respondió: “Muy bien, tú sabrás lo que hará tú siervo.” (28:2) El ungido habla ambiguamente, no promete nada dice mucho y no dice nada. Se maneja muy bien en la manera de contestar.

Aquis reacciona diciéndole: “Por tanto, yo te constituiré guarda de mi persona durante toda mi vida” (28:2). Al ungido se le quiere tentar con una posición. Se le ofrece ser un escudero de Aquis. El mundo ofrecerá posiciones a los ungidos para desviarlos del plan divino.

  1. La asociación

“… David y sus hombres iban en la retaguardia con Aquis” (29:2).

El ungido con sus servidores iban a la retaguardia filistea con el rey Aquis. Por su asociación con Aquis, David se estaba metiendo en situaciones difíciles. Los ungidos necesitan ser cautelosos con quiénes se asocian. Hay compañeros que son agentes de espionajes enviados al ungido por la oficina central de inteligencia del infierno. La infiltración enemiga puede acercársele al ungido en cualquier descuido.

Muchos como Aquis pretenden ser aliados del ungido, porque solo están interesados en su seguridad y posición. Usan a los ungidos para su propio bienestar. Andan con los ungidos a la retaguardia porque les conviene.

Cuando David se asoció y acompañó a Aquis, sus hombres que apoyaban su visión, también siguieron sus ejemplo. El ungido tiene que cuidarse de cómo y con quién se compromete, porque en su acto otros también son arrastrados.

David y sus hombres iban a la retaguardia con Aquis más por compromiso que por convicción. Aquis les hizo un favor y estaban comprometidos. A los ungidos muchos favores que les hacen les cuesta caro a la postre.

  1. La desconfianza

“… Despide a este hombre…” (29:4).

La presencia del ungido y de sus hombres desagrado a los filisteos: “¿Qué hacen aquí estos hebreos?” (29:3) El mundo se siente incómodo con la presencia de los que participan de la unción. Los ve como gente extraña y rara. La razón es que los creyentes son los radicales de Dios. Para el mundo son “anormales”, para Dios son “normales”.

Escuchemos la respuesta de Aquis: “¿No es éste David, el siervo de Saúl rey de Israel, que ha estado conmigo por días y años, y no he hallado falta en él desde el día que se pasó a mí hasta hoy?” (29:3).

Aun un rey filisteo como Aquis tiene que dar una buena recomendación del ungido. Analicemos esta recomendación:

Primero, “… David, el siervo de Saúl…” Esto implica que aun ante Aquis David testifica de su ministerio de servidor a Saúl. Nunca afirmó ser su músico, ni su guerrero, sino su servidor.

Segundo, “que ha estado conmigo por días y años”. Aquis conoció bien al ungido con el tiempo. Los ungidos no cambian con el tiempo. En cualquier estación o temporada son los mismos.

Tercero, “y no he hallado falta en él”. Aquis observó bien a David y vio en él a un hombre íntegro. Aunque Aquis era filisteo, David supo serle agradecido. Nunca lo defraudó.

A los príncipes filisteos la asociación de Aquis con David los enojó. (29:6) El mundo y los carnales se enojan contra los que se acercan y comportan con los ungidos.

Escuchemos las palabras de estos príncipes filisteos: “Despide a este hombre, para que se vuelva al lugar que le señalaste, y no venga con nosotros a la batalla, no sea que en la batalla se nos vuelva enemigo; porque ¿con qué cosa volvería mejor a la gracia de su señor que con las cabezas de estos hombres?” (29:4).

Los filisteos le tenían desconfianza y miedo al ungido. Temían que en la batalla este se virara contra ellos, uniera a estos y que les cortara los cabezas para ponerse en gracia con Saúl.

El enemigo siempre tendrá temor de los ungidos. Sabe que cuando la unción se manifieste en ellos, correrán peligro.

III. El testimonio

“Ya sé que tú eres bueno ante mis ojos…” (29:9).

Ante el rechazo filisteo, el ungido reaccionó delante de Aquis: “¿Qué he hecho?” “¿Qué has hallado en tu siervo desde el día que estoy contigo hasta hoy, para que yo no vaya y pelee contra los enemigos de mi señor el rey?” (29:8).

Todo el lenguaje del ungido es para dar brillo al rechazo filisteo, y por ende salir de esa situación con elegancia de un líder. Los ungidos saben tener y mantener el brillo.

Desde luego el ungido en su corazón sabía que era Dios obrando, y sacándolo de un problema difícil y comprometedor. Aquis le responde: “Yo se que tú eres bueno ante mis ojos, como un ángel de Dios, pero los príncipes de los filisteos me han dicho: No venga con nosotros a la batalla” (29:9).

Primero, “yo se que tú eres bueno ante mis ojos”. La bondad es uno de los adornos que sobresale en el carácter de los ungidos. Sus expresiones y actuaciones son buenas. El ungido es alguien al que se le puede decir: “Yo se que tú eres bueno ante mis ojos.” De cualquier manera que se le mire, la bondad se refleja en él.

Segundo, “como un ángel de Dios.” Los ungidos son como ángeles de Dios para otros. En ellos se ve a Dios reflejado. Cuando aparecen, llenan un vacío, suplen una necesidad, traen un consuelo y dan una palabra adecuada.

Veamos esa expresión: “No venga con nosotros a la batalla”. El mundo no quiere a los ungidos en sus fiestas, parrandas, reuniones o visitas. Al ungido no se le extendió tarjeta de invitación. Eso indica su carácter santo. Aquis le dice a David: “Levántate, pues, de mañana, tú y los siervos de tu señor que han venido contigo, y levantándoos al amanecer, marchad.” (29:10).

Primero, “levántate, pues, de mañana, tú y los siervos…” Los ungidos son madrugadores y los que los siguen también lo son. El que comienza bien su mañana termina su día bien. Madrugar temprano es terminar a tiempo las tareas diarias.

Segundo, “marchad.” El ungido no se sienta hasta tomar moho. Su consigna es “marchad.” Su ministerio siempre está en marcha. ¡Marcha cuando ora! ¡Marcha cuando alaba a Dios! ¡Marcha cuando sirve a otros! Al otro día David y sus hombres marcharon a Siclag, mientras los filisteos se fueron al valle de Jezreel a Estraelon (29:11).

Conclusión

(1) El ungido debe considerar bien con quién se asocia, porque otros seguirán su ejemplo (2) El ungido es todo íntegro que no es de extrañar que los que son del mundo no quieran compartir con él. (3) El ungido es visto como un “ángel” por los que le conocen.

Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (165). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.