Una de las cosas más importantes en las relaciones humanas es la confianza. Cuando ésta se pierde, la relación se arruina. Eso pasó entre Jacob y Labán, y tarde o temprano tenía que sobrevenir una ruptura total entre ellos.
LA SALIDA DE JACOB 31:1–55
Los hijos de Labán se quejaban de la riqueza excesiva de Jacob. Según su parecer, la había sustraído de su padre. Jacob notó que el semblante y actitud de Labán no eran como antes. Además, Jehová le habló diciéndole que ya era tiempo de que regresara a la tierra de sus padres y a su parentela, prometiéndole estar con él (31:1–3).
Jacob llamó a Raquel y a Lea para que se reunieran con él en el campo y repasó con ellas todo lo que había acontecido desde que hizo el trato con su padre Labán. También les contó como Jehová le había aparecido para decirle que regresara a su tierra (31:4–13).
Raquel y Lea le dieron su apoyo y expusieron sus puntos de vista. Se sentían vendidas por su padre, desheredadas y tenidas por extrañas (31:14–16).
Al oir las palabras de apoyo de Raquel y Lea, Jacob las subió junto con sus hijos sobre los camellos y emprendió viaje con todo lo que tenía para regresar a su tierra y la casa de su padre (31:17–18).
Labán no se enteró de la partida de Jacob porque andaba transquilando sus ovejas. Antes de salir, Raquel hurtó los ídolos de su padre sin que lo supiera su esposo (31:19–20). No se sabe si lo hizo porque todavía era idólatra, pero existe la teoría de que la posesión de los ídolos le garantizaba la participación en la heredad de su padre.
Jacob pasó el río Eufrates y se dirigió al monte de Galaad.
Al tercer día, Labán fue informado de su huída y lo persiguió hasta alcanzarlo en ese monte. Mientras tanto, el Señor le había aparecido en un sueño para advertirle que no hablara descomedidamente a Jacob (31:21–25).
Al llegar hasta donde estaban, Labán lo reprendió por haber huído sin haberle permitido despedirse de sus hijas y nietos. También lo acusó de haber hurtado sus ídolos. Jacob le dio permiso para buscarlos, y dijo que moriría aquel que los tuviera porque no sabía que estaban en poder de Raquel. No los halló Labán, y Jacob le reclamó fuertemente por todo el abuso que había recibido a través de los veinte años que había estado a su servicio (31:26–42).
Labán pidió que hicieran un pacto, y tomaron piedras e hicieron un montículo sobre el cual comieron. Jacob llamó el lugar “Galaad” que significa “majano del testimonio”, y también “Mizpa”, que significa “atalaya”. Este convenio de no agresión se hizo en un ambiente de sospechas. Después de esto, comieron pan y durmieron en el mismo lugar aquella noche. Al día siguiente se levantó Labán, besó a sus hijas y nietos y regresó a su casa (31:43–55).
ATALAYE JEHOVA ENTRE TU Y YO,
CUANDO NOS APARTEMOS EL UNO DEL OTRO
LA RECONCILIACION CON ESAU 32:1–33:20
Al seguir Jacob su camino, le salieron al encuentro ángeles de Dios. Probablemente para confirmar lo que Jehová le había dicho hacía veinte años en Betel: “He aquí yo estoy contigo” (28:15). Esa protección la iba a necesitar porque se acercaba a la tierra de Edom, donde moraba su hermano Esaú.
No obstante, no era indispensable que pasara por Edom para llegar a Betel, porque se encontraba a bastante distancia hacia el sureste. Es posible que buscara la manera de reconciliarse con Esaú y decidió que ese era el momento oportuno. Deseaba tener paz en su corazón y con su hermano, ya que pronto serían vecinos. Véase Mateo 5:23–25a.
Envió mensajeros para avisar a su hermano y les instruyó para que se dirigieran a Esaú llamándole señor, y que le dijeran que iban en representación de su siervo Jacob. Sus enviados volvieron diciendo que Esaú venía con cuatrocientos hombres para recibirle. Desde luego, esa noticia le produjo mucho temor a Jacob. Se acordó de la amenaza que había proferido su hermano contra él (27:41) y con justificada razón sentía miedo (32:1–7a).
Jacob distribuyó a su gente y animales en dos campamentos, para facilitar que en caso de ataque, unos u otros escaparan. Luego oró en forma sincera y humilde delante de Dios. Los puntos más sobresalientes de su oración son:
- Se dirige al Dios de Abraham e Isaac (32:9a).
- Se acuerda de las promesas (32:9b).
- Se presenta diciendo “menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo” y hace mención de lo poco con que se fue y de lo mucho que ahora poseía (32:10).
- Pide a Dios que lo libre de su hermano (32:11).
- Hace referencia a las promesas divinas de bendecirle y aumentar grandemente su simiente (32:12).
Durmió aquella noche, y a la mañana siguiente envió a Esaú un buen presente que consistía de quinientos cincuenta de sus animales. El motivo era evidente. Quería aplacar la ira de Esaú (32:13–20).
Aquella misma noche, después de hacer pasar el vado de Jaboc a sus dos mujeres, sus dos siervas y sus once hijos, se quedó a solas (32:22–23a).
El pasaje de las Escrituras dice que luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Gracias a su perseverancia, Jacob ganó la lucha, pero sufrió una herida permanente al descoyuntarse su muslo, por lo que cojeaba. Probablemente quien luchó con Jacob era Cristo, en su estado previo a la encarnación (32:24–26).
En respuesta a una pregunta, Jacob contestó que su nombre era Jacob. Entonces el varón le contestó diciendo que en adelante se llamaría Israel: “porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (32:27–29). Jacob llamó el nombre de aquel lugar Peniel, que significa “el rostro de Dios” (32:30–32).
¡PENSEMOS! |
Tomando en cuenta que fue Dios quien luchó con Jacob, tenemos que concluir que el Señor le permitió ganar la lucha. Esta experiencia es una figura de la intercesión eficaz. Dios está siempre presto a oir nuestras oraciones, pero espera de nosotros seriedad en el ministerio precioso de ser colaboradores suyos por medio de la oración. Reflexione en los pasajes siguientes: Efesios 6:10–20, Santiago 5:16–18 y Lucas 18:1–8. |
EL ENCUENTRO CON ESAU 33:1–20
Alzó Jacob sus ojos y vio que venía Esaú con los cuatrocientos hombres. Al acercarse, el primero se inclinó siete veces, que era la señal de homenaje para un rey. Jacob no quería arriesgarse. Esaú corrió a su encuentro, y le dio un recibimiento muy efusivo sin mostrar ninguna señal del rencor que había experimentado (33:1–4).
Asimismo, todas las mujeres y niños que venían con Jacob se inclinaron delante de Esaú. Después de mucha insistencia de parte de Jacob, su hermano aceptó el presente que le había enviado con sus criados (33:5–11).
Esaú quería volver a su casa, y ofreció ir delante de Jacob y su escolta, pero éste le dijo que por sus animales no podría caminar al paso de Esaú y sus acompañantes, por lo que llegaría después a Seir con los suyos (33:12–15).
Esaú emprendió su camino pero Jacob tomó uno distinto y llegó a Sucot, donde edificó una casa y cabañas para el ganado. Por el relato que sigue, es evidente que permaneció allí unos diez años, porque cuando salieron de la casa de Labán, su hija Dina era pequeña y en este capítulo se hace referencia a ella diciendo que ya era una señorita. Posteriormente, se trasladó a Siquem, y compró terrenos para plantar sus tiendas. También erigió allí un altar al poderoso Dios de Israel (33:16–20).
LA MASACRE EN SIQUEM 34:1–31
Un día salió Dina, hija de Jacob y Lea, a conocer a las hijas del país. La vió Siquem hijo de Hamor, príncipe de aquella tierra, la tomó y la deshonró. Después, por intervención de su padre, procuró tomarla por esposa (34:1–4).
Pero los hijos de Jacob se entristecieron y enfurecieron cuando se enteraron de que su hermana había sido mancillada. Para vengarse, engañaron al rey y a su hijo ofreciendo dársela por mujer con tal de que él y todos los varones de su tierra fuesen circuncidados. La condición fue aceptada por los siquemitas cuando Siquem y su padre Hamor los convencieron. Todos los hombres fueron circuncidados y al tercer día, cuando más adoloridos estaban, Simeón y Leví, hijos de Jacob, mataron a todos los hombres a espada. Luego rescataron a Dina de la casa de Siquem (34:5–26).
Saquearon la ciudad y regresaron con el botín, incluyendo mujeres y niños. El asunto no agradó a Jacob y les reprendió con las palabras siguientes: “Me habéis turbado con hacerme abominable a los moradores de esta tierra” (34:26–30). Simeón y Leví le contestaron con una pregunta: “¿Había de tratar a nuestra hermana como a una ramera?”
Dios tampoco se agradó de la crueldad de Simeón y Leví. Cuando Jacob en forma profética bendijo a sus hijos antes de su muerte, se acordó de los eventos de ese día en Siquem (49:5–7).
LA LLEGADA A BETEL 35:1–15
Hay evidencia bíblica que indica que la voluntad de Dios era que Jacob fuese a Betel tan pronto se reconciliara con su hermano. Después de los acontecimientos de Siquem, Dios le mostró claramente que volviera a Betel, donde le había aparecido cuando se dirigía a la casa de Labán (35:1).
Antes de emprender el viaje, Jacob provocó un avivamiento entre los miembros de su familia. Les ordenó deshacerse de todos sus ídolos, limpiarse y mudar sus vestidos y así lo hicieron (35:2–4).
Dios los protegió durante el camino y cuando llegaron a Betel, el patriarca edificó un altar, donde Jehová volvió a aparecérsele para confirmarle las bendiciones del pacto abrahámico. Jacob erigió una “señal de piedra” para señalar el lugar donde Dios le había hablado (35:5–15).
La muerte de Raquel e Isaac 35:16–29
De ahí se trasladaron a Efrata, a distancia de media legua, donde Raquel dio a luz a Benjamín y a consecuencias del parto murió. Fue sepultada en el mismo lugar. Benjamín significa “hijo de honor o de buena fortuna” (35:16–20).
Salió Israel de ahí y plantó su tienda en Migdal-edar. Mientras permanecían alí, su hijo Rubén durmió con Bilha, la concubina de su padre, lo cual no pasó desapercibido a Israel (35:21–22 y 1 Crónicas 5:1).
Posteriormente, viajaron a Mamre, donde todavía vivía su padre Isaac, quien murió a los ciento ochenta años, siendo sepultado por sus hijos Jacob y Esaú (35:27–29).
¡PENSEMOS! |
A Dios no le agradan ni el adulterio ni los matrimonios entre creyentes e incrédulos. ¿Por qué se enojó Jacob con Simeón y Leví cuando vengaron la humillación de su hermana Dina? Apunte de nuevo las bendiciones del pacto abrahámico. Reflexione sobre el regreso de Jacob de Mesopotamia. ¿Qué evidencias ve del cumplimiento de las promesas hechas por Dios en Betel? Véase 28:11–19. ¿Cuál fue la consecuencia del pecado de Rubén con Bilha, la concubina de Jacob? |
La descendencia de Esaú 36:1–43
Ya se ha tomado nota del hecho de que Esaú tomó primero a dos mujeres de entre los heteos (26:34–35) que causaron grande amargura de espíritu a Isaac y Rebeca. Al darse cuenta que no eran del agrado de sus padres, tomó mujer de entre los ismaelitas (28:8–9). De sus tres mujeres, Ada, Aholibama y Basemat, le nacieron cinco hijos.
Uno de sus nietos se llamó Amalec (36:12 y Exodo 17:8), cuyos descendientes fueron enemigos acérrimos de los israelitas (1 Samuel 15:1–3). “Esaú es Edom” dice 36:8. Los edomitas persistieron en la misma clase de rivalidad con los israelitas que había entre Esaú y Jacob.
TRES EQUIVOCACIONES DESASTROSAS DE ESAU:
MENOSPRECIO SU PRIMOGENITURA (HEBREOS 12:16–17).
EMPARENTO CON PAGANOS (COMPARE GENESIS 26:34–35 CON 2 CORINTIOS 6:14).
MALDIJO A LOS DESCENDIENTES DE ABRAHAM, ISAAC Y JACOB (COMPARE GENESIS 12:3 CON NUMEROS 20:14, 18, 20–21).
CONSECUENCIAS:
EDOM SERIA DESTRUIDO POR DIOS (ABDIAS VV. 1–21).
Collins, A. (1992). Estudios Bı́blicos ELA: Ası́ comenzó todo (Génesis) (93). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.