El tratamiento con los enfermos en busca de curar al alma
por Ricardo L. Eyer
A lo largo de los años he ido cambiando en mi ministerio de una actitud pasiva a una activa. Al principio descubrí que mi sola presencia como pastor representaba la presencia de Dios ante los pacientes que visitaba. Mi sola presencia parecía decir: Hay un Dios.
Me senté en el auto después de otra visita a la Sra. Méndez y me pregunté: «¿Qué puedo hacer que todavía no haya intentado?»
El hospital estaba cerca de nuestra iglesia y mis visitas a esta hermana no habían sido pocas. Esa frecuencia se debía, en parte, a mi frustración por no poder «comunicarme» con ella. No había habido problemas cuando ella iba a la iglesia, pero su enfermedad había creado cierta distancia.
Nuestras conversaciones nunca pasaban de lo trivial y cada vez que deseaba entrar en el terreno espiritual, ella trataba de evadirme y cambiaba de tema. Sabía que no era falta de interés en lo espiritual; había sido diferente cuando estaba sana.
Mientras estaba en el auto pensé, como muchas otras veces, si debía dejar que las conversaciones quedaran en lo trivial o si debía forzar el asunto y dar mi sermón de la manera más suave posible y esperar los resultados.
Aún después de finalizar mi entrenamiento era capaz de, con las mejores intenciones, obrar sin el menor tacto. Al visitar a los enfermos, mi afán por ayudar y mi compulsión por hablar toda da, pero quedan intranquilos. Algunos son leones enfurecidos que carecen de sensibilidad; otros son más tranquilos pero persistentes, que no saben cuándo irse; por supuesto, también están los leones sin tino, que ni siquiera saben que lo son.
Del mismo modo, algunos pastores son ángeles demasiado sensibles, incapaces de arriesgarse siquiera a moverse; otros son ángeles temerosos, faltos de coraje; y algunos otros son ángeles caídos que ya no creen en el mensaje que deben proclamar.
Usar el Evangelio con entendimiento, sensibilidad y efectividad no es experiencias tuvieran el mismo significado para todas las personas.
En un sentido, la enfermedad tiene un significado genérico: Es el resultado de una raza caída en la que el pecado ha hecho que todo vaya mal. La obra de Dios en Cristo ha devuelto la esperanza a través de la reconciliación y la promesa de que El nos sanará y ayudará cuando le invoquemos. Sin embargo estas promesas no se hacen personales hasta que tomamos en cuenta los aspectos particulares del dolor de una persona. El significado que una enfermedad tiene para cualquier persona depende de los aspectos particulares con los que esté luchando en ese momento.
Juan estaba luchando con la pregunta: «¿Se preocupa Dios por mí? Y si es así, ¿por qué permite que sufra?» Una ayuda pastoral apropiada le permitirá a Juan buscar no sólo respuestas generales sino personales. La respuesta personal la hallará en el cuidado que Dios le brinda por medio del pastor (entre otros). Le resultará difícil a Juan saber que Dios se preocupa por él cuando el pastor es insensible, impaciente e incapaz de demostrar el amor divino. Dios eligió obrar a través de un hombre como Jesucristo para revelar su amor hacia el mundo; ahora también Dios muestra su amor a través de su pueblo, incluyendo a los pastores.
Los problemas personales de soledad, resentimiento, ansiedad de todo tipo, temor al dolor y mil cosas más deben ser tratados de a uno por vez por el paciente y el pastor para poder descubrir dónde está obrando Dios. En cada caso siempre debemos mirar al modelo y fuente de esperanza: El sufrimiento, la muerte y la resurrección de Jesucristo por nosotros.
A lo largo de los años he ido cambiando en mi ministerio de una actitud pasiva a una activa. Al principio descubrí que mi sola presencia como pastor representaba la presencia de Dios ante los pacientes que visitaba. Mi sola presencia parecía decir: Hay un Dios.
Más tarde, al ir aprendiendo a «invertir» en la gente y compartir algo de su dolor, aprendí el significado de preocuparse por los demás. Este preocuparse por otros parecía decir: Dios es compasivo.
Últimamente, al luchar con el significado del dolor de las personas y al ver a Dios obrar en ellas, he tratado de ayudar a los pacientes a buscar en su fe los recursos para interpretar sus experiencias. Mi presencia como alguien que les ayuda a tomar una perspectiva espiritual de las cosas parece decir: Dios les da significado a las cosas.
Cuando un paciente ha luchado con sus problemas personales hasta el final, obtiene una madurez en la fe que le da esperanza para enfrentar la próxima batalla de la vida. El aprender a identificar a Dios obrando en nuestras vidas nos abre los ojos para ver las cosas de una manera diferente: Con fe, esperanza y amor.
Apuntes Pastorales
Volumen V Número 2