EL TRIUNFO DEL UNGIDO

“Entonces consultó David a Jehová, diciendo: ¿Iré contra los filisteos? ¿Los entregarás en mi mano? Y Jehová respondió a David: Ve, porque ciertamente entregaré a los filisteos en tu mano. Y vino David a Baal-perazim, y allí los venció David, y dijo: Quebrantó Jehová a mis enemigos delante de mí, como corriente impetuosa. Por esto llamó el nombre de aquel lugar Baal-perazim” (2 S. 5:19–21).

Introducción

Una vez que David fue ungido como rey, los filisteos decidieron buscarlo con fines destructivos, pero se refugió en la fortaleza (5:17). En dos ocasiones diferentes el ungido consultó a Jehová si debía atacar o no a los filisteos, y Dios le dio el permiso para hacerlo (5:19, 22–23).

La primera vez la voluntad divina para él, era de subir (5:19); la segunda vez fue de no subir (5:23). El ungido tiene que saber cuando moverse en lo que Dios dice y cuando esperar en lo que Dios dice.

  1. El peligro

“Oyendo los filisteos que David había sido ungido por rey sobre Israel, subieron todos los filisteos para buscar a David…” (5:17).

Las pruebas al ungido nunca se le terminarán. Después de una gran bendición, puede venir una gran tribulación. A los filisteos le llegó la noticia del ungimiento de David, y esta no fue de su agrado, se unieron y decidieron subir a buscar a David.

Los enemigos del ungido siempre lo estarán buscando, él ofrece peligro para su estabilidad. El que había dejado la baba correr por su barba delante del rey Aquis (1 S. 21:10–15), que por un tiempo moró con Aquis (1 S. 27:2–3), ahora se constituye en una amenaza política y militar. Ya no son soldados mercenarios que tiene con él, sino un ejército debidamente organizado y entrenado. El ungido es la autoridad de todo Israel, tiene poder de convocatoria colectiva y es un administrador excelente en todo su reino.

Ya David no era un ungido en potencia, sino un ungido en manifestación. Era el hombre fuerte de Dios y en todo tiempo Dios tiene hombres y mujeres fuertes en contraposición de los hombres y mujeres fuertes comisionados por los principados de maldad.

Dios puso a David en autoridad contra los filisteos y tenía poder sobre estos. Ellos los sabían y por eso le declaran la guerra. Los ungidos no solo tienen autoridad son autoridad de Dios en la realización de los propósitos divinos. Tienen que tener cuatro ojos velando a los que los andan buscando. Los ungidos son los “Más buscados” por el reino de las tinieblas.

Leemos: “y cuando David lo oyó, descendió a la fortaleza”. Esta representa un lugar de refugio y protección. Los ungidos tienen fortalezas espirituales para resistir los ataques del enemigo. En algún lugar el ungido tendrá una fortaleza. Pero su mayor fortaleza está en Dios: “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?” (Sal. 27:1).

  1. La victoria

“Y vino David a Baal-perazim, y allí los venció David, y dijo: Quebrantó Jehová a mis enemigos delante de mí, como corriente impetuosa. Por esto llamó el nombre de aquel lugar Baal-perazim” (5:20).

A pesar de su experiencia militar y de tener un ejército adiestrado y organizado, el ungido no emprendía ninguna maniobra militar sin antes consultar a su General en Jefe, Jehová de los ejércitos. El ejército de Israel no era espiritualmente hablando el ejército de David, sino el de Dios.

La palabra profética para el ungido fue: “Ve, porque ciertamente entregaré a los filisteos en tu mano” (5:19). Los ungidos aprenden a moverse en la palabra profética de Dios; y por eso tendrán sus oídos abiertos para escucharla.

Aquel lugar donde Dios entregó a los filisteos, el ungido le llamó “Baal-perazim” que significa “Quebranto” (5:20). Allí el ungido compuso un verso recordatorio: “Quebrantó Jehová a mis enemigos, delante de mí como corriente impetuosa”. Las victorias que Dios nos da deben ser recordadas y declaradas.

Leemos: “Y dejaron allí sus ídolos, y David y sus hombres los quemaron” (5:21). Notemos que detrás de esa guerra convencional y natural, había otra guerra espiritual. Los ídolos que representaban los dioses filisteos, se quedaron en el campo de batalla y el ungido con sus hombres “los quemaron”, como símbolo de su derrota por el Dios de Israel.

De nuevo los filisteos volvieron a la carga. El ungido consultó a Dios. Este le declaró palabra profética: “No subas, sino rodéalos, y vendrás a ellos enfrente de las balsameras. Y cuando oigas ruido como de marcha por las copas de las balsameras, entonces te moverás, porque Jehová saldrá delante de ti a herir el campamento de los filisteos” (5:23–24).

Muchas veces Dios ordena subir y otras veces ordena de no subir. La revelación divina no está programada. Por eso los ungidos no son personas de programas, aunque respetan los programas. Dios es arbitrario y Él hace como le plazca.

El ungido siguió al pie de la letra las instrucciones recibidas del cielo hizo exactamente como Dios le dijo y Dios hizo lo que le dijo. Leemos: “Y David lo hizo así, como Jehová se lo había mandado, e hirió a los filisteos desde Geba hasta llegar a Gezer” (5:25).

En el pasaje paralelo de 1 Crónicas 14:8–17, se nos declara: “sal luego a la batalla, porque Dios saldrá delante de ti y herirá al ejército de los filisteos” (cp. 2 S. 5:24). Con Dios delante, el ungido vencerá siempre a sus enemigos.

El relato de 1 Crónicas 14:17, presenta esta conclusión: “Y la fama de David fue divulgada por todas aquellas tierras, y Jehová puso el temor de David sobre todas las naciones”. El ungido, por causa de la unción, se hace una figura temería y su nombre es conocido por muchos. A los ungidos Dios le entrega y los pone en autoridad sobre naciones.

Conclusión

(1) Las bendiciones del ungido muchas veces son seguidas de grandes pruebas. (2) La experiencia del ungido es secundaria a la palabra profética en la guerra espiritual.

Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (205). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.