Elimine y concentre
por Ana Ortlund
Claves sencillas para ser una mujer práctica y de buena presencia.
Quiera el Señor que nadie, excepto mi esposo, me vea cuando me acabo de levantar de la cama (mi esposo me ama muchísimo). Algunas mujeres son, por naturaleza, notables bellezas. Nuestra nuera Juana, por ejemplo, es tan hermosa cuando sale del agua, después de nadar, como cuando sale de su casa por la noche para pasar la velada fuera. ¿Pero yo? Para empezar, apenas si tengo ojos. Quiero decir que casi no se me ven de chicos que son.
Quizás sea por mis propios defectos, pero mi consejo a toda mujer es: apenas se despierte usted del todo por la mañana, arréglese. Algunas dirán que antes se ha de dedicar un tiempo al Señor; pero, ¿no siente usted pena porque Dios tenga que ver todos los días las caras de esos millones de mujeres que llevan rulos y batas viejas? ¿Cómo se sentiría usted si usted fuese el Todopoderoso y le orasen con palabras pronunciadas con bocas que tienen mal aliento, sin lavarse los dientes? Me parece que eso es poner a prueba al máximo la gracia de Dios.
Yo examino brevemente mi calendario para ver qué actividades me esperan ese día, después me animo un poco y me dirijo al baño. A continuación me ducho, me arreglo y comienzo a hablarle a Dios; estoy lista para desayunar, reunirme con Dios y ocuparme de las actividades del día.
¿Que le doy más importancia a la apariencia que la mayoría de las personas? Puede ser, pero tal vez usted sea como yo, que se siente mejor cuando está arreglada y su habitación ordenada, de modo que hace ambas cosas lo más rápidamente posible: primeramente atenderse a usted misma, luego el hacer la cama, y entonces el ambiente es el adecuado para ir al encuentro de Dios y del precioso nuevo día.
¡Cuán poco nos habla Dios en su Palabra acerca del cuidado del cuerpo! De modo que yo tampoco quiero pasarme de largo, pero me imagino que a todas las mujeres nos gustaría poder hacer lo que hizo Ester. Ella se pasó todo un año de su vida poniéndose hermosa; seis meses con cremas y aceites y los otros seis meses con perfumes y cosméticos. ¡Qué cosa! Y ése era el plan que Dios tenía para ella, de modo que pudiese conquistar al rey Asueto y rescatar a su pueblo: los judíos.
Sin embargo, el plan que Dios tiene para usted y para mí es que podamos tanto influir en otros como rescatarlos eternamente. ¿Qué aspecto ofrecen sus codos, sus rodillas y sus tobillos? ¿Se está usted poniendo crema en los hombros, la cara, el pecho, los brazos y las manos, que son las partes de su cuerpo que más expuestas al sol están? ¿Qué aspecto ofrecen sus caderas, sus muslos y su vientre? ¿Necesita usted conseguir alguna ropa para ejercicios y salir a correr? ¿Qué aspecto ofrece su cabello? ¿Está arreglado, limpio y sano? ¿Qué clase de ejercicios hace usted para mantenerse en forma, para poder agacharse y doblarse, para mantenerse erguida, para ser un buen ejemplo del maravilloso cuidado que tiene Dios de sus hijos?
El Salmo 1 describe cómo debemos ser «-Serás como árbol plantado junto a corrientes de aguas (que tiene una fuente escondida de la que brota su continuo alimento), -que da su fruto en su tiempo (siempre dispuesta a dar a los demás), -y su hoja no cae (no está encogida, ni se consume jamás)y todo lo que hace, prosperará».
El Salmo 92 lleva el pensamiento aún más allá: «Aun en la vejez fructificarán (¡Amiga mía, no existe la menopausia espiritual!); Estarán vigorosos y verdes (con la mente joven, dúctil, dócil y vigorosa). Para anunciar que Jehová, mi fortaleza, es recto».
¡Es por eso que debemos ofrecer un buen aspecto! Los hijos de Dios, en comparación con los hijos de las tinieblas, deberán poder declarar sin tener que decir nada, que Dios es bueno. Daniel así lo hizo; él y sus amigos se encontraban en una tierra hostil y pagana, pero ellos se habían propuesto cuidar de sus cuerpos para que los que los viesen pudiesen juzgar por sí mismos. «Y al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor» (Dn. 1.15). ¡Bien por Jehová!
En cierta ocasión estudié Proverbios 31, que da una descripción de una «mujer virtuosa» y me impresionó con una nueva luz, pues lo vi de manera diferente esa vez. Me di cuenta de que veintiún versículos describen la bondad, la santidad, el esfuerzo en el trabajo, así como el amor en las relaciones de esta mujer, y solamente un versículo de entre veintidós describe su aspecto, ¡pero es fantástico! El versículo veintidós dice:
«Ella se hace tapices; de lino fino y púrpura es su vestido». La púrpura era la tela de los ricos.
Viendo esta clase de proporción en Proverbios 31, que uno solo de los veintidós versículos describe su buen aspecto, oré diciendo: «Padre, yo quiero dedicar 1/22 de mi tiempo a ponerme tan guapa como me sea posible y quiero dedicar el resto de mi tiempo, 21/22 de mi vida, a ser sabia, amable, santa, trabajadora y todo lo demás».
No quiero decir que ése tenga que ser el patrón que haya de seguir ninguna otra mujer, sino que es sencillamente el pacto que hice yo, personalmente, con el Señor. Lo que esto significa es que de cada veinticuatro horas dedico poco más de una hora a arreglarme.
La mayor parte de esa hora es lo primero que hago por las mañanas. Hago ejercicio, me ducho, me maquillo, me peino y me visto. Más adelante en el día es posible que me retoque el maquillaje y me cambie de ropa. Antes de acostarme, vuelvo a hacer ejercicios, me vuelvo a duchar. (Antes de tener una criada, solamente tomaba para mí 45 minutos al día y no hacía ejercicios por la noche; eso me dejaba suficiente tiempo como para lavar la ropa, plancharla, secarla y coserla. Raymundo, mi esposo, siempre ha limpiado los zapatos, los sábados por la noche).
Eso me deja suficiente tiempo como para arreglarme el pelo y las uñas una vez por semana, y apenas me queda tiempo para ir de compras. A partir de ahí es cuando Dios comienza a hacer milagros conmigo. (El darle a Dios nuestro tiempo es como darle nuestro dinero. Dele usted tanto, que a menos que él intervenga se encuentra usted en verdaderos apuros. Entonces verá usted de qué manera su vida se convierte en un milagro).
Yo casi nunca voy de compras, pero hace poco necesitaba dos vestidos para ir a la iglesia y para mis conferencias y no tenía más que de unos veinte minutos para comprarlos: «Señor, yo te ruego que me ayudes», le dije, y me dirigí a un gran almacén que vende los vestidos más elegantes; bueno, ya me comprende usted. Había dos vestidos que resultaron ser de mi talla, de mi estilo y color favoritos. Originalmente su precio había sido de $120 cada uno, pero los habían reducido de precio varias veces ¡hasta quedarse en $45 cada uno! Me los probé, me los quité, los pagué y dejé al dependiente con la boca abierta. ¡Y desde entonces me siento muy a gusto y cómoda cada vez que me los pongo!
Si me falta el tiempo y el dinero, puede que alguien se ocupe de mi necesidad. ¡Dios siempre me viste! Y yo me complazco en pasar la ropa mía, que está aún en buen estado, a mis hermanas en Cristo.
Pero veamos ahora el otro lado de la moneda. Yo le he prometido a Dios dedicar 1/22 de mi tiempo a arreglarme y si dedicase menos de eso, no tardaría mucho en ofrecer un aspecto desaliñado. Ante Dios, así como los sacerdotes del Antiguo Testamento sacrificaban a diario y en el altar mantenían siempre fuego, yo le ofrezco «poco más de una hora», que dedico al cuidado de mi cuerpo. «Es para ti. Señor».
¿Cómo distribuyo ese tiempo? He de decir que casi todo ese tiempo me lo paso haciendo ejercicio, duchándome, arreglándome la cara y el pelo, y solamente necesito unos cinco minutos para vestirme. ¿Por qué tan rápido? Sencillamente porque tengo poca ropa para escoger, y eso forma parte de mi religión: yo mantengo mi armario al mínimo.
Ahora bien, es posible que la ropa que necesite usted sea diferente a la que yo uso. La forma de vestir debe determinarla el papel que ha de desempeñar cada una. Conozco a un matrimonio encantador que vive en la playa y su vestuario consiste, básicamente, en jeans y remeras. Con ese atuendo les es posible amar a otras personas, hablarles de Cristo y traerlas a la iglesia; así, con sus pantalones vaqueros. La forma en que usted viva para él determinará la manera en que se vista usted.
Entonces, todo lo que hay en el armario debe estar listo como para que usted se lo pueda poner; pues el hecho de que esté colgada la ropa debe ser indicación de que la misma está lista para usar.
Cuando algo está sucio, lo lavo o lo limpio. Cuando algo está descosido, lo coso. Cuando algo resulta innecesario en el momento, es mejor regalarlo.
El mundo está muy necesitado. Por todo el mundo hay mujeres que tienen muy poco para vestir. Y a pesar de eso son tan femeninas como nosotras, con los mismos deseos de resultar atractivas. Yo me he debido agachar para poder entrar en una choza, en el interior de la selva ecuatoriana y he visto un vestido de algodón estampado colgado en el interior de esa cabaña, que era el gozo de esa pequeña mujer primitiva y gordita. Alguien, al que probablemente ella no ha visto ni verá nunca, se había desecho del vestido y, por medio de los misioneros, el vestido había venido a parar a sus manos.
¡Oh mujeres! ¡Resulta cruel llenar los armarios y los cajones de cosas que apenas nos ponemos o que no necesitamos! Regale la ropa cuando no tenga necesidad de ella. A lo mejor usted puede regalar lo más bonito a su mejor amiga, ya que es posible que a ella le siente mejor que a usted. ¡Tenga en su armario lo imprescindible! «Elimine y concentre», tanto en su armario como en el resto de su vida.
Ahora bien, cuando tengo que comprarme un vestido o pantalón, no me limito a comprar eso nada más; me aseguro al mismo tiempo de tener todo lo que se necesita: los zapatos, el bolso, la bijouterie y el pañuelo, lo que sea. Me paro delante de un espejo de cuerpo entero cuando la ropa es nueva y compruebo el efecto. Apunto el conjunto formado por todas estas cosas en un cuadernito: todo queda anotado para completar el conjunto. Entonces todo está preparado. Nunca tengo que perder el tiempo pensando: «¿Hace juego esta blusa con esta falda?», «¿Qué collar quedaría bien con este cuello?». Sé como queda todo el conjunto, así que me lo puedo poner rápidamente y seguir adelante con las consideraciones más importantes de la vida.
Quizás esto parezca caro, pero tengo que compartir con usted otro principio que le servirá de norma. Toda persona tiene un color de piel que hace que cierto grupo de colores le caigan bien. Quizás sea usted una persona a la que le sienten bien el rosa, el celeste, el lila, el verde menta y el azul marino, o quizás sea usted una mujer a la que le sienten bien el negro, el blanco, el rojo, el verde oscuro, el amarillo oscuro.
Yo soy una persona a la que le sienta bien el castaño o marrón y me gusta. Mi Biblia es marrón, mi cuaderno es marrón y todos los bolsos y zapatos que tengo van del color chocolate y los diferentes tonos marrones hasta el color crema. Entonces, cuando me compro un vestido es probable que tenga ya los accesorios que necesito para ir con él. Me resulta fácil viajar porque ya sé qué cosas me voy a poner durante el viaje y me resulta más fácil el llevarme el mínimo de ropa.
Permítame ofrecerle otra pequeña sugerencia, rápida y sencilla. Cada noche tome su bolso y vacíelo sobre la cama. Tire los papeles que envolvían los chicles, caramelos y archive los recibos, las anotaciones o lo que sea; deje en él el mínimo de cosas posible.
Ya se habrá usted dado cuenta de que he venido utilizando las palabras «eliminar y concentrar». Opino que estas dos palabras son vitales para facilitamos la vida.
¿Quiere usted hacer buen uso de su tiempo? Para ello es necesario que elimine lo superfluo y que se concentre en sus metas. ¿Quiere usted hacer discípulos? Debe eliminar las multitudes y concentrarse en unas pocas personas.
¿Quiere usted un armario dispuesto con prendas apropiadas ante el Señor Jesús? Elimine lo innecesario y dedíquese a tener en él solamente unas cuantas cosa «apropiadas», en los colores que le sientan bien a usted, si es posible.
Mi propósito, en este sentido, es aparecer realmente «arreglada», luciendo una buena «combinación» en el menor tiempo posible. Deseo dedicar 1/22 de mi tiempo y atención a ser una mujer «vestida en fino lino y púrpura» y utilizar 21/22 de mi atención y mi tiempo a ser así:
«El corazón de su marido está en ella confiado…
Fuerza y honor son su vestidura;
Y se ríe de lo por venir.
Abre su boca con sabiduría,
Y la ley de clemencia está en su lengua.
Considera los caminos de su casa,
Y no come el pan en balde…
Engañosa es la gracia, y vana la hermosura,
La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada» .
A veces, antes de dirigirle la palabra a un grupo, oro diciendo: «¡Oh, amado Señor! Haz que mi corazón dedicado a ti aparezca veintiuna veces más evidente a estas mujeres que mi aspecto. ¡Manten las proporciones en mi vida como las de la mujer de Proverbios!
Y he estado orando: «¡Padre, si te da lo mismo, por favor, haz que este artículo, que habla del aspecto de la mujer, sea sólo un 1/22 de la totalidad de lo que enseñe!».
Apuntes Pastorales
Volumen V Número 6