por Greg Hinnant
La historia de la iglesia de Antioquía revela que el grado de persecución que experimenta el pueblo de Dios es un indicador seguro del nivel de madurez que haya alcanzado.
Satanás no puede resistirse ante el deseo de descarrilar la obra de Dios. Por esta razón atacó a la Iglesia de los primeros tiempos en una diversidad de ocasiones. Luego de levantar persecución fuera del ámbito de la congregación comenzó a sembrar la discordia desde adentro, y así se crearon problemas por pecados ocultos (Hch 5.3), prejuicios separatistas (6.1) y, finalmente, herejías.
La falsa enseñanza llegó primeramente a la Iglesia de Antioquía por medio de los judaizantes. Estos eran cristianos procedentes del fariseísmo, que insistían en que los gentiles debían convertirse en prosélitos judíos para ser «salvos» (Hch 15.1–2). ¿Por qué surgió, en este momento particular, esta clase de problema? La iglesia de Antioquía poseía un grado de excelencia y crecimiento sin precedentes. El comentarista Matthew Henry escribe: «Si alguna vez existió el cielo sobre la tierra, con toda seguridad lo encontramos en la iglesia de Antioquía en este tiempo». Gozaba de muchas cualidades sobresalientes.
Una congregación extraordinaria
El primer atributo que brillada era la vida de sus líderes, personas maduras, abiertas a la diversidad (Hch 13.1). Estaban comprometidas con la tarea de velar, con sabio discernimiento, a fin de que no entrara ninguna enseñanza errada a la iglesia (Hch 15.1–2). Sus maestros —la columna vertebral de toda congregación robusta— eran de los mejores e incluían a figuras de la talla de Pablo y Pedro, cuyas perspectivas y enseñanzas aún nos siguen inspirando.
Era una congregación que, con disciplina, se dedicaban a la oración, siempre para anticiparse a los problemas y lanzar los proyectos por medio de la oración y el ayuno (Hch 13.3). La congregación experimentó un crecimiento dinámico: crecían en madurez mientras añadían sin cesar, al número de convertidos, nuevos discípulos (Hch 11.21b, 24b).
La mano invisible de Dios obraba con poder en medio de ellos como resultado de la predicación y la oración (Hch 11.21a), y el «Señor mismo les acompañaba en toda obra» (Mr 16.20). Eran capaces de discernir con claridad la voz de Dios, así que el Espíritu dirigía sus pasos (Hch 13. 2, 4) de manera continua, y corregía sus iniciativas todas las veces que fuera necesario. Y esto no era todo.
Una congregación activa
Su corazón estaba dedicado a la verdadera oración. Con frecuencia ministraban al Señor, alabando, adorando y dando gracias a él, en espíritu y verdad (13.1–2). Habían adquirido un firme compromiso con las misiones. En forma regular se entregaban a la intercesión por los misioneros, como también a la tarea de sustentarlos y recibirlos (Hch 14.26–27). Es más, se mostraron dispuestos a encomendar a sus mejores ministros para la obra misionera (13.3). Verdaderos profetas ministraban entre ellos (11.27; 13.1; 15.32), mientras la palabra de ellos edificaba a la congregación, sus profecías se confirmaban por medio de innegables evidencias (11.28). Su generosidad era genuina, pues el Espíritu la motivada (11.28–30) y, según las necesidades del momento, estaban dispuestos a ofrendar con compasión y liberalidad. También sostenían excelentes relaciones con otras congregaciones y ministros. Honrando el deseo de Cristo por la unidad de la Iglesia, recibían a mensajeros y ministros de otras congregaciones (11.2–23, 27) y con humildad procuraban su consejo cuando las circunstancias así lo requerían.
Todos los creyentes en Antioquía estaban comprometidos con el ministerio, no solo los ancianos. Cada uno de ellos servía y bendecía a las personas por medio de obras, evangelización (11.19-21), intercesión, asistencia, enseñanza de la Palabra y, sobre todo, mostrando a Cristo en palabras y hechos. Su impecable testimonio a favor de Jesús llevó a la conversión de muchos (12.32), lo que les ganó el sobrenombre de «cristianos», es decir «seguidores de Cristo» (11.26). Como hemos de esperar, estas increíbles cualidades acabaron por provocar feroces ataques del enemigo.
Bajo ataque
Si la congregación de Antioquía se hubiera contaminado de mundanalidad, tibieza, pecado o error, el adversario no se hubiera propuesto atacarla. Cuando una congregación está por debajo del nivel espiritual deseado por Dios, Satanás prefiere no tocarla porque es tal como le conviene que esté. En el caso de la iglesia en Antioquía, sin embargo, la excelencia de su compromiso espiritual la convirtió en el blanco perfecto.
Ningún líder o congregación en su sano juicio quiere ser blanco de los ataques del diablo. Sin embargo, nuestro deseo por alcanzar la excelencia espiritual debe ser tal que si implica enfrentar los periódicos ataques del enemigo, ya sea por reproches, críticas, persecución o la introducción de herejías, estamos dispuestos a pagar ese precio. Durante situaciones de confrontación con el enemigo nos resulta productivo recordar que, cuando respondemos bien ante estas situaciones, solo cosecharemos mayor fortaleza, sabiduría, discernimiento, transformación y compasión, con lo cual obtenemos amplia aprobación en el día del regreso de nuestro Señor. El apóstol Pablo incluso se animó a declarar que tales controversias y herejías eran necesarias. «Porque es necesario que entre ustedes haya bandos, a fin de que se manifiesten entre ustedes los que son aprobados» (1Co 19.11).
Estos ataques están por entero condicionados a la realidad espiritual en la que vivimos. Cuanto mayor sea la excelencia de nuestro caminar, mayores serán los desafíos que hemos de enfrentar, como también mayores serán la gracia y aprobación divinas sobre nuestra vida. Medite sobre esta realidad.
Firmeza de propósito
Reflexione, además, sobre la excelencia de la congregación en Antioquía: líderes maduros con un sólido corazón pastoral, extraordinaria enseñanza, oración disciplinada, compromiso con las misiones, profecías confiables, caridad genuina, compromiso de cada miembro, apertura a trabajar con otras congregaciones. Y con todos estos atributos habían cosechado un testimonio incuestionable de ser seguidores de Cristo. ¡Asombroso! Y lo que es más, esta dimensión de espiritualidad la puede alcanzar cualquier congregación. Si Dios lo logró en el pasado, igual, lo conseguirá de nuevo. Solo necesitamos pedir…
Pida a Dios con humildad que le conceda a su congregación ser sobresaliente en lo espiritual. Y continúe pidiendo, creyendo, obedeciendo, esperando y dando gracias hasta que él lo logre. Luego, trabaje para mantener y resguardar la excelencia alcanzada. Recuerde: ¡Ahora, estará en la mira del enemigo!
Preguntas para estudiar el texto en grupo:
1. ¿Cuáles eran los atributos sobresalientes de la iglesia de Antioquá?
2. Describa las características que destacaban a los líderes de la iglesia de Antioquía.
3. ¿Cuáles eran los distintivos de esa iglesia?
4. ¿Qué caracteriza a la congregación a la que usted asiste o de la cual es líder? ¿Carece de alguna de las características de la iglesia de Antioquía?
5. ¿De qué manera podría desarrollar esas características en su propia congregación?
6. ¿Por qué resulta tan relevante desarrollarlas?
El autor es pastor y maestro en una congregación en Carolina del Norte. Ha escrito ocho libros y diversos artículos. Es profesor en la Christian Life Educators Network, donde dicta diversas materias.