¡Enseñemos mejor!
por Enrique Zapata
Consejos prácticos, de fácil aplicació para que su enseñanza sea más eficaz. Tales como, conectarse con la audiencia, captar el interés, lograr la participación al máximo, ilustra, o otros.
Conéctese:
Llegue con anticipación donde vaya a enseñar para tener todo preparado antes de que llegan las personas. Así cuando todos lleguen usted podrá interactuar con cada uno de ellos.
Ubíquese en la entrada de la iglesia o aula para saludar y hablar con quienes llegan.
Hasta donde le sea posible, trate de aprender el nombre de todas las personas y hágales preguntas para conocerlas verdaderamente. Uno de los errores más frecuentes en el liderazgo es hablar y no escuchar. La gente por respeto nos escucha, sin embargo, si nosotros los escuchamos, impacta más sus vidas.
Cuando usted termine su mensaje, ubíquese en la salida donde pueda despedir a todos. Cuando usted se queda adelante, solo algunos se acercan (y generalmente son los mismos) y la mayoría sale sin ser despedida personalmente por usted.
Busque tener contacto con las personas fuera del lugar de enseñanza. Jesús estuvo constantemente en las casas de las personas a las cuales ministró.
Capte el interés de su audiencia:
Cuando llegue al púlpito, arregle su Biblia, sus notas y tenga todo preparado antes de decir la primera palabra. Nunca comience a hablar hasta que esté preparado para despegar con fuerza.
Una sonrisa de gozo auténtico mientras mira al auditorio es valiosa.
Piense cuidadosamente en su primer frase y párrafo, pues esta debe ser veraz, impactante y relevante.
Haga su despegue y después, dirija a su audiencia en una oración para que Dios hable al corazón y mente de cada persona.
No haga anuncios o aclaraciones antes de su prédica (para eso pueden emplearse otros momentos del servicio). El mensaje debe ser una parte en sí, no estar unido a anuncios, aclaraciones, saludos, etcétera.
Su primer párrafo debe lograr:
-
Captar la atención.
-
Captar el interés.
-
Que la persona concentre toda su mente y energía en escuchar.
Solo use el humor si está relacionado directamente con el tema. No cuente chistes solo para ser gracioso.
Una buena historia sobre una persona es poderosa, pero debe ser directa y corta.
Las preguntas bien planteadas son excelentes herramientas para comenzar.
Logre la participación de la audiencia al máximo:
El proceso de comunicación tiene dos vías, por eso busque involucrar a la audiencia de todas las formas honestas posibles.
Las preguntas fueron una herramienta constante de Jesús y también de Pablo. Por eso, aprenda a usarlas sabiamente (véase el artículo sobre preguntas en la edición previa de Apuntes Pastorales).
Evite las participaciones sintéticas, como «repita conmigo, «yo soy especial»». Esa clase de interacción que no usa el celebro es odiado por los que sí lo utilizan.
En cuanto le sea posible, divida su público en grupos para que trabajen sobre el pasaje o tema. Formúleles una o dos preguntas acerca de los conceptos claves y ayude a dirigir la conversación.
Ilustre. Cada punto significativo necesita ser visualizado con un historia, ilustración o parábola.
Evite explicar más, si no tiene más ilustraciones.
Las historias y parábolas requieren «color», o lo que es lo mismo, detalles que les den sabor, pero se debe evitar todo distractor de la verdad que se presenta.
Trate de no repetir las mismas historias a la misma audiencia. Esto aburre a la gente después de la tercera o cuarta vez.
Observe lo que le rodea: en lo natural hay ilustraciones de lo sobrenatural.
Lea revistas como Selecciones del Reader´s Digest y buenos libros, donde usted aprenda a contar historias como un experto.
Repita pero no aburra
El principal método que puede emplear para que las personas recuerden una enseñanza es la repetición.
Busque que las historias e ilustraciones den la misma explicación varias veces pero siempre en una forma diferente, para que las personas la recuerden. Lucas 15 es un ejemplo de cómo Jesús hizo esto. Aquí se notan tres parábolas de cómo Dios celebra que los pecadores se arrepientan y vuelvan a Él.
Apele a la persona total. Dios nos hizo con mente, conciencia y emociones.
Cuanto más ordenado y lógico sea un mensaje, mejor lo captarán las personas. Esto es particularmente importante para quienes tiendan a rechazar todo aquello relacionado con las emociones. Pablo es el ejemplo de cómo conducir a alguien, paso a paso, hacia la conclusión correcta.
Los elementos emocionales son muy importantes para impactar, pero cuando las personas se sienten manipuladas, tienden a rechazar todo. Por eso, tiene que haber autenticidad en los relatos emocionales.
La conciencia da testimonio en el hombre interior de la verdad de la ley de Dios. Debemos por tanto, apelar a lo que Dios ha escrito en el corazón de cada persona.
Aplique dirigiendo al cambio:
Evita estos dos grandes peligros:
-
Que las aplicaciones sean demasiado especificas y no incluyan la diversidad de las realidades humanos (por ejemplo, afirmar que todas las persona deben orar a las 6:00 con su familia).
-
Que las aplicaciones no sean concurrentes con la realidad de la vida (como cuando se afirma que todos debemos cultivar nuestra relación con Dios. La gente sabe esto pero el dilema es ¿cómo?)
Básese en principios y sugerencias más que en prácticas legalistas.
Motive positivamente a la persona, no negativamente.
«Aterrice» lo más pronto posible:
Si las personas se dirigen hacia su casa, desean llegar a su destino, no andar dando vueltas. Así también debe ser la enseñanza.
No peque mintiendo diciendo «Finalmente» cuatro veces. Asegúrese de que su final, sea realmente la terminación de su mensaje.
Finalice con elocuencia. Su última frase u oración debe remachar la verdad con amor.
Últimas sugerencias:
Verifique siempre sus actitudes. Constate de que usted no tiene ningún resentimiento ni actitud negativa antes de comenzar su exposición. No castigue a todos por un problema que usted tiene con algunas personas (a manera de ejemplo, muchas veces atacamos a las personas puntuales cuando criticamos la falta de puntualidad. Hable a los que cometieron la falta no a los otros).
Gracia y verdad son dos características de Jesucristo que deben ser manifiestas en nuestras enseñanzas. Ore para que Dios le ayude a expresar gracia, amor y verdad en todo su discurso.
Solo Dios puede tocar vidas en lo más profundo. Por ello, ore antes, durante y después para que Él haga el milagro que solo Él puede hacer.
Asegúrese de que usted da la gloria a Dios para lo que Él hace. Recuerde que cuanto más trabaja Dios, más fácil puede ser para nosotros robarle la gloria y crecer en nuestro orgullo.
Nunca deje de prepararse ni de crecer personalmente: «Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo.» Eclesiastés 12.9
© Apuntes Pastorales Edición octubre diciembre de 2003, Volumen XXI Número 1