Entusiasmo
por Kenneth Shaw
Somos conscientes de que el Espíritu Santo opera con poder transformador en aquel que hace caso a la verdad que transmitimos. Pero también somos responsables de buscar constantemente las maneras en que podemos mejorar nuestra comunicación en ese poder que Dios nos da. Si hay un factor que es clave en la comunicación eficaz, es el entusiasmo.
Todo aquel que sirve al Señor en la comunicación de su palabra (predicación), desea por sobre todo, que sus oyentes se apropien de las preciosas verdades de la Biblia, en la seguridad de que si lo «ponen por obra» darán oportunidad al Espíritu Santo para que transforme sus vidas y puedan vivir esa vida abundante que el Señor Jesucristo prometió.
Conscientes de este poder transformador que opera en aquel que hace caso a la verdad que transmitimos, nos entristece cuando ocurre lo opuesto y pensamos en las bendiciones que perdió el que no hizo lo que oyó. Sabemos, por supuesto, que es el Espíritu Santo quién hace la obra en el corazón del hombre y es en El que dependemos, no solamente para la obra en el oyente, sino para ungirnos de la gracia que necesitamos para comunicar fielmente la voluntad de Dios.
Pero el Espíritu se vale de la Palabra (Ef. 6.17) y de siervos embebidos en esa Palabra, a través de quienes El puede enseñar y exhortar con toda sabiduría (Col. 3,16). En consecuencia es responsabilidad nuestra buscar constantemente las maneras en que podemos mejorar nuestra comunicación en ese poder que Dios nos da.
Ingrediente vital Si hay un factor que es clave en la comunicación efectiva, es el entusiasmo.
Se nos puede presentar un plato de comida profesionalmente preparado, muy atractivo a los ojos y al apetito, pero si el cocinero se olvidó de condimentarlo, no habremos probado mas que el primer bocado y estiraremos la mano para tomar el salero. El condimento de nuestra comunicación verbal es el entusiasmo y no debería faltar en ningún plato que presentemos.
La sola consideración de la palabra entusiasmo nos da una pauta de la importancia de este ingrediente en nuestra expresión. Proviene de la palabra griega enthousiasmos que significa inspiración divina, originaria de en Theos (en Dios o poseído por Dios). Pensemos en esto por un momento. Si hemos de comunicar un mensaje de Dios que motive al oyente, que esté inspirado divinamente, debemos primero estar nosotros mismos divinamente inspirados, debemos estar en Dios o poseídos por Dios con relación a lo que El nos ha dado para comunicar.
A pesar de la resistencia, inclusive física, que sufría Jeremías por el mensaje que Dios le habla encomendado, él dice: «no obstante había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos, traté de sufrirlo y no pude» (Jer. 20,9). Cuando estamos poseídos en verdad por aquello que Dios quiere comunicar, aquello que se ha posesionado de nosotros como fruto de nuestro verdadero conocimiento, será como fue para Jeremías; un fuego ardiente que no podremos contener. En ese estado de ánimo, nuestros gestos, ademanes, mirada, voz, postura, todo nuestro ser demostrará que el mensaje se ha posesionado de nosotros, que tenemos enthousiasmos
El secreto del vendedor exitoso. Cuando estabamos en la profesión de entrenar hombres para la venta, nos referíamos al entusiasmo como el poco conocido secreto del éxito, porque pocos vendedores se han dado cuenta de cuál es el factor que destaca a esa pequeña minoría responsable de la mayoría de las ventas. (Se calcula que el 20% de los vendedores son los responsables por el 80% de las ventas, en la mayoría de las empresas).
Enseñabamos también que, para adquirir y conservar el entusiasmo, tenían que: 1.- Conocer a fondo su producto (40 veces mas de lo que tendrían tiempo para comunicar).
2.- Creer firmemente que el comprador se beneficiaria positivamente con la compra de ese producto. Sabiámos sin lugar a dudas, que, cuando el vendedor llegara a conocer a fondo no solo el producto, sino también las muchas formas en que beneficiaría al cliente, se convertiría en un entusiasta promotor. En otras palabras, el primero en comprar el producto a vender tenía que ser el mismo vendedor. Cuando yo encuentro un vendedor con poco entusiasmo le hago preguntas acerca de lo que trata de vender y pronto encuentro que no lo conoce.
Poder de reserva. Lo mismo que hablamos del producto presentado con ahínco, encontramos con un sermón dado sin entusiasmo. Muy pronto trasciende que el que habla no conoce bien el contenido ni la significación de lo que está tratando de comunicar. Por lo tanto, para tener entusiasmo por lo que vamos a transmitir, debemos conocer por lo menos 40 veces más acerca del tema de lo que tendremos tiempo para comunicar. De esa manera acumularemos un poder de reserva que nos impulsa que nos motiva a querer compartir algo que pide expresión la cual no podemos contener.
La recientemente inaugurada represa de ltaipú contiene un volumen tal de agua que le permitirá formar un espejo de agua (lago) de 200 kilómetros de perímetro. En comparación a ello, es muy pequeño el caudal que fluye a través de las enormes cañerías descendentes, las que mueven imponentes turbinas generadoras de millones de vatios de corriente eléctrica. Sin embargo, es precisamente esa enorme reserva de agua acumulada lo que permite generar la fuerza necesaria para producir esa impresionante cantidad de energía.
El mensajero de Dios tiene, en las insondables riquezas de La Palabra, un infinito poder de reserva para comunicar con vigor el mensaje que El nos da. A nosotros nos corresponde escudriñar a fondo aquello que Dios nos ha revelado, para que tome posesión de nosotros, «En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor (Ro.12.l1)
Al compartir lo que hemos preparado con diligencia, nuestros oyentes son activados por ese «fervor de espíritu», ese entusiasmo que vitaliza la palabra
Pronto se dan cuenta que estamos «poseídos» por el mensaje, percibiendo ese poder en Theos, evidenciado en nuestro conocimiento y convicción acerca de lo que el espíritu de Dios ha querido comunicar. «Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas».
Kenneth Shaw, es pastor itinerante; mantiene grupos de estudio bíblico con empresarios argentinos. Además fue director e instructor de programas de capacitación Dale Carnegie de relaciones interpersonales.
© Apuntes Pastorales. Edición Junio 1983. Volumen I Número 1.