Biblia

Equilibrio justo

Equilibrio justo

por Apuntes Pastorales

Una sana comprensión de las dinámicas del presente y un profundo respeto por las riquezas de su historia son elementos indispensables para una iglesia pujante.

La Iglesia existe en un estado de tensión. Por un lado posee raíces que se extienden 2000 años atrás, hasta un humilde aposento alto en Jerusalén. A lo largo del período que nos separa de su nacimiento ha acumulado un extraordinario tesoro de experiencias, escritos y figuras que hoy constituyen el fundamento sobre el cual se apoya. A veces, la cultura en la que se encuentra existe en un permanente estado de fluctuación y la iglesia debe poseer la capacidad de discernir las formas que son apropiadas para comunicar, en el presente, las verdades eternas del reino de los cielos. El desafío que representa existir entre estas dos realidades lo debe asumir cada pastor, si desea que su congregación continúe siendo instrumento para la transformación de la vida de las comunidades que sirve.
Organice donde sea necesario
Un proyecto sin la necesaria estructura para su buen funcionamiento rápidamente degenera en el caos. De hecho, uno de los pasos fundamentales en la consolidación de una empresa es comenzar a ordenar los diferentes elementos que la componen para lograr un mayor grado de eficiencia.Las buenas intenciones de querer ocuparse en soledad de todos los asuntos del pueblo, en realidad no producía más que frustración en la gente. Precisamente este desafío enfrentaba la Iglesia de Hechos. La improvisación en la repartición de alimentos provocó que algunas viudas quedaran por fuera del sistema (Hch 6.1–3). Sus reclamos movilizaron a los apóstoles a buscar la forma de ordenar el proyecto, nombrando a siete hombres «llenos de sabiduría y del Espíritu Santo» para que se encargaran del asunto. De paso resolvió también uno de los grandes problemas que enfrentan los pastores, el de no contar con tiempo suficiente para atender los asuntos propios del ministerio de la Palabra por estar envueltos en tareas administrativas.
Este mismo principio de eficiencia es el que descubrió Moisés luego de que atendiera el sabio consejo de su suegro. Las buenas intenciones de querer ocuparse en soledad de todos los asuntos del pueblo, en realidad no producía más que frustración en la gente (Ex 18.13–28). Hacía falta organizar al pueblo en grupos que pudieran ser atendidos por varones virtuosos, temerosos de Dios. El nuevo modelo organizado le permitió a Moisés trabajar en los asuntos más complejos del ministerio, mientras que los hombres escogidos atendían a muchas más personas de lo que podía abarcar Moisés en soledad.
Conozca las limitaciónes de una estructura
La organización crea las estructuras necesarias para que los ministerios funcionen con eficacia, pero… ¡tenga cuidado! Si usted no controla las estructuras estas lo acabarán controlando a usted. Las estructuras le proveen a un ministerio de la rigidez necesaria para que siga creciendo cuando aún está en sus primeras etapas, de la misma manera que el tutor fortalece el proceso de crecimiento de un pequeño árbol. No obstante, eventualmente el árbol cobrará suficiente fuerza como para prescindir de la ayuda del tutor. En ese momento el tutor debe ser quitado porque ya no cumple ninguna función. Así como se necesita levantar un andamiaje para construir un edificio, igual se requiere desmontar esa estructura cuando se ha completado el proceso de construcción. De lo contrario, no se podría apreciar la belleza del edificio, ni recibiría los beneficios plenos de la luz y el aire.
En este punto muchas estructuras de la iglesia dejan de ser bendición, pues tiempo después de que ya han cumplido su función siguen existiendo sin razón alguna. Cuando una estructura se mantiene más allá de su vida útil comienza a consumir los mismos recursos que alguna vez quiso proteger. La rigidez que resultó necesaria en cierta etapa del ministerio ahora acaba sofocando la misma vida que antes favorecía. En este momento la estructura pareciera cobrar una vida propia y las personas vuelcan sus esfuerzos para mantener esa estructura, y distraen valiosos recursos que deberían invertirse en otros proyectos.
Acostúmbrese a cuestionar
Periódicamente deténgase un momento para evaluar la razón por la que realiza las actividades en que está involucrada la iglesia. Levantar las estructuras necesarias para el correcto crecimiento en el ministerio demanda cierto esfuerzo, pero una vez que se han establecido las mismas quedamos liberados para otras tareas y proyectos. Ya no necesitamos concentrar nuestro esfuerzo ni nuestra atención en ellas porque funcionan solas. No obstante, esta falta de vigilancia es también la que produce en nosotros un relajamiento que puede adormecer nuestros sentidos espirituales. Ya no pensamos en las actividades en que estamos metidos. Estas rutinas hasta nos brindan un cierto sentido de seguridad, pues sabemos que todo va a seguir siempre el mismo orden preestablecido.
Cuando usted se anime a preguntarse por qué se realizan las cosas de esa manera, quizás descubra que en la iglesia existe más de una rutina que no cuenta con justificativo alguno. Simplemente se hace así porque «siempre las hemos hecho de esta manera». Si es así, quizás usted haya detectado una estructura cuya vida útil ya caducó. La rutina de esta estructura ahora solamente sirve para adormecer a los que participan de ella. Anímese a cambiarla por algo diferente, aun si el único propósito de este ejercicio es volver a recuperar una correcta apreciación por la rutina existente.
Realice podas habitualmente
Juan 15 relata que Jesús emplea la imagen de una vid para ayudarnos a entender las dinámicas presentes en el cuerpo de Cristo. Nosotros, el pueblo de Dios, somos las ramas (v. 2). Las ramas que no producen fruto son cortadas y echadas afuera. No le dan ninguna utilidad a la viña, ni tampoco para el dueño de la viña, que es el Padre. Si desconociéramos el resto del texto nuestra tendencia sería pensar que las ramas fructíferas quedan tal cual están. Jesús, sin embargo, señaló que las ramas que dan fruto son podadas para que den mayor fruto. La práctica de podar aun las buenas ramas puede convalidarla cualquier productor de uvas. Aunque parece una crueldad, la correcta poda de la vid es la que permite que continúe creciendo y alcance su máximo potencial.
Del mismo modo, en la iglesia es necesario analizar periódicamente qué actividades y proyectos están contribuyendo a la misión que se le ha confiado y cuáles deben ser descartados para que el ministerio continúe creciendo. La tendencia en toda congregación que crece es que con el pasar de los años se vuelva pesada y parsimoniosa en todas sus actividades. Para volver a recuperar la vitalidad es necesario realizar podas periódicas que le permita desprenderse de actividades que ya no están siendo tan fructíferas como lo fueron en sus primeros días.Para volver a recuperar la vitalidad la iglesia debe hacer podas periódicas que le permitan desprenderse de actividades que ya no están siendo tan fructíferas. Para poder lograr esto necesitamos verlo como un paso hacia el crecimiento. Muchas veces somos reticentes a cortar algunas actividades porque pareciera declarar que ciertos programas han resultado un fracaso. La verdad, sin embargo, es que todo proyecto tiene una vida útil limitada. Aun las mejores ideas se pueden tornar torpes e ineficientes con el paso del tiempo. En estas situaciones lo mejor es celebrar, con gratitud, los logros obtenidos y cerrar el programa o la actividad antes de que se muera de vejez.
Estimule la creatividad
Las mejores iniciativas a lo largo de la historia del pueblo de Dios resultaron de ideas que inicialmente se vieron como muy alocadas. La Iglesia siempre se ha extendido por el esfuerzo de quienes están en las periferias del pueblo de Dios, no los que están en el pleno centro de la religión ortodoxa. Piense en la cantidad de eventos en que los evangelios presentan a los discípulos alarmados por las ideas nada convencionales que implementaba Jesús. El solo hablar con una mujer samaritana o recibir a los niños para bendecirlos chocó fuertemente con las ideas de ellos acerca de cómo realizar el ministerio.
No descarte ideas que nacen en su congregación simplemente porque son nuevas o diferentes. Los principios eternos de la palabra de Dios pueden manifestarse en una enorme variedad de formas. Cuando Wesley decidió salir a las calles para predicarle a los mineros, la mayoría de la gente de la iglesia condenó su idea como ridícula. No obstante, el movimiento resultante de esta novedosa forma de proclamar la Palabra cambió para siempre la forma en que la iglesia funciona. La locura de creer que un misionero podía vestirse según la costumbre de las personas a las cuales intentaba evangelizar ganó para a Hudson Taylor la condenación unánime de las organizaciones misioneras que trabajaban en China en ese momento. Sin embargo, solo pocos años después la gran mayoría de ellos habían adoptado esta forma de trabajo, porque los asombrosos resultados del ministerio de Taylor hablaban por sí solos.
El Señor nos ha creado con capacidad de inventiva, la cual debe aplicarse también a proyectos ministeriales. De este modo, se pueden recorrer muchos caminos alternativos para afectar la vida de las personas con los principios eternos del evangelio. No tenga miedo a ser sorprendido por el obrar de Dios. Al Espíritu le encanta llevarnos por caminos que nosotros jamás hubiéramos escogido por nuestra iniciativa.

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