Estrellas que brillan para siempre
por Sam Doherty
Enseñar es un hermoso privilegio y un don bastante importante. Hay hermosos momentos en la vida del maestro y uno de ellos es ver a los niños y niñas que evangelizamos crecer grandes y firmes en la fe. Dios sabe que lo que usted está haciendo en la tierra es importante, por eso, ha prometido hermosas bendiciones para aquellos que instruyen a los niños en el camino de la justicia.
Segundo artículo de la serie: Una tarea con premios
La más elevada motivación no son las recompensas que recibiremos por participar en tal o cual servicio o actividad. Pero a la vez, la esperanza de recompensa y de bendición puede y debe ser una motivación para nosotros.
Yo creo que una de las motivaciones en el ministerio y la obra de redención del Señor Jesucristo fue su expectativa de que mediante esa obra él tendría el gozo y la satisfacción de ver a personas salvas que le seguían (Hebreos 12:2; Isaías 53:11).
Una de las motivaciones en el ministerio de Pablo fueron las coronas o recompensas que algún día recibiría por su servicio y su ministerio. La Biblia menciona varias de dichas coronas:
La corona de justicia para aquel que sirve a la luz de la venida de Cristo (2 Timoteo 4:8).
La corona de gloria para el pastor fiel (1 Pedro 5:4).
La corona incorruptible para el siervo que entrena con disciplina (1 Corintios 9:2427).
La corona de la vida para los siervos que aman a Dios (Santiago 1:12), y los que sobrellevan con fidelidad las pruebas (Apocalipsis 2:10).
La corona de alegría para el siervo a quien Dios ha usado para llevar a otros a Cristo (1 Tesalonicenses 2:19; Filipenses 4:1).
Parece que Pablo esperaba con ansias esta última corona. Veía a los creyentes en Tesalónica como su esperanza, alegría y corona de orgullo en aquel día cuando el Señor Jesús volvería y Pablo se presentaría ante él (1 Tesalonicenses 2:19, 20). También se refirió a los creyentes en Filipos como su alegría y su corona (Filipenses 4:1).
¡Qué tremendo gozo será para nosotros cuando en el cielo veamos y conversemos con aquellos a quienes testificamos, evangelizamos, enseñamos, ayudamos y alentamos, cuando eran aún niños!
¡Qué emoción cuando se nos acerquen y digan: «Gracias por lo que hizo para ayudarme a llegar aquí!».
Una promesa para los maestros
Un versículo muy especial para aquellos que enseñan y evangelizan es Daniel 12:3:
«Los sabios resplandecerán con el brillo de la bóveda celeste» o «Los maestros resplandecerán con el brillo de la bóveda celeste».
Esta es una maravillosa promesa para aquellos que enseñan la Palabra de Dios. Yo creo que ser maestro es la mejor profesión del mundo. Yo me alegro y agradezco a Dios que él me haya llamado a ser maestro. El Nuevo Testamento enfatiza que la enseñanza es uno de los principales dones del Espíritu en la iglesia hoy en día (Romanos 12:7; 1 Corintios 12:28; Efesios 4:11; 1 Pedro 4:11). John Stott, el conocido predicador, escritor y teólogo, cree que la enseñanza es el don más importante y el que más se necesita hoy en día.
¡Qué privilegio ser maestro! El maestro, de acuerdo con esta promesa, resplandecerá con el brillo de la bóveda celeste.
Luego Daniel añade estas palabras: «Los que instruyen a las multitudes en el camino de la justicia brillarán como las estrellas por toda la eternidad».
Yo creo que la enseñanza que instruye a multitudes en el camino de la justicia bien podría referirse a la enseñanza de los niños. En otros artículos, ya hemos visto que ellos están más dispuestos a oír el mensaje, y que la mayoría de los que siguen «el camino de la justicia» empiezan siendo aún jóvenes. Por lo tanto esta podría ser una promesa para los que enseñan el evangelio a los niños. Los que enseñan y los que evangelizan a los niños podrían ser «como las estrellas por toda la eternidad».
Esta es una gran motivación que nos anima a enseñar el evangelio a los pequeños. Dios promete bendecir en el futuro a los que evangelizan a los niños.
Recompensas presentes para los que evangelizan a niños
Pero también hay bendición presente para los que evangelizan a niños:
La bendición de saber que hemos obedecido el mandato de nuestro Señor Jesucristo (Marcos 16:15).
La bendición de saber que estamos usando los dones de la enseñanza y de la evangelización que el Espíritu Santo nos ha dado (Efesios 4:11, 12; 6:1-4).
La bendición de aprender nosotros la Palabra de Dios según la vamos enseñando. La enseñanza es una de las maneras más eficaces de aprender.
La bendición de aprender a comunicar la Biblia a otros. Un obispo anglicano en Sudáfrica exige que todos los futuros pastores pasen un determinado tiempo ministrando a niños antes de poder entrar al pastorado. Él sabe que ¡si pueden enseñar a los niños, pueden enseñar a todos!
La bendición de aprender la humildad, la paciencia y la constancia. Evangelizar a los niños realmente enseña y exige estas cualidades.
La bendición de ver a los niños entregarse a Cristo y empezar a vivir vidas que le agradan a él.
La bendición de ver a niños creyentes que crecen y se transforman en hombres y mujeres usados por Dios, a veces a tiempo completo.
La bendición de ver cómo crece la obra de Dios cuando los niños son salvos.
Y sobre todo la bendición de ver que Dios es glorificado en las vidas de los niños.
Creo también que la iglesia que procura alcanzar a los niños que no han sido alcanzados por el evangelio y los evangeliza, será bendecida por Dios y crecerá. Dios prometió al pueblo de Israel que si enseñaban la Palabra de Dios a los niños serían «un pueblo muy numeroso en la tierra donde abundan la leche y la miel» (Deuteronomio 6:3).
Yo creo que Dios promete semejante bendición hoy en día a la iglesia y al individuo que enseña la Palabra de Dios y el evangelio a los niños, y que ayuda a satisfacer su necesidad espiritual.
Para concluir, recuerde: Evangelizamos a los niños porque Dios ha prometido bendecir a los que lo hacen.
Carlos Spurgeon escribe:
Recibirás una gran recompensa si, al llegar al cielo, encuentras a muchos niños que te den la bienvenida a las habitaciones eternas; esto añadirá otro cielo a tu cielo: encontrarte con seres que te reconozcan como su maestro, el que los trajo a Jesús. Yo no desearía ir solo al cielo; ¿lo desearías tú? Yo no desearía tener una corona en el cielo que no tenga ninguna estrella porque ninguna alma fue salvada a través mío; ¿lo desearías tú?
(Citado de Words of Counsel for Christian Workers)
Tal obra es de mucho beneficio. Es de mucho beneficio para nosotros mismos. Nos ayuda a ejercer la humildad y nos mantiene mansos. Además va formando nuestra paciencia; que los que lo dudan lo intenten, pues incluso los cristianos jóvenes ejercitan la paciencia de los que creen en ellos, y que por lo tanto desean que justifiquen tal confianza. Si deseas ver a hombres y mujeres de gran alma y amplio corazón, búscalos entre los que se ocupan con los menores, aguantando sus disparates y mostrando simpatía por sus debilidades por causa de Jesús.
(Citado de Come Ye Children)
Si enseñamos a los niños con toda claridad la doctrina de la expiación, nos haremos bien a nosotros mismos. A veces espero que Dios avive su iglesia y la restablezca a su anterior fe mediante una obra de gracia entre niños. Si él trajera a nuestras iglesias un gran número de niños, ¡eso haría correr más rápido la lenta sangre de los que dormitan! Los niños cristianos tienden a avivar la casa. ¡Oh, que hubiera más de ellos!
Si el Señor nos ayuda a enseñar a los niños, nos estaremos enseñando a nosotros mismos. No existe mejor manera de aprender que ocuparse de la enseñanza, y no podemos decir que conocemos algo hasta que lo podamos enseñar a otro.
(Citado de Come Ye Children)
La meta del maestro
Algunos buscan acumular dinero en el camino de la vida;
Algunos buscan rosas, y descanso del mundanal ruido.
PERO yo deseo recoger a niños de entre las espinas del pecado;
Buscaré un rubio rulo o una pecosa sonrisa.
Pues el dinero no puede ingresar a esa tierra de eterno día,
Y las rosas recogidas en el camino pronto se marchitarán,
Pero a esos niños sonrientes, cuando yo cruce el mar del ocaso,
Y las puertas del cielo se abran, ¡los podré llevar conmigo!
(Autor desconocido)
Tomado y adaptado del libro ¿Por qué evangelizar a los niños?, Sam Doherty, Desarrollo Cristiano Internacional, 2002, pp. 9196