Biblia

Gloria a la deidad encarnada

Gloria a la deidad encarnada

En esa noche tranquila de invierno, algo estaba sucediendo, algo extraordinario, algo sobrenatural. Los pastores corrieron a la ciudad de David y hallaron al Salvador, tal como el ángel les había dicho: envuelto en pañales y acostado en una pesebrera. Era el prometido, ¡el Mesías! Dios finalmente había venido a morar con su pueblo, pero de una manera totalmente inesperada.

¿Quién era, exactamente, este Niño santo que los pastores contemplaban? Sin equivocación, era la Deidad encarnada. El recién nacido Jesús existía en la eternidad del pasado como Dios Hijo. Era coigual, coeterno y coexistente con Dios Padre y Dios Espíritu Santo. Sin embargo, Jesús se despojó de los privilegios y de los placeres de su existencia en el cielo cuando tomó sobre sí las limitaciones de la humanidad (Filipenses 2:6-7). Al vaciarse, Jesús voluntariamente dejó a un lado las prerrogativas y prerrequisitos de la vida que Él había conocido, de la existencia que había disfrutado; dejó a un lado su derecho a esa clase de vida, diciéndole al Padre: “Yo voy.”

El Dios-hombre, Jesús, es deidad nada disminuida y verdadera humanidad, dos naturalezas distintas en una persona, para siempre. ¡Ese es el nene en el pesebre!

 

Adaptado de Charles R. Swindoll, “Le Presento a Emanuel: El Regalo Indescriptible,” en Una Navidad en Belén, serie de mensajes (2010). Copyright © 2010 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.