Glorioso resplandor
por Christopher Shaw
La figura del Mesías posee un brillo que lo distingue de todo ser creado
Versículo: Hebreos 1:3
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1:3 El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es, y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la *derecha de la Majestad en las alturas.
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El autor de Hebreos nos presenta al Mesías con una deslumbrante descripción: Él es el resplandor de su gloria. La gloria de una figura es aquella característica que, dentro de todas las cualidades positivas que pueda poseer, más la distingue. Podríamos declarar, por ejemplo, que la novena sinfonía de Beethoven es su obra más gloriosa, o que La última cena es la más magnífica pintura de todas las increíbles obras que salieron de la brocha de Leonardo da Vinci. Jesús irradia lo más bello, sublime y extraordinario que existe en la persona de Dios.Sin entrar en una exégesis puntillosa de esta frase entiendo que el autor de Hebreos señala que Jesús irradia lo más bello, sublime y extraordinario que existe en la persona de Dios. Claro, si vamos a ser exactos no podemos afirmar que en la figura del Señor existen elementos que son menos distintivos que otros. Su gloria es pura y excelente por donde se la examine. No obstante, algunos aspectos de la gloria de Dios desconciertan al ser humano o quedan escondidos en las profundidades del misterio de su persona, incomprensibles para personas tan condicionadas por los conceptos de belleza y valor que impone una cultura caída. Deduzco, entonces, que el resplandor de su gloria se refiere a aquellos elementos más sublimes para los fines de este proceso de comunicación que Dios ha perseguido con incansable perseverancia. En Cristo descubrimos cualidades que reflejan el corazón generoso, compasivo y lleno de misericordia del Padre. Supondríamos, entonces, que una figura tan bella resultaría irresistiblemente atractiva para los seres humanos. El evangelio de Juan, sin embargo, contiene una de las frases más tristes de las Escrituras: «A lo Suyo vino, y los Suyos no Lo recibieron» (1.11 – NLBH). Nosotros, que nos jactamos de ser hombres y mujeres que buscamos a Dios, no quisimos recibir al representante más perfecto y exacto de la Majestad en alto. Salmos14 hace eco de esta realidad cuando señala que Dios, que mira desde los cielos, no encuentra uno solo que le busque. Las primeras frases del libro de Hebreos nos invitan a un cambio de perspectiva. Nos empujan a celebrar, con profunda gratitud, que Dios ha insistido en buscarnos, aún cuando no estábamos interesados en recibirle. Esta es la realidad de la que parte todo peregrinaje espiritual. Aún cuando hoy experimento hambre de su persona, luego de décadas en el camino, no es porque yo le estoy buscando, sino porque mi espíritu está respondiendo, a tientas, a Su insistente llamado a la comunión.
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