Biblia

Grupos orientados hacia afuera

Grupos orientados hacia afuera

por Brian Mavis

Un experimento con dos grupos de estudio bíblico produce un sorprendente descubrimiento.

¿Qué ocurriría si a la célula o grupo casero al que asiste se le devolviera el cincuenta por ciento de las ofrendas que dan a la iglesia? ¿Qué elegirían hacer con ese dinero? ¿Contratarían a algún obrero para que trabaje tiempo completo en el ministerio? ¿Ampliarían el salón de reuniones? ¿Organizarían un evento para la congregación?

 

En lugar de especular con las posibles opciones decidí emprender un experimento con dos de los grupos de nuestra congregación. Uno lo conforman personas de edades entre los veinte y treinta años. El otro, personas mayores de cuarenta. Cada mes les devolvimos la mitad de lo que habían ofrendado a la iglesia.

 

La respuesta de los grupos me sorprendió. Decidieron invertir esos fondos en personas. Pero mi mayor asombro fue que las personas a las que ayudaron no eran miembros de los grupos. De hecho, ninguno de ellos habían asistido alguna vez a nuestra congregación.

 

Misericordia en acción

Uno de los grupos utilizó el dinero para pagarle el viaje a una madre soltera de una chica con una severa discapacidad. Uno de los miembros del grupo era vecino de un matrimonio que acababa de tener mellizos, que nacieron prematuros. Los pequeños requerían de un cuidado intensivo veinticuatro horas al día. El grupo decidió pagarle a una persona para que los cuidara varias veces por semana para que los padres recuperaran sus fuerzas.

 

El otro grupo invirtió el dinero en ayudar a un hombre que afrontaba los gastos de una quimioterapia. Pagaron las cuentas de la casa y prepararon comidas para palear, de manera práctica, las necesidades de la familia. Invirtieron también sus recursos en ayudar a una madre cuyo esposo estaba en la cárcel. La mujer trabajaba extensas jornadas para tratar de sustentar a su familia, sin embargo, había acumulado importantes deudas. El grupo optó por ayudar a saldar algunas de esas deudas.

 

Crecimiento en el servicio

Luego de varios meses decidí reunirme con los grupos para aprender más acerca de las experiencias que habían vivido. Dijeron que lo más difícil, en la etapa inicial, fue decidir a quién ayudar con el dinero que disponían. No encontré ningún problema con esto. De hecho, yo quería que lucharan con cuestiones semejantes. Y a los grupos también les produjo mucho bien. Les ha enseñado a abrir los ojos y estar atentos a las necesidades de la gente que los rodea. La oportunidad de servir a otros también afianzó los vínculos existentes entre los miembros del grupo.

 

«Tardamos un tiempo en desarrollar los parámetros para ayudar a otros», me señaló uno de los integrantes. «Ahora, sin embargo, contamos con más ideas de lo que podríamos cubrir. Estamos más que dispuestos a seguir invirtiendo en otros. Es una gran sensación la que obtenemos».

 

Otra persona comentó: «Nos ha abierto los ojos a todo el grupo. Estamos atentos a las oportunidades donde podemos invertir una buena cantidad de los recursos que poseemos. También nos ha unido mucho más».

 

Una de las mujeres veía en la experiencia una clara conexión con la iglesia de los primeros tiempos. «Yo creo que esto nos da una idea de cómo se desarrollaba la vida de la iglesia de Pentecostés. Es hermoso compartir con mi grupo las necesidades que percibo y trabajar todos juntos para ver de qué manera las conseguimos cubrir».

 

El experimento no solamente ha abierto los ojos del grupo y creado una nueva intimidad entre los miembros, también muchos han sentido la necesidad de incrementar lo que ofrendan a la congregación, para cubrir más necesidades. Todos han descubierto un nuevo gozo y significado en la disciplina de ofrendar.

 

Un matrimonio me compartió: «Esta experiencia realmente nos ha llevado a pensar en el propósito de la ofrenda. Nos hemos visto obligados a examinar la forma en que ofrendamos». Otra persona confesó que se sentía mucho más conectada con el ministerio de la iglesia, al ver con sus propios ojos el destino de sus ofrendas.

 

Beneficios inesperados

El experimento con estos dos grupos no solamente ha resultado en bendición para muchas personas en la comunidad, también ha contribuido significativamente al crecimiento de los miembros de cada grupo. El padre de uno de los jóvenes que participa en uno de los grupos observó el cambio en su hijo. Él lo llamó una noche para invitarlos a él y a su esposa a salir a cenar. Su hijo le respondió que no podían salir esa noche porque estaban comprometidos con cuidar a unos mellizos que requerían de atención especializada. El Padre me comentó: «Conozco a mi hijo. Sé que nunca hubiera prestado un servicio semejante si no hubiera sido por la motivación de su grupo. El hecho de que cuenten con los recursos para lograrlo ha sido un gran incentivo para comenzar a servir de manera práctica a los que padecen alguna necesidad apremiante».

Se tomó de la revista Rev, septiembre de 2009. Se usa con permiso. Todos los derechos reservados.