Biblia

Haciendo de la predicación, un placer

Haciendo de la predicación, un placer

por J. E. Adams

La mayoría de los pastores disfrutan el predicar. Aun más, la mayoría disfruta las horas de preparación invertidas en sus comentarios, diccionarios, etc., en ese apasionante trabajo de la investigación Bíblica y luego la preparación devocional del sermón. ¿A qué se debe, entonces, que escuchamos tantas quejas sobre la predicación, provenientes de los mismos pastores?

La insatisfacción básica de la cual estoy hablando es el producto de otro problema que, a su vez, surge de otros más. Primero, esa insatisfacción viene del «no tener suficiente tiempo» para prepararlos correctamente. Es precisamente esa oportunidad que los pastores disfrutan tanto lo que es escaso. Quieren utilizar más tiempo en el estudio de la Palabra y en la preparación de los mensajes, pero otras demandas los mantiene alejados de este trabajo. Hacer los mensajes a medias, con poca preparación, es lo que quita el gozo de las predicaciones. Este es el primer problema.


Pero antes de ir al segundo problema, consideremos este problema del tiempo con un poco más de profundidad. Quizás usted esté esperando que le diga: «Si usted está tan ocupado para encontrar tiempo, es que está demasiado ocupado». Hay algo de eso, claro, muchos predicadores toman responsabilidades que no les corresponden, desatendiendo la explícita declaración de su función, según Efesios 4.11-12. Tratan de hacer el trabajo del resto de las personas y esto, por supuesto, es imposible. Por otra parte, algunos pastores hacen de chofer, cortan el césped, manejan el mimeógrafo, etc., cuando hay muchas personas en la congregación que deberían hacerlo en su lugar. Cuando acaparan los trabajos que otros deberían hacer y no están haciendo, lo hacen fácil para otros al menguar sus responsabilidades, les roban la bendición de servir y gastan a cuenta del tiempo que tienen para estudiar las Escrituras y preparar los mensajes. Debería ser una regla para el pastor el no hacer ningún trabajo que puede hacer otro miembro de la iglesia. Por supuesto, habrán momentos (en emergencias, iglesias nuevas, etc.) cuando un pastor deba hacer tales cosas, pero no debe ser una práctica común. Su trabajo es el de ministrar la Palabra para poder edificar y alentar a todos los miembros del rebaño a realizar sus propios ministerios. Cuando las actividades «extras» son eliminadas de su agenda, tendrá entonces más tiempo para el estudio y la preparación de los mensajes.


«Pero el tiempo no lo es todo», me puede decir usted. Correcto. Sé que hay semanas imposibles (y vienen más seguido de lo que desearíamos). El lunes parece apretado (especialmente teniendo que preparar esa charla para el grupo de hombres el sábado), pero todo parece estar bajo control. Ya ha preparado su pasaje bíblico para el domingo a la mañana y para la noche el tema de la reunión de oración; está por trabajar en ello (el del sábado va a tener que esperar hasta el jueves). Está en el medio de su exégesis para el martes a la tarde cuando todo empieza a desbaratarse. El teléfono (esa bendición-maldición) suena. La señora de Pérez ha sido llevada al hospital… es serio… «¿puede venir inmediatamente?» Lo hace, por supuesto, y lamentando tener que dejar el mensaje en ese momento). Cuando regresa (tres horas más tarde), hay una lista de actividades para la tarde mirándolo en la cara. No hay forma de evadirlos. Así que no lo hace. Que el llamado al diácono para arreglar el malentendido de la última reunión de junta, que la verificación de que Don Pedro habló con la persona necesaria para arreglar antes del próximo domingo la rotura en los baños de la capilla, que conversar con su esposa sobre qué se hará con tía Matilde mañana, etc. etc. Eso quiere decir que ha perdido media mañana de su estudio. «Esta noche me pongo al día», piensa y sale para cumplir la agendas. Pero esa noche usted se encuentra en el hospital otra vez (la señora de Pérez ha empeorado, piensan que puede fallecer). Sin embargo ella lucha y usted vuelve a casa tarde, cansado y sin progresar en su estudio.


Miércoles a la mañana. El mensaje del domingo debe dejarse de lado, para considerar la reunión de oración de esta noche y porque tiene citas concedidas para aconsejamiento pastoral. «Me tomo esta tarde y hago el estudio que quise hacer ayer». ¿Pero quién es esa persona que se acerca allí? Son Juan y Marta Gonzáles. ¿Qué necesitarán? Resulta ser que Marta amenazó con dejar a Juan anoche y a último momento cambió de opinión bajo la condición de que vean al pastor enseguida y arreglen el problema, si no, ella se va de casa. «Por supuesto», les dirá, «siéntense y hablemos». Está contento de ayudar, aunque reacio a usar ese tiempo. Pero, ¿qué le va a hacer? Se sienta con ellos y los aconseja. Cuando terminan, una hora y media después, su secretaria le informa que parece que esta vez la Sra. de Pérez realmente se está muriendo y a la familia le gustaría verlo (están todos reunidos en el hospital). Usted va, ¡por supuesto!. La Sra. de Pérez fallece (esto implica otro mensaje no previsto para el sábado a la mañana en. el funeral. Y así sigue la semana (no voy a terminar la descripción, es muy desalentador). Yo sé de estos tipos de semanas y lo que significan a la preparación de tos mensajes y su respectivo estudio. Ni he mencionado los problemas personales como cuando uno tiene problemas con el mecánico del auto, con ayudar a la esposa a arreglar el lavarropas, llevar algún hijo al médico o hablar con su maestra, los cumpleaños y todo el resto. No todas las semanas son así, pero en el año no son pocas.


«Bueno», se pregunta. «¿Qué puedo hacer con este tipo de problema?». No hay manera de regular funerales, crisis matrimoniales, roturas, etc. como para hacerlos encajar en su horario de estudio, ¿no es cierto? No esté tan seguro. Si bien no puede predecir las emergencias, puede ser capaz de regular su horario para darle lugar a estas emergencias de manera que no destruyan su estudio y preparación.


La sugerencia que tengo es simple, pero profunda: prepare cada mensaje con seis meses de anticipación. ¡Espere! No pase al artículo siguiente; déjeme decirle algo más. Escúcheme, por favor. Quiero decirle porqué propongo esto. Aquí están mis razones.


Preparando con seis meses de anticipación, usted cuenta con bastante tiempo que le permitirá hacer todos los reajustes en su horario que necesite para las emergencias. El tiempo que pierda una semana puede ser recuperada en la siguiente, cuando el tiempo es más calmo. Sí, hay semanas difíciles, pero hay otras mucho más aliviadas. Por otro lado, su mensaje gana perspectiva. Muchos sermones son cortados, incompletos, porque no se les permite «madurar». Las ideas se perfeccionan y se depuran si se les da el tiempo suficiente.


Otra ventaja: las ilustraciones. Estas vienen con naturalidad cuando uno sabe bien con anticipación cuál va a ser el tema de su predicación; todas las lecturas que pueda hacer, así como las experiencias que pueda tener, alimentan su sermón. No necesita buscar ejemplos, vienen solos.


Cuando está predicando una serie de sermones basado en un libro de la Biblia, puede predicar el primer capítulo a la luz de la exégesis total del libro y entendiendo mejor su contexto; empieza a predicar el libro soto después de haberío estudiado todo.


Esto también soluciona tos problemas de conciencia exegética. Cuando comienza a preparar su mensaje del domingo el lunes o manes antes, puede correr el riesgo de que el viernes lea algo en un comentario bíblico que echa en tierra todo el concepto que tenía. «¿Ahora qué hago?», dirá, «No tengo tiempo para empezar de nuevo». ¿Predica el viejo aun sabiendo que está mal? ¿Espera que el Espíritu se encargue? temo que muchos lo hacen.


Planificando los mensajes, con anticipación, garantiza pensamientos y enseñanza balanceados para la alimentación del rebaño. De esta manera, entonces, puede ver el valor de preparar los mensajes con seis meses de anticipación.


Le sugiero lo siguiente:

  • Haga la exégesis para su pasaje en borrador con 6 meses de anticipación.
  • Desee el tiempo para pensar y madurarlo, juntando ilustraciones, etc.
  • Un par de semanas antes de la predicación toma su carpeta y te da los últimos toques a su mensaje. Siempre puede hacer reajustes especiales para las circunstancias imprevisibles (funerales, etc.).

  • Apuntes Pastorales, Volumen VI – Número 6