Biblia

Homenaje a Jesús

Homenaje a Jesús

Predicas Cristianas | Estudios Biblicos

Hebreos 12:2-3

Durante el transcurso de la historia humana los distintos registros sobre personalidades se han llenado de hombres y mujeres que han dejado estampadas sus grandes proezas, sus conocimientos, su caudillaje, su potencial de superación y liderazgo incondicional; pero ningún ser humano por más sobresaliente que haya sido no ha podido igualar al hombre más grande y humilde que haya vivido en este mundo: Cristo Jesús.

De todos los homenajes, tributos y agasajos dedicados a los grandes pensadores, poetas, científicos y hombres de gran prestigio; el más importante de estos ha sido, es y será el “Homenaje que nosotros mismos ofrezcamos a Jesús”. De seguro debes estarte preguntando: ¿Qué es o qué significa homenajear a Jesús?

Homenajear a Jesús significa ofrecer nuestras vidas en sacrificio constante hacia él; homenajear a Jesús significa recordarlo, amarlo y seguirlo incondicionalmente por todo lo que ha hecho por ti; homenajear a Jesús en pocas palabras es poner nuestros ojos en Jesús. Ahora, te pregunto: ¿Sabes qué es lo que sería ver a Jesús? ¿Sabes lo qué es “poner los ojos en Jesús”? Hermanos hemos pasado todo el lapso de nuestra vida cristiana y espiritual tratando de ser como Jesús.

El mundo nunca ha conocido un corazón tan puro, ni un carácter tan impecable. Su oído espiritual es tan agudo que nunca ha perdido un susurro celestial. Su misericordia es tan grande que nunca ha perdido la oportunidad de perdonar. Ninguna mentira salió de sus labios, ni ninguna distracción enturbió su visión. Tocó cuando otros se retrajeron. Perseveró cuando otros se rindieron. Jesús es el modelo máximo y esencial para toda persona. Saben, desde los profetas y predicadores del Antiguo Testamento hasta los oradores de hoy en día, han tratado de hacer lo que Dios insta a cada uno de nosotros hacer “poner nuestros ojos en Jesús”.

El cielo nos invita a que fijemos el lente de nuestro corazón, en el corazón del Salvador y que le hagamos el objeto de nuestras vidas. Para ellos no fue suficiente ver a los ángeles. Usted pensaría que debían haberlo estado. El cielo nocturno se llenó de luz. La quietud prorrumpió en canto. Los humildes pastores se despertaron y se pusieron de pie al coro de ángeles, y juntos exclamaron: “¡Gloria a Dios en las alturas!”. Estos hombres jamás habían visto tal esplendor. Pero no fue suficiente ver ángeles. Los pastores querían ver al que había enviado a los ángeles. Puesto que no se darían por satisfechos sino hasta verlo, podemos rastrear la larga hilera de los que buscan a Jesús hasta el pastor que dijo: “Pasemos pues, hasta Belén, y veamos” (Lucas 2:15). No muy atrás de los pastores había un hombre llamado Simeón. Lucas nos dice que Simeón era un hombre bueno que servía en el templo al tiempo del nacimiento de Jesús. Lucas también nos dice: “Y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor” (Lucas 2:26). Esta profecía se cumplió apenas pocos días después de que los pastores vieron a Jesús. De alguna manera Simeón supo que el bulto envuelto en frazadas que vio en los brazos de María era el Dios Todopoderoso. Para Simeón ver a Jesús fue suficiente. Ahora estaba listo para morir.

Algunos no quieren morir sin haber visto al mundo. El sueño de Simeón no era tan tímido. No quería morir sin haber visto al que hizo al mundo. Tenía que ver a Jesús. Oró y dijo lo siguiente: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación” (Lucas 2:29-30). Los magos tenían el mismo deseo. Como Simeón, querían ver a Jesús. Como los pastores, no quedaron satisfechos con lo que vieron en el cielo nocturno. No es que la estrella no haya sido espectacular. No es que la estrella no haya sido histórica. Ser testigo del orbe centelleante era un privilegio, pero para los magos no fue suficiente. No fue suficiente ver la luz sobre Belén; tenían que ver la luz de Belén. Fue a él al que fueron a ver. ¡Y triunfaron! Todos triunfaron. Más impresionante que su diligencia fue la disposición de Jesús. ¡Jesús quería que lo vieran! Sea que vinieran del potrero o del palacio, sea que vivieran en el templo o entre las ovejas, sea que su regalo fuera oro o sincera sorpresa… a todos les dio la bienvenida. Busque algún ejemplo de alguna persona que anhelaba ver al infante Jesús y que se le impidió. No lo encontrará. Encontrará ejemplos de los que no lo buscaron, de los que no quisieron poner sus ojos en él. Aquellos como el rey Herodes , que se contentaban con menos. Aquellos, como los líderes religiosos que preferían leer sobre él antes que verlo. La proporción entre los que no lo vieron y los que lo buscaron es de mil a uno. Pero la proporción entre los que lo buscaron y los que le hallaron siempre fue de uno a uno. Todos los que lo buscaron lo hallaron.

Muchos antes que se escribieran las palabras, la promesa fue ratificada: “Dios … es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6). Los ejemplos continúan. Considere a Juan y a Andrés. Ellos, también, fueron recompensados. Para ellos no fue suficiente escuchar a Juan el Bautista. La mayoría se hubiera contentado con servir a la sombra del evangelista más famoso del mundo. ¿Podría haber un mejor maestro? Solo uno. Y cuando Juan y Andrés lo vieron, dejaron a Juan el Bautista y siguieron a Jesús. Note la petición que le hicieron. “Rabí”, le preguntaron “¿dónde moras?” (Juan 1:38). Petición audaz. No le pidieron a Jesús que le diera un minuto, o una opinión, o un mensaje, o un milagro. Le preguntaron su dirección domiciliaria. Querían quedarse con él. Querían conocerle. Querían saber que le hacía reír y si alguna vez se cansaba. Querían estudia sus ojos y seguir sus pasos. Querían saber que le hacía volver la cabeza, y que su corazón ardiera y que su alma suspirara. Querían verle. Pero, sobre todo, querían saber: ¿Era Jesús todo lo que Juan dijo que era; y si lo era, qué estaba haciendo Dios en al tierra? No se podía encontrar respuesta a esa pregunta hablando con el primo de Jesús, tenían que hablar con Jesús mismo para conseguir una respuesta aceptable. Pero ¿cuál fue la respuesta de Jesús a estos discípulos? “Venid y ved” (Juan 1:39). No les dijo: “Vengan y echen un vistazo”, ni tampoco “vengan y atisben”. Les dijo: “Vengan y vean”. Traigan su bifocales y binoculares. Este no es el momento para echar vistazos de reojo o atisbos ocasionales. Este es el momento para: “Fijar la mirada en Jesús, el autor y perfeccionador de nuestra fe” (Hebreos 12:2).

El pescador fija sus ojos en el bote . La joven fija sus ojos en el joven. Los discípulos fijan sus ojos en el Salvador. Eso fue lo que Mateo hizo, si ustedes recuerdan, él se convirtió en su trabajo. Según su historial, era un recaudador de impuestos del gobierno. Según sus vecinos, era un pillo, un ladrón muy astuto. Tenía en una esquina una oficina de recolección de impuestos y una mano extendida. Allí estaba el día en que vio Por supuesto, tiene sentido que Jesús pasara tiempo con Mateo. Después de todo Mateo fue una selección de primera clase, perfecto para escribir el primer libro del Nuevo Testamento.

Jesús como lo hemos observado en el transcurso de este mensaje solo ha pasado tiempo con tipos grandes en estatura como Mateo, Andrés y Juan. Pero puedo contrarrestar esa afirmación con un ejemplo. Zaqueo. Este individuo distaba mucho de ser un tipo grande. Era pequeño, tan pequeño que no podía ver por encima de la muchedumbre que llenaba la calle el día en que Jesús llegó a Jericó. Por supuesto que la multitud tal vez le hubiera abierto el paso a sus codazos para dejarle llegar al frente, excepto que él, al igual que Mateo, era un cobrador de impuestos. Pero él, como Mateo, tenía en su corazón hambre por ver a Jesús. No fue suficiente quedarse detrás de la muchedumbre. No fue suficiente atisbar con un telescopio lo que estaba pasando. No fue suficiente oír a alguna persona describir el desfile del Mesías. Zaqueo quería ver a Jesús con sus propios ojos. Así que se subió a un árbol para ver a Jesús. Me pregunto si tu estarías dispuesto a hacer lo mismo ¿Te subirías a una rama para ver a Jesús?. No todo el mundo lo haría.

En la misma Biblia en que leemos de Zaqueo subiéndose a una rama, leemos de otro funcionario. A diferencia de Zaqueo, la multitud le abrió paso. Era el “Famoso Joven rico”. Al enterarse que Jesús estaba por allí, pidió su carro último modelo y atravesó la ciudad y se acercó al carpintero. Notemos la pregunta que le hizo: “Maestro, ¿qué cosa buena debo hacer para tener la vida eterna?”(Mateo 19:16). Como quien dice, este funcionario era un hombre con los pies en el suelo. No tenía tiempo para formalismo y conversaciones. De seguro pensó:“Vamos derecho al grano. Tu horario está lleno; lo mismo que el mío. Dime cómo puedo ser salvo y te dejaré en paz”. No hay nada de malo en esa pregunta, pero había un problema en su corazón. Contrastemos su deseo con el deseo de Zaqueo: “¿Puedo subir a ese árbol?” O Juan y Andrés: “¿Dónde moras?”. O Mateo: “¿Puedes quedarte esta noche conmigo?”. O Simeón: “¿Puedo estar vivo hasta que lo vea?”. O los magos: “Ensillen los camellos. No nos detendremos hasta que los veamos”. O los pastores: “Vamos… y veamos” ¿Ve la diferencia?

El joven rico quería la medicina. Los otros querían al Médico. El joven quería una respuesta a su acertijo. Ellos querían al Maestro. El joven estaba apurado. Los otros tenían todo el tiempo del mundo. Él se conformó con una soda por la ventana de servicio a los automóviles. Ellos no se conformarían con nada, al menos que tuvieran una cena completa en una mesa de banquete. Ellos querían más que salvación. Querían a su Salvador. Querían ver a Jesús. Eran fervientes en su búsqueda. Una traducción de Hebreos 11:6 dice: “Dios recompensa a los que le buscan fervientemente”. Otra dice: “Dios recompensa a los que le buscan sinceramente”. La versión Reina Valera de 1960 dice: “Dios es galardonador de los que le buscan”. Diligentemente es una gran expresión. Sea diligente en su búsqueda. Busque con hambre, incansablemente en tu peregrinaje.

Que este mensaje no sea uno más que hable a cerca de Jesús y que esta hora no sea la última que utilice para buscarle. Aléjate de la búsqueda insulsa de posesiones y posiciones, y busque a Jesús. Pero para buscar a Jesús, para poder obtener el hermoso privilegio de verlo cara a cara, para fijar nuestros ojos en él, debemos de enfrentar una lucha constante con todo aquello que se interponga en el camino que dirige hacia la salvación. Debemos despojarnos del yo, y tomar nuestra propia cruz, porque solamente así sentiremos el deseo de buscar, homenajear y poner nuestros ojos en Jesús. Cristo dijo: “El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí” (Mateo 10:38). Toda meta requiere sacrificio y entrega completa de lo contrario el objetivo de ver a Jesús jamás será alcanzado… jamás.

Quisiera ilustrar esto con una pequeña historia: “Allá por Alemania Occidental existe un pequeño pueblo llamado: Omeramergaut, que es famoso porque cada 10 años se representa La Pasión de Cristo, en forma obra teatral en todo el pueblo y cada habitante se convierte en un actor, en un participante de dicho drama. En cierta ocasión una pareja de americanos reservó las entradas con años de anticipación para presenciar la inauguración de al famosa obra teatral. El día había llegado y la pareja estaba muy entusiasmada; y a cada momento tomaban fotografía de esa fantástica actuación. En uno de los interludios, el esposo de dicha pareja decidió que su amada le tomará una fotografía cargando la cruz que en el drama se estaba utilizando. Por más que el hombre intentó colocar la cruz en su espalda, no pudo; el madero era muy pesado, tan pesado que ni tan siquiera pudo moverla. Poco tiempo después el actor que había desempeñado el papel de Jesús durante 4 ocasiones consecutivas le dijo: “Disculpe señor ¿qué es lo que esta tratando de hacer?”. El hombre indignado le respondió: “Oiga, ¿por qué una cruz tan pesada? esto no es algo real, es una imitación, una mentira, un simple acto ficción teatral ¿por qué la cruz debe pesar tanto?. El actor que la hacía de Jesús, le respondió: “Señor sino lo siento, no puedo desempeñar bien mi papel”.

Ahora mi hermano, amolda esas palabras a tu vida cristiana, captas lo que te quiero decir; si Época fue de sórdidas pasiones El pueblo de rencor estaba henchido, Y en el Gólgota, en sombras convertido, Colgaban de sus cruces tres ladrones; A un lado, y en rabiosas contorsiones, Expiraba un ratero empedernido; En el otro un ladrón arrepentido Y en medio un robador de corazones. De luto se vistió la vasta esfera; Gestas, el malo, se retuerce y gime, Dimas, el bueno, en su tortura espera… Y el otro, el de la luenga cabellera, Que sufre, que perdona y que redime, Se robó al fin la humanidad entera.