Igualdad y Confianza entre Mujeres y Hombres
por Catalina F. de Padilla
Segunda parte de: de la rivalidad y opresión a la igualdad y confianza. Mujeres y hombres en el nuevo pacto deben relacionarse basándose en la igualdad y confianza. La rivalidad y opresión son evidencias de la naturaleza pecaminosa y de la falta de madurez espiritual, para fomentar una relación sana y según la voluntad de Dios estas deben ser eliminadas.
Diez tareas para que la iglesia viva esa realidad
La rivalidad y opresión son evidencias de la naturaleza pecaminosa y de la falta de madurez espiritual. En la primera parte de este trabajo, publicada en la edición de julio septiembre, se formula una «perspectiva cristiana» sobre la relación hombre-mujer. Para ello hice una reseña bíblica de las condiciones de esa relación en la comunidad del Espíritu, en el plan de Dios y bajo el régimen del pecado. Estas tres condiciones las resumimos a continuación:
La nueva comunidad del Espíritu la iglesia se forma con base en dos realidades: El seguimiento de Jesús por parte de sus discípulos y la presencia del Espíritu Santo de manera nueva en sus vidas. Cada uno de estos elementos apunta a una nueva relación hombre-mujer en esta nueva comunidad, que es su característica distintiva.
1. Los seguidores de Jesús aprendieron una nueva relación entre los sexos, distinta de la común en la sociedad judía y un nuevo estilo de vida modelado por la vida y muerte de su Maestro: el servicio. Eso los preparó para la formación de la nueva comunidad. Ellos vieron a Jesús tratar a las mujeres con dignidad e igualdad.
2. Es por la presencia del Espíritu que hombres y mujeres por igual experimentan la misma reconciliación con Dios y ejercen los mismos dones en su servicio. Además forman parte de un solo cuerpo donde juntos reflejan la imagen de Dios.
Según el plan de Dios, la nueva relación hombre-mujer es la misma establecida por Él en la creación pero restaurada ahora en Jesucristo y en su Iglesia, como señal del Reino de Dios. De Génesis 1 y 2 surge el cuadro de la creación de la humanidad (el Hombre) en dos sexos distintos. Entre ellos existe una relación de igualdad, complementariedad y mutualidad, y ambos tienen la responsabilidad de obedecer a Dios. Es este cuadro que debe ser restaurado en la vida y en la vivencia de la Iglesia y la familia cristiana.
Esta relación bajo el régimen del pecado se quebró igual que la relación íntima entre el Creador y sus criaturas. Esta fractura degeneró la relación de mutualidad y confianza entre el hombre y la mujer, y la convirtió en rivalidad y opresión. Las condiciones de la relación hombre-mujer bajo el poder del pecado hacen clara la necesidad de restauración de la igualdad y la mutualidad de esa relación según el plan de Dios. En la redención que hay en Jesucristo, el régimen de pecado, el viejo modo de ver y actuar deben ser deshechos y una renovación de mente y prácticas debe prevalecer.
¿Cuales son las implicaciones de estas verdades para la iglesia? Avancemos un paso más para determinarlas. Por eso les ofrezco a continuación diez tareas exegéticas y hermenéuticas para que la iglesia evangélica en América Latina pueda romper la esclavitud cultural del pecado y desarrollar en su práctica la realidad de la igualdad y la unidad hombre-mujer en Cristo.
1. Fomentemos el estudio de la enseñanza bíblica sobre la perspectiva cristiana de la relación hombre-mujer. Pero que este sea siempre en grupos de hombres y mujeres juntos. Reconozcamos que la iglesia, compuesta de personas de ambos sexos, es la comunidad que puede interpretar, comprender, actualizar y vivir la Palabra, bajo la guía del Espíritu Santo. La «comunidad hermenéutica» necesita el aporte de los dos sexos. De esta forma, con sus características y dones diferentes, juntos hombres y mujeres podrán descubrir la voluntad de Dios, arrepentirse del pecado de machismo y construir relaciones nuevas.
2. Reconozcamos la autoridad de la revelación bíblica. También reconozcamos la falibilidad de nuestras interpretaciones y aplicaciones, fácilmente condicionadas por nuestra cultura humana bajo la influencia del pecado. Tomemos conciencia de que vivimos bajo Génesis 3, no Génesis 1. Enfaticemos la importancia del trabajo serio de exégesis del texto bíblico antes de hacer las aplicaciones a nuestra situación. Pero que este siempre sea con el interés de entender el significado de un texto en su contexto, de acuerdo con la intención del autor.
Ejemplo
En una pequeña iglesia en un barrio pobre, escena de mucha violencia familiar, escuchamos un sermón sobre el programa de Dios para la familia basado en las palabras de Dios a la mujer, en Génesis 3.16: «…él se enseñoreará de ti». La idea central era que el ejercicio de la autoridad por parte del esposo sobre la esposa es la voluntad de Dios.
¿Es una interpretación legítima? Un estudio más cuidadoso indica que en este versículo Dios describe lo que él sabe serán las consecuencias de la presencia del pecado en la relación hombre-mujer. Es una descripción de lo que vendrá; no es una expresión de la voluntad de Dios.
3. Aprovechemos la riqueza de versiones de la Biblia a nuestra disposición. Nunca dependamos únicamente de una sola traducción, limitándonos a la interpretación de los traductores de esa versión. Reconozcamos que la mayoría de las traducciones (con la excepción de las sectarias) representan un esfuerzo honesto por entender el sentido del texto bíblico en su contexto y expresar ese sentido en términos que comuniquen la verdad al lector moderno. El uso de varias versiones nos abre un panorama amplio de significados y nos protege del dogmatismo no bíblico basado en unos pocos términos que pueden tener otros significados. Además, las versiones modernas son la traducción del texto basado en manuscritos mucho más antiguos y de mayor valor que los usados, por ejemplo, en la versión de Reina y Valera.
4. Reconozcamos que las presuposiciones culturales acerca de la mujer han influido en la traducción de la Biblia. Por eso, en el futuro, será importante incluir a más mujeres en equipos de traducción bíblica para evitar traducciones (aun inconscientemente) «machistas».
Ejemplo
· Como lo hace la mayoría de los idiomas, el griego y el español emplean las formas gramaticales masculinas con significado inclusivo, y el género gramatical a veces no corresponde al sexo: «hermanos» incluye a las hermanas también; una «persona» o un «individuo» puede ser hombre o mujer; «alguno» traduce un pronombre que puede ser masculino o femenino, etcétera.
· La inclusión de las palabras «señal de» en 1 Corintios 11.10 representa la convicción de algunos traductores de que Pablo simplemente no puede haber dicho lo que su texto dice: que «la mujer debe tener autoridad (poder, potestad) sobre la (su) cabeza». Por eso muchas versiones han invertido el sentido claro de las palabras, agregando dos palabras que simplemente no aparecen en el texto original.
· La traducción «silencio» en 1 Timoteo 2.11 y 12 («la mujer aprenda en silencio…») muestra que algunos traductores han escogido una acepción de la palabra cuando se aplica a las mujeres, pero en otros contextos traducen con otros términos («reposadamente», 1 Ti 2.2; «tranquilidad», 1 Ts 4.11; «sosegadamente», 2 Ts 3.12). La traducción por palabras que expresan ideas de calma, tranquilidad y paz expresan mejor el sentido del término en todos estos contextos y en Hechos 11.18 y 21.14. Además, por el peso dado a la palabra «silencio», muchas veces se pierde la fuerza del mandato principal: «Que aprenda la mujer…»
· La descripción de Febe (Ro 16.12), «ella ha ayudado…» no hace justicia a la fuerza de la palabra con que Pablo se refiere a ella: líder, benefactora, protectora.
· Sería útil de alguna manera mostrar la distinción, en términos generales, entre las dos palabras griegas normalmente traducidas «hombre»: anthropos, «hombre» genérico, «persona», ser humano sin distinción de sexo; y aner, persona de sexo masculino.
· La cuestión de «lenguaje inclusivo» es muy difícil en español y otros idiomas que utilizan la forma masculina en sentido genérico.
Ejemplo: el pronombre recíproco allelous, que normalmente se traduce «unos a otros», incluye a hombres y mujeres. ¡No tendría sentido, a cuenta de usar lenguaje inclusivo, traducirlo, cada vez que aparece, en las siguientes formas: «unos a otros», «unas a otras», «unos a otras» y «unas a otros»!
5. Busquemos respuestas a la cuestión de la relación hombre-mujer en el contexto amplio del plan total de Dios: la Creación, la Caída, la redención en Cristo, la Iglesia (ver Primera parte, en la edición de Mujer Líder julio septiembre.). No insistamos en basar la doctrina y la práctica de la iglesia en dos o tres versículos aislados.
Ejemplo
· Fijar límites al ministerio de las mujeres en la iglesia basándose en dos versículos: «las mujeres… se callen…» (1Co 14.34) y «la mujer… en silencio…» (1 Ti 2.1112) pasa por alto pasajes en los cuales es implícita la participación femenina en el ministerio:
o En los evangelios, los relatos de la participación de las mujeres en el ministerio de Jesús (Lc 8.13; 24.110, 22, etc.), aunque los apóstoles eran todos hombres, sin duda por razones de la cultura de la época y sus raíces en el Antiguo Testamento.
o La importancia de la mujer en las parábolas de Jesús.
o En la iglesia primitiva, desde el día de Pentecostés, a lo largo del relato de Hechos, las mujeres están al lado de los hombres: a veces ministrando juntos (Hch 18.26), a veces sufriendo persecución juntos (8.3, 9.2).
o 1 Corintios 11, donde Pablo da por sentado que las mujeres participan en la reunión con profecía y oración.
o Las listas de saludos en las epístolas, especialmente las de Pablo, en las cuales se mencionan a las mujeres con la misma descripción que a los hombres: «colaboradoras» y «colaboradores», compañeros de trabajo (Ro 16; 1 Co 16.16; Fil 2.25 y 4.3; etc.).
· Interpretemos los pasajes que hablan de la sumisión de la esposa a su marido a la luz de pasajes como 1 Corintios 7, en que Pablo habla claramente de la igualdad de derechos de los dos cónyuges en el matrimonio y la igualdad de responsabilidades de los dos en la conducción de la familia.
6. Aprendamos a estudiar el texto bíblico como lo escribió el autor, siguiendo su argumento expresado en oraciones, párrafos, etcétera. Leamos la Biblia como se lee otra literatura, siguiendo las leyes y normas de la comunicación escrita: el uso de construcciones gramaticales, recursos literarios, imágenes, vocabulario, etcétera. Evitemos apelar a versículos aislados de su contexto.
Ejemplo
Se habla mucho de la sumisión de la esposa en la interpretación de Efesios 5, sin tomar en cuenta que las palabras del versículo 22 (dirigidas a las esposas) tienen sentido solo en un contexto de sumisión mutua en la comunidad cristiana («sométanse unos a otros», v. 5.21), y que esta relación es una de las consecuencias de ser «llenos del Espíritu Santo» (v. 5.18). Muchas veces tampoco se toma en cuenta el resto del párrafo, el cual muestra que la responsabilidad del esposo en su manera de vivir la sumisión mutua es mucho mayor. Él debe ejercer el amor-entrega siguiendo el ejemplo de Cristo.
7. Estudiemos el vocabulario, aprovechando el trabajo de eruditos en lingüística, etcétera, para no derivar nuestra doctrina y nuestra práctica del sentido parcial de unas palabras.
Ejemplo:
· Para otra connotación de «silencio» en 1 Ti 2.11 y 12, ver tarea 4, arriba.
· El término traducido «ejercer autoridad» o «ejercer dominio» en la prohibición de 1 Timoteo 2.12 es una palabra que no se usa en otro lugar en el Nuevo Testamento. Con esa restricción del uso es casi imposible afirmar el sentido exacto que tenía para Pablo. No es la misma palabra que se usa normalmente para expresar la autoridad legítima, como la del gobernante (Ro 13). De hecho, el Nuevo Testamento no prescribe tampoco ninguna jerarquía de autoridad masculina en la iglesia; al contrario, Jesús y los apóstoles advierten contra todo autoritarismo. El liderazgo es responsabilidad de los miembros maduros de la comunidad, en cuya vida la iglesia reconoce los dones apropiados y un ejemplo digno de imitar (Cf. 1 P 5.14; Mr 10.4345; 1 Co 12; etcétera).
· Tengamos cuidado de no dar al uso figurativo de la palabra «cabeza» una interpretación normal en castellano (y otros idiomas como el hebreo y el inglés) la idea de que «cabeza» significa «jefe», «el que manda». Esa idea es muy rara en el griego. La figura de «cabeza» en Efesios 5 habla de la unidad de los esposos bajo la figura de la unidad cabeza-cuerpo. A esta idea apuntan las palabras de Pablo y la cita de Génesis 2.24. La manera de hacer efectiva esta unión o unidad de esposo y esposa incluye la sumisión mutua: sumisión de parte de la mujer, y amor-entrega, cuidado y sacrificio de parte del hombre.
8. Aprovechemos los resultados de estudios recientes e intentemos conocer aspectos de las diferentes culturas de la época bíblica para comprender la manera en que los cristianos se relacionaron con su medio. Para comprender los pasajes con instrucciones para los matrimonios cristianos, por ejemplo, debemos entender las condiciones de vida de la mujer en la sociedad pagana y apreciar las tensiones que vivía.
Ejemplo
· «Las mujeres… se callen» (1 Co 14.34). Si Pablo escribió estas palabras (y hay eruditos evangélicos que piensan que no son de Pablo), es probable que tenía en mente el testimonio de la iglesia en su sociedad. Su preocupación era que la iglesia cristiana se diferenciara de los cultos paganos con sus orgías extáticas, en las cuales participaban mayormente las mujeres en una de sus pocas actividades fuera del hogar. En el versículo 14.23 desafía a los creyentes a que eviten dar oportunidad para la crítica.
· «Están locos». La expresión traducida «estar loco» también significa «estar fuera de sí» o «estar poseído de furor báquico». En otras palabras, que eviten la acusación: «¿No es igual al culto de Baco?», refiriéndose a las orgías en honor a Baco, el dios del vino.
· Las instrucciones de los apóstoles se encuadran en un marco cultural muy diferente del nuestro. Todos somos llamados a vivir la contra-cultura cristiana, pero dentro de ciertos límites culturales, para dar un testimonio positivo y relevante. El caso en Corinto fue evitar acusaciones que identificaran a la iglesia con los cultos paganos, etcétera. (Cf. 1 Co 14.3435, Ef 5.22ss., etcétera.).
· En cuanto a las instrucciones acerca del matrimonio, tenemos una doble tarea: 1) encontrar los principios detrás de las aplicaciones específicas para los creyentes que vivían en la sociedad del primer siglo, y 2) llevar esos principios a la práctica en modelos de vida matrimonial que tendrán el mismo efecto en nuestra cultura.
9. Pongamos en práctica nuestra teología del sacerdocio de todos los creyentes (y no de solo una parte de ellos, los hombres).
Ejemplo:Varias de las así llamadas «autoridades» sobre temas de familia enseñan que el esposo es sacerdote de la familia. Rechacemos esta idea, sobre la base de 1 Pedro 2 y el tenor de todo el Nuevo Testamento, especialmente la epístola a los Hebreos. A diferencia del tiempo del Antiguo Testamento, en Cristo no tienen significado todas las distinciones humanas de raza, sexo y clase social (Gá 3.28).
10. Reconozcamos, como hombres y como mujeres, que todos, esposos y esposas, tenemos nuestra responsabilidad en la familia. Si tradicionalmente se ha dado al hombre la tarea de cumplir con el mandato cultural (el cuidado de la naturaleza y la cultura) y a la mujer el cuidado de la familia, afirmemos que Dios dio ambos mandatos a ambos sexos. Tengamos cuidado de mantener estos dos mandatos en equilibrio. Apelamos a los hombres a tomar en serio su responsabilidad como esposos y padres. A las mujeres atadas a los quehaceres domésticos con restricciones tradicionales, apelamos a que comiencen a valorarse como personas capaces de cumplir con el «mandato cultural». A las mujeres embellecidas con las nuevas oportunidades que les ofrece una carrera en el mundo o la participación en el «ministerio» fuera del hogar, apelamos a que busquen el equilibrio y que no desprecien el «ministerio» de cuidar a sus hijos y encaminarlos en el seguimiento de Cristo.
Conclusión:
La iglesia cristiana primitiva ofreció a las mujeres nuevas oportunidades, dándoles libertad y participación; así plantó las semillas de la restauración de la igualdad con los hombres. La mujer y el hombre entran en relación con Dios sobre la misma base de fe en Cristo muerto y resucitado. Los dos, mujer y hombre, por igual reciben al Espíritu Santo y sus dones. Esta igualdad, expresada en esas dos realidades, debería manifestarse en la práctica de la vida de la comunidad cristiana. Las únicas restricciones sobre la participación de la mujer y del hombre deberían ser ciertas limitaciones de su libertad condicionadas por su cultura. Limitaciones que se acepten con el propósito de contribuir a la edificación de la iglesia, su testimonio en la sociedad y la proclamación del evangelio de una manera comprensible en esa cultura. Se requiere mayor estudio y reflexión para que la iglesia contemporánea comprenda los principios universalmente válidos de la enseñanza del Nuevo Testamento. Estos principios deber ser diferenciados de las aplicaciones culturales en el primer siglo. Esto nos permitirá vivir creativamente la tensión entre la libertad en Cristo y las limitaciones y sacrificios aceptados voluntariamente para el avance del evangelio hoy.
Tomado y adaptado con permiso de La relación hombre-mujer en perspectiva cristiana, CLADE IV Panel, por Catalina F. de Padilla y Elsa Támez, Ediciones Kairós, Buenos Aires, Argentina, 2002, pp. 9-30.
La autora es estadounidense, con más de cuarenta años de residencia en América Latina, actualmente reside en Argentina. Tiene una maestría en literatura bíblica por el Wheaton College. De soltera, trabajaba con adolescentes delincuentes; después con Inter Varsity Christian Fellowship, EE.UU. Es profesora de hermenéutica y griego en el Instituto Bíblico Buenos Aires, y Decana del Centro de Estudios Teológicos Interdisciplinarios (CETI) de la Fundación Kairós, Buenos Aires, Argentina. Está casada con René Padilla y tienen cinco hijos adultos: cuatro mujeres y un varón, todos casados y todos con hijos.
© Apuntes Mujer Líder , Edición octubre diciembre de 2003
Volumen 1 Número 3