Ingrediente indispensable
por Christopher Shaw
A la Palabra que escuchamos debemos sumarle algo que nadie puede hacer por nosotros
Versículo: Hebreos 4:1-2
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4:1 Cuidémonos, por tanto, no sea que, aunque la promesa de entrar en su reposo sigue vigente, alguno de ustedes parezca quedarse atrás. 4:2 Porque a nosotros, lo mismo que a ellos, se nos ha anunciado la buena *noticia; pero el mensaje que escucharon no les sirvió de nada, porque no se unieron en la fe a los que habían prestado atención a ese mensaje.
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Resulta demasiado tentador quedarse en el ejercicio de identificar, con dedo acusador, las múltiples ocasiones en que la generación que pereció en el desierto tentó al Señor con su incredulidad. Tal postura nos puede dejar con la falsa impresión de que nosotros hemos superado las obvias debilidades que ellos exhibieron. El pasaje de hoy despeja toda duda al respecto. Nosotros nos encontramos antes una situación similar a la de ellos. A nosotros, como a ellos, se nos ha anunciado la misma buena noticia. Algunos de nosotros corremos el mismo peligro de quedarnos por el camino, sencillamente porque en cuatro mil años el corazón del ser humano no ha cambiado. Nuestra inclinación a desviarnos del camino sigue siendo tan intensa como la que se manifestó en los Israelitas. Para entender donde existe el talón de Aquiles de nuestra experiencia espiritual debemos examinar al menos dos aspectos del texto de hoy. La Reina Valera Contemporánea nos ofrece mucha claridad: «pero de nada les sirvió a ellos el oír esta palabra porque, cuando la oyeron, no la acompañaron con fe» (2 – itálicas añadidas). Los Doce escucharon la misma Palabra, pero no todos respondieron de la misma manera Resulta útil pensar en la analogía de una receta. Una comida sabrosa es el resultado de la combinación de varios ingredientes que, cocinados juntos, producen el manjar que disfrutamos. La palabra «acompañar» con fe bien podría traducirse combinar o mezclar. Es decir, al elaborar su relación con Dios se olvidaron de sumarle uno de los ingredientes indispensables para la receta, la fe. Dios proveyó la Palabra. Ellos la escucharon. Solamente debían añadir fe para que el poder de esa palabra desatara en sus corazones dramáticas manifestaciones espirituales. La Nueva Versión Internacional es más fiel al sentido original cuando traduce «pero el mensaje que escucharon no les sirvió de nada, porque no se unieron en la fe a los que habían prestado atención a ese mensaje» (itálicas añadidas). He aquí la dimensión comunitaria que tanto hemos perdido en nuestra expresión contemporánea de la vida cristiana. La mejor ilustración del principio que expone el autor de Hebreos la encontramos en los Doce espías. Todos habían escuchado la misma Palabra: la tierra se las iba a entregar el Señor (Números 13.2). Dos de ellos sumaron fe a esa palabra. Los otros diez decidieron combinar esa palabra con incredulidad. Los resultados, para el pueblo, fueron desastrosos. Muchos años más tarde Caleb rememoró aquel momento crítico. «Los hermanos que me acompañaron asustaron tanto al pueblo que nadie quería entrar en la Tierra Prometida. Por mi parte, seguí al Señor mi Dios con todo mi corazón» (Josué 14.8 – NTV – itálicas añadidas). El ingrediente de la fe nos ofrece esta posibilidad: seguir a Dios de todo corazón. Podemos tener preguntas acerca de cómo logrará lo que se ha propuesto, pero no permitimos que esas dudas entorpezcan nuestra respuesta. Le decimos, con todo entusiasmo: «Señor, si tu vas con nosotros, te seguiremos a donde quiera que nos lleves. ¡Cuenta con nosotros!»
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