Instrucciones Finales Números 34–36

El último de los arreglos que necesitaban hacer para entrar en Canaán era el legal. A través de la explicación pormenorizada de estas instrucciones vemos el interés que Dios tenía en los detalles que iban a regir la vida de su pueblo. También sirven para confirmar su fidelidad eterna. La duda y desobediencia de sus hijos no habían podido anularla; sus planes tenían un alcance más amplio de lo que ellos podían imaginar.

Aquí es donde se incluyen las indicaciones para precisar las fronteras de la nación con gran minuciosidad. Asimismo se les dieron las ordenanzas necesarias para asegurar que se cumpliera el deseo de Dios de proveer a los levitas de un patrimonio, y la creación de ciudades de refugio. Otro asunto importante era definir la forma justa de preservar las herencias familiares.

DESCRIPCION DE LA TIERRA 34:1–15

El área que Dios les asignó es difícil de trazar con exactitud en un mapa. Sin embargo, cualquier intento de hacerlo, aunque sea aproximado, mostrará claramente que los límites eran mucho más extensos de lo que Israel llegó a dominal.

Por el sur, subía del Mar Muerto hasta Cades y de al seguía al noroeste hasta el Mar Mediterráneo, aproximada mente 80 kilómetros al sur de Gaza (1–5). Por el occidente, incluía toda la región costera de ese mar (6). Al norte corría desde el monte Hor, a unos 150 kilómetros al norte de Biblos, pasando por Lebo-hamat hasta llegar a Hazar-enán (7–9). La frontera oriental es difícil de marcar porque abarcaba pueblos que les eran desconocidos. Parece que bajaba al sur desde Hazar-enán, hasta llegar al Mar de Cineret (llamado en el Nuevo Testamento Lago de Genesaret, Mar de Galilea o de Tiberiades) siguiendo su ribera hasta el Río Jordán y de allí hasta el Mar Salado o Muerto (10–12).

Estos linderos eran para las nueve tribus y media que habían decidido establecerse “al oeste del Jordán”, las cuales debían echar suertes para que el reparto fuera equitativo. Las otras dos tribus y media se habían quedado al oriente del mismo río (13–15).

Esto nos deja ver que en la realidad, nunca llegaron a ocupar la totalidad del territorio, porque éste incluía partes que pertenecían a los filisteos, fenicios, libaneses y sirios. Al comparar lo que tomaron con lo que el Señor había dispuesto, suponemos que se conformaron con lo menos.

¡PENSEMOS!
Dios les había ofrecido mucho más de lo que consiguieron. Por falta de fe no aprovecharon le abundancia que Dios quería darles. Así fallamos nosotros los cristianos muchas veces. El Señor no ha prometido darnos tierras como a Israel. Sin embargo, también desconfiamos de su Palabra y no nos adueñamos de sus promesas.
Identifique algo que el Señor ha ofrecido hacer y que no hemos disfrutado por incredulidad ¿Qué debemos hacer al respecto?

NO TOMARON POSESION DE TODO

LO QUE DIOS QUERIA DARLES

POR FALTA DE FE EN SUS PROMESAS

NOMBRAMIENTO DEL COMITE DE DISTRIBUCION 34:16–29

Lo primero que hicieron fue designar a un grupo de hombres para que se encargaran de hacer la distribución de las parcelas y para asegurar que todo se realizara conforme a la justicia y a las normas de Dios, y para no dar lugar a reclamaciones posteriores. Los nominados eran bien reconocidos, responsables, cuyas vidas garantizaban que el trabajo se haría con estricto apego al derecho y a Ia voluntad divina.

Josué y Eleazar tomaron el lugar que Moisés y Aarón habían ocupado como dirigentes. Cuando se hicieron nombramientos, se dio prioridad al clan de Judá, tal vez por ser la tribu que gobernaría al pueblo, o porque Caleb era su representante.

Es notable que casi todos los miembros del consejo se distinguían por su fldelidad. En ese tiempo, las elecciones se hacían de acuerdo a la fe demostrada por los padres. Normalmente éstas eran hechas por Dios y los escogidos eran preparados para ejercer adecuadamente sus deberes; en este caso se requería que sus cualidades espirituales fueran acordes con las de sus antepasados, y que tuvieran una comunión estrecha con el Señor.

CIUDADES PARA LOS LEVITAS 35:1–8

Ya hemos estudiado que los levitas no podían heredar tierras y por lo tanto, no tenían delegado oficial entre los comisionados; aunque el sumo sacerdote formaba parte de ella, no actuaba como tal. Dios le había dicho que él sería su herencia y que tanto él como sus descendientes vivirían de los diezmos.

Aun así, necesitaban dónde vivir. EI Señor no permitiría que sus siervos carecieran de un lugar adecuado para ellos y sus familias y ordenó que les apartaran cuarenta y ocho ciudades repartidas por distintos rumbos donde construirían sus casas y podrían dar de comer a sus animales (35:1–3).

Alrededor de las murallas de estas poblaciones, proveerían pastizales para el ganado, con una extensión de aproximadamente medio kilómetro. Aunque es difícil reconciliar la segunda descripción con la primera, la mejor explicación parece ser que estos plantíos Ilegarían hasta los límites de los terrenos que les asignaran, o sea, un kilómetro adicional al tamaño de la ciudad en sí (35:4–5).

Cada tribu tenía obligación de proporcionar esto, lo que dio un promedio de cuatro ciudades por cada una. No obstante, las más grandes, debían dar más. Seis de estos asentamientos serían utilizadas como refuglos (35:6–8)

CIUDADES DE REFUGIO 35:9–34

Eran para proveer asilo a las personas que hubieran asesinado a otra sin intención y donde podían ampararse hasta que su caso fuera llevado ante los jueces de la congregación. Era costumbre que la familia del occiso buscara al asesino para matarlo. Estos poblados no eran para proteger a los culpables, sino a los inocentes. Se fundaron tres de estas ciudades a cada lado del. Río Jordán (35:9–15).

Como Dios no quería que se iniciara una matanza entre familias por accidente, hizo esta provisión. En consecuencia, se reglamentó específicamente la manera en que debía determinarse si el crimen se había cometido sin querer; pero aquél que lo hiciera premeditadamente, tendría que morir por su falta. Si no había existido alevosía de por medio, la congregación tomaría la decisión final (35:16–24).

Si se encontrara que no había culpabilidad en la persona, se le restauraría y enviaría a la ciudad de refugio para garantizar su seguridad, pero debía permanecer en ella hasta la muerte del sumo sacerdote que estuviera en turno. Si trataba de abandonarla antes, el pariente podría vengarse sin que se le siguiera juicio (35:25–28).

Se ha discutido mucho por qué tenían que quedarse allí todo ese tiempo. Wenfham ha sugerido que se requería una muerte porque sólo así se podía expiar el asesinato, ya fuera por accidente o intencionalmente. Sin embargo, la Biblia nunca explica esto, sólo estipula el requisito.

Dios expidió algunas otras leyes referentes al homicidio. Para juzgar a un criminal, tenían que presentarse pruebas y testigos; pero uno solo no era suficiente (35:29–30).

Comúnmente, los paganos aceptaban que el ofensor diera una cierta cantidad a los afectados o a los jueces para ser perdonado. No obstante, Dios determinó que jamás aceptaría esta alternativa para resolver estos problemas. Níngún precio podría evitar que el culpable pagara las consecuencias de sus actos, ni lo libraría del tiempo que tenía que pasar asilado en los lugares previstos.

Todo lo anterior fue decretado por Dios y nadie tenía derecho- a cambiarlo. El concepto que se manejaba era que la sangre derramada por alguien había contaminado la tierra que es posesión divina, y para poder purificarla, era necesario hacer la expiación. Si no se hacían, Dios se consideraba el ofendido (35:31–34).

PRESERVACION DE LAS HERENCIAS 36:1–12

Los derechos de sucesión también se estipularon convenientemente. Nadie podría despojar a ninguna tribu de su herencia legítima. En caso de muerte de algún jefe de familia, sus posesiones pasaban a un descendiente directo. En caso de que existiera alguna deuda, la propiedad debía devolverse en el año del jubileo. Así que nunca se podría arrebatar a los herederos legales lo que les pertenecía lícitamente.

Cuando entendieron completamente Ia resolución divina pronunciada en el caso de las hijas de Zelofehad, los israelitas descubrieron otro problema. Cuando un hombre muriera sin hijos, sus bienes serían transferidos a sus descendientes femeninos. Pero cuando éstas se casaran y quedaran bajo la autoridad del esposo, la propiedad pasaría a la tribu de él, y a la larga la progenie original no tendría derecho sobre ella. La pregunta que surgió fue: ¿qué debían hacer en tales casos (36:1–4)?

El Señor aceptó este cuestionamiento como legítimo. ¿Cómo evitar el problema? La solución la dio dando otro mandamiento para todas las doncellas de Israel: indefectiblemente tenían que casarse con hombres de la misma tribu para que la tierra no se perdiera. Dios estaba interesado en que se garantizara el patrimonio de cada tribu (36:5–9). Las hijas de Zelofehad obedecieron esta ordenanza porque reconocían la autoridad divina (36:10–12).

CONCLUSION 36:13

El libro termina con un resumen de lo dicho anteriormente por el autor. Específicamente hace referencia al contenido de los capítulos 34 al 36 porque es donde se encuentran más mandamientos y preceptos. En un sentido más amplio, contiene el relato de todo lo que ocurrió en la meseta de Moab, según está consignado en los capítulos 22 al 36. El texto indica claramente que estas instrucciones provenían de Dios, no de ningún ser humano. Además, se habían transmitido al pueblo por medio de su mensajero y siervo, Moisés. Debían aceptarlas como palabras enviadas por la autoridad del Altísimo.

Al fin terminó el largo y trágico viaje que pudo haber sido muy breve. No obstante, Dios siempre permaneció fiel a su Palabra. Se había comprometido a llevarlos a una nueva patria. Ahora, por fin estaban a sus puertas, listos para cruzar el río y tomar posesión de ella, en cuanto Jehová diera la orden.

A PESAR DE LA INCREDULIDAD

Y DESOBEDIENCIA DE SU PUEBLO,

DIOS PERMANECIO FIEL Y CUMPLIO

TODO LO QUE HABIA PROMETIDO

¡PENSEMOS!
¿Qué debemos aprender del ejemplo de Israel como aparece en el libro de Números? 1 Corintios 10:1–13 nos anima a analizarlo. La duda y rebelión todavía son una trampa para los hijos de Dios, pues nos impiden gozar de la comunión con él y entender el plan que tiene para nuestra vida.
Sin embargo, él es fiel. Aun cuando no confiemos en sus verdades, provee todo lo que nos falta y nos protege. Espera pacientemente a que regresemos al redil y utiliza la disciplina para hacerlo. Es por ello que es conveniente estudiar lo que ellos hicieron para que no cometamos los mismos errores.
Nuestra situación no se parece a aquella pero los principios bíblicos son inmutables. Dios demanda que confiemos y que acatemos sus mandamientos. ¿Qué pide de usted? ¿Está dispuesto a hacerlo? ¿Qué paso debe dar primero?

REPASO DEL LIBRO

El viaje de Egipto a la Tierra Prometida podía hacerse en once días, pero a los judíos les tomó cuarenta años (Deuteronomio 1:2–3, 26, 29–32) de deambular por el desierto debido a su falta de fe y contumacia. En este libro, que “no debió haberse escrito”, Moisés explica por qué era necesario que aprendieran esa lección.

Empieza su relato donde terminó Exodo. En ese momento se encontraban en Sinaí, desde donde Dios se les había revelado directamente, indicándoles que serían sus escogidos y que él sería su protector; siempre estaría en medio de ellos. Estas promesas hicieron a esa nación única en el mundo porque les dio una ley por la que debían normar su conducta. En medio de un mundo pagano, serían distintos. Sólo a ellos se les entregó el tabernáculo, la residencia del Señor, donde podrían adorarlo directamente.

Ahora deseaba conducirlos al lugar que había asegurado a sus antepasados que les daría. No obstante, por sus pecados, esto se pospuso, mientras moría toda la generación rebelde. Números cuenta del fracaso y retraso resultantes. Concluye diciendo que los judíos se encontraban en la ribera oriental del Río Jordán, esperando y preparándose.

Este libro revela dos propósitos principales: primero, explica las deplorables consecuencias que traen la incredulidad y la inconformidad, aun para el pueblo de Dios cuando falla en esos aspectos. Una de ellas es que se interrumpe la comunión con el Señor. Con excepción de Josué y Caleb que siempre fueron leales, nadie logró entrar en la tierra.

Segundo, pone de manifiesto la constancia divina, que a pesar de las múltiples equivocaciones de Israel y de las medidas disciplinarias que tuvo que aplicarles, entre ellas permitir que murieran, de todos modos ejecutó sus designios. Los protegió constantemente en el yermo, proveyó a todos sus requerimientos, los guió constantemente y defendió de sus enemigos.

El tema del libro es bastante claro. Aunque el Señor tenga que corregir a sus hijos, sigue amándolos y muestra su consistencia de muchas maneras. La bendición divina siempre viene sobre quienes aceptan su voluntad sin restricciones. Por el contrario, la falta de sometimiento trae resultados negativos.

AUNQUE DIOS DISCIPLINA

A LOS SUYOS CUANDO NO

ACEPTAN SUS DECRETOS, SU

FIDELIDAD Y AMOR NUNCA CAMBIAN

El libro de Números se divide en tres secciones principales:

Preparación para entrar en la tierra 1–14

Movilización de Sinaí a Canaán

Preparativos previos

Incredulidad y desobediencia

Retraso en el desierto 15–19

Cuarenta años de deambular

Consecuencias de la rebeldía

Fidelidad comprobada de Dios

Movilización definitiva 20–36

Restauración del pueblo

Repetición de los preparativos

¡PENSEMOS!
Con la ayuda de este resumen y del cuadro sinóptico que aparece al principio de este comentario, piense de nuevo en su contenido y medite en las implicaiones que tiene para su vida.
Escriba una lista de las principales lecciones que Dios quiere enseñarle de la historia de Israel. ¿Qué pasos debe dar antes de terminar este estudio? Tome unos minutos para conversar con el Señor en oración. Pregúntele qué quiere que usted haga a la luz de lo aprendido y pídale que el Espíritu Santo haga esto una realidad en su vida.

Porter, R. (1989). Estudios Bı́blicos ELA: Fracaso en el desierto (Numeros) (105). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.