Biblia

Jesús, ¿el único camino?

Jesús, ¿el único camino?

por John Burke

A muchos, hoy, les parece injusta la propuesta de que Jesús es el único camino. Debemos saber cómo responder ante una sociedad que reconoce como buenos todos los caminos.

Creo que esta pregunta acerca de la equidad de Dios es la madre de todas las preguntas «detrás de las preguntas» acerca de la tolerancia hacia otras religiones; también constituye una barrera formidable para las personas posmodernas. Si uno no se refiere a la cuestión de la equidad, quienes están en una búsqueda espiritual a menudo concluyen que los cristianos sencillamente son arrogantes y pasarán por alto la verdad de que, a través de Cristo, Dios ha sido más que justo. Lo que me parece útil es reconocer lo que sabemos y lo que realmente no sabemos acerca del ofrecimiento de salvación de Dios en Cristo.
Esto ayuda a que la gente responda a lo que pueden conocer, y les permite suspender el juicio acerca de lo que no conocen.Cuando mostré interés, me ofreció una presentación simplista de quince minutos. Quería que repitiera una oración y que me bautizara. La historia de Joy ilustra las formas en las que Dios, a veces de manera poco convencional, atrae a las personas. Dado que llegó a mi iglesia como una budista con amigos budistas, te dejaré ver su respuesta a nuestra forma habitual de responder a las preguntas «detrás de las preguntas» sobre la equidad respecto a otras religiones.
Encuentro con Joy
Joy asistió a la universidad mientras se hallaba en su modalidad de búsqueda. Criada por una mamá ateísta y un papá distante, careció de la dirección moral necesaria para evitarle muchos errores y dolores como adolescente. Estudió filosofía, sociología y psicología, tratando de comprender las meta-preguntas de la vida. Cierto día, mientras escuchaba al profesor de Literatura aporrear su cabeza con la idea de que es muy difícil poseer una mente abierta, Joy pensó: «Si voy a tener la mente abierta, entonces necesito estar abierta al cristianismo».
«En cuanto pensé eso», recuerda Joy, «las personas comenzaron a salir de todas partes. En un período de seis meses, llegué a estar en contacto con seis o siete cristianos que tenían mensajes muy intolerantes acerca de creer en Jesús. Casi al final de mi búsqueda, una compañera se presentó como cristiana. Cuando mostré interés, me ofreció una presentación simplista de quince minutos sobre lo que significa ser cristiano. Quería que repitiera una oración y que me bautizara. Yo no tenía ninguna experiencia previa con Jesús y esto se oponía a todo aquello en lo que me habían hecho creer. No estaba lista para aceptarlo y bautizarme luego de quince minutos: ¡la presión me asustó!»
Aventura con el budismo
Luego de la universidad, la compañía en la que trabajaba Joy le ofreció el beneficio de recibir consejería, y comenzó a consultar a un terapeuta budista para ayudarla con su crisis de un cuarto de edad.  «Forrest y su socia, Mery, realmente me ayudaron», recuerda Joy. «Era consejería grupal, pero había algo muy espiritual respecto a la forma en la que trabajaban. En ese grupo, experimenté un amor y una aceptación que realmente no conocí al crecer. Con ellos aprendí a confiar y emergió una paz nueva».
«Una tarde», recuerda Joy, «Forrest nos habló de las clases de meditación que impartía». Me enteré que Forrest iba a ser ordenado como sacerdote budista. Eso explicaba la cabeza afeitada. Comencé una nueva búsqueda, pero esta vez de una forma más relajada. Durante varios años, exploré el budismo por medio de la meditación y el yoga. Forrest y Mary se convirtieron en mis mentores mientras, estudiaba mi maestría en psicología.
Cierto fin de semana, Forrest patrocinó una conferencia en Austin con un Lama budista de Nueva York y que había estudiado en la India…. Al hablar con el Lama ese día, sencillamente no pude hallar fundamento sólido para negar todos los deseos [un dogma del budismo], y no tenía mucho interés en perder totalmente mi propia identidad para convertirme en una misma cosa con todo.
Intrigada con Jesús
No mucho después de la conferencia me encontraba en una clase de meditación. El líder nos dirigió para concentrar nuestras mentes en imaginarnos a Buda. Hice el intento, pero no lo logré…. Luego, repentinamente y sin yo desearlo, apareció una imagen de Jesús en mi conciencia. Yo no era cristiana y todavía no sabía casi nada de Jesús, sin embargo, ¡ahí estaba él! Ese día determiné que realmente necesitaba entender más acerca de Jesús.
Desde el instante que entré a Gateway, pude sentir que era una iglesia distinta. Comprendí que estaba bien encontrarse en un proceso, y que podía ser aceptada por ser yo misma mientras estaba aprendiendo. En ese momento se exponía una serie de mensajes acerca de las religiones del mundo y de la singularidad de Jesús. El mensaje del conferenciante hizo eco en mí. No fue arrogante ni condescendiente. Percibí un interés y amor genuinos de su parte, combinado con la esperanza de conocer a Dios. Nadie estará en el cielo porque vivió una buena vida, sino únicamente debido al don del perdón de Dios y la relación que fue hecha posible a través de Cristo. Recuerdo haber pensado que, si Jesús era el camino y la verdad, ¿qué pasaba con la verdad que sentí cuando aprendía de mis mentores budistas a quienes amaba entrañablemente? ¿Ellos estaban equivocados? ¿Y qué pasaría con la gente en todo el mundo que jamás había escuchado acerca de Jesús? ¿Cómo podía ser esto justo? Cuando el conferenciante reconoció estas preguntas y el misterio de la obra de Dios, quedé más tranquila para seguir explorando.
¿Dios será justo?
Esta es la transcripción del mensaje que ayudó a Joy a entender la pregunta: «¿Cómo puede esto ser justo?». Luego de repasar varios versículos en donde Jesús claramente, afirma ser el único camino al Padre, me referí a la pregunta acerca de la equidad, la cual yo sabía que algunos se estaban haciendo.
Sin embargo, si Jesús es el único camino, ¿qué hará Dios con todos aquellos que jamás han escuchado de Jesús? A menudo descubro que algunas personas ni siquiera están abiertas a considerar las afirmaciones de Jesús porque parecen injustas, así que déjenme referirme a esto. Y permítanme decir que ¡no lo sé! Yo no sé cómo juzgará Dios a los demás porque yo no conozco sus corazones. Pero esto es lo que sí sé y lo que no sé a partir de lo que dicen las Escrituras:
Dios de todos
1. Primero, sé que Dios es el Dios de todas las personas. Las Escrituras dicen: «El Señor recorre con su mirada toda la tierra, y está listo para ayudar a quienes le son fieles» (2Cr 16.9). Las Escrituras también afirman que toda la gente conoce acerca de Dios a través de la naturaleza. Y también sabemos cuándo estamos haciendo el bien y el mal: nuestras conciencias nos lo dicen (Ro 1.16–2.16). De modo que nadie tiene excusa para ignorar o rechazar categóricamente a Dios. Dios considera el corazón, y no la religión, de cada persona.
Dios de fe
2. En segundo lugar, sé que habrá personas en el cielo, justificadas con Dios, ¡que jamás escucharon el nombre de Jesús! Todos los hombres y mujeres de fe en el Antiguo Testamento, como Abraham, Noé, Rajab, la prostituta, quedaron justificados delante de Dios por su fe (He 11; Ro 4.16–17). Jesús reconoció esto (Jn 8.56). De modo que, claramente, si Jesús es el único camino que lleva a Dios, entonces Dios tomó en cuenta la fe que exhibieron y el conocimiento revelado a ellos (reconocieron su necesidad del perdón de Dios y su liderazgo), y Dios miró la muerte futura de Jesús a su favor, aplicándoles el sacrificio sustitutivo de Jesús. Nadie estará en el cielo porque vivió una buena vida o porque fue sincero, sino únicamente debido al don del perdón de Dios y la relación que fue hecha posible a través de Cristo, a la cual se accede por fe. No sé exactamente cómo Dios trata a quienes jamás escucharon de Jesús pero que con humildad lo buscan, pero tengo la confianza de que todo el mundo tiene oportunidad de elegir la vida con Dios (Ro 10.12–18).
Dios bueno
3. En tercer lugar, sé que Dios no puede ser injusto. Dios mira el corazón, y él no juzgará injustamente a una persona por la falta de conocimiento o por su condición cultural o religiosa. Confío en que Dios no enviará a nadie al infierno por la falta de conocimiento o por su lugar de nacimiento o por su origen étnico; esto ocurrirá solo porque ellos realmente no quisieron el liderazgo de Dios y una relación con él y, a final de cuentas, Dios dirá con tristeza: «Muy bien, que se haga tu voluntad». Pero en realidad no deberíamos preocuparnos por la equidad de Dios, dado que no podemos juzgar con precisión el corazón de otra persona o jugar el papel de juez de la equidad de Dios. En especial por lo que Jesús habló continuamente acerca de lo sorprendidas que estarán las personas cuando todo haya terminado (Mt 7.21–23).Fue interesante notar que la mayoría de las religiones no afirman proceder directamente de Dios. Dios de certeza
4. Finalmente, sé que Dios quiere que la gente tenga seguridad de que están bien con él, y por eso envió a Cristo. Juan anima en su primer carta: «Les escribo estas cosas a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna» (5.13). Dios quiere que todos sepan confiadamente que, por lo que él hizo a través de Cristo, pueden acercarse a él sin el temor de la condenación. Además, la Escritura es clara: Jesús es la única provisión de Dios hizo para perdonarnos con justicia por hacer nuestra voluntad en vez de su voluntad; de modo que si Dios mira el corazón de un musulmán que jamás escuchó acerca de Jesús pero que está buscando ser perdonado y justificado con Dios por medio de la fe, y Dios de alguna manera hace por él lo que hizo por Abraham, esto es solo a través de lo que Jesús hizo en la cruz.
Por último, la pregunta importante que tenemos no es: «¿Y qué pasa con otras religiones?», o «¿Cómo juzgará Dios a la gente que jamás escuchó de él?». Realmente no lo sabemos. Pero les aseguro esto: él está más preocupado por ellos que tú. Cristo ofreció su vida por ellos; dudo que alguno de nosotros se preocupe por esas personas en esa medida, así que confía en que Dios será más que justo si no escatimó a su propio hijo por el bien de ellos. La mejor pregunta que podemos hacernos es: «¿Qué voy a hacer yo con las afirmaciones de Jesús que ahora escuché?».
La persona que realmente busca a Dios, cuando escucha y entiende lo que Dios ha hecho por amor a través de Cristo, responde en amor y gratitud. ¿Por qué no, al menos, buscarían revisar el asunto? Después de todo, Jesús afirma que hizo lo que todos demandamos: «¡Solamente déjame verte, Dios!» (Jn 8.41–42). Pero Jesús advierte que algunas personas ni siquiera considerarán sus afirmaciones; en realidad tienen cerrada su mente a Dios. De modo que las preguntas que vienen a propósito de esto y que deberíamos hacernos hoy son realmente estas: «¿Mi corazón realmente está buscando conocer a Dios? ¿Estoy abierto para considerar con sinceridad la afirmación que hizo Jesús de que él es Dios revelado?».
Una decisión personal
«Cuando escuché eso», dijo Joy, «quise saber más. El conferenciante confesó que no sabía cómo Dios lidia con las personas que nunca han escuchado. Eso tuvo sentido para mí y lo sentí como algo sincero», recuerda ella. «Debe haber algo de misterio asignado a Dios, de modo que no sepamos todo acerca de la forma en la que Dios obra, pero la idea de que podemos estar confiados y seguros a través de Jesús fue algo que me dejó intrigada. Eso me invitó a revisar las Escrituras por mí misma. Escuché que mencionó que el budismo no responde a la pregunta “¿Quién es Dios?“. Fue interesante notar que la mayoría de las religiones no afirman proceder directamente de Dios. Pero pensé en que aquellos a quien amaba eran budistas. ¿Qué significaba eso para ellos? Al mismo tiempo, estaba recibiendo tantas cosas que parecía que era como una ola de amor e información, y yo estaba montándome en esa ola».
«Durante los siguientes tres meses», continuó Joy, «hice a un lado mi preocupación por mis amigos budistas y por "todos los demás" y aprendí acerca de Jesús por mi cuenta. La noche de Navidad hablé con John y con Janet, quien se convirtió en mi líder de grupo pequeño. Me aclararon lo relacionado a la gracia de Dios. Cuando Janet me preguntó si sentía que entendía lo suficiente como para orar y abrir mi corazón a Cristo, afirmé "sí". Esta vez, realmente estaba lista».

Se tomó y adaptó del libro: No se admiten personas perfectas, por John Burke, editorial Vida, 2006 (www.editorialvida.com). Se usa con permiso. Publicado en Apuntes Digital II-6, ©Copyright 2010, todos los derechos reservados.