Juan 14,1-6 – voy a prepararles un lugar
Texto del evangelio Jn 14,1-6 – voy a prepararles un lugar
1. «No se turbe su corazón. Creen en Dios: crean también en mí.
2. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, se los habría dicho; porque voy a prepararles un lugar.
3. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré y los tomaré conmigo, para que donde esté yo estén también ustedes.
4. Y adonde yo voy saben el camino.»
5. Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
6. Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.
Reflexión: Juan 14,1-6
El amor del Señor es Infinito. Con Él no tenemos pierde. Esa debe ser nuestra convicción. Ello debe animarnos y fortalecernos, porque todos tenemos un lugar en Casa de Su Padre, que es también nuestro Padre. ¿Qué quiere decir que todos tenemos un lugar? Pues que poco importa lo que somos, lo que nos creemos o lo que otros nos consideran. ¡Qué más da! ¡Qué puede importar, si el mismo Señor Jesucristo ha ido a prepararnos un lugar! Así, aun en los peores momentos, no debemos sentir que nuestro corazón se llene de pesadumbre, de temor, tristeza o desesperanza. Tenemos la garantía que el Señor ha subido al cielo a prepararnos un especio ¿Por qué? Porque Él así lo quiere; porque nos ama. Si alguna vez hemos sentido el amor de nuestra pareja, de nuestros padres, de nuestros hermanos, de nuestros hijos, de nuestros amigos…ese amor que pareciera perdonarlo y soportarlo todo, cómo no habríamos de alegrarnos después de todo, sin importar las dificultades por las que estemos pasando, incluso a pesar de lo mal que sabemos que nos hemos portado, sabiendo que el Señor nos ama. Aun a pesar de todo, Su amor no declina, no disminuye. Por el contrario nos ase más fuertemente con su mano, para que no nos desprendamos de Él, para que no terminemos por perdernos. Si nosotros somos capaces de amar y perdonar, imaginemos cuanto es capaz de amar y perdonar Jesús…Tanto, que llegó a dar Su vida por nosotros. Por lo tanto, que no se turbe nuestro corazón. Arrepintámonos del mal que hemos hecho, esforcémonos por enmendarnos y sigámoslo alegres, agradecidos y llenos de esperanza, porque no hay nada que pueda hacer que nos ame menos. Si nosotros queremos ir a Su lado, si queremos ir con Él, si queremos escucharlo, todo el Camino está despejado y Él nos asirá con fuerza para que no le abandonemos nunca más. Tomemos la decisión de seguirle, sin mirar atrás. Creen en Dios: crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, se los habría dicho; porque voy a prepararles un lugar.
A algunos de nosotros nos cuesta creer en Jesucristo como creemos en Dios. Es decir que admitimos a Dios y admitimos a Jesucristo, pero se nos hace difícil creer que se trata del mismísimo Dios. Que Padre, Hijo y Espíritu Santo son tres personas distintas en un solo Dios verdadero. Este es un dogma de fe que desprendemos de los Evangelios, porque es el mismo Señor Jesucristo que se encarga de revelárnoslo, del mismo modo que todas las Escrituras, si vamos a las citas adecuadas. Constatemos que es en este mismo pasaje en el que Cristo prácticamente nos implora que creamos en Él como creemos en Dios. Es decir, si creemos en Dios, debemos creer en Él también. Porque finalmente Él y el Padre son lo mismo. Esta es una realidad que nos rompe nuestros esquemas mundanos, es verdad, pero debemos estar dispuestos a aceptar que cuando hablamos de Dios, no podemos ceñirnos a nuestros patrones y categorías. Dios es un Misterio del que conocemos todo lo que ha sido evidenciado por la Creación y por la Escrituras, pero especialmente por Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre. Es esta una realidad que está por encima de nuestros conceptos y categorías usuales. Pero que existe plenamente, tal como lo podemos observar a lo largo de los Evangelios. Él nos ha dado sobradas evidencias de Su Divinidad y de quién es. De lo que se trata ahora es que creamos, es decir, que pongamos en evidencia nuestra fe, que no es otra cosa que vivir conforme a Su Palabra. Debemos conocer Su Palabra que la encontramos en los Evangelios y seguirla. Tenemos que hacer lo que nos manda para encontrar finalmente el sentido de nuestras vidas, es decir, para salvarnos. Si soy negro, chato gordo, gringo, alto, pelirrojo, flojo, glotón, paranoico, enfermo de cáncer, contador, vaquero, chofer e incluso un abusivo de niños y hasta un terrorista, tengo un sitio allí preparado con mi nombre. El Señor lo ha preparado. ¿Qué debemos hacer? Creer en Él y en quien lo ha enviado. Creen en Dios: crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, se los habría dicho; porque voy a prepararles un lugar.
Pero, ¿en qué consiste creer? ¿Cómo sabe el Señor que creemos en Él? Bueno, en primer lugar porque Él lo sabe todo. No podemos engañarle, ya el tiene contados cada uno de nuestros cabellos. ¡Te imaginas? ¡Cada uno está contado! Esto quiere decir que sabe de sobra de todo aquello que comiste de más, que dijiste de más, de aquellos insultos que proferiste y hasta de los deseos libidinosos con que miras a la vecina o al vecino aquel. Nada se le escapa. Tampoco tu ira, ni tu orgullo, ni tu soberbia. Sabe de todo aquello que dices en doble sentido, buscando que el otro pique para conseguir tus propósitos. Sabe también de tus penas, aflicciones y frustraciones. De tus limitaciones para el trabajo, para el estudio o de lo mucho que te gusta lo que consigues fácilmente, sin esfuerzo. Sabe del dinero que te quedaste porque nadie lo reclamó o porque cuidaste que nadie lo hiciera. Sabe lo que has comido y hasta como huelen tus medias. Pero aun así, Él te ama. Es lo más cercano al mayor amor que hemos tenido aquí en la tierra. Él está mucho más allá. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Quiere decir que si creemos en Él, como debemos hacerlo, lo seguiremos, como el Camino, en el que no hay engaño ni falsedad alguna, es decir iremos por la Verdad y así alcanzaremos la Vida, porque nada en el mundo permitirá que tropecemos y caigamos en la violencia, en el odio, en el rencor, en la avaricia, en la soberbia, en la mezquindad, en los malos tratos, o en el egoísmo o en la falta de comprensión, de solidaridad, de misericordia, o caridad. Creamos firmemente en Jesucristo y sigámoslo, que es el único propósito que realmente vale en esta vida. Busquemos siempre la reconciliación, la paz y lo mejor que hay en cada uno, que lo más fácil es criticar y destruir; pero el reto está en encontrar y sacar cosa buenas de cada uno de nosotros, tal como las encuentra y saca el Señor. Todos tenemos errores y faltas; el que no, que lance la primera piedra. Lo importante es darnos cuenta de estos errores, de estas faltas y enmendarlas, procurando corregir el mal que hemos causado, hasta donde se pueda y cambiando para no volver a cometer las mismas faltas, solo así estaremos yendo por el Camino que el Señor nos propone. Creen en Dios: crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, se los habría dicho; porque voy a prepararles un lugar.
Oremos:
Padre Santo, enséñanos a perdonar y a buscar caminos de reconciliación y entendimiento, reconociendo que todos somos hijos de un mismo Padre, que nos ama y quiere a Su lado…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)
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