Juan 19,31-37 – Mirarán al que traspasaron

Texto del evangelio Jn 19,31-37 – Mirarán al que traspasaron

31. Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado – porque aquel sábado era muy solemne – rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran.
32. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él.
33. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas,
34. sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.
35. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean.
36. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno.
37. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

Reflexión: Jn 19,31-37

La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús es una Fiesta Solemne desde hace varios siglos. La devoción se fue extendiendo paulatinamente desde la muerte de Jesús en la cruz, desde que le fuera atravesado el costado y brotara agua y sangre de Su Corazón. Inspirados por el pasaje del Evangelio de Juan, dediquemos unos minutos a meditar en el significado que puede tener el Corazón de Jesús para que una devoción tan extendida haya merecido incluso que varios países enteros se hayan consagrado al Sagrado Corazón de Jesús, siendo el primero Ecuador (en 1874), al que luego han seguido muchos países como San Salvador, Venezuela, Colombia, España, Nicaragua, Polonia, Costa Rica, Brasil y Bolivia, entre otros. En el Perú se quiso celebrar esta consagración en 1923, durante el gobierno de Leguía, pero trajo tal revuelo que incluso un manifestante murió, suspendiéndose el acto hasta 1954 en que Odría haría tal ofrecimiento. Aspectos muy interesantes de esta historia los podemos encontrar en las direcciones que más adelante listamos, sin embargo, prescindiendo de ellas queremos ahora meditar en la profunda significación que ha de tener para nosotros esta Fiesta, por lo que representa en realidad El Corazón de Jesús. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

La ciencia siempre ha presumido de poseer la verdad, pero muchísimo más en nuestros tiempos, que para algunos pareciera que hubiéramos alcanzado el culmen de la sabiduría y amparados en ella pretenden negar a Dios, como si fueran opuestos. Así, no es poco frecuente que algunas personas pretendan descalificar ciertas posiciones por tener fundamentos religiosos, como si estos fueran meramente subjetivos, cuestionables y propios de ignorantes que no han alcanzado el nivel científico para explicarlo todo, sin necesidad de Dios. Es decir que para estos, la fe no tiene lugar, ni criterio suficiente para normar nada. Cuando uno defiende la vida, lo tildan de “religioso” como si ello constituyera un demérito a su afirmación. Para una parte del vulgo, desterrar a Dios del mundo pareciera una consecuencia natural de la modernidad. Así, lo moderno es no ir a Misa, no practicar ninguna devoción y buscar explicaciones mundanas “objetivas” y “científicas” a todo, descartando el argumento del amor, como la base, sin la cual no se explica nada. El escepticismo se ha apoderado de un gran número de nuestros hermanos y los que no comparten este pensamiento, este sentimiento, esta emoción, se la guardan, para su vida privada. Es decir que terminamos consintiendo que todo lo referido a nuestra religiosidad y nuestra fe debe quedar escondido, reservado al ámbito de la vida privada. Para algunos resulta incluso vergonzoso confesar su fe, dando pie a que otros desacrediten cualquier argumentación fundada en principios religiosos, como si ello no fuera válido. Ayer mismo en una discusión en twitter sobre la despenalización del aborto en Perú, que por estos días está muy candente, alguien pretendió desacreditar la postura de un Congresista como religiosa e hipócrita, por defender la vida a toda costa. Y no contento con ello terminó su intervención con una exclamación lamentablemente muy popular y no por eso menos disparatada como: estado laico, ya. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

Muchos de los grandes científicos de la humanidad han terminado descubriendo finalmente que sin Dios no se explica nada, sin embargo siempre han existido y existirán los “escribas y fariseos” que a nombre de la ciencia y del estatus quo son capaces de negarlo todo y hasta de crucificar al mismo Jesucristo –como de hecho lo hicieron, con su complicidad- con tal de defender su situación. En el fondo no es la ciencia per se lo que defienden, sino sus propios intereses, su situación acomodada e indiferente, su riqueza, su poder. No están dispuestos a ceder nada por el prójimo, por los demás y así se mantiene la organización injusta del planeta, en el que unos cuantos viven en la opulencia a costa de miles de millones de pobres, oprimidos y explotados. Esto es lo que ha venido a cambiar Jesús, revelándonos que Dios es nuestro Padre y que nos ama tanto que quiere que vivamos eternamente, lo que alcanzaremos amando a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Este es un mensaje subversivo y destructivo para quienes prefieren mantener las cosas tal y como están, porque les son favorables y no están dispuestos a sacrificar nada por un destino para ellos incierto, porque no tienen fe. Ellos creen en lo que pueden tocar y ver ahora; lo que es contante y sonante, y les permite –aparentemente- comprar lo que quieren, aun cuando no se haya visto que a nadie le haya servido para agregar un segundo más a su vida. Para ellos, esto es cuestión de tiempo y ya la “ciencia” lo hará posible. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

Lo cierto es que desde siempre la humanidad ha privilegiado al corazón como el centro de la existencia. Del corazón brotan los sentimientos y emociones, y aunque por mucho tiempo la ciencia privilegió al cerebro, nuevas corrientes nos están haciendo volver sobre el corazón. Por ello constituye todo un misterio que debía llamarnos al acercamiento respetuoso, emocionado, admirable y devoto al Corazón de Jesús, porque fue este el que realmente, pero también simbólicamente traspasó un soldado mientras pendía agonizante en la cruz. No tuvimos ningún reparo en llegar hasta ese extremo. No solamente vejamos, torturamos y humillamos a quien solo había venido a traernos un mensaje de amor, sino que no contentos con ello, nos aseguramos de herirlo en el centro mismo de su ser, en el centro mismo de su humanidad, en el centro mismo de sus sentimientos y emoción. Le atravesamos el costado. Tengo un amigo para el que el recuerdo de esta escena es sadomasoquista. ¡Cómo podemos pretender enseñar a nuestros hijos la fe mostrándole a un Cristo torturado y ensangrentado! Reclama. Sin embargo: ¡Es real…! ¡Eso fue lo que hicimos, ni más ni menos! ¡Como a un perro…! O tal vez peor aún. No es para ufanarnos que lo mostramos, ni para castigarnos, sino para recordar a qué extremo llega su amor, no correspondido. O, para recordarnos la forma en que correspondimos a este gran amor y la necesidad de cambiar. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

Recuerdo varios casos en que familiares y amigos han vivido situaciones límites, atroces, desgracias físicas en las que han estado al borde de la muerte y al final han sobrevivido, pero con alguna pequeña marca o cicatriz que les recuerda lo que pasó. Todos ellos, cuando han tenido oportunidad de reflexionar han llegado a la conclusión que fue la misericordia Divina la que los salvó. Incluso uno, que casi muere decapitado y moribundo dirigió su rescate, me contó que en aquel accidente había perdido una medalla de la Virgen María, que estaba seguro que fue el precio que pago por aquel milagro. Para los incrédulos, son tonterías, pero para quienes tenemos fe, sabemos que hay un misterio más grande, más extenso y más profundo en la vida, que lo que podemos palpar y ver; un misterio que solo comprenderemos cuando estemos en el Reino de los Cielos y que tiene que ver con el Amor de Dios, que es INFINITO y que está relacionado con la vida misma, cuyo centro es el corazón. Es a ese Corazón de Cristo al que hoy nos rendimos devotamente, amándolo, acariciándolo, pidiéndole perdón, sintiéndonos infinitamente pequeños a su lado y agradeciéndole por todo lo que nos da a borbotones, como el agua y la sangre que brotó de su costado. ¡Qué bueno eres Dios mío! Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

Oremos:

Padre Santo, te agradecemos por Tu amor Infinito y por enviarnos a Tú Hijo Amado, Jesucristo. Danos un corazón grande para amar a nuestro prójimo y perdónanos todas nuestras debilidades, nuestras afrentas, nuestros temores y nuestra falta de amor…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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