LA ACEPTACIÓN DEL UNGIDO

“Y vinieron los varones de Judá y ungieron allí a David por rey sobre la casa de Judá” (2 S. 2:4).

Introducción

A la muerte de Saúl, los de Judá en la ciudad de Hebrón ungieron a David como rey de ellos. Pero el nuevo rey confrontaría una guerra civil, por una parte los de “la casa de Saúl”, y por otra parte aquella porción que le profesaba lealtad.

El ungido se encontró con un reino dividido. Los ungidos siempre se encontrarán con grandes dificultades en el desarrollo y establecimiento de su ministerio.

Con la muerte de un Saúl, no terminan los problemas para un David. Ahora el ungido tendría que demostrar la autoridad que requería la aceptación de su posición. Los ministerios exigen unción y las posiciones demandan autoridad. Con la unción se revelan los dones y con la autoridad se establecen las posiciones.

  1. La consulta

“…David consultó a Jehová…” (2:1).

El ungido se caracteriza porque busca siempre para su vida la dirección divina. No sale a ningún lugar que Dios antes se lo haya confirmado. El ungido no se muda si Dios no le da permiso.

La pregunta del ungido a Jehová fue: “¿Subiré a alguna de las ciudades de Judá?” (2:1). La respuesta divina fue: “Sube” (2:1). Luego el ungido vuelve a pregunta: “¿A dónde subiré?” (2:1). Dios le vuelve a responder: “A Hebrón” (2:1).

Para cada interrogación del ungido, Dios le tiene una respuesta. Los ungidos y Dios siempre mantienen un dialogo, conversan mutuamente, se hablan a menudo y buscan estar de acuerdo.

Hebrón era la ciudad de Abraham donde fueron sepultados los patriarcas Abraham, Isaac, y Jacob, y las matriarcas Sara y Rebeca en la cueva de Macpela. Allí por el recuerdo del pasado, y la memoria de los patriarcas, la fe del ungido se renovaría y se refrescaría. Hebrón es el lugar espiritual donde los ungidos deben subir de vez en cuando. La historia de los pioneros en la fe y su muerte victoriosa debe ser recordada de tiempo en tiempo.

  1. La proclamación

“…y ungieron allí a David por rey sobre la casa de Judá…” (2:4).

La casa de Judá fue la primera en ungir o proclamar públicamente que David era su rey. A la muerte de Saúl y Jonatan la nación de Israel se quedó sin rey, inmediatamente la tribu de Judá proclama como tal a David y le hicieron una investidura pública.

“Judá” significa alabanza. Era la tribu que en la conquista de Canaán marchaba a la delantera. La alabanza y la adoración marchan delante de toda guerra espiritual.

Los que son de la alabanza o de Judá, son los primeros en reconocer o identificar a los ungidos de Dios. La alabanza nos permite identificar los propósitos divinos.

En medio de la alabanza o de Judá, se proclaman los ungidos de Dios. David no solo fue reconocido por la tribu de Judá, él era de la tribu de Judá. David fue ungido “por rey sobre la casa de Judá”. A partir de ese momento la nación se encontraba en guerra civil. Los de “la casa de Saúl” lucharían contra “la casa de Judá”. El espíritu y la carne lucharían por el control de la nación. Todavía la carne y el espíritu luchan por el control del cuerpo de los creyentes.

La “casa de Saúl” no opera, ni elige en la voluntad de Dios; la “casa de Judá” vive sometida a la voluntad de Dios. La “casa de Judá” también sería conocida como la “casa de David” (3:1). En 2 Samuel 3:1 leemos: “Hubo larga guerra entre la casa de Saúl y la casa de David, pero David se iba fortaleciendo, y la casa de Saúl se iba debilitando”.

La guerra entre la carne y el espíritu continúa, pero el espíritu se irá fortaleciendo y la carne se irá debilitando. Si alimentamos más el espíritu que la carne, esta se debilitará; pero si alimentamos más la carne que el espíritu, la carne se pondrá más fuerte.

Espiritualmente las que se identifican con la visión del ungido constituirán, su casa, pero los tradicionalistas, los nostálgicos y los legalistas serán de “la casa de Saúl”. No es de extraña que los de afuera descubran a los seguidores del ungido con el nombre de este. A los seguidores de Jesucristo, por vez primera en Antioquía los llamaron “cristianos” (Hch. 11:26).

III. La aceptación

“…las de la casa de Judá me han ungido por rey sobre ellos” (2:7).

A David se le notificó: “Los de Jabes de Galaad son los que sepultaron a Saúl” (2:4). El ungido siempre recompensará a todos los que han sido de un buen proceder.

Los de Jabes recibieron palabras de encomio y de bendición por el ungido: “Benditos seáis vosotros de Jehová, que habéis hecho esta misericordia con vuestra Señor con Saúl, dándole sepultura: Ahora, pues, Jehová haga con vosotros misericordia y verdad, y yo también os haré bien por esto que habéis hecho. Ahora, pues Jehová haga con vosotros misericordia y verdad, y yo también os haré bien por esto que habéis hecho. Esfuércense, pues, ahora vuestras manos y sed valientes, pues muerto Saúl vuestro Señor los de la casa de Judá me han ungido por rey sobre ellos” (2:5–7).

De las palabras expresadas por el ungido podemos formular varias aplicaciones.

Primero, “benditos seáis vosotros de Jehová”. El ungido pronuncia palabras de bendición a los que se niegan a sí mismos por ayudar la obra.

Las personas necesitan ser bendecidas. Esos locos de meter miedo, de maldición que producen “esquizofrenia” espiritual no deben tener cabida en nuestros púlpitos.

Muchos predicadores y predicadoras desde los púlpitos sangran por sus heridas. Sus predicas son enfermizas. Sus palabras no transmiten vida. Sus exhortaciones son catarsis emocionales. En lo que acusan a otros se justifican así mismos.

Desde nuestros púlpitos debe salir un rayo de esperanza, una lluvia de refrigerio, una nube de sombra, un techo de refugio, una terapia sanadora… una palabra de bendición.

Segundo, “Jehová haga con vosotros misericordia y verdad”. Ese es el buen deseo de David para con los de Jabes. El ungido desea la misericordia y el bienestar de Dios para los que han obrado bien y por iniciativa propia. El corazón del ungido está lleno de amor y de misericordia. En el mismo, el odio y la venganza no encuentran espacio ni lugar para acomodarse.

Tercero, “esfuércense vuestras manos y sed valientes”. El ungido siempre anima a otros. Los reta a ser valientes. Los ayuda a tener autoestima. Está siempre poniendo inyecciones motivadoras en otros. El que está cerca del ungido cambia la perspectiva que tiene de la vida. Visualiza un futuro brillante y lleno de éxito.

Cuarto, “pues muerto Saúl vuestro Señor”. A pesar de lo malo que Saúl llegó a ser con David, para los de Jabes, era su Señor. Su servicio y fidelidad estaba empeñada con este.

El ungido les recuerda que Saúl ha muerto. Muchos viven sirviendo a visiones muertas a tradiciones muertas, a líderes muertos. En su luto y duelo continuo no dan lugar a lo nuevo lo que ha nacido, la nueva visión. Con la muerte de Saúl murió una visión y con el ungimiento de David nació una visión nueva y fresca.

Quinto, “las de la casa de Judá me han ungido por rey sobre ellos”. David fue ungido por Dios para ser rey, pero no se hizo rey, espero que lo hicieran rey. Aunque alguien haya sido llamado a un ministerio, no debe ponerse así mismo en él, sino esperar que lo pongan en el ministerio.

Muchos son pastores llamados, pero antes del tiempo de Dios, se han puesto ellos mismos en el pastorado. Otros son evangelistas fracasados, aunque llamados, porque no se han dejado discipular, ni enseñar y en un espíritu de rebeldía se han lanzado a la evangelización.

Esperar el tiempo de Dios es clave para tener éxito en el ministerio. Ningún ministerio será aprobado si los que servimos no nos ungen con su aprobación para el mismo.

Conclusión

(1) El ungido nunca debe moverse a un lugar sin que Dios se lo apruebe. (2) El ungido debe reconocer que con él se construye una visión, que tendrá que enfrentar la oposición dejada por el tradicionalismo. (3) El ungido nunca reclamará su posición, esperará que otros se la reconozcan.

Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (183). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.