“Fue dado aviso al rey David, diciendo: Jehová ha bendecido la casa de Obed-edom y todo lo que tiene, a causa del arca de Dios. Entonces David fue, y llevo con alegría el arca de Dios de casa de Obed-edom a la ciudad de David. Y cuando los que llevaban el arca de Dios habían andado seis pasos, el sacrificio un buey y un carnero engordado. Y David danzaba con toda su fuerza delante de Jehová; y estaba David vestido con un efod de lino” (2 S. 6:12–14).
Introducción
El ungido con treinta mil escogidos (6:1), decidió trasladar el arca de Jehová de Baala de Judá a Jerusalén (6:2). Para los hebreos, el arca era símbolo de la presencia de Jehová.
En un carro nuevo, el arca fue llevada a la casa de Abinadab, un sacerdote, siendo guiado el carro por Uza y Ahío, uno detrás y el otro delante (6:4).
En el desfile David y el pueblo celebraban con alegría la transportación del arca (6:6). La presencia de Dios era motivo de regocijo espiritual. En la era de Nacón, los bueyes tropezaban y el arca parecía que se iba a caer. Uza la trató de sostener y Dios se disgusto con él y lo castigó con la muerte (6:6–7). Uza se había entrometido en los negocios de Dios, queriendo proteger lo que Dios por sí mismo podía cuidar (6:7).
Este juicio divino entristeció al ungido, y aquel lugar se nombró “Pérez-uza” (“el quebrantamiento de Uza”), (6:8). Pero produjo temor reverente en el ungido hacia Jehová (6:9). El arca fue llevada donde Obed-edom, y él y toda su casa fueron bendecidos (6:10–11) los tres meses que estuvo allí.
Al saberlo el ungido, con alegría hizo llevar el arca a Jerusalén, su ciudad (6:12). La diferencia es que ahora la llevó con sacrificio, a los seis pasos, sacrificó un buey y un carnero (6:13). El ungido con vestido de lino fino (“la justicia de los santos”) danzaba delante de Jehová con toda su fuerza (6:14). El pueblo celebraba jubilosamente (6:15).
El arca fue depositada en un tabernáculo que el ungido mandó a levantarle y allí se hicieron sacrificios (6:17) y luego el pueblo participó de pan, carne y pasas (6:19).
Mical la esposa del ungido, en una actitud carnal critico a este, pero este le respondió con autoridad espiritual (6:21–22). A esta le vino la maldición de la esterilidad (6:23).
- La transportación del arca
“Pusieron el arca sobre un carro nuevo, y la llevaron de la casa de Abinadad, que estaba en el collado; y Uza y Ahío, hijos de Abinadad, guiaban el carro nuevo” (6:3).
El arca era el objeto más importante del tabernáculo de Moisés, luego del tabernáculo de David y después del templo de Salomón. Era una caja de madera de acacia, cubierta de oro y tenía una tapa con dos querubines alados que se miraban.
La madera de acacia es tipo de la naturaleza humana de Jesucristo y el oro es tipo de su naturaleza divina. Los querubines representan la actividad angelical en lo relacionado con las manifestaciones divinas.
Dentro del arca había recuerdos de momentos cumbres en la vida del pueblo hebreo. (1) Los dos tablas de los Diez Mandamientos, fundamento de la ley y gobierno teocrático, presentaba las responsabilidades hacia Dios y hacia el prójimo. (2) La vara de Aarón que reverdeció, recordaba el poder divino y era tipo de la resurrección de Jesucristo. (3) El maná del cielo que por cuarenta años fue el sustento milagroso y que es tipo del Señor Jesucristo: el Pan de vida.
Pero lo más importante del arca es que era símbolo del pacto del ser humano y Dios y que representaba la gloria o shekina de Jehová, el Dios guerrero de la nación de Israel.
David quiso ser muy innovador en la manera de transportar el arca del pacto y se las ingenio para que fuera cargada en “un carro nuevo” halado por bueyes.
El ungido quiso abolir una tradición que establecía que el arca se tenía que llevar a pie, sobre los hombros y por hombres escogidos de la tribu de Leví.
Para esta nueva modalidad se puso el arca en “un carro nuevo”. Hoy día hay muchos “carros nuevos” que se están introduciendo para cargar la presencia de Dios. ¡Cuidado con los “carros nuevos” tirados por “bueyes” que se están moviendo en muchas reuniones!
Dios no quiere que su arca sea llevada en “carros nuevos”. Usted y yo tenemos que cargar el arca de Jehová en nuestros hombros, tenemos que sentir su peso.
Uza y Ahío, hijos de Abinadad, calificados para cargar el arca, “guiaban el carro nuevo” (6:3). Querían que las cosas hicieran su trabajo. De cargadores se volvieron guías del carro nuevo.
Mientras el arca se cargaba en “un carro nuevo” tirado por “bueyes”, a la manera humana y no a la divina, David y los israelitas ofrecían culto de alabanzas a Dios. Con espíritu de desobediencia querían alabar a Dios. Muchos de nosotros con “carros nuevos” queremos alabar a Dios.
- La intervención por el arca
“Cuando llegaron a la era de Nacón, Uza extendió su mano al arca de Dios, y la sostuvo; porque los bueyes tropezaban” (6:6).
Aquí se enfatiza “el arca de Dios”. No era el arca de David, ni el arca de Uza. Lo que es de Dios es de Dios. Con sus cosas Dios es celoso. Él no quería que el arca se transportara como lo ordenó el ungido, y aquí entendemos porque. Los bueyes son tercos y exponían a peligro el arca de Dios.
Cuando Uza vio a los bueyes tropezar “extendió su mano al arca de Dios.” Su intención fue buena pero su acción no le agradó a Dios. A los levitas se les prohibía tocar el arca de Jehová y de hacerlo el juicio de muerte los alcanzaría (Nm. 4:15–20).
Leemos: “Y el furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo hirió allí Dios por aquella temeridad, y cayó allí muerto junto al arca de Dios.” (6:7). Uza era el que iba detrás del arca, ya que se nos dice; “Ahío iba delante del arca” (6:4). Al ver que el arca se caería, Uza trato por miedo o temor, de ayudar a Dios. Hay ocasiones y momentos que a nosotros nos pasa igual, queremos proteger la obra de Dios más que Él mismo. Dios es suficiente para cuidar lo que le pertenece.
Este juicio divino sobre Uza llenó de tristezas al ungido y a aquel lugar se le llamo “Pérez-Uza”, que significa “el quebrantamiento de Uza” (6:8). David sintió temor y se preguntó: “¿Cómo ha de venir a mí el arca de Jehová?” (6:9). Entonces no la quiso traer a Jerusalén y el arca se trasladó a la casa de Obed-edom geteo (6:10). Como consecuencia de los tres meses que el arca estuvo allí: “bendijo Jehová a Obed-edom y a toda su casa” (6:11).
Dios le estaba enseñando al ungido que debe haber alabanza con reverencia: y que no nos podemos adueñar de Dios. El ungido se preguntaba: “¿Cómo ha de venir a mí el arca de Jehová?”
III. La bendición por el arca
“Y estuvo el arca de Jehová en casa de Obed-edom geteo tres meses; y bendijo Jehová a Obed-edom y a toda su casa” (6:11).
Cuando el líder de la familia es bendecido la familia también se beneficia. De Obed-edom no sabemos mucho, a no ser que era un geteo prosélito, pero entendemos que tenía un corazón reverente y lleno de fe, por eso Dios lo bendijo.
Cuando el ungido se enteró que a causa del arca de Dios, Obed-edom era bendecido y todo lo que tenía decidió que también quería ser bendecido (6:12). El ungido tiene que tener el arca de Dios cerca de sí. La presencia de Dios y el ungido son socios.
En el versículo 13 no se nos indica cómo se llevó el arca, pero entendemos que se cargó en hombros y a la manera de Dios. A los seis pasos de haber andado un buey y un carnero fueron sacrificados (6:13). Con estos sacrificados se representaba la santidad del pueblo.
David vestido con un efod de lino iba danzando delante del arca (6:14); y todo Israel acompañaba el arca con jubilo y tocando trompetas (6:15). De aquí aprendemos que el ungido debe ser el primero en alabar a Dios y el pueblo lo imitará.
El arca de Dios llegó a Jerusalén, y fue depositado en el tabernáculo que el ungido mandó a levantar y allí se ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz; el resultado fue: “bendijo al pueblo en el nombre de Jehová de los ejércitos” (6:18). ¿Quién bendijo? El ungido: ¿En qué nombre? En el nombre de Dios. ¿A quién? A todo el pueblo.
Leemos: “Volvió luego David para bendecir su casa; y saliendo Mical a recibir a David dijo: ¡Cuan honrado ha quedado hoy el rey de Israel, descubriéndose hoy delante de las criadas de sus siervos, como se descubre sin decoro un cualquiera” (6:20).
Mical actúa como una mujer carnal y espiritualmente fría. Crítica al ungido despiadadamente. Se preocupó más por la reputación y el que dirán, que por la integridad y lo que Dios decía del ungido.
El ungido con el coraje de un santo le responde: “Fue delante de Jehová, quien me eligió en preferencia a tu padre a toda tu casa, para constituirme por príncipe sobre el pueblo de Jehová sobre Israel. Por tanto, danzaré delante de Jehová. Y aun me haré más vil que esta vez y seré bajo a tus ojos; pero seré honrado delante de las criadas de quienes has hablado” (6:21–22).
El ungido habló con la autoridad de ungido. De dos cosas estaba seguro el ungido: (1) Era el ungido por Dios. A él lo había llamando Dios. (2) Era constituido por Dios. Él llegó a ser rey porque Dios lo puso.
La opinión de Dios era para el ungido más importante que la crítica de carnal y que la dogmática protocolar. A los ungidos la crítica de los carnales no los frenan en su actuación hacia Dios.
Conclusión
(1) Los programas son buenos sino substituyen los principios de Dios. (2) Hay que cuidarse de meter la mano donde Dios no lo ha ordenado. (3) El espíritu de Mical no puede frenarle la alabanza al ungido.
Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (208). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.