La ambición de los discípulos
por Desarrollo Cristiano
Sermón basado en Mateo 6:19-24
Introducción
Cuando piensa en evaluaciones personales, ¿qué criterios usa? ¿Cuáles son los medios más eficaces que nos indica nuestro progreso? Aún más, si le pidieran dar una evaluación de su condición espiritual: ¿Qué criterios elegiría usted? ¿Asistencia y compromiso regulares a una iglesia? ¿Consistencia en la vida piadosa? ¿Fidelidad en la evangelización? ¿Buenas relaciones interpersonales? ¿Conocimiento y/o memorización de la Biblia?
Las preguntas nos darían ciertas pistas en cuanto nuestra condición espiritual, y determinan cierto grado de madurez. Pero en nuestro caso, la Biblia se refiere a otras áreas, como: motivaciones, intenciones e intereses de nuestro corazón de cómo manejamos el dinero. Este tema nos distancia unos con otros, hasta nos molesta que nos pregunten la manera en qué lo utilizamos. Para ser consecuentes la Palabra, en ella se nos indica que nuestra condición espiritual se refleja en la manera cómo manejamos nuestras finanzas.
Los siguientes ejemplos nos dan una idea del asunto:
San Juan Bautista: El ejemplo de este hombre de Dios nos ayuda. El responde tres preguntas específicas en cuanto al uso de los bienes materiales. La pregunta fundamental a Juan, fue: Y, ¿Qué de nosotros? (Lc. 3.10-14)
A todos les responde, compartan con los pobres. (Lc. 3.10-11)
A los recaudadores de impuestos, no exijan más de lo justo. (Lc. 3.12-13)
A los soldados, no extorsionen a la gente. (Lc. 3.14)
Zaqueo: Como respuesta a su nueva vida, dice, ofrece dar la mitad de mis posesiones a los pobres, y a quienes he defraudado les restituye cuatro veces. (Lucas 19:8)
Los recién convertidos de Jerusalén (Hch 2:45): Venden sus posesiones, y las comparten con todos. De modo que no habían necesitados.
Magos de Efeso (Hch. 19:19): Quemaron cantidad de libros que valían millones.
¿En qué forma la conversión de estas personas las guió en cada circunstancia? En cada caso se respondió conforme al nivel espiritual que tenían, y la forma en qué consideraban sus posesiones terrenales.
Idea central: El corazón da cabida, en el lugar que le dé mayor consuelo, a todo lo que valora como su tesoro más preciado.
Contexto
Jesús nos dice que no debemos acumular tesoros en la tierra, sino atesorarlos en el cielo. ¿Por qué? Porque él desea que nuestro corazón le pertenezca a él. El va permanecer donde está el corazón. (Mt. 6.21)
I. ¿Dónde está tu tesoro, en el cielo o en la tierra?) 19-20
A. Jesús nos responde.
La respuesta de Jesús, tal vez, no sea de nuestro agrado porque nos gustaría presentarle nuestro caso para que lo considere, especialmente para que sepa qué pensamos y cómo vivimos. Mas bien, deberíamos preguntarnos: ¿Realmente nuestro corazón le pertenece a Cristo?
1. Para Jesús la evidencia de quiénes somos se encuentra en el sitio donde está nuestro tesoro.
2. ¿Dónde está? Donde almacenamos aquellas cosas que consideramos de valor. En el sitio donde realizamos la inversiones más importantes.
B. Los tesoros terrenales no satisfacen:
1. Hay riquezas en la tierra que los hombres anhelan tener. Cristo las llama riquezas o tesoros terrenales. Riquezas terrenales son ropa, automóviles, joyas, juguetes, etc., es cualquier cosa que domina la vida de una persona, y la mantiene sujeta a esta tierra.
2. Alejan de Dios. Note lo que dice Eclesiastés:
«¿Qué provecho hay en todo esto para el país? ¿Está el rey al servicio del campo? Quien ama el dinero, de dinero no se sacia. Quien ama las riquezas nunca tiene suficiente. ¡También esto es absurdo! Donde abundan los bienes, sobra quien se los gaste; ¿y qué saca de esto su dueño, aparte de contemplarlos? El trabajador duerme tranquilo, coma mucho o coma poco. Al rico sus muchas riquezas no lo dejan dormir. He visto un mal terrible en esta vida: riquezas acumuladas que redundan en perjuicio de su dueño, y riquezas que se pierden en un mal negocio. Y si llega su dueño a tener un hijo, ya no tendrá nada que dejarle. Tal como salió del vientre de su madre, así se irá: desnudo como vino al mundo, y sin llevarse el fruto de tanto trabajo.» (Ecl. 5.10-15, NVI)
C. Los tesoros terrenales no sobreviven.
Un tesoro es aquello que tiene valor en sí mismo, y que es de estima para la persona que lo posee.
El Señor Jesús dice:
1. No juntes para ti riquezas terrenales (posesiones materiales).
2. Las riquezas terrenales son corruptibles, así como la persona que las tienen. Serán consumidas. (Véase Pr 23.4-5; 1 Co. 3.13)
3. Las riquezas terrenales son inseguras. Por tres motivos: pueden ser hurtadas, se gastan y una persona no se las puede llevar cuando pasa de este mundo. (1 Ti 6.7 y 10; Stg 5.3) El salmo 49 lo dice así: «No te asombre ver que alguien se enriquezca y aumente el esplendor de su casa, porque al morir no se llevará nada, ni con él descenderá su esplendor.» (Sal 49.16-17, NVI)
D. Existen tesoros celestiales
¿Cuál es nuestro plan para obtener tesoros en los cielos? ¿Cómo logramos tenerlos en cielo? ¿Cuáles son estos tesoros?
Dios desea que vivamos para la eternidad, que vivamos para las cosechas actuales y futuras que se encuentran en los cielos.
1. ¿Cuál es el mayor tesoro?
Jesús mismo es nuestro mayor tesoro. A tal grado, que abandonamos lo demás por él. (Véase Fil. 3.8)
2. Las personas en las que invertimos nuestra vida también son un tesoro.
3. Las bendiciones son un tesoro. Los creyentes las desean tener. Cristo las llama bendiciones celestiales: una vida santa, el perdón de pecados, sabiduría; entender la voluntad de Dios, el Espíritu Santo, una vida abundante y desbordante.
a. Estos tesoros si tienen valor. Por eso se deben acumular. (Léase Lc. 12.15)
b. Las riquezas celestiales son incorruptibles.
c. Son seguras. (Mt 16.26; 19.21)
E. ¿Qué no se prohíbe? (Tomado de El sermón del monte, John Stott, Certeza. 1998. Pág. 179-180)
1. No se censura a las posesiones en sí mismas; las Escrituras no prohiben en ninguna parte la propiedad privada.
2. No se prohibe a los cristianos «ahorrar para el futuro imprevisto». En las Escrituras se alaba a las hormigas por su previsión.
3. Debemos disfrutar las cosas que nos ha dado en abundancia nuestro creador.
F. ¿Qué se prohibe?
Se prohibe la acumulación egoísta de bienes; la vida extravagante y opulenta; la dureza de corazón que no siente la necesidad de ayudar; la fantasía de que lo importante es abundancia de bienes.
II. Hay dos actitudes del corazón (luz y tinieblas). (6.21-23)
¿Dónde esperamos que esté nuestro corazón? ¿Cómo esperamos que sea nuestro corazón? ¿Hay algo que indique que está acumulando tesoros en el cielo? O, ¿en la tierra?
Según Jesús en el sitio que usted ponga las cosas de más valor, ahí se encuentra él. ¿Considera que lo que está haciendo realmente glorifica la persona de Dios porque lo concibe como su posesión más valiosa?
A. Existe un corazón sano. Es como un ojo sano. El ojo es una puerta de entrada a la mente del hombre. Lo que el hombre mira, es lo que el hombre piensa, y lo que piensa es lo que realmente llega a ser. (Véase Pr. 23.7)
El corazón de un hombre está precisamente donde está su tesoro. Si su tesoro está en la tierra, su corazón está en la tierra.
1. El sitio dónde esté nuestro corazón dependen en gran medida de la actitud que tenemos hacia el cumplimiento de la voluntad de Dios.
2. La actitud del corazón está muy ligado al lugar en el cuál vivimos. Si su ciudadanía está en los cielos vivirá como una persona embajadora de Cristo aquí. (Véase Col. 3.1 y 2 Co. 5.20)
B. Existe el corazón malo. Es como un ojo malo, es ciego a la voluntad de Dios, vuelve la vida absurda y destructiva, va a tientas palpando en las paredes. (Véase Is. 59.9-10) Un ojo malo no tiene la capacidad de enfocar el tesoro, no es capaz de fijarse en las cosas celestiales. Un ojo malo es ciego y está en tinieblas. Un ojo malo sigue la codicia, además, es la actitud de una persona consumista, quejumbrosa, malhumorada, suspicaz y temorosa (de perder bienes), dura (en el trato con las demás personas) y de mente cerrada (para compartir). (Stg. 5.9)
III. Hay dos señores (Dios y las riquezas). (6.24)
No se puede poner a Dios primero y al mismo tiempo a las necesidades materiales como principal preocupación personal.
Hay dos motivos esenciales para tener dos señores:
A. El hombre aborrece a un señor y ama a otro.
1. Cuando ambos señores ejercen sus demandas simultáneamente sobre el hombre, éste tiene que escoger. En el pensamiento hebreo, «aborrecer» y «amar» no siempre se ven contrarios estrictos, sino a menudo como contrarios en sentido comparativo (p. ej. Gn. 29.3- y 33; Mal. 1.2-3), y así es como debe entenderse aquí.
2. Aquí el término amar se refiere a «adhesión o apego a algo o a una persona», que implica una entrega y conducirse conforme a quien se ha entregado. Amar en este caso se refiere a ser fiel a Dios, es una adhesión total a él con exclusión de otras divinidades.
3. «Aborrecer» significa «desadhesión, falta de apego, indiferencia.» Aborrecer implica tener un sentimiento interior de no-adhesión, junto con la conducta exterior que responde a la adhesión a un grupo o las personas que componen ese grupo.
B. El hombre aprecia o desprecia a uno de los dos señores.
Tiene que escoger a cual señor servir y favorecer. A uno tiene que amar. Al amar a uno revela su desprecio y rechazo por el otro. Un hombre no puede servir a dos señores.
C. Las riquezas (mamón)
1. El término mamón (riquezas) es una palabra semita que significa «propiedad, dinero, posesiones». Servir a las riquezas (mamón) como a Dios es quebrantar el primer mandamiento. Acumular tesoros en la tierra, de modo que el dinero se convierta en el dios Mamón es una forma de robar.
2. Servir a las riquezas (mamón) es no reconocer a Dios como proveedor de las necesidades físicas de toda la creación. Dios sólo puede ser servido con entera y exclusiva devoción. Tratar de compartirlo con otras lealtades es haber elegido la idolatría. (Lectura recomendada: el capítulo 2 del libro Lucharé, por Phill Wall, Ed. Portavoz).
3. Quien sigue al dios Mamón se destaca por ser una persona despilfarradora, y le encanta exhibirse delante de otras personas en todo su esplendor de su estatus, con su vestimenta y adornada con magnificencia. No se le ocurre pensar que Dios le pedirá un día cuentas.
Conclusión
1. ¿Realmente hemos tomado decisiones de cambios radicales en vista de que ahora pertenecemos a Dios?
2. Debemos detenernos a analizar la verdad de que el ser humano es un administrador delante de Dios.
3. Como cristianos no podemos ser ciudadanos del cielo, y a la vez, ciudadanos de la tierra.
4. Así tampoco podemos tener dos señores. ¿Cuál es el suyo?
5. Servir a la riqueza es servir a la mundanalidad. (Véase Stg. 4.4)