La clave es oír
por Gary Preston
Texto de referencia 1 Reyes 19:9-13
En la época en que el telégrafo era el medio más rápido de comunicación de larga distancia se contaba una historia, quizá inventada, acerca de un joven que llenó una solicitud para un empleo como operador de código morse. En respuesta a un aviso en el periódico, fue a la dirección anunciada. Cuando llegó, entró a una oficina enorme y ruidosa.
En el fondo tableteaba un telégrafo. Un letrero en la ventanilla de la recepcionista daba a los aspirantes instrucciones de llenar un formulario y esperar hasta que los llamaran a la oficina interior.
El joven llenó la solicitud y se sentó con otros siete aspirantes que esperaban. A los pocos minutos el joven se puso de pie, atravesó el salón hacia la puerta de la oficina interior y entró. Por supuesto, los demás aspirantes se levantaron, preguntándose qué estaba ocurriendo, ¿Por qué este hombre había sido tan atrevido? Mascullaron entre sí que aún no habían oído ninguna llamada. Les dio mucha satisfacción suponer que reprenderían al joven por su atrevimiento, y que lo descalificarían inmediatamente para el empleo.
A los pocos minutos el joven salió de la oficina interior escoltado por el entrevistador.
– Caballeros anunció el entrevistador – , muchas gracias por haber venido, pero el empleo se le ha concedido a este joven.
Los demás aspirantes comenzaron a refunfuñar.
Un momento dijo uno de ellos – . Hay algo que no comprendo. Él fue el último en llegar, y ni siquiera nos dieron la oportunidad de entrevistarnos. Sin embargo, recibió el empleo. Eso no es justo.
Lo siento respondió el empleador pero todo el tiempo que ustedes estuvieron sentados aquí el telégrafo ha estado tableteando el siguiente mensaje en clave morse: «Si usted entiende este mensaje pase a la oficina interior. El empleo es suyo». Ninguno de ustedes lo escuchó ni lo entendió. Este joven sí. Por lo tanto, el empleo es de él.
Dios utiliza muchos medios para demostrar su cuidado no solo a través de su Palabra, su Espíritu y el cielo de medianoche. Nuestra obligación es estar alerta a tales señales.
Tomado del libro Ilustraciones perfectas publicado por Unilit. Usado con permiso. Todos los derechos reservados.