La espiral de la muerte
por Enrique Zapata
A través de la historia, docenas de pilotos y pasajeros han perdido su vida por entrar en lo que se llama «la espiral de la muerte». No sólo han sido pilotos novatos, sino algunos con cientos de horas de vuelo. Todos han luchado con la decisión de obedecer a los instrumentos o a los sentimientos. Cada uno que murió creía que su caso se trataba de una excepción y que se justificaba desobedecer la regla. Una excelente reflexión que hace una analogía entre el dejarse dirigir por los instrumentos y el dejarse dirigir por los mandamientos y principios bíblicos.
Cierta noche de tormenta, rayos y mucha lluvia, despegamos del aeropuerto en Nueva York rumbo a otro estado. Me encontraba en los inicios de mi carrera como piloto profesional e iba volando como copiloto. Llegando a nuestro destino, intentamos el acercamiento a la pista mediante el uso de instrumentos. La lluvia había cesado, pero persistía una densa capa de neblina.
Llegamos a cien metros de altura frente a la pista y no podíamos ver absolutamente nada, excepto nuestras luces en las nubes. Comenzamos nuestro ascenso para seguir a otro aeropuerto girando hacia la dirección que por la radio nos indicaba el operador de la torre. Allí comenzó una de las lecciones profundas de mi vida.
De repente, el capitán me miró y me preguntó qué sentía yo. Entonces le dije que sentía que estábamos girando en un ángulo muy grave hacia la derecha, pero que según los instrumentos estábamos perfectamente en nivel.
El contestó que era exactamente igual lo que él sentía. Seguíamos volando mirando los instrumentos. Según estos estábamos en perfecto estado a pesar de la turbulencia y oscuridad.
Pasaron unos breves minutos, cuando el capitán me mira nuevamente y me dice: «¡Algo está mal! ¡Tal vez nuestros instrumentos se dañaron por algún rayo, en la tormenta! La sensación de estar girando velozmente es muy fuerte».
Él, como piloto de mucha experiencia, sabía que nunca se debía confiar en los sentimientos sino en los instrumentos. Por mi parte, habiendo terminado mis estudios de piloto profesional hacía muy poco, recordaba cuántas veces mis instructores me habían enfatizado y demostrado lo mismo.
Sin embargo, los dos sentimos que estábamos girando rápidamente y nos alarmamos. ¿Qué pasaba si los instrumentos, en este caso, se habían dañado? ¿No éramos dos los que teníamos la misma sensación? ¿El sentimiento mutuo de que «algo estaba mal» justificaba que en esta oportunidad rompiéramos las reglas?
Los dos luchamos en nuestro interior. Nuestras mentes decían: «Hay que obedecer a los instrumentos». Sin embargo, nuestros sentimientos dictaban que las excepciones sobrevienen cuando uno siente algo tan fuerte. Debíamos hacer algo para protegernos de las montañas que estan debajo de nosotros. El capitán me miró y lentamente me dijo: «Voy a comenzar a nivelar las alas. Cuando usted sienta que están niveladas me avisa».
Lentamente empezó a levantar el ala derecha 10, 20, 30, 40, 50, y a fin 60 grados. Cuando llegamos a 60 grados, dije: «¡Estamos a nivel!». «Exactamente lo que yo siento», contestó el piloto.
Los instrumentos comenzaron a girar. El altímetro indicaba que perdíamos altura rápidamente. El compás giraba vertiginosamente. Todos los instrumentos gritaban en su silencio que nosotros éramos los que estábamos equivocados. Nuestros sentimientos afirmaban que la decisión tomada era la correcta.
A los 30 segundos, los dos nos encontrábamos presas del miedo por lo que indicaban los instrumentos. Ellos «decían» que nos encontrábamos acercándonos a las montañas en forma vertiginosa, por lo que volvimos a nivelar el avión usando los instrumentos.
Eso nos salvó la vida y la vida de nuestros pasajeros. Sin embargo, al volver a volar mediante los instrumentos, los dos sentimos otra vez que nos encontrábamos en desnivel. No obstante, optamos por obedecer los instrumentos.
A través de la historia, docenas de pilotos y pasajeros han perdido su vida por entrar en lo que se llama «la espiral de la muerte». No sólo han sido pilotos novatos, sino algunos con cientos de horas de vuelo. Todos han luchado con la decisión de obedecer a los instrumentos o a los sentimientos. Cada uno que murió creía que su caso se trataba de una excepción y que se justificaba desobedecer la regla. Todos razonaban que estaban haciendo lo necesario en esa situación. Sin embargo, la historia ha demostrado que los sentimientos pueden ser fácilmente engañados, y ocasionar, así accidentes fatales.
Al pasar los años he visto docenas de «accidentes fatales» en las vidas de muchos cristianos por decidir vivir según sus sentimientos y no por la Palabra de Dios. Siempre veían su caso como una «excepción», y sus sentimientos eran «tan seguros» que parecían justificar a aquellas acciones que los instrumentos de Dios (los mandamientos y los principios bíblicos) declaraban como incorrectos.
Los resultados han sido trágicos. En algunos casos la misericordia de Dios ha aliviado algo de la tragedia, pero igualmente los dolores han sido grandes.
El corazón humano, según la Biblia, es engañoso sobre todas las cosas. ¡Los sentimientos fuertes no son ninguna indicación de que algo es correcto! Las emociones fácilmente pueden ser estimuladas, y no sólo por nuestro corazón sino también por situaciones externas. Muchos pilotos han muerto por los estímulos externos, y de igual manera cientos de vidas han sido arruinadas por seguir sus emociones y desconocer la Palabra.
Los instrumentos provistos por Dios para protegernos espiritual y emocionalmente son los mandamientos y principios de la Palabra de Dios. Son eternos, puros y firmes aun en las tormentas de la vida. Han sido entregados para encaminar nuestras vidas aun en las tribulaciones, cuando la obscuridad o la pasión nos estimulan a tomar otro camino. Nosotros tenemos la decisión en nuestras manos, al mirar sus instrumentos y responder.
Cada vez más veo a cristianos dejando de lado la meditación, el estudio y la memorización de las Escrituras, mientras andan en pos de sus sentimientos. Está de moda vivir por el «yo siento que ». Las emociones y los sentimientos han llegado a ser «la guía del Espíritu». El «sentir que algo es del Señor» ha llegado a «blanquear» y justificar cualquier palabra o acto. Si mis sentimientos son la única evidencia de que «algo es del Señor», debo huir de la situación.
Dios nos ha dado su Palabra para tener una guía infalible frente a nuestros espíritus y emociones. ¡Cuántas veces nos grita silenciosamente que estamos equivocados! Sin embargo la tendencia es de seguir. Entonces terminamos en «la espiral de la muerte», siguiendo nuestros sentimientos y justificando nuestras acciones. Estoy cansado, como consejero, de tratar de juntar y levantar los pedazos de muchas vidas quebrantadas, porque alguno insiste en seguir sus sentimientos.
Todos en la vida obedecemos. Algunos a los sentidos, otros a la voz de la Palabra de Dios. Cuando Jesús terminó su sermón en el monte, concluyó con la historia de los hombres que construyeron sus casas. ¿Recuerda? Uno lo hizo en base a la obediencia. El otro en base a la conveniencia. El hombre que Jesús llamó «necio» estaba convencido de su buena ubicación. La tormenta puso en evidencia su error, terminando en una gran pérdida. La decisión es nuestra.
Los Temas de Apuntes Pastorales, volumen II, número 6.