En forma consistente, las Escrituras enseñan que el creyente debe humillarse delante de Dios para ser ensalzado por él cuando llegue el tiempo. El mismo principio bíblico se expresa en otro pasaje: “los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos” (1 Pedro 1:11). El pasaje clásico sobre este tema es Filipenses 2:5–11, una porción histórica y profética a la vez. Lo que sucedió en la vida de José ilustra en forma dramática este glorioso concepto.
NOMBRADO PRIMER MINISTRO 41:37–57
Faraón y sus siervos escucharon complacidos las palabras de José. El monarca lo nombró primer ministro de su gobierno, segundo en el mando, así como encargado de recoger los bienes de los años de abundancia para distribuirlos en el tiempo de hambre. Al nombrarlo estaba reconociendo que el espíritu de Dios estaba en él, y que era él quien le había “hecho saber todo esto” (41:37–41).
Se hizo una ceremonia pública para instalar a José en su nuevo cargo. Faraón quitó el anillo de su mano, lo puso en la suya, lo vistió de lino finísimo, colocó un collar de oro en su cuello, lo hizo subir en el segundo carro, y pregonaron que todos debían arrodillarse delante de él.
Faraón también le dio un nombre egipcio, llamándolo Zafnat-panea, así como una esposa, cuyo nombre era Asenat, hija de Potifera sacerdote de On (41:42–45a). No debemos suponer por este acto que José aceptó la idolatría que imperaba en aquel país, porque no fue él quien escogió a su mujer, sino que ésta le fue entregada por decreto del soberano. El nombre y esposa que le fueron asignados lo congraciaron aun más delante del pueblo egipcio.
Una vez nombrado, José no perdió tiempo. Hizo un estudio de toda la tierra de Egipto. Tenía treinta años en ese entonces, lo cual quiere decir que había pasado trece años en esclavitud (compárense 37:2 con 41:46).
¡PENSEMOS! |
Esos trece años fueron usados por Dios para entrenar a su siervo. Reflexione sobre otros casos bíblicos que demuestran que el Señor permite que sus siervos pasen por un proceso largo de entrenamiento para su servicio. ¿Qué experiencias ha tenido que ilustran el mismo principio? |
En los años de abundancia José recogió y almacenó las provisiones tal como había recomendado a Faraón (41:46–49).
Los dos hijos de José 41:50–52
Antes de que llegara el primer año de hambre, nacieron a José dos hijos, “los cuales le diera a luz Asenat”. Los nombres que les dio son una expresión de su profunda fe en Dios y de que había comprendido el motivo de sus experiencias. Al primogénito le puso Manasés, que quiere decir “el que hace olvidar”. Claramente estaba pensando en lo que había sufrido con sus hermanos y en los contratiempos en Egipto. Nombró al segundo Efraín, que significa “fructífero”. El mismo expresó el significado en las palabras siguientes:
“DIOS ME HIZO FRUCTIFICAR EN
LA TIERRA DE MI AFLICCION”.
La hambruna llegó como se esperaba. Afectó a todos los países de la región, pero en Egipto había suficiente pan. Cuando los habitantes acudieron al rey para expresarle su necesidad, les recordó que el responsable era José y que debían ir a él, quien abrió los graneros para vender el trigo (41:53–57).
LA PRIMERA VISITA DE LOS HERMANOS DE JOSE 42:1–38
Al darse cuenta Jacob de que había alimento en Egipto, llamó a sus hijos y los envió, a excepción de Benjamín, para que adquirieran trigo en ese país (42:1–4)
Cuando arribaron, llegaron ante José y se inclinaron delante de él (compare 42:6 con 37:7–8). Ellos no lo reconocieron, pero él sí, y les habló en forma áspera acusándolos de ser espías (42:5–12).
En su defensa, ellos le contaron que en realidad eran doce hermanos, pero que habían dejado al menor con su padre y el otro no aparecía. José insistió en tratarlos como enemigos y les dijo que para comprobar su veracidad tendrían que enviar a uno de ellos para traer al otro hermano. Los puso en la cárcel por tres días, seguramente mientras pensaba en el asunto (42:13–17).
Pasado ese tiempo, habló con ellos y afirmó que él temía a Dios y les dijo que llevaran alimento a su casa pero que debían dejar a uno de ellos como rehén, para garantizar que traerían al otro hermano (42:18–20).
HACED ESTO Y VIVID: YO TEMO A DIOS
Los hermanos comenzaron a hablar entre sí y recordaron el grave pecado que habían cometido al desoír los ruegos de José cuando lo vendieron como esclavo. No sabían que él entendía su idioma porque anteriormente se había dirigido a ellos por medio de un intérprete. Al oir sus palabras de remordimiento, José se apartó de ellos para llorar. Después mandó a Simeón al calabozo, ordenó que se les llenaran sus sacos con trigo, que pusieran su dinero en ellos, y que les diesen comida para el camino (42:21–25).
Partieron de ahí y cuando llegaron, contaron a su padre todo lo que había acontecido. El no quería permitir que Benjamín regresara con ellos explicando que Simeón y José no aparecían y que si algo sucediera al menor: “haréis descender mis canas con dolor al Seol” (42:26–38).
LA SEGUNDA VISITA DE LOS HERMANOS DE JOSE 43:1–45:28
La presión del hambre hizo que al fin Jacob permitiera que se llevaran a Benjamín. Judá ofreció responder por él. Jacob les dijo que tomaran “de lo mejor de la tierra…, y llevad a aquel varón un presente, un poco de bálsamo, un poco de miel, aromas y mirra, nueces y almendras”, productos que no se encontraban en Egipto. También les indicó que llevaran doble cantidad de dinero y enseguida los encomendó al Dios Omnipotente (43:1–15).
Cuando arribaron a Egipto y José vio que su hermano Benjamín los acompañaba, dijo a su mayordomo que los llevara hasta su casa para que comieran con él. Por supuesto que al llegar a la casa del primer ministro se sintieron temerosos, creyendo que iba a ordenar que los apresaran por no haber pagado el costo de las provisiones que habían llevado anteriormente. Cuando supieron que iban a compartir la mesa con José, prepararon sus regalos (43:16–25).
Al llegar José, trajeron sus presentes y se inclinaron delante de él. El les inquirió acerca de la salud de su padre y después si el que los acompañaba era su hermano menor: “Y dijo: Dios tenga misericordia de ti, hijo mío” (43:26–29).
Tanto se conmovió al ver a su hermano, que tuvo que salir del salón para llorar. Después lavó su rostro, e instruyó a sus siervos para que sirvieran la comida. La costumbre era que él comiera aparte y los egipcios que lo acompañaban separados de los hebreos, porque para aquéllos era abominación juntarse con los judíos. José asignó a Benjamín una porción cinco veces mayor. Los hermanos estaban atónitos porque los sentó de acuerdo a la edad de cada uno, pero aun así, comieron, bebieron y se alegraron con él (43:30–34).
Cuando se disponían para regresar, José dijo a su mayordomo que les devolviera el dinero en el costal de cada uno y que además pusiera su copa de plata en el de Benjamín. Así lo hizo y cuando hubieron partido. José ordenó que se les diera alcance en el camino y se les acusara de haber robado su copa. Como no daban crédito a tal acusación, pidieron al enviado que revisara sus costales y aceptaron que muriera aquél en cuyo saco se encontrara, así como que los demás serían sus siervos (44:1–9).
El hombre buscó la copa en el costal de cada uno, comenzando con el del mayor. La encontró en el de Benjamín. Regresaron a casa de José y se postraron delante de él, quien les preguntó si no sabían que él era adivino (44:10–15).
¡PENSEMOS! |
¿Cuál de los hermanos intercedió a favor de José cuando lo iban a matar? (37:17–24) Califique la acción de Judá en el mismo evento (37:26–28). Según los acontecimientos del capítulo 38, ¿qué clase de hombre era Judá? ¿Cuáles fueron sus pecados? ¿Quién se hizo responsable de Benjamín cuando Jacob permitió que fuera llevado a Egipto? |
La intercesión de Judá 44:16–34
Judá intervino con vehemencia. Explicó a José todos los eventos relacionados con la llegada de Benjamín a Egipto, incluyendo la resistencia de Jacob a dejarlo ir. También mencionó que él era el responsable y había prometido a su padre que protegería a su hermano. Rogó a José que le permitiera quedar detenido en lugar de él. Por último, le dijo que no podría regresar ante su padre sin Benjamín: “por no ver el mal” que sobrevendría al anciano (44:16–34).
TE RUEGO… QUE QUEDE AHORA TU
SIERVO EN LUGAR DEL JOVEN
Esas elocuentes palabras de Judá son una figura de la obra vicaria que realizó Jesucristo, el más ilustre descendiente de Judá. Véanse 2 Corintios 5:21, 1 Pedro 2:21–22 y 3:18.
José se revela a sus hermanos 45:1–28
Al escuchar las palabras de Judá, José ya no pudo contenerse y ordenó a todos, excepto a sus hermanos, salir de su presencia. Comenzó a llorar a gritos, de tal manera que lo oyeron los egipcios, incluyendo a Faraón (45:1–2).
Y DIJO JOSE A SUS HERMANOS: “YO SOY JOSE”
Lógicamente, los hermanos se turbaron. Creían que José se vengaría de ellos, pero él les explicó que aunque ellos lo habían vendido como esclavo, era Dios quien lo había enviado delante de ellos (45:3–8).
DIOS ME ENVIO DELANTE DE VOSOTROS
PARA PRESERVAROS POSTERIDAD
SOBRE LA TIERRA Y PARA DAROS VIDA
POR MEDIO DE GRAN LIBERACION (45:7)
Después les encargó que volvieran a su país y trajeran a su padre. Ofreció darles la tierra de Gosén, la parte oriental del delta del Nilo, una de las regiones más fértiles de Egipto. Cuando Faraón escuchó la noticia de que habían llegado los hermanos de José, se alegró y apoyó todas sus promesas. Les dio provisiones y carros para que trajeran a Jacob y a sus familias.
Cuando regresaron a su casa y Jacob escuchó las noticias, se alegró muchísimo al saber que José estaba vivo y al ver los carros que había mandado para llevarlo. La Escritura dice que “su espíritu revivió” (45:9–28).
LA FAMILIA DE JACOB LLEGA A EGIPTO 46:1–47:31
En su salida para Egipto, Israel llegó a Beerseba, y ofreció sacrificios a Dios, quien le apareció y le dijo que no tuviera miedo de ir a esa tierra. Allí Dios lo haría una gran nación. Israel había salido con prisa de Hebrón, pero antes de seguir hacia el sur, quiso invocar el nombre de Dios para estar seguro de su dirección y bendición. Abraham había hecho un pacto con Abimelec en Beerseba y había adorado al Dios eterno, “El Olam” (21:31–33). Isaac también había adorado a Jehová en el mismo lugar, había sido bendecido y había edificado un altar allí (26:23–25).
Es interesante observar que de los tres patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob, dos descendieron a Egipto, y el otro probablemente pensó hacerlo. Abraham lo hizo en un tiempo de hambre en Canaán (12:10–20). Fue entonces cuando mintió acerca de su relación con Sarai por primera vez. En circunstancias similares, Isaac pensó descender a Egipto pero Dios se lo prohibió (26:1–2). En esta ocasión Jacob recibió aprobación en forma clara (46:3–4).
El viaje de Jacob a Egipto tenía que ver directamente con el pacto abrahámico. En 15:13–16 Jehová anunció a Abraham que aunque sus descendientes serían oprimidos cuatrocientos años en tierra ajena, volverían a la tierra prometida en la cuarta generación. Egipto proveería preservación inmediata y un lugar donde la nación se desarrollaría, pero al fin y al cabo también sería un lugar de prueba para su pueblo.
“TE HARE VOLVER, Y LA MANO DE JOSE
CERRARA TUS OJOS” (46:4)
En este pasaje Dios le prometió hacerle volver, y le dijo que la mano de José cerraría sus ojos. La referencia al regreso probablemente tenía en mente sus descendientes y se repitió aquí para reforzar el pacto abrahámico. Hay la posibilidad también de que sea una referencia al regreso de su cuerpo para ser enterrado en Canaán (47:29–30). La promesa de que José cerraría sus ojos le dio la seguridad de que volvería a ver a su hijo amado (46:1–4).
Jacob trajo consigo a toda su descendencia. Sesenta y seis personas lo acompañaron. Si agregamos a Jacob, José y sus dos hijos, en total serían setenta personas (46:26–27). Si se incluyen las nueras, los yernos y todos los nietos de Jacob el número es mayor.
Judá fue enviado para avisar a José que su padre había llegado. José unció su carro y vino a Gosén para recibirlo. Se echó sobre su cuello y lloró largamente. Jacob dijo que moriría en paz porque había vuelto a verlo (46:28–30).
José mostró sensibilidad cultural al instruir a sus hermanos para que dijeran que eran ganaderos. El trabajo de pastor de ovejas era algo abominable para los egipcios. En realidad no les estaba sugiriendo que mintieran. Eran ganaderos, pero no le pareció sabio decir que también eran pastores (46:31–34).
José escogió a cinco de sus hermanos y los presentó delante de Faraón. Cuando el monarca les preguntó por su oficio, se les olvidó la diplomacia que José había aconsejado, pero no parece que tuviera impacto negativo. Faraón les concedió morar en Gosén. Después José presentó a su padre delante de Faraón, el cual lo trató con mucha cortesía. Jacob bendijo a Faraón y se fue de su presencia. José dio posesiones a su padre y a sus hermanos en la tierra de Egipto, y allí les cuidaba (47:1–12).
El hambre aumentó en Egipto y Canaán. Se acabó el dinero, y la gente tuvo que vender su ganado a Faraón. Después le traspasaron sus tierras y se convirtieron en sus siervos. Sólo gozaban de exención las tierras de los sacerdotes. José dio a la gente semilla para sembrar y se obligaban a traer a Faraón la quinta parte de sus cosechas (47:13–26).
Mientras tanto, los descendientes de Israel prosperaban en gran manera. Se asentaron en Gosén y se multiplicaron grandemente. Vivió Jacob en la tierra de Egipto diecisiete años, y llegó su tiempo para morir. Llamó a José y le rogó que no lo enterrara en Egipto, sino que lo regresara a su tierra. Después se reclinó sobre la cabecera de la cama (47:27–31). Esa petición de parte de Israel era una demostración de que tenía fe en la promesa divina de que daría la tierra de Canaán a Abraham, Isaac y Jacob y sus descendientes para siempre.
LA BENDICION A LOS HIJOS DE JOSE 48:1–22
Después de estos acontecimientos, Jacob enfermó. José se dio cuenta y tomó a sus dos hijos, Manasés y Efraín, para ir a visitarlo. Al oír Jacob que venía, se esforzó por sentarse sobre la cama y le relató que el Dios Omnipotente le había aparecido rodeado de luz en la tierra de Canaán, y le había prometido darle esa tierra a él y a sus descendientes por heredad perpetua (48:1–4).
AHORA TUS DOS HIJOS EFRAIN Y MANASES,
COMO RUBEN Y SIMEON, SERAN MIOS.
En ese acto, Jacob adoptó a los dos hijos de José, diciendo que serían suyos “como Rubén y Simeón” (48:5–6), elevándolos al nivel de hijos para asegurar que los descendientes de José recibieran una doble porción de la herencia. Es posible que en aquella ocasión la primogenitura fuera quitada de Rubén y transferida a José. Compárese 35:22 con 1 Crónicas 5:1–2.
Es muy probable que la transferencia de la primogentura a José y sus dos hijos tenía que ver con el gran amor que Jacob sentía hacia Raquel (48:7). Puede ser que ese acto fuera en reconocimiento a los grandes beneficios que los hijos de Israel habían recibido por medio de José.
Después tomó a los dos hijos de José, y en el proceso de bendecirlos, puso su mano derecha sobre la cabeza de Efraín en vez de Manasés, quien era el primogénito. Sus palabras introductorias se dirigían a José aunque la bendición era para sus hijos. Primeramente ensalza al Señor quien le había cuidado y bendecido en todos sus caminos. Los puntos sobresalientes de la bendición son:
- Pide la bendición divina sobre ellos
- Que sea perpetuado en ellos el nombre de Israel, de Abraham e Isaac.
- Que sean multiplicados grandemente (48:13–16)
Viendo José que Israel había puesto su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, se disgustó y quiso cambiarla, pero su padre le dijo que él sabía lo que hacía. Bendijo a ambos, pero dio mayor bendición al menor. Muchos años después, Efraín se convirtió en un sinónimo del pueblo de Israel (Isaías 7:1–2). Su descendencia llegó a formar multitud de naciones. Israel dijo a José que después de su muerte, Dios los haría volver a la tierra. También le dijo que le había dado una parte más que a sus hermanos (48:17–22).
JACOB BENDICE A SUS HIJOS 49:1–33
Las palabras de Jacob no sólo confirieron bendiciones, sino también fueron pronunciamientos proféticos
Rubén
Impetuoso como las aguas. Una referencia clara a su inestabilidad. Aunque era el primogénito, debido a su pecado con Bilha, no sería el principal (49:1–4).
Simeón y Leví
Por su crueldad con los hombres de Siquem, serían apartados y esparcidos en Israel. La heredad de Simeón se incluyó dentro de la de Judá (Josué 19:1). Los levitas nunca tuvieron heredades propias, sólo ciudades esparcidas por la tierra (Josué 21:1–3).
Judá
Judá sería alabado por sus hermanos, y se inclinarían a él. Eso significa que llegaría a ser cabeza de las tribus. Se compara con un león, haciendo referencia a su fuerza. El cetro, símbolo de autoridad, no sería quitado de Judá. Esa profecía no se cumplió sino hasta 640 años más tarde, cuando David, que era su descendiente, asumió el trono de Israel. Nuestro Señor Jesucristo es “el León de la tribu de Judá” (Apocalipsis 5:5). “Hasta que venga Siloh” es probablemente una alusión a la segunda venida del “León de la tribu de Judá” para traer paz y prosperidad en su reino milenial.
Zabulón
Zabulón habitaría en o hacia puertos marinos. Cuando recibió su heredad en tiempo de Josué, fue ubicado entre el Mar Mediterráneo y el Mar de Galilea. Las principales rutas comerciales pasaban por su territorio.
Isacar
Isacar se compara con un asno fuerte. Llevaría carga, probablemente doble. Esto puede aludir a su gran fuerza. Además le dice: “vio que el descanso era bueno”, probablemente porque era un tanto perezoso.
Dan
Según los términos usados en 49:16–18, Dan sería juez y también se caracterizaría por la traición y la violencia, como “serpiente junto al camino, víbora junto a la senda”. Sansón era de la tribu de Dan (Jueces 13:2). Por la intervención de los danitas la idolatría se introdujo a Israel en tiempo de los jueces (Jueces 18). Quizás por eso Dan no se menciona entre las tribus en Apocalipsis 7:4–8.
Gad
Gad sería perseguido por ejércitos, pero él también sería perseguidor. Su heredad quedaba al oriente del Jordán. Muchas invasiones entraron por ese lado de Israel. Se mencionan la preparación militar y la valentía de sus descendientes en 1 Crónicas 5:18 y 12:37–38.
Aser
Evidentemente tendría pan en abundancia. Recibió como heredad tierras costeras muy ricas al norte del monte Carmelo (Josué 19:24–31).
Neftalí
Neftalí se describe como una “cierva suelta”. Ese animal es conocido por su rapidez. También pronunciaría dichos hermosos como orador elocuente.
José
Las bendiciones para José son un relato biográfico y una proyección profética. Hablan de la protección del Dios Omnipotente sobre él en medio de muchos contratiempos y de los grandes beneficios que habían brotado de él como de “rama fructífera junto a una fuente”. La proyección futura vislumbra una continuación y ampliación de esas abundantes bendiciones. Como una ilustración de ellas, los líderes Josué, Débora y Samuel pertenecían a la tribu de Efraín. Gedeón y Jefté, provenían de la tribu de Manasés.
Benjamín
Benjamín sería como un “lobo arrebatador”. Jueces 19 relata un caso muy penoso del carácter violento de los descendientes de Benjamín.
¡PENSEMOS! |
Reflexione sobre las diferentes bendiciones conferidas. ¿Quién recibió las mejores? ¿Cuál de los hijos de Jacob está en el linaje de nuestro Señor Jesucristo? ¿Cuál es la metáfora que se dice de él y que se repite referente a Cristo? |
La muerte y sepultura de Jacob 49:28–50:14
Al finalizar el acto de bendecir a cada uno de sus hijos, Jacob les dio instrucciones acerca de su sepultura. Lo habían de llevar de regreso a Canaán y enterrarlo en la cueva en el campo de Macpela, lugar donde habían sido sepultados Abraham, Sara, Isaac, Rebeca, y Lea. Su expresión: “Voy a ser reunido con mi pueblo” refleja la idea de que hay vida más allá de la tumba. Para él sus seres queridos vivían.
El relato dice que después encogió sus pies en la cama y falleció, “y fue reunido con sus padres” (49:28–33). Para hacer el viaje a Canaán fue necesario embalsamarlo, un proceso meticuloso que duró cuarenta días. Lloraron los egipcios por él setenta días. Al cumplirse ese tiempo, José consiguió permiso de Faraón para ir a Canaán y enterrar a su padre. Fue acompañado por todos sus hermanos y un buen grupo de egipcios. Habiendo llegado al lugar indicado, lo “endecharon allí con grande y muy triste lamentación” e hicieron duelo por siete días más (50:1–14).
LOS ULTIMOS DIAS DE JOSE 50:15–26
Cuando regresaron a Egipto, los hijos de Jacob temían que José se vengara de ellos ya que su padre había muerto. Le suplicaron que perdonara la maldad que le habían hecho. “José lloró mientras hablaban”. Probablemente sus lágrimas se debían al hecho de que ya les había perdonado (45:4–8). En su respuesta, demostró de nuevo que tenía un enorme entendimiento de la providencia divina (50:15–21).
VOSOTROS PENSASTEIS MAL CONTRA MI,
MAS DIOS LO ENCAMINO A BIEN…PARA
MANTENER EN VIDA A MUCHO PUEBLO (50:20)
¡PENSEMOS! |
Reflexione acerca de la actitud consistente que José manifestaba a sus hermanos. Piense en sus propias relaciones con su familia, los hermanos en la iglesia y sus compañeros de trabajo. ¿Hay la necesidad de perdonar a algunos de ellos o de pedirles perdón? No permita que una raíz de amargura carcoma su vida espiritual y contamine a todos lo que lo rodean. ¿Ha visto evidencias del cuidado providencial en su vida? Apunte cuando menos cinco ejemplos. |
José murió a los ciento diez años y fue embalsamado. Antes de morir, expresó ante sus hermanos su fe en el hecho de que saldrían de Egipto algún día para regresar a Canaán. Hizo jurar a los hijos de Israel que llevarían sus huesos de regreso a la tierra prometida (50:22–26). Su petición atestigua que conocía la promesa hecha a Abraham en Génesis 15:13–14. Su cumplimiento se ve en Exodo 13:19 y Josué 24:32. Ese acto está registrado en Hebreos 11:22 como evidencia de fe.
¡PENSEMOS! |
Génesis es el libro de los orígenes. Comienza con la creación de los cielos y la tierra. Haga una lista de cuando menos cinco cosas más que tuvieron su inicio en él. ¿Cuál es la historia principal que comienza en Génesis y se desarrolla en el resto de la Biblia? |
Redacte una frase que resuma el papel clave de cada una de las siguientes personas mencionadas en Génesis. |
1. Adán _____________________________ |
2. Adán y Eva _____________________________ |
3. Caín _____________________________ |
4. Abel _____________________________ |
5. Set _____________________________ |
6. Noé _____________________________ |
7. Sem _____________________________ |
8. Nimrod _____________________________ |
9. Peleg _____________________________ |
10. Taré _____________________________ |
11. Abraham _____________________________ |
12. Lot _____________________________ |
13. Melquisedec _____________________________ |
14. Ismael _____________________________ |
15. Isaac _____________________________ |
16. Esaú _____________________________ |
17. Jacob _____________________________ |
18. Simeón y Leví _____________________________ |
19. Judá _____________________________ |
20. José _____________________________ |
Collins, A. (1992). Estudios Bı́blicos ELA: Ası́ comenzó todo (Génesis) (109). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.