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La gran nube de testigos; Parte VI de: El mártir de las catacumbas

La gran nube de testigos; Parte VI de: El mártir de las catacumbas

por Anónimo

¡Cuán dulce es la muerte del cristiano! El horror de la muerte ha huido. Para él se trata sólo de un sueño bienaventurado, mientras el espíritu está con el Señor esperando la resurrección, y la muerte, en vez de causar terror, está asociada con pensamientos de victoria y reposo. Este artículo es el sexto de la serie continuada basada en el libro El mártir de las catacumbas, de autor anónimo. La historia original de esta serie fue publicada hace muchísimos años.

Todos murieron en fe


No tardó el nuevo convertido en conocer mucho más sobre los cristianos. Después de un breve reposo, se levantó y se reunió con Honorio, quien se ofreció para mostrarle aspectos del lugar en donde moraban.

Pues aquellos a quienes había visto en el servicio que hubo, eran solamente una parte de los moradores de las catacumbas. Su número se elevaba a muchos miles, y se hallaban diseminados por su vasta extensión en pequeñas comunidades, cada una de las cuales tenía sus propios medios de comunicación con la ciudad.

Así fue que él caminó gran distancia acompañado por Honorio. Se maravillaba sobremanera del número de personas que encontraba; y aunque sabía que los cristianos eran numerosos, no suponía siquiera que tan vasta proporción de ellos tuviera la valentía de escoger esa vida en las catacumbas.

Tampoco era su interés por los muertos menor que por los vivos. Al pasar al lado de sus tumbas leía cuidadosamente las inscripciones en ellas, y en todas ellas descubría la misma fe inconmovible y la sublime esperanza. Se deleitaba leyéndolas, y el devoto interés que Honorio prestaba a estas piadosas memorias lo convertía en el más simpático de los guías.

—Allí dijo Honorio— reposa un testigo de la verdad.

Marcelo miró hacia donde le señaló y leyó lo siguiente:


PRIMICIO, EN PAZ, DESPUÉS DE MUCHOS TORMENTOS, EL MÁS VALIENTE DE LOS MÁRTIRES. EL VIVIÓ COMO TREINTA Y OCHO ANOS. ESTE ES UN RECUERDO DE SU ESPOSA QUE AMABA AL QUE BIEN LO MERECÍA.

—Estos hombres —dijo Honorio, nos enseñan cómo deben morir los cristianos. Más allá hay otro, que también sufrió lo mismo que Primicio.


PABLO FUE MUERTO SUFRIENDO TORTURAS, A FIN DE QUE GOZARA DE LAS ETERNAS BIENAVENTURANZAS.

—Y allá dijo Honorio, está la tumba de una noble dama, quien mostró una fortaleza tal que solamente Jesucristo puede conceder aun al más débil de sus seguidores en la hora de la necesidad:


CLEMENCIA, TORTURADA, REPOSA, ELLA RESUCITARÁ.

—Si fueres llamado dijo Honorio, a pasar por cl artículo de muerte, el espíritu instantáneamente es «ausente del cuerpo y presente con el Señor». La prometida vuelta de nuestro Señor, la cual puede suceder en cualquier momento, Constituye «la bendita esperanza» de los cristianos adoctrinados. «Porque el mismo Señor descenderá del cielo con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios; y los muertos en Cristo resucitarán primero: luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor».

Honorio continuó diciendo: —Aquí reposa Constancio, quien en doble sentido fue constante a su Dios mediante una doble prueba. Primero le dieron veneno; pero como esto no le hiciera ningún efecto, fue muerto a espada.


EL TRAGO MORTAL NO SE ATREVIÓ A PRESENTAR A CONSTANCIO LA CORONA QUE SOLO AL ACERO FUE PERMITIDO OFRECERLE.

Así caminaron a lo largo de las murallas leyendo las Inscripciones que se les presentaban a ambos lados. Nuevos sentimientos asaltaron a Marcelo, conforme leía el glorioso catálogo de nombres. Para él fue toda una historia de la Iglesia de Jesucristo. Aquí estaban los actos de los mártires expuestos ante él en palabras de fuego. Los rudos cuadros que adornaban muchas de las tumbas llevaban en sí todo el sentimiento que las más bellas obras de los hábiles artistas no podían producir. Las letras rudamente labradas, la escritura y los errores gramaticales que caracterizaban a muchos de ellos, constituían las pruebas tangibles de los tesoros del Evangelio a los pobres y a los humildes. «No muchos sabios, no muchos poderosos son los llamados»; pero «a los pobres es anunciado el Evangelio.»

En muchos de ellos había un monograma, el cual se formaba de las letras iniciales de los títulos de Cristo («Cristo, el Señor» en griego), las letras «X» y «P» unidas formando un monograma. Algunas llevaban una rama de palma, emblema de la inmortalidad y de la victoria, la señal de aquellas palmas de gloria que han de exhibir en sus manos los innumerables redimidos que comparecerán ante el trono. Otras exhibían más ingeniosas y significativas inscripciones.

—¿Qué es esto? —interrumpió Marcelo, señalando un cuadro de un barco.

—Enseña que el espíritu redimido navega desde la tierra al reposo del cielo.

—Y ¿qué significa un pescado que he visto ya varias veces?

—Usamos el pescado porque las letras que forman su nombre en el griego son las iniciales de las palabras que expresan la gloria y la esperanza del cristiano. La «I» representa «Jesús», la «X» Cristo; la «O» y la «U» representan al «Hijo de Dios»; y la «S» (griega) «Salvador»; es así pues que el pescado simboliza en su nombre: «Jesucristo, el Hijo de Dios, el Salvador».

—¿Qué es este otro cuadro que he visto igualmente repetirse: un barco y un enorme monstruo marino?

—Ese es Jonás, el profeta de Dios, de quien tú hasta el momento no conoces nada.

Honorio enseguida le relató la historia de Jonás, y le explicó cómo el escape de Jonás del vientre del pez recordaba y exponía al cristiano su redención de las tinieblas de la tumba.

—Esta gloriosa esperanza de la resurrección es un consuelo inapreciable dijo él—, y nos encanta tenerlo presente por medio de los diferentes símbolos. Allí también tienes un símbolo de la misma bendita verdad: la paloma llevando a Noé la rama de oliva. —Tuvo que relatar a Marcelo la historia del diluvio, a fin de que pudiera comprender el significado de la representación—. Pero de todos los símbolos que se usan dijo él—, ninguno es tan claro como éste —y señaló un cuadro de la resurrección de Lázaro.

—Allí también —dijo Honorio, hay un anda, signo de la esperanza por la cual los cristianos, mientras se hallan arrojados de un lado a otro por las implacables olas de la vida, se mantienen firmes hacia su hogar celestial.

—Allá puedes ver el gallo; es el símbolo de la Vigilancia, porque el Señor nos dice, «Velad y orad». Igualmente allá tenemos el cordero, símbolo de inocencia y ternura, que al mismo tiempo trae a nuestra memoria al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, que llevó nuestros pecados y por cuyo sacrificio tenemos la vida eterna y el perdón. Allí de nuevo tenemos la paloma, que como el cordero representa la inocencia; y otra vez más la tienes allá, portando la rama de oliva de la paz.

—Allá están las letras alfa y omega, la primera y la última del alfabeto griego, que representan a nuestro Señor; porque tú ya sabes que él dijo: «Yo soy el Alfa y la Omega». Y allí está la corona, que nos recuerda esa corona incorruptible que el Señor, juez justo, nos ha de dar. Es así cómo nos complace rodearnos con todo lo que nos aviva el recuerdo del gozo que nos espera. Enseñados de ese modo, miramos desde este ambiente de tristeza y tinieblas, y gracias a una viva fe vemos sobre nosotros la luz de la gloria eterna.

—Aquí dijo Marcelo, deteniéndose—, hay algo que parece adaptarse a mi condición. Suena realmente profético. Quizá yo también me vea llamado a dar mi testimonio de Jesucristo. ¡Oh, que yo sea hallado fiel!


EN CRISTO, EN EL TIEMPO DEL EMPERADOR ADRIANO, MARIO, UN JOVEN OFICIAL MILITAR, QUE VIVIÓ LO SUFICIENTE, DERRAMÓ SU SANGRE POR CRISTO Y MURIÓ EN PAZ. ESTE ES UN RECUERDO DE SUS AMIGOS CON LÁGRIMAS Y TEMOR.

—«En el mundo tendréis tribulación; mas confiad; yo he vencido al mundo.» Así nos asegura Cristo; pero al mismo tiempo que nos previene contra el mal, nos consuela con su promesa de apoyo. En él hallamos gracia suficiente para nosotros.

Que el ejemplo del joven oficial sea para mí, dijo Marcel. Yo puedo derramar mi sangre por Cristo Jesús lo mismo que él. ¡Que yo muera igualmente fiel como él! Morar aquí entre mis hermanos con epitafio semejante será el honor supremo, y no un mausoleo como el de Celicia Metela.

Y de ese modo siguieron caminando.

Marcelo dijo con entusiasmo: —¡Cuán dulce es la muerte del cristiano! El horror de la muerte ha huido. Para él se trata sólo de un sueño bienaventurado, mientras el espíritu está con el Señor esperando la resurrección, y la muerte, en vez de causar terror, está asociada con pensamientos de victoria y reposo.


EL LUGAR DEL SUEÑO DE ELPIS


ZOTICO YACE AQUÍ DURMIENDO


ASELO DUERME EN CRISTO


MARTIRIA, EN PAZ


VIDALIA, EN LA PAZ DE CRISTO


NICÉFORO, UN ALMA DULCE, EN EL LUGAR DE REFRIGERIO


—Algunas de estas inscripciones hablan del carácter de los hermanos que se fueron dijo Honorio, mira estas:


MAXIMIO, QUIEN VIVIÓ VEINTITRÉS AÑOS, AMIGO DE TODOS LOS HOMBRES EN CRISTO


EN LAS QUINTAS CALENDAS DE NOVIEMBRE, DURMIÓ GORGONIO, AMIGO DE TODOS Y ENEMIGO DE NADIE.

—Y aquí también —prosiguió el anciano, otras que nos hablan de sus vidas privadas y de sus experiencias domésticas.


CECILIO, EL ESPOSO, A CECILIA PLACINDA, MI ESPOSA DE EXCELSA MEMORIA, CON QUIEN VIVÍ DIEZ AÑOS SIN NINGUNA QUERELLA, EN CRISTO JESÚS, HIJO DE DIOS, SALVADOR.


CONSAGRADO A CRISTO EL DIOS SUPREMO. VITALI ENTERRADA EN SABADO, CALENDAS DE AGOSTO, TENÍA VEINTICINCO AÑOS Y OCHO MESES DE EDAD. VIVIÓ CON SU ESPOSO DIEZ AÑOS Y TREINTA DÍAS. EN CRISTO, EL PRIMERO Y EL ÚLTIMO.


A DOMNINA, MI MUY DULCE E INOCENTE ESPOSA, QUIEN VIVIO DIECISEIS AÑOS Y CUATRO MESES Y FUE CASADA DOS AÑOS CUATRO MESES Y NUEVE DIAS: CON QUIEN YO NO PUDE VIVIR, POR CAUSA DE MIS VIAJES, MÁS DE SEIS MESES, DURANTE LOS CUALES LE MOSTRÉ MI AMOR COMO LO SENTÍA. JAMÁS SE AMARON TANTO OTROS ALGUNOS. ENTERRADA EL DÍA QUINCE ANTES DE LAS CALENDAS DE JUNIO.


A CLAUDIO, AFECTUOSO Y DIGNO SER QUE ME AMÓ, Y VIVIÓ VEINTICINCO AÑOS EN CRISTO.

—He aquí el tributo de un padre amante —dijo Marcelo al leer lo siguiente:


LORENZO A SU DULCÍSIMO HIJO SEVERO. SE LO LLEVARON LOS ÁNGELES EL SÉPTIMO IDUS DE ENERO.

—Y aquí hay uno de una esposa:


DOMICIO EN PAZ, LEA ERIGIO ESTA.

—Sí —dijo Honorio—, por la fe en Jesucristo (o como tú sueles decir, la «religión») el creyente recibe una nueva y divina naturaleza que le imparte el Espíritu Santo, que al mismo tiempo implanta el amor de Dios, lo cual lo hace susceptible a los más tiernos afectos para los amigos y relacionados. Si bien es verdad que permanece la naturaleza del viejo Adán, no se mejora, ni tampoco puede.

Continuando su recorrido, hallaron muchos epitafios más que mostraban el tierno amor a los parientes muertos.


CONSTANCIA, DE MARAVILLOSA BELLEZA Y AMABILIDAD Y QUE VIVIÓ DIECIOCHO AÑOS Y SEIS MESES CON DIEZ Y SEIS DÍAS. CONSTANCIA, EN PAZ.


SIMPLICIO, DE BUENA Y FELIZ MEMORIA, QUE VIVIÓ VEINTITRÉS AÑOS Y CUARENTITRÉS DÍAS EN PAZ. ESTE MONUMENTO SE LO HIZO SU HERMANO.


A ADSERTOR, NUESTRO HIJO, DULCE Y QUERIDO, EL MÁS INOCENTE E INCOMPARABLE, QUE VIVIÓ DIECISIETE AÑOS Y SEIS MESES CON OCHO DÍAS. RECUERDO DE SU PADRE Y SU MADRE.


A JANUARIO, DULCE Y BUEN HIJO, HONRADO Y AMADO DE TODOS, QUE VIVIÓ VEINTIRÉS AÑOS, CINCO MESES Y VEINTIDÓS DÍAS.


SUS PADRES, A LAURINA, MÁS DULCE QUE LA MIEL, DUERME EN PAZ.


A LA SANTA ALMA DE INOCENTE, QUE VIVIÓ COMO TRES AÑOS.


DOMICIANO, UNA ALMA INOCENTE, DUERME EN PAZ.


ADIÓS, OH SABINA. ELLA VIVIÓ OCHO AÑOS, OCHO MESES Y VEINTIDÓS DÍAS. QUE VIVAS DULCEMENTE CON DIOS.


EN CRISTO: MURIÓ EL PRIMERO DE SEPTIEMBRE, POMPEYANO EL INOCENTE, QUE VIVIÓ SEIS AÑOS Y NUEVE MESES CON OCHO DIAS Y CUATRO HORAS. ÉL DUERME EN PAZ.


A SU DIGNÍSIMO HIJO, CALPURNIO, RECUERDO DE SUS PADRES: EL VIVIÓ CINCO AÑOS, OCHO MESES Y DIEZ DÍAS, Y PARTIÓ EN PAZ EL TRECE DE JUNIO.

—Al epitafio de este niño —dijo Marcel—, ellos han añadido los símbolos de paz de gloria. —Señaló la tumba del niño, sobre cuya losa estaba dibujada una paloma y una corona de laurel, juntamente con la siguiente inscripción:


RESPECTO, QUIEN VIVIÓ CINCO AÑOS Y OCHO MESES, DUERME EN PAZ.

Y continuó diciendo Marcelo: —Y este tiene una palma, que es el símbolo de la Victoria.

—Sí —dijo Honorio—, el Salvador ha dicho: «Dejad a los niños que vengan a mí.»

También atrajeron su atención los epitafios sobre las tumbas de las mujeres que habían sido esposas de ministros cristianos:


MI ESPOSA LAURENTINA ME HIZO ESTA TUMBA. ELLA SIEMPRE IDÓNEA A MI DISPOSICIÓN, VENERABLE Y FIEL.


POR FIN QUEDA APLASTADA LA ENVIDIA. EL OBISPO LEÓN PASÓ SU OCTOGÉSIMO AÑO.


EL LUGAR DE BASILIO EL PRESBÍTERO Y SU FELICITAS. ELLOS MISMOS SE HICIERON ESTA TUMBA.


LA QUE FUE HIJA FELIZ DEL PRESBÍTERO GABINO, AQUÍ REPOSA SUSANA, UNIDA EN PAZ CON SU PADRE.


CLAUDIO ATICIANO, LECTOR, Y CLAUDIA FELICÍSIMA, SU ESPOSA.


—Aquí se ve dijo Marcel, una tumba más grande. ¿Hay dos sepultados aquí?

—Si, es lo que llamamos bisomum, pues dos ocupan esa tumba. Lee la inscripción:


EL BISOMUM DE SABINO. ÉL LO HIZO PARA Sí MISMO DURANTE SU VIDA EN EL CEMENTERIO DE BALBINA EN LA NUEVA CRIPTA.

Y Honorio continuó diciendo: —Algunas veces se sepultan tres en la misma tumba. En otros lugares verás tú, Marcelo, que un mayor número ha sido sepultado en el mismo lugar; porque cuando arrecia la persecución, no siempre hay posibilidad de dedicar a cada persona la atención debida separadamente como se desearía. Más allá hay una placa que señala el lugar de sepultura de muchos mártires, cuyos nombres son desconocidos, pero cuyas memorias se bendicen. Señaló una losa que llevaba la siguiente inscripción:


MARCELA Y QUINIENTOS CINCUENTA MARTIRES DE CRISTO.

—Aquí hay uno más largo dijo Marcel, y sus palabras harán eco en los corazones de todos nosotros.

—Y leyeron lo siguiente con la más profunda emoción:


EN CRISTO. ALEJANDRO NO ESTÁ MUERTO, SINO QUE VIVE MÁS ALLÁ DE LAS ESTRELLAS, Y SU CUERPO REPOSA EN ESTA TUMBA. EL RINDIÓ SU VIDA BAJO EL EMPERADOR ANTONINO, QUIEN AUNQUE PUDO HABER PREVISTO QUÉ GRAN BENEFICIO LE RESULTARÍA DE SUS SERVICIOS, SÓLO LE OFRECIÓ ODIO EN VEZ DE GRACIA, PORQUE MIENTRAS ESTABA SOBRE SUS RODILLAS YA PARA OFRECER SACRIFICIO AL DIOS VERDADERO, FUE SACADO PARA SER EJECUTADO. ¡OH TIEMPOS TRISTES AQUELLOS EN LOS CUALES AUN ENTRE LOS RITOS Y ORACIONES SAGRADAS, NI AUN EN LAS CAVERNAS PODÍAMOS ESTAR SEGUROS! ¿QUÉ PUEDE SER MÁS MISERABLE QUE UNA VIDA TAL? ¿Y QUÉ PEOR MUERTE QUE AQUELLA EN QUE NO PUEDEN NI SIQUIERA SER SEPULTADOS POR SUS AMIGOS Y PARIENTES? AL FIN ELLOS BRILLAN EN EL CIELO. APENAS HA VIVIDO EL QUE HA VIVIDO EN TIEMPOS CRISTIANOS.

—Este —dijo Honorio es lugar de reposo de un hermano bien amado, cuya memoria aún se recuerda con cariño entre las todas iglesias. Alrededor de esta tumba hemos de celebrar la fiesta de amor en el aniversario de su nacimiento. Pues en esta fiesta se demuelen todas las barreras de los diferentes rangos sociales y clases y tribus y lenguas y pueblos. Nosotros todos somos hermanos en Cristo Jesús, porque recordamos que como Cristo nos amó, así también debemos amarnos los unos a los otros.

En este recorrido Marcelo tuvo la amplia oportunidad de verificar por sí mismo la presencia de aquel fraternal amor al cual aludía Honorio. Encontró hombres, mujeres y niños de todo rango y de toda edad. Hombres que habían ocupado los más altos puestos en Roma, se asociaban en amigable comunión con aquellos que apenas se hallaban al nivel de los esclavos; aun aquellos que antes habían sido crueles e implacables perseguidores, ahora se asociaban en comunión de amor con aquellos que antes fueron objeto de su odio mortal. Igualmente el sacerdote judío, liberado del yugo de la Ley, que él no podía cumplir y que era «ministerio de muerte» para él, ahora caminaba de la mano con los gentiles que antes odiaba. El griego había llegado a descubrir en la «locura» del Evangelio la misma sabiduría infinita. Y el desprecio que antes había sentido por los seguidores de Jesús había cedido el lugar al afecto más tierno. El egoísmo y la ambición, el orgullo y la envidia, todas las bajas pasiones de la vida humana parecían haberse esfumado ante el poder ilimitado del amor cristiano. La fe en Cristo Jesús moraba en sus corazones en toda su plenitud, y su bendita influencia se veía aquí, como no era posible verla en ninguna otra ocasión; no porque su naturaleza y su poder habían sido cambiados por causa de ellos personal e intencionalmente, sino porque la persecución universal había alcanzado a todos igualmente y les había privado de sus posesiones terrenales, y les había separado de las tentaciones y ambiciones mundanas; y por el amor de Cristo que constriñe, y por la suprema simpatía que engendra el sufrimiento en común, había tenido la virtud de unirles los unos con los otros.

—La adoración al Dios verdadero —dijo Honorio—, difiere de toda falsa adoración. Los paganos deben entrar a sus templos y allí por medio de un sacerdote, igualmente pecador como todos, ofrecer una y otra vez sacrificios a los demonios, que desde luego jamás pueden librar a nadie de sus pecados. Pero en cambio, por nosotros Cristo se ha ofrecido una sola vez sin mancha ante Dios, el Sacrificio único hecho una sola vez y por siempre. Y cada uno de sus seguidores puede ahora acercarse a Dios por Jesucristo, nuestro bendito y santísimo Sumo Sacerdote en los mismos cielos, siendo así cada creyente hecho por Jesucristo rey y sacerdote para Dios. Por consiguiente, para nosotros no es cuestión de tiempo o espacio, en cuanto respecta a la adoración; ya sea que se nos dejen nuestras capillas, o que se nos proscriba del todo de ellas y de toda la tierra. Pues el cielo es el trono de nuestro Dios, y el universo es su templo, y cualquiera de sus hijos puede elevar a El su voz del lugar en que se encuentre, cualquiera que sea, y en cualquier momento, y adorar al Padre.

El recorrido de Marcelo se extendió hasta una gran distancia y por largo tiempo. Pese a haber sido prevenido de toda esta extensión, se maravillaba al ver por sí mismo lo enorme que era. Ni la mitad se le había dicho; y aunque había recorrido tanto era fácil comprender que todo esto era solamente una fracción de la enorme extensión.

La altura media de los pasillos era como de unos dos metros y medio; pero en muchos lugares se elevaba como a unos cuatro metros, o aun cinco. Luego las frecuentes capillas y salones que se habían formado ampliando los arcos daba mayor espacio a los habitantes, y les hacía posible vivir y desplazarse en mayor espacio y con más libertad. También en muchos lugares había aberturas en el techo, a través de las cuales penetraban débiles rayos de luz del aire exterior. Estos se escogían como lugares de reunión, pero no para vivir. La existencia de la bendita luz del día, por débil que fuera, agradaba tanto que es imposible expresarlo, sirviendo en un mínimo brevísimo para mitigar la tenebrosidad circundante.

Marcelo vio algunos lugares que habían sido amurallados, formando terminaciones abruptas del pasillo, pero se abrían otras especies de ramales que contorneaban el lugar, y luego se prolongaban como anteriormente. —¿Qué es esto que se encierra de ese modo?—preguntó él.

—Es una tumba romana —dijo Honorio—. Al excavar este pasillo, los obreros dieron contra ella, y fue así que dejaron de cavar y contornearon el lugar, amurallándola previamente. Eso no fue, desde luego, por temor a perturbar la tumba, sino porque tanto en la muerte como en la vida igualmente, el cristiano desea seguir el mandamiento del Señor que dice: «Salid de entre ellos; separaos de en medio de ellos.»

—La persecución se enfurece contra nosotros y nos rodea y nos encierra —dijo Marcelo—. ¿Cuánto tiempo estará perseguido el pueblo de Dios? ¿cuánto tiempo nos ha de afligir el enemigo?

Honorio le contestó: —Tal es el clamor de muchos entre nosotros. Pero es malo quejarse. El Señor ha sido benigno con su pueblo. Pues durante todo el Imperio han pasado muchas generaciones bajo la protección de las leyes y sin ser molestados. Es verdad que hemos tenido persecuciones terribles, en las cuales miles han muerto en agonía, pero con todo han llegado siempre a pasar y dejar en paz a la Iglesia.

—Todas las persecuciones que hasta el momento hemos recibido han servido para purificar los corazones del pueblo de Dios y para exaltar su fe. El sabe lo que es mejor para nosotros. Nosotros estamos en sus manos, y El no nos pondrá mayor carga de la que podemos aguantar. Seamos sobrios y velemos en oración, oh estimado Marcelo, porque la presente tormenta nos dice claramente que «el día grande y terrible», tanto tiempo antes profetizado sobre el mundo, se acerca.

Y así Marcelo siguió recorriendo en compañía de Honorio, conversando y aprendiendo cada instante cosas nuevas de la doctrina de la verdad de Dios y las experiencias de su pueblo. Y las evidencias de su amor, su pureza, su fortaleza, su fe inquebrantable penetraron a las profundidades de su alma.

La experiencia que él mismo había disfrutado no era cosa transitoria. Cada cosa nueva que contemplaba no hacía más que avivarle el vivo anhelo de unirse con la fe y la fortuna del pueblo de Dios. Y en armonía con ese sentir, antes del siguiente Día del Señor, se bautizó, «en la muerte de Cristo», en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

En la mañana del Día del Señor, se sentó alrededor de la Mesa del Señor, en compañía con otros cristianos. Allí todos ellos celebraron aquella sencilla pero afectuosa fiesta en memoria de la Mesa del Señor, por la cual los cristianos se proclamaban muertos con Jesús, mientras esperaban su regreso. Honorio elevó la ofrenda con una oración de acción de gracias por lo que compartían. Y por vez primera Marcelo gozó de la participación del pan y del vino, aquellos símbolos sagrados del cuerpo y de la sangre de su Señor crucificado por él.

«Y habiendo cantado un himno, salieron.»


(Continúa en la Parte VII: La confesión de fe)

© Editorial Portavoz, 1986. Usado con permiso. Tomado del libro: El mártir de las Catacumbas de autor anónimo.

Los Temas de la Vida Cristiana, volumen III, número 5. Todos los derechos reservados.

El libro fue reimpreso en varias ocasiones, después de ser publicado por Editorial Portavoz en 1986, fue concedido a Desarrollo Cristiano Internacional. Si usted desea la historia completa puede adquirir el libro mencionado en su librería cristiana o buscar los capítulos siguientes en este sitio.

Otros títulos de la serie continuada:


Parte uno: El Coliseo


Parte dos: El campamento pretoriano


Parte tres: La Vía Apia


Parte cuatro: Las catacumbas


Parte cinco: El secreto de los cristianos


Parte seis: La gran nube de testigos


Parte siete: La confesión de fe


Parte ocho: La vida en las catacumbas


Parte nueve: La persecución


Parte diez: La captura


Parte once: La ofrenda


Parte doce: El juicio de Polio


Parte trece: La muerte de Polio