“Y David se quedó en el desierto en lugares fuertes, y habitaba en un monte en el desierto de Zif; y lo buscaba Saúl todos los días, pero Dios no lo entregó en sus manos” (1 S. 23:14).
Introducción
Después de salir de Keila, el ungido con sus hombres se fue a refugiar en los lugares fuertes del desierto (23:14), y allí en el desierto compuso el Salmo 11. Los que han sido ungidos por Dios para alguna misión o función en el cuerpo de Cristo, ante la persecución de los no ungidos buscaran siempre los “lugares fuertes” para protegerse.
La oración es un “lugar fuerte” donde los ungidos se refugiarán ante las presiones y las cargas. En la oración se descansa y se descarga en Dios.
El ayuno es otro “lugar fuerte” donde los ungidos se refugiarán para fortalecerse y resistir en las batallas espirituales.
La alabanza es otro “lugar fuerte” donde los ungidos se ejercitarán en el poder de Dios. La alabanza manifiesta la presencia de Dios. En el desierto de Zif el ungido cantaba el Salmo 11 como un cántico de victoria espiritual.
Hasta el desierto de Zif (23:15) llegó el príncipe Jonatán para profetizarle al ungido su victoria futura (23:17). La palabra consoladora siempre le llegará a los ungidos cuando más necesitados estén.
En el pasaje expositivo de esta ocasión, nos presenta en los zifaibas un espíritu de confabulación y de traición contra el ungido (23:19–24). Ellos no pudieron discernir las buenas motivaciones en el corazón del ungido, pero sí entregaron sus corazones al no ungido.
El ungido sabiendo lo que Saúl y los zifaitas le querían hacer, huyó al desierto de Maón en el Arabá (23:24). Los ungidos prevén las situaciones y no se dejan atrapar por las mismas.
El no ungido con sus no ungidos, tenían acorralados al ungido y a sus ungidos; pero cuando ya estaban para echarles las manos, los filisteos irrumpen en el territorio de Saúl (23:27). Mientras los filisteos entretienen a Saúl, el ungido tiene la oportunidad de escapar a los “lugares fuertes de En-gadi” (23:29). Allí el ungido nuevamente descansaría, se renovaría y esperaría pacientemente en Dios.
- La protección
“… pero Dios no lo entrego en sus manos…” (23:14).
Para Saúl tocar al ungido, Dios se lo tenía que entregar en sus manos. Los enemigos de los ungidos solo tendrán acceso y poder sobre ellos si Dios les da permiso.
En Job 2:6 leemos: “Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida”. Hasta que Dios no le dio permiso a Satanás, este no pudo tocar a Job.
El ungido David gozaba de la protección y del respaldo divino. La cobertura espiritual de Dios estaba sobre él. Dios vela y cuida de sus ungidos. Le pone cerco de protección espiritual.
El diablo y su pandilla de títeres demonios, podrán perseguir, molestar, afligir, acorralar, asediar y mortificar a los ungidos…; pero siempre verán en estos la camiseta espiritual impresa con la sangre de Jesucristo el Ungido que lee: “No toquéis a mis ungidos” (1 Cr. 16:22; Sal. 105:15; 20:6).
Tú eres un ungido de Dios. Esa unción te da garantía espiritual de tu identidad con Dios. El enemigo tendrá que respetar esa garantía. Te podrá ensuciar, empujar, criticar, acusarte…, pero no podrá romperte. Tienes la garantía a prueba de fuego y de destrucción.
Por causa de la unción, tú eres algo especial para Dios. Nunca subestimes la unción de Dios en tu vida. La unción es la que te levanta y te da a conocer. Date a conocer en el mundo espiritual a causa de la unción que reposa en ti. El enemigo no te respetará en muchas áreas: conocerá tus debilidades; sabrá que temperamento te domina; te podrá enumerar muchas faltas y deficiencias. Pero jamás podrá negar la unción del Espíritu Santo que esta y fluye a través de tu persona. Esa unción te da a respetar y te da investidura en el mundo espiritual.
En Hechos 10:38 dicen las Escrituras: “Como Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y como éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.
La unción daba a conocer a Jesús de Nazaret. Esa unción era el Espíritu Santo en Él (Mt. 3:16, cp. 4:1; Lc. 4:1, 14). Esa unción le dio poder para obrar, sanar y libertar a los oprimidos.
La unción pudre yugos. En Isaías 10:27 leemos: “Acontecerá en aquel tiempo que su carga será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo se pudrirá a causa de la unción”. La unción trae liberación. Esos yugos de maldición, de timidez, de complejos, de heridas emocionales, de culpas pasadas, de rechazos, de inferioridad, la unción los pudre.
- La fortaleza
“…y fortaleció su mano en Dios” (23:16).
En Hores, en el desierto de Zif, llegó el príncipe Jonatán y voluntariamente abdicó de su derecho al trono y se lo entregó al ungido. Los que tienen el espíritu de Jonatán saben abdicar espiritualmente de muchas cosas y aun posiciones que tienen, por causa de la revelación que reciben de los ungidos.
Jonatán le declara: “No temas, pues no te hallará la mano de Saúl mi padre, y tu reinaras sobre Israel, y yo seré segundo después de ti; y aun Saúl mi padre así lo sabe” (23:17).
El príncipe de Israel, hijo de Saúl, renunció a su derecho a ser primero, para que el ungido lo fuera. Pero se conformaría con el segundo lugar. Esto muestra una tremenda madurez espiritual en Jonatán. Fue muy receptivo a la revelación divina.
El nepotismo invitaba a Jonatán a ser el próximo rey, la teocracia le afirmaba que ese rey lo sería David. A los puestos y a las posiciones se debe llegar no por parentesco familiar, sino por llamado de Dios.
La unción y no lo elección haría de David un rey. Los ministerios se alcanzan por la unción. Solo la unción puede autorizar a alguien para cumplir con el propósito especial de Dios.
Jonatán podía luchar por la posición, pero no sería ungido en la posición. Sin unción se tiene posición, pero no ministerio. Hay que estar ungido para y en la posición.
Hoy día tenemos a muchos Jonatanes en posiciones que Dios nunca los llamó, ni los ungió, pero que han llegado a tenerlas por la política, la influencia y la manipulación. Personas en ministerios que no han sido ungidos por Dios, ocuparan posiciones y tendrán títulos, pero carecerán de la gracia para los mismos.
Si algo descubro en Jonatán es que no tuvo celos. Los celos de su padre Saúl no se le transmitieron a él. Prefería ver al ungido promovido y ser su subalterno, antes que serle una piedra de tropiezo en el plan y propósito divinos.
Notemos esta expresión: “…y fortaleció su mano en Dios” (23:16). Jonatán era una persona muy espiritual. Tenía el don de la consolación. Tenemos necesidad de personas que tengan el espíritu de la consolación. ¡Que oren para que otros sean consolados! ¡Que sepan cuándo, dónde y cómo consolar!
Jonatán fue un ministro para otro ministro. Fue un sanador para un sanador herido. Puso la necesidad del ungido por encima de la suya propia. Dejo de pensar en su futuro y pensó en el futuro del ungido.
Una vez más prestemos atención a esta declaración: “… y fortaleció su mano en Dios”. Aquí no dice que “Dios le fortaleció su mano”, sino que Jonatán “fortaleció [a David] su mano en Dios”. Lo animó a estar fuerte en Dios, a estar confiado en Dios, a esperar en Dios y a moverse en Dios.
Muchas serían las palabras que le diría Jonatán al ungido para que se fortaleciera en Dios. Su ministerio al ungido era el de animarlo, fortalecerlo, motivarlo y alentarlo.
En la Versión Popular se traduce lo anterior: “… y a darle ánimo fortaleciendo su confianza en Dios”. Los ungidos necesitan de otros que los animen a no perder su confianza en Dios. La confianza en Dios es clave para la perseverancia de los ungidos. El ánimo produce confianza.
Después de Jonatán profetizar bendición al ungido, hizo una renovación en el pacto con David (23:18). El hacer y repetir el pacto con el ungido se debe practicar siempre. Al ungido hay que profesarle lealtad y fidelidad. Déjese usar por Dios motivando a los ungidos. Anímelos a realizar la visión y a cumplir con el ministerio.
III. La búsqueda
“Y se fue Saúl con su gente a buscarlo” (23:25).
Después de Jonatán despedirse, David se quedó refugiado en el monte de Haquila, en Hores, al sur del desierto (23:19). Pensó que con los zifaibas estarían protegido, pero no fue así.
Solo el tiempo manifestará cuantos en realidad están con los ungidos. Muchos que participan junto a los ungidos ahora, en el futuro los abandonaran. Los ungidos tienen que tener cuatro ojos abiertos, los naturales y los espirituales. Los que tienen el espíritu zifaita son gente muy peligrosa que juegan a estar con el ungido. Con una mano saludan al ungido y con la otra al no ungido.
Los zifaitas enviaron mensajeros a Gabaa, para delatar al ungido delante de Saúl (23:19); e invitar a Saúl para que viniera por él, para ellos entregárselo (23:20). Los que tienen el espíritu zifaita les gusta hacer las cosas a escondidas de los ungidos. De frente a los ungidos son de una cara y por la espalda tienen obra cara. Estos son los enemigos secretos del ungido. Están dispuestos a entregar a los ungidos para quedar políticamente bien con los no ungidos.
Saúl pretende bendecir a los zifaitas: “¡Qué Dios los bendiga por haberse compadecido de mi!” (23:21, Versión Popular). El no ungido no podía bendecir, ya que a él mismo le faltaba la bendición divina. Los del espíritu zifaita les gusta recibir o esperan recibir bendición de quien no se la puede dar.
Luego les dio instrucciones precisas para que le dieran una información detallada del paradero de David (23:22). Saúl era un experto jugando con información distorsionada: “porque me han dicho que él es muy astuto” (23:22, Versión Popular).
Los no ungidos, los que tienen espíritu Saulita, siempre andan diciendo que le han dicho algo malo de los ungidos. Cuando en realidad son ellos los que lo dicen. Estos ponen palabras de ellos en otros para disimular que son ellos los difamadores.
En 23:23 leemos: “Fíjense bien en todos los escondites en que se mete, y vuelvan a mi con datos seguros; y entonces yo iré con ustedes. Y si en verdad está en esa región, yo lo buscare palmo a palmo entre todos los clanes de Judá” (Versión Popular).
Judá significa “alabanza”. Ya Saúl no era popular con “los clanes de Judá”. Es decir con “los clanes de la alabanza”. Pero los de la alabanza sí querían a David. Estos sabían que él era un adorador.
Los que tienen el espíritu zifaita se dejan manipular y utilizar fácilmente por los no ungidos. Se prestan para hacer el trabajo dañino de aquellos. Son los que vigilan, acechan y hacen trampas para que los ungidos sean atrapados.
Una vez que los zifaitas se fueron, Saúl salió con su gente en busca del ungido (23:25). A Saúl se le informó que David estaba en Maón; y allí fue a buscarlo. Por un lado del monte iba Saúl y su gente; y por el otro lado, David y sus acompañantes (23:26).
A Saúl le llegó la noticia de que la presencia filistea estaba en su reino (23:27). Esto hizo que Saúl suspendiera la operación David y comenzara la operación filistea. Tarde o temprano Dios le cambiara la agenda a los enemigos de los ungidos.
Leemos: “Entonces Saúl dejó de perseguir a David y fue a enfrentarse con los filisteos. Por esa razón aquel lugar fue conocido como “Peñasco de la Separación” (“Sela-hama-lecot”, Reina-Valera) (23:28, Versión Popular).
Llegará el momento cuando los mismos enemigos de la obra, los filisteos, se levantaran contra el no ungido y los que lo apoyan. En el “peñasco de la separación”, Dios separara al ungido del no ungido. Por eso hay que aprender a confiar y a esperar en Dios. Aunque Saúl nos tenga emboscados en el “peñasco de la separación”, será alejado de nosotros.
Conclusión
(1) El enemigo podrá perseguirnos, pero sin el permiso divino no podrá tocarnos. (2) Los que tienen el espíritu de Jonatán no se interesan en puestos, sino en consolar al que es ungido. (3) Los no ungidos utilizan a los zifaitas para tratar de atrapar a los ungidos.
Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (139). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.