Introducción
El primer ministro de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill, fue ejemplo de integridad y respeto frente a gran oposición. Durante el último año que ocupó el cargo, asistió a una ceremonia oficial. Dos o tres filas detrás de su asiento, dos hombres empezaron a hablar en susurros.
Dijo uno: Mira, es Winston Churchill. El otro respondió: Dicen que le falla mucho la memoria. El primero dijo: Sí, dicen que debería de renunciar el cargo y dejar que otros hombres más jóvenes y hábiles se encarguen de la nación. Así siguió la conversación. Al final de la ceremonia, Churchill dio la vuelta para hablar con los hombres. Señores, les comentó, ¡También dicen que estoy sordo!
¡Caramba! ¡En qué problemas nos metemos con la lengua! ¿verdad? Escucha muy bien lo que te voy a decir: la lengua es la parte más poderosa del cuerpo. Con la lengua puedes salvarte – confesando a Cristo como Señor y Salvador, según Romanos 10:10: "Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación." Con la lengua puedes condenarte, según Mateo 12:32: "A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero." Tu lengua puede destruir un hogar, y tu lengua puede salvar almas. ¿Y tú, para qué usas la lengua?
Continuamos hoy con nuestra serie basada en Colosenses 3:6-10. Leamos estos versículos:
3:6 cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, 3:7 en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. 3:8 Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. 3:9 No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, 3:10 y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,
Hoy enfocamos dos ideas, ambas relacionadas con la lengua: la calumnia y el lenguaje obsceno. Si tú conoces a Cristo, has sido llamado a expresar la vida nueva que has recibido mediante tu lengua.
Antes tú hablabas como cualquier persona del mundo – regando chismes y contando chistes colorados. Pero ahora, Dios te dice que te despojes de esas cosas como de una ropa sucia y maloliente, y vivas en la nueva naturaleza que Cristo te da. Tenemos una nueva esperanza en Cristo que nos lleva a vivir en una nueva vida.
Para ayudarnos a meditar en la forma nueva en que Dios nos llama a usar la lengua, consideremos lo que nos dice Santiago acerca de este tema. Abramos nuestra Biblia en Santiago capítulo 3, y empecemos con los versos 3 al 6.
Santiago 3:3-6 3:3 He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. 3:4 Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. 3:5 Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! 3:6 Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.
Aquí vemos que:
I. Con la lengua podemos destruir o podemos edificar
La lengua tiene un poder enorme, a comparación con su tamaño pequeño. El freno que ponemos en la boca de un caballo es muy pequeño, pero con él controlamos todo el animal. El timón de un barco es pequeño, pero con él se dirige toda la nave. Las chispas son muy pequeñas, pero sólo una es suficiente para encender miles de hectáreas de bosque.
La lengua también es muy pequeña, pero es capaz de determinar el curso de nuestra vida. Como reza el dicho, "el pez por la boca muere". Por un pequeño anzuelo, el pez se vuelve pescado y queda frito. De igual forma, nuestra lengua y lo que decimos con ella es capaz de cambiar por completo la dirección de nuestra vida – y no sólo la nuestra, sino las vidas de muchas personas más.
La calumnia que mencionamos antes consiste en difamar a las personas, casi siempre en el contexto del chisme. Consideremos entonces algunos de los buenos consejos que encontramos en el libro de Proverbios acerca del chisme y la difamación. Empecemos en Proverbios 11:13: "El que anda en chismes descubre el secreto; Mas el de espíritu fiel lo guarda todo." Aquí descubrimos que la gente chismosa revela los secretos. La persona chismosa no es digna de confianza.
¿Alguna vez has compartido un sabroso chisme con otra persona acerca de una persona tercera? Luego, quizás te has puesto a pensar: Si fulano es capaz de decir esas cosas de mengano, ¿qué andará diciendo de mí? Es que el chisme es un hacha de dos filos: corta por ambos lados. Quizás te goces hoy con el rumor acerca de otra persona, pero mañana tú podrás ser el perjudicado.
Es por esto que no se puede confiar en la persona chismosa. Al que le encanta regar cuentos, no le entregues tus secretos. No es de confiar. Pasemos ahora a Proverbios 16:28: "El hombre perverso levanta contienda, Y el chismoso aparta a los mejores amigos. " Aquí descubrimos el poder destructor del chisme. El chismoso es capaz de dividir hasta a los mejores amigos. Muchas buenas amistades han sufrido frente a los chismes malintencionados.
Pero, ¿por qué nos gusta tanto el chisme? Leamos Proverbios 18:8 para encontrar la razón: "Las palabras del chismoso son como bocados suaves, Y penetran hasta las entrañas." Un chisme, dice la Palabra, es un delicioso manjar. Es como un bocadillo irresistible. Recuerdo una situación que ilustra este punto, en el que se empezaron a morir los perros de un amigo.
Por fin se descubrió que estaban siendo envenenados. Ahora bien, ¿cómo creen que la gente malvada que quería destruir a esos finos animales lograba que se comieran el veneno? ¿Les daban las pastillas de forma directa? ¿Agarraban el hocico de un dóberman para obligarlo a tragarse el veneno a la fuerza?
¡Claro que no! Emplearon un método mucho más sencillo; escondiendo el veneno en un pedacito de carne suculento, lograban que los perros se tragaran el veneno por voluntad propia. Así es también con el chisme. El veneno que puede destruir tu corazón, que puede separarte de una persona que estimas y que puede volverte sentencioso y cruel, se esconde en ese delicioso chisme que te tragas sin pensar.
¿Cuándo estamos chismeando? El chisme sucede cuando compartimos algo con alguien que no tiene por qué saberlo, cuando nos basamos en suposiciones en lugar de la verdad o cuando nuestro corazón alberga malicia. Una buena prueba es ésta: ¿le diríamos a la cara de la persona lo que estamos contando detrás de sus espaldas? Si no, podemos saber que se trata de un chisme.
Acuérdate del poder de tu lengua. Con tu lengua puedes destruir o edificar. Si escuchas y participas en el chisme, date cuenta del daño que estás haciendo. Dios te llama a usar tu lengua para edificar, no para destruir.
Leamos ahora Santiago 3:9-12:
3:9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. 3:10 De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. 3:11 ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? 3:12 Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.
Aquí vemos que:
II. Con la lengua podemos contaminar o purificar
Considera la forma en que usamos la boca. Hoy en la iglesia, cantamos alabanzas al Señor; declaramos la grandeza de su santidad, lo adoramos de todo corazón. Mañana, con esa misma boca, soltamos una palabrota cuando nos machucamos el dedo con el martillo. Nos enojamos con nuestros hijos, y los insultamos.
¿Cómo es posible tal incoherencia? En este aspecto, la naturaleza es más sabia que nosotros. Las fuentes de agua sólo dan una clase de agua; o brota del manantial agua pura y deliciosa, o sale agua contaminada y putrefacta. Nunca he sabido de una fuente que en ratos dé agua pura y en ratos agua sucia.
Los árboles también son coherentes. Un árbol de higos no empieza de repente a dar manzanas; ni salen duraznos de un cerezo. ¿Cómo es que nosotros, siendo más inteligentes que los árboles, no mostramos su coherencia? Como dice Santiago, "esto no debe ser así". Jesús nos dijo en Mateo 15:18 que es lo que sale de la boca lo que contamina a la persona: "Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre." Nuestras palabras reflejan nuestro corazón. Si nuestro vocabulario incluye palabras obscenas, es como si estuviéramos contaminando el aire con nuestra conversación.
En muchos lugares públicos se prohíbe el fumar, pues el humo de cigarrillo contamina el aire y causa problemas de salud. Cuando nuestras palabras son groseras o de mal gusto, contaminamos el aire y causamos problemas de espíritu. No es necesario usar groserías para expresarnos.
Y tú, ¿qué efecto causas cuando hablas? ¿Tus palabras traen edificación, ánimo y alegría a los que te oyen? ¿O más bien, traen desánimo y decepción? Aprende a domar tu lengua, y verás que el resto de tu vida toma mejor forma. Empieza – ¿sabes dónde? – en tu hogar. Dime: si alguien te pagara diez centavos por cada palabra de ánimo y cariño que les has dicho a tus hijos o tu pareja, y te quitara cinco centavos por cada palabra áspera y cruel, ¿serías rico o pobre?
Conclusión
Dios te está llamando a usar tu lengua para edificar y para purificar, no para destruir y contaminar. Ten cuidado con la calumnia y con las palabras obscenas. No te ayudan a vivir la vida pura que Dios desea que vivas. Tus palabras tienen mucho poder.
Se cuenta la historia de un grupo de indígenas que vivía en lo que ahora es Texas. Ellos se hicieron amigos de un colono estadounidense, y cuando se encontraban cerca de su hacienda, lo visitaban para que él compartiera con ellos algunas de las reses que criaba.
Durante la guerra de 1836, sucedió que este colono se retiró del rancho para pelear en la revolución. En su ausencia, los indígenas mataron algunas reses y se pusieron a comer. De repente se apareció una cuadrilla de soldados mexicanos y les pidieron razones por sus acciones. Los indígenas respondieron: "Somos amigos del colono éste". Ya que el colono era estadounidense, los mexicanos atacaron a los indígenas que se acababan de declarar sus amigos.
Sólo se escapó del ataque un pequeño grupo de indígenas. Estos huyeron de la escena, y más adelante se encontraron con otro grupo – esta vez, de soldados estadounidenses. Los indígenas no conocían los uniformes; sólo temían ser atacados de nuevo. Así que empezaron a gritar "¡Viva México!" De inmediato fueron atacados de nuevo, y sólo un puñado se escapó.
¡La lengua nos mete en problemas! ¿Cómo quieres usar la tuya? Te invito hoy a comprometerte con el Señor en usar tu lengua como El quiere que la uses. Te invito hoy a entregarle tus labios al Señor, y decirle que tú quieres que El los purifique.
Fuente: www.centraldesermones.com