LA LIBERACIÓN DEL UNGIDO

“Fue, pues, David con sus hombres a Keila, y peleó contra los filisteos, se llevó sus ganados, y les causó una gran derrota; y libró David a los de Keila. Y aconteció que cuando Abiatar hijo de Ahimelec huyó siguiendo a David a Keila, descendió con el efod en su mano. Y fue dado aviso a Saúl que David había venido a Keila. Entonces dijo Saúl: Dios lo ha entregado en mi mano, pues se ha encerrado entrando en ciudad con puertas y cerraduras. Y convocó Saúl a todo el pueblo a la batalla para descender a Keila, y poner sitio a David y a sus hombres” (1 S. 23:5–8).

Introducción

Los ungidos como David siempre serán presa de persecución por los no ungidos como Saúl. Los habitantes de Keila habían sido atacados por los filisteos (23:1). Los ungidos cuando ven que otros son atacados por los filisteos, no se cruzan de brazos, inmediatamente van ante la presencia de Dios en busca de dirección espiritual (23:2). El mensaje de Dios para el ungido fue: “Ve ataca a los filisteos y libra a Keila” (23:2).

David había sido ungido para combatir a los filisteos. Han sido ungidos para la guerra espiritual. Pero en la guerra espiritual hay que moverse bajo las órdenes de Dios.

No siempre los que están a nuestro lado están preparados para la guerra. Los hombres de David se expresaron diciendo: “He aquí que nosotros aquí en Judá estamos con miedo; ¿cuánto más si fuéremos a Keila contra el ejército de los filisteos?” (23:3).

A los hombres de David les faltaba la autoestima, el valor, la fe y la realización de quiénes eran en Dios. Veían los filisteos como un ejército, pero se veían así mismos como menos que un ejército.

  1. La confirmación

“Entonces David volvió a consultar a Jehová. Y Jehová le respondió y dijo: Levántate, desciende a Keila, pues yo entregaré en tus manos a los filisteos” (23:4).

El temor y la inseguridad de sus hombres, no se transmitió al espíritu del ungido. Los ungidos han sido inoculados por el Espíritu Santo contra el contagio del desanimo en otros.

Los ungidos no permiten que el miedo de otros los pueda arrinconar. Han aprendido a sacudirse del mismo y a moverse hacia adelante. Cuando David vio a sus hombres, que parecían ovejas rodeadas por lobos, se volvió a Dios en oración. Cuando los ungidos no saben qué hacer, qué decir o cómo resolver un problema, se amparan en la potencia de la oración.

Hablar con Dios en medio de una crisis espiritual, es el mejor antídoto contra el miedo o el temor. Los ungidos buscan ellos llenarse de fe y optimismo antes de tratar de influenciar en otros.

Dicen las Escrituras: “Entonces David volvió a consultar a Jehová”. Dios nunca se cansará de que le hagamos preguntas, de que busquemos orientación, de que solicitemos dirección. David no quería dar ningún paso fuera de la voluntad de Dios.

Vuelve a consultar a Dios, cuando no sepas que hacer. No hagamos las cosas y fracasemos para luego consultar a Dios para saber si era o no su voluntad.

Vuelve a consultar a Dios, cuando veas que los que estaban alrededor tuyo no entienden lo que dices o vas a hacer. Asegúrate de que esa encomienda viene de Dios. No es un capricho, ni tampoco es una emoción lo que sientes hacer, tiene que ser una orden de Dios para tu vida y los tuyos.

Vuelve a consultar a Dios, si te das cuenta de que el miedo ha hecho su nido en muchos corazones. Ese momento en la presencia de Dios te traerá consuelo y te dará fuerzas para no doblegarte en tus empeños.

Dios le dijo a David: “Levántate, desciende a Keila, pues yo entregaré en tus manos a los filisteos”. Ya el ungido estaba acostumbrado al lenguaje de Dios. A Goliat el filisteo, el ungido le profetizó: “Jehová te entregará hoy en mi mano…” (17:46). Con estas palabras afirmó la intervención divina: “… porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos” (17:47).

Todo no se lo podemos dejar a Dios. Muchos no hacen nada y quieren que Dios lo haga todo por ellos. Los ungidos primero hacen su parte y luego dejan a Dios hacer la suya. Notemos lo que Dios esperaba que hiciera David: “Levántate, desciende a Keila…”

Una vez que el ungido hiciera su parte, se esforzara primero y se moviera en fe, Dios entonces se comprometía a hacer lo que a Él le tocaba: “pues yo entregare en tus manos a los filisteos”. La victoria del ungido ya estaba asegurada en el cielo. La confesión del ungido tenía que ser: “Me levantaré, descenderé a Keila, pues yo sé que Dios entregará en mis manos a los filisteos”. Esto no dependía de si lo sentía o no, dependía de si lo creía o no.

Leemos: “Fue, pues, David con sus hombres a Keila, y peleó contra los filisteos, se llevo sus ganados, y les causó una gran derrota; y libró David a los de Keila” (23:5).

Keila distaba unos trece kilómetros de Hebrón y era fronteriza con Filistea. El ungido con sus hombres se enfrentaron a los filisteos que habían ocupado a Keila, dándoles una tremenda derrota y tomando sus ganados.

Abiatar el sacerdote, hijo de Ahimelec que huyó de Nob, acompañó a David a Keila y llevaba consigo el efod (23:6). El efod era un vestido de lino y era señal de que Dios hablaba por medio del sacerdote que lo tenía..

La presencia de Abiatar daba testimonio de que la voluntad de Jehová acompañaba al ungido. Estar ungido significa estar bajo la voluntad de Dios. David descendió a Keila acompañado de la voluntad divina.

  1. La trampa

“Y fue dado aviso a Saúl que David había venido a Keila. Entonces dijo Saúl: Dios lo ha entregado en mi mano, pues se ha encerrado entrando en ciudad con puertas y cerraduras” (23:7).

Mientras el ungido enfrentaba a sus enemigos los filisteos por defender a los de Keila, Saúl estaba al tanto de todo lo que le estaba ocurriendo al ungido. Al saber que había entrado a la ciudad de Keila, Saúl vio la oportunidad de darle muerte al ungido. Los no ungidos siempre pelean con quien no tienen que pelear y no pelean con quienes tiene que pelear.

Leemos: “Y convocó Saúl a todo el pueblo a la batalla para descender a Keila, y poner sitio a David y a sus hombres” (23:8). Los Saúles lo que buscan es atrapar a los Davides. Cuando más ocupados los ven haciendo la voluntad de Dios y cumpliendo con el ministerio, es cuando más los quieren acorralar.

Los que están ungidos tienen que saber que Saúl siempre está planificando cómo darle muerte a su ministerio y a su unción. Los espirituales pelean contra los demonios, los carnales buscan pelear contra sus hermanos ungidos.

Dios le reveló todo a David: “Mas entendiendo David que Saúl ideaba el mal contra él, dijo a Abiatar sacerdote: Trae el efod” (23:9). El corazón del ungido era un radar espiritual que detectaba la maldad de Saúl.

El ungido todo el tiempo estaba buscando la voluntad de Dios. No se alejaba del “efod”. Hoy día el “efod” son las Sagradas Escrituras. Ellas tienen que ser consultadas siempre y en todo momento.

David consultó con Dios lo que más le preocupaba: si los vecinos de Keila lo entregarían en las manos de Saúl (23:10–11). La respuesta de Dios fue positiva: “Os entregarán”.

Tristemente el ungido muchas veces será traicionado por muchos por los cuales se ha sacrificado. Personas a las cuales ha servido con su ministerio, bajo las presiones de Saúl lo entregaran al mismo.

Los “vecinos de Keila” (23:11) son unos malagradecidos, venden el ministerio de los ungidos. No ayudan cuando más se les necesita. Nos dan la espalda aunque les hayamos servido con las manos.

¡Saúl era un tramposo! ¡Saúl era un manipulador! Dios le reveló al ungido que los de Keila no eran gente de confiar. Con ellos la unción y el ministerio del ungido estaba en peligro.

Leernos: “David entonces se levantó con sus hombres, que eran como seiscientos, y salieron de Keila, y anduvieron de un lugar a otro. Y vino a Saúl la nueva de que David se había escapado de Keila, y desistió de salir” (23:13).

Los ungidos tiene que separarse de “los vecinos de Keila”. El ungido David con su ejército como de seiscientos hombres, salió de Keila. Y comenzó a moverse de un lugar a otro. Se mantuvo muy activo. La unción siempre tiene a los ungidos activos, en movimiento, haciendo algo, aquí y allá.

El diablo no puede darle un golpe a los que se mueven mucho. David tenía a Saúl desorientado. No sabía dónde encontrarlo. Los ungidos no se paran, siempre están en acción. La unción no deja a nadie estarse quietos. El Espíritu Santo mantiene a los creyentes activos, ministrando, actuando, evangelizando, declarando y moviéndose.

Cuando a Saúl se le informó que el ungido se escapó de Keila y que estaba muy activo, leemos: “Y desistió de salir” (23:13). Llegará el momento que el no ungido tendrá que tomarse un descanso. El diablo se cansará de tratar de destruir a los que están ungidos. Pero esto no significa que se olvidará de ellos. Por un tiempo se tranquilizara, pero volverá al ataque. Hay que estar listos. Usted y yo estamos en la lista de los más buscados por el diablo. Y a los que nos entreguen les dará su recompensa.

Conclusión

(1) Los ungidos nunca deben permitir que el malestar espiritual de sus subalternos los vayan a enfermar. (2) Mientras los ungidos están ocupados haciendo la voluntad de Dios, el diablo también estará ocupado tratando de hacerle daño.

Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (134). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.