“Entonces envió David diez jóvenes y les dijo: Subid a Carmel e id a Nabal, y saludadle en mi nombre, y decidle así: Sea paz a ti, y paz a tu familia, y paz a todo cuanto tienes. He sabido que tienes esquiladores. Ahora, tus pastores han estado con nosotros; no les tratamos mal, ni les falto nada en todo el tiempo que han estado en Carmel. Pregunta a tus criados, y ello te lo dirán. Hallen, por tanto, estos jóvenes gracia en tus ojos, porque hemos venido en buen día; te ruego que des lo que tuvieres a mano a tus siervos, y a tu hijo David” (1 S. 25:5–8).
Introducción
El relato de 1 Samuel 25 se centraliza en un lugar conocido como Carmel que no debe confundirse con el monte Carmelo y distaba un kilómetro y medio de Maón y se centralizaba en los montes de Judá.
La historia gira alrededor de tres personajes: (1) Nabal, hombre rico (25:2); malagradecido (25:10–11); y perverso de carácter (25:25). Por su terquedad expuso a toda su casa al exterminio por parte del ungido (25:22). (2) Abigail, mujer atenta (25:13); diplomática (25:23–29) y profetiza (25:30–31). (3) David, el ungido que le pidió ayuda a Nabal (25:5–9) y que con coraje reaccionó a la dureza de aquel (25:13, 21–22); pero el carácter fuerte de Abigail y su actitud de humillación ante él, le ganó su favor (25:32–35). A la muerte de Nabal tomó a Abigail por esposa (25:39).
- El reproche
“¿Quién es David, y quién el hijo de Isaí?” (25:10).
Nabal era un rico de Maón, que tenía la hacienda en Carmel (25:2). Era un hacendado con tres mil ovejas y mil cabras (25:2). Podía dar y no le faltaría. Siendo la época de esquilar, el ungido solicitó su gracia en base al buen trato que él y sus hombres le dieron en Carmel (25:4–8).
Nabal significa “tonto” o “insensato”. Se le describe como: “pero el hombre era duro y de mala obras; y era del linaje de Caleb” (25:3). No tenía el espíritu de Caleb, aunque era su descendiente.
A la petición de los jóvenes enviados por el ungido, Nabal habló como “tonto” espiritual. Para él, David no era nadie, ni tampoco el ser hijo de Isaí (25:10). Y lo atacó verbalmente: “Muchos siervos hay hoy que huyen de sus señores” (25:10). Lo comparó a un esclavo fugitivo. Su corazón estaba duro e incrédulo para recibir la revelación de que David, ese fugitivo del desierto, era el ungido un rey sin palacio.
Nabal era egoísta, tacaño y miserable. No supo sembrar en ese terreno fértil que era el ministerio del ungido. Leemos: “¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y la carne que he preparado para mis esquiladores, y darle a hombres que no sé de donde son?” (25:12). Al rechazar a los enviados por el ungido rechazaba el ungido.
Los que tienen el espíritu de Nabal, el espíritu del “tonto”, hablan con necedad de los ungidos. Hablan sin revelación de Dios en sus corazones. Rechazan la oportunidad que Dios les da de formar parte del trabajo divino.
- La apelación
“Ahora, pues, reflexiona y ve lo que has de hacer…” (25:17).
Cuando al ungido se le comunicó del espíritu “tonto” de Nabal, este reaccionó con coraje (25:12–13) y con cuatrocientos hombres se dispuso a castigar a Nabal.
Uno de los criados le habló a Abigail, esposa de Nabal. Mujer descrita como: “de buen entendimiento y de hermosa apariencia” (25:3). El contenido en ella era más importante que el envase. Era una mujer inteligente primero y bonita después. Muchas son bonitas, pero sin inteligencia espiritual.
Escuchemos lo dicho por el criado: “He aquí David envío mensajeros del desierto, que saludasen a nuestro amo, y él los ha zaherido. Y aquellos hombres han sido muy buenos con nosotros, y nunca nos trataron mal, ni nos faltó nada en todo el tiempo que anduvimos con ellos, cuando estábamos en el campo. Muro fueron para nosotros de día y de noche, todos los días que hemos estado con ellos apacentando las ovejas. Ahora, pues, reflexiona y ve lo que has de hacer, porque el mal está ya resuelto contra nuestro amo y contra toda su casa; pues él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle” (25:14–17).
Nabal no conocía a David y a sus hombres, pero sus criados conocían a David y a sus hombres. Ellos sabían quien era el ungido y quienes lo acompañaban. Daban testimonio de su trato, su provisión, y su protección. Al que está con el ungido o cerca de él, Dios siempre le bendice. Nabal tenía tres mil ovejas y mil cabras porque David lo protegió.
El criado le dice a Abigail: “reflexiona y ve lo que has de hacer” (25:17). Le habló así porque sabía que con ella se podía dialogar. Era una persona que sabía reflexionar, cuando la mayoría reacciona. Ella pensaba antes de actuar. Si Nabal se equivocó, ella arreglaría las cosas. No era una mujer que tiene la cabeza para llevar pelo únicamente, sino que la usa con sabiduría.
El criado conocía bien a Nabal y por eso lo recrimina: “pues él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle” (25:17). Los adjetivos que se le dan a Nabal son: “duro y de malas obras” (25:3); “perverso” (25:17) y “la insensatez está con él” (25:25). Con Nabal no podía haber comunicación o diálogo. No escuchaba a nadie. Con todo el mundo tenía problemas porque el mismo se los había buscado.
En el tiempo de la esquila se preparaba la comida para la fiesta, por eso David pidió. Abigail tomó suficientes provisiones (25:18) y montada en un asno salió al encuentro del ungido (25:20).
A sus criados los envío delante, “y nada declaró a su marido Nabal” (25:19). Como mujer espiritualmente sabía no le dijo a su marido algo que no estaba capacitado espiritualmente para entender. Hay cosas que una mujer espiritual no le puede decir a un marido carnal.
En el asno ella “descendió por una parte secreta del monte” (25:20) y se encontró con David y sus hombres. El ungido venía quejándose con sus hombres de Nabal y pronunciándole la sentencia (25:21–23).
III. La intercesión
“Señor mío sobre mí sea el pecado…” (25:24)
Ante David se postró en humillación (25:23). Se echó la culpa: “Señor mío, sobre mí sea el pecado…” (25:24). Asume una responsabilidad y una culpa que no es de ella. Está dispuesta a cargar el pecado de otro. Nos presenta un cuadro mesiánico del Señor Jesucristo.
Acto seguido intercede ante el ungido, pidiéndole que la escuche (25:24). Era una mediadora, una reconciliadora…una mujer que arreglaba con las manos lo que su esposa desbarataba con los pies.
Primero, no excusa a su marido, le dio a David un retrato de Nabal, tal y como este era; llamándolo “perverso” y afirmando “y la insensatez está con él” (25:25). Ella dejó ver que era muy diferente a él: “mas yo tu sierva no vi a los jóvenes que tú enviasteis”.
Segundo, lo aconseja de no vengarse, “…Jehová te ha impedido el venir a derramar sangre y vengarte por tu propia mano…” (25:26). El ungido tenía que saber que de Jehová era la venganza. Los que se meten con el ungido están empujando a Dios.
Tercero, le ofrece una ofrenda de paz, (25:27). Lo aplacó dándole lo que su corazón pedía. A Dios hay que darle ofrendas de paz.
Cuarto, le pidió perdón, “Y yo te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa…” (25:28). Ella mostró un corazón arrepentido. En el Salmo 51:17 leemos: “Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.
Quinto, le profetiza al ungido. Le declara: “…Jehová de cierto hará casa estable a mi señor…y él arrojará la vida de tus enemigos como de en medio de la palma de una honda…y te establezca por príncipe sobre Israel…” (25:28–31).
Sexto, le pidió ser recordada, “…y cuando Jehová haga bien a mi señor, acuérdate de tu sierva” (25:31). Ella no quería que en la hoja de vida del ungido apareciera que se vengó de Nabal.
Actuando en fe le dice: “acuérdate de tu sierva”. El crucificado en el Calvario le dijo al Señor Jesucristo: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lc. 23:42).
Aquel crucificado vio en Jesucristo a un rey con un reino que sería establecido y quería ser parte del mismo. Abigail vio en David a un futuro rey, con un futuro reino y ella quería ser parte de todo eso.
David reaccionó y dijo: “…bendito sea tu razonamiento, y bendita tú…” (25:32–33). Abigail lo libró de haber hecho mal como ungido. Le cuidó su testimonio. Los ungidos necesitan personas con el espíritu de Abigail que los aconsejen y cuiden de tomar malas decisiones.
David recibió los presentes y la bendijo: “Sube en paz a tu casa, y mira que he oído tu voz”. Ella se ganó el respeto del ungido. Abigail se dio a respetar por su integridad, humildad y espiritualidad. A David lo convenció por su “razonamiento” (25:35).
- La unción
“…David nos has enviado a ti para tomarte por su mujer” (25:40).
Cuando Abigail llegó a su casa, Nabal estaba celebrando el banquete de la esquila, alegre en su borrachera, pero ella no le habló nada de lo ocurrido (25:36). Sabía que hablarle a un borracho, que en su sentido cabal no escuchaba a nadie, era perdida de tiempo.
Al día siguiente cuando ya estaba sobrio le dijo todo, y al parecer le dio un derrame cerebral “se quedó como piedra” (25:37). El juicio de Dios alcanzó al “tonto”. En ese estado de parálisis permaneció diez días y murió (25:38).
El ungido vio en la muerte inesperada de Nabal, la intervención divina a su favor, tal y como lo profetizó Abigail (25:39). Dios saldrá en defensa de sus ungidos.
Leemos: “Después envío David a hablar con Abigail, para tomarla por su mujer” (25:39). David no la tomó, le pidió tomarla. Envío “a hablar con Abigail”. Ella le diría que “sí” o que “no”, y le dijo: “Hay bodas, David”.
En realidad ella respondió a los siervos del ungido: “He aquí tu sierva, que será una sierva para lavar los pies de los siervos de mi señor” (25:41). Acepto “un ministerio de servidora”. Mujeres con un corazón de “servidoras” son promovidas en el reino. No anheló una posición de privilegio, sino una posición de servidora. Quería el “ministerio de lavar pies”. Ese ministerio el Señor Jesucristo se lo ofreció a sus discípulos y le dio dos instrumentos de trabajo “la toalla” y “el lebrillo”. Todavía los sigue ofreciendo a quien quiere recibirlos (Jn. 13:3–17).
De Abigail terminamos con esta afirmación “y fue su mujer” (25:42). Dios la puso en alto porque ella puso a Dios en alto, honrando y sirviendo al ungido. Tuvo la bendición de ser bendición del ungido.
Conclusión
(1) Si Dios nos da la oportunidad de sembrar en algún ministerio ungido hagámoslo. (2) Jamás debemos olvidar la ayuda que el ungido nos dio en le pasado. (3) El espíritu de Abigail invita a la reconciliación. (4) La espiritualidad hará que jamás el ungido se olvide de los otros.
Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (151). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.