Biblia

La sumisión a las Escrituras

La sumisión a las Escrituras

por Esteban Clark

Los cristianos deben responder a las Escrituras como a algo que posee autoridad sobre sus vidas, de tal modo que sea suficiente para ellos saber que las Escrituras han enseñado algo para aceptarlo y seguido. La enseñanza bíblica no es meramente una opinión más entre muchas opiniones, puntos de vista o teologías. Es la medida con la cual se deben medir todas las demás opiniones. Si otros puntos de vista no coinciden, se los deberá rechazar.

Si el Nuevo Testamento es una colección de inspirados escritos apostólicos que forman el canon, tiene entonces la máxima autoridad en la vida de un Cristiano. Presenta palabras de Dios, el Señor de todo y se le debe creer y obedecer. Para usar un término del Nuevo Testamento (2 Co. 11.4), los cristianos deben someterse a él. Deben someterle sus mentes, inclusive toda su vida. Esta sumisión comprende, por un lado, creer lo que dicen las Escrituras en donde proclaman un hecho acerca de la fe cristiana y, por el otro, obedecer los deseos del Señor que ellas señalan.

Los cristianos deben responder a las Escrituras como a algo que posee autoridad sobre sus vidas, de tal modo que sea suficiente para ellos saber que las Escrituras han enseñado algo para aceptarlo y seguido. La enseñanza bíblica no es meramente una opinión más entre muchas opiniones, puntos de vista o teologías. Es la medida con la cual se deben medir todas las demás opiniones. Si otros puntos de vista no coinciden, se los deberá rechazar.

Esta no es una cuestión puramente intelectual sino que habla de la manera en que la gente debería orientar sus vidas. Con facilidad, uno puede comenzar a acercarse a las Escrituras como a una fuente de opinión o de justificación para distintas proposiciones, tomando frente a ellas la postura de un pensador que hace uso de las Escrituras. Cuando los cristianos piensan en las Escrituras no deben ponerse por encima de ellas, usándolas para sus propósitos. Aproximarse a estos preciosos escritos es aproximarse al mismo Señor. Los que ellas dicen deberá recibirse como lo que son: Un mensaje del Señor. La actitud adecuada es la de sumisión, la sumisión que debería caracterizar toda relación con el Señor. La rectitud demanda sumisión al Señor.

Sin embargo, la sociedad contemporánea no valora la sumisión personal. Por el contrario, enseña que la máxima posición, la posición ideal que puede alcanzar un ser humano, es la de autonomía personal. El ser humano que es valorado es aquél que decide por sí mismo, que es creativo, que inventa nuevas opiniones y puntos de vista, que es «adulto»; es quien asume la responsabilidad de tomar sus propias decisiones. En contraste, el ideal cristiano es someterse totalmente a Dios para ser moldeado y formado por El y desear, por sobre todas las cosas, ser lo que Dios quiere que él sea. El cristiano es el siervo (doulos – esclavo) de Jesucristo; tal vez sea un siervo voluntario, pero siervo (Ro. 6.16-23). Es la persona a quien su vida ya no le pertenece, sino que se la ha entregado por completo, incluyendo su mente, a otro.

Muchos cristianos modernos han perdido no sólo el sentido de la dignidad de la sumisión al Señor sino también la comprensión de cómo someterse. Ya no poseen una comprensión instintiva de la importancia de la obediencia como un aspecto de la lealtad personal a Dios y de cómo la obediencia surge de una devoción personal a El. Jesús dijo: «Si me amas, guarda mis mandamientos». La obediencia y el amor van de la mano. Pero la obediencia en amor no se contenta con sólo guardar los mandamientos explícitos que nos están solemnemente impuestos. La obediencia en amor también implica las ansias de seguir sus preferencias y ser formado por todos sus deseos. Los cristianos que muestran una obediencia amorosa desean que sus vidas sean formadas por los deseos del Señor, de modo que lo complazcan hasta en las cosas más pequeñas.

Pero hay más en esto, la obediencia en amor es obediencia activa. No espera que el Señor muestre su voluntad sino que trata de averiguarla. Está ansiosa por descubrir qué es lo que el Señor prefiere, ¡y hacerlo! Concretamente, obedecer significa comparar nuestra mente y nuestros pensamientos con la mente y los pensamientos del Señor tal como lo encontramos en las Escrituras. Obedecer, entonces, significa cambiar nuestras mentes cuando no armonizan con las Escrituras y cambiar nuestras vidas cuando no están formadas por los deseos de Dios revelados en las Escrituras («Ceñid los lomos de vuestro entendimiento… como hijos obedientes…», 1 Pe. 1.13,14). Esta actitud no niega que Dios pueda revelar su voluntad de otras maneras, sólo que enfatiza el hecho de que El ha revelado su voluntad en las Escrituras y que uno debe estar, por lo menos, ansioso de obedecer lo que dice allí.

Los cristianos somos, a menudo, tentados a una sumisión selectiva. Algunas enseñanzas bíblicas les resultan muy atrayentes y encuentran que hay en ellos mismos admiración y deseos de someterse a ellas. A los cristianos modernos les resulta más fácil, generalmente, sentirse entusiasmados por la enseñanza cristiana sobre la paternidad de Dios o el amor a los otros. Sin embargo, algunas enseñanzas bíblicas contradicen sus deseos. Y otras pueden inclusive repudiarlos. Muchas veces la dificultad es que sinceramente no están muy seguros de cómo responder a algún trozo de las Escrituras. A menudo, una persona sabe que las Escrituras están diciendo algo acerca de un tema determinado, pero se encuentra dudando en cuanto a cómo entender o aplicar lo que allí dice. Al margen de algunas incertidumbres, a la mayoría de los cristianos les queda mucha enseñanza bíblica que es suficientemente clara o que podría aparentemente ser más clara con mayor investigación, pero a la cual ellos no están dispuestos a someterse. Aquí es, precisamente, donde se comprueba la autenticidad de la sumisión. Un cristiano demuestra que su sumisión es genuina, y no un mero engaño, cuando se somete al Señor en algo que le es personalmente difícil y que le puede hacer perder el respeto de aquellos que lo rodean. Un cristiano puede dudar de cómo someterse, pero no debe ser selectivo en cuanto a la sumisión.

Apuntes Pastorales

Volumen V Número 2