La teología desvalida, que no tiene boca ni vista
por Marcial Shelley
¿Puede un ser que no ve, que no habla, y que tiene una discapacidad ser «una persona exitosa»? ¿Puede lograr «dejar de lado» sus complicaciones y perfilarse optimista antes los retos de la vida y cumplir lo que Dios ha trazado para el/ella … Por supuesto que si!
Cuando nació Mandy, la primer expresión del médico fue «uh-oh». Luego, «Necesitamos medir la cabeza».
Para mí, un orgulloso padre, esta bebita parecía tan normal como nuestras dos primeras hijas. Pero para el ojo experto del neonatólogo, la cabeza era demasiado pequeña. Y estaba en lo correcto. En lugar de tener una circunferencia normal de 35 cm., Mandy tenía 31 cm.
Pronto aprendimos que la condición de Mandy era llamada microcefalia (cerebro pequeño), y que ello causaría algunas limitaciones mentales. En los próximos meses nos dimos cuenta de lo severo de esas limitaciones. Mandy mostró un profundo retardo.
Primero oramos para que Mandy pudiera desarrollar algunas habilidades. Pero mi esposa Susana y yo pronto tuvimos que aceptar las implicaciones: Mandy nunca hablaría, caminaría, se pararía o usaría sus manos. Sufría de frecuentes convulsiones. Cuando tuviera tres años habría que operarla de cataratas en los ojos.
Al año y medio, perdió su habilidad de tragar, así que aprendimos a administrarle los medicamentos recetados por medio de un tubo implantado quirúrgicamente en su estómago. Nunca supimos si ella podía ver o escuchar. El único momento en que la vimos responder al estímulo era cuando podía relajarse en un baño caliente.
Sin embargo esta niña, que alguien hubiera considerado con un «uh-oh», un error, tenía una asombrosa habilidad para tornar los pensamientos de las personas hacia Dios y para inspirar lecciones perdurables sobre el Padre Celestial.
UN BUEN PADRE NO TRATA A TODOS SUS HIJOS DEL MISMO MODO.
Antes de convertirme en padre, asumía que la paternidad significaba tratar a todos los hijos por igual. Pero pronto aprendí que un trato equitativo no era ni perfecto ni armonioso.
Para algunos niños, una mirada dura es suficiente para corregirlos en su conducta y causarles llanto. Para otros es necesario utilizar métodos más dolorosos sólo para llamar su atención y que tomen conciencia de lo serio de la ofensa. La justicia no pisotea un espíritu tierno o falla en alcanzar un espíritu tenaz por tratar a todos los niños del mismo modo.
En un nivel profundo, a menudo me sorprendo de la aparente falta de equidad de las elecciones de Dios: ¿Por qué he nacido en un hogar saludable, de padres que se amaban uno al otro, cuando otros nacen con disfunciones dolorosas o en hogares abusivos? ¿Por qué algunos escuchan de Jesús muy temprano en sus vidas y a menudo en medio de ambientes cálidos, y crecen naturalmente en la fe, mientras otros oyen de Jesús sólo en cursos y encuentran limitadas oportunidades para aprender de su amor?
Cuando Mandy llegó a nuestra familia, encarar las aparentes «injusticias» de Dios fue inevitable. Al principio quise gritar: «¡Injusto!». Quise suprimir Romanos 8.28. Ciertamente yo podía ver como todas las cosas trabajaban para mi bien, o para bien de nuestras otras hijas, o incluso el bien de la iglesia por la influencia de Mandy pero, ¿dónde estaba el bien para Mandy?
Cuando leí la historia de David y Betsabé, no me fijé en el adulterio y el asesinato arreglado. Esos hechos de la historia son de fácil explicación. Yo me fijé en el tratamiento de Dios hacia los dos hijos resultantes de la relación entre David y Betsabé: Uno, el hijo sin nombre, muerto por el juicio de Dios hacia el pecado de su padre; el segundo, Salomón, también llamado Jedidiah (amado de Dios), gozó de la más pródiga bendición de Dios. ¿Mató Dios a uno como castigo a David (aún cuando David ni siquiera se había apesadumbrado por la muerte)? ¿Es eso justo?
Aún no he ordenado todas las respuestas, pero a través de Mandy, Dios hizo claro que a pesar de que nuestras circunstancias cambiaron drásticamente, no significaba que Él nos amaba menos. Su tarea para Mandy fue vivir sin muchos de los recursos que yo daba por sentado. Pero su propósito para ella fue tan significativo como para cualquier otro.
DIOS ENVUELVE SU AMOR EN FORMAS SORPRESIVAS.
A medida que aprendíamos sobre la microcefalia y las convulsiones, viajábamos a Easter Seals para conseguir terapia física y aprendíamos a administrarle los medicamentos a través del tubo bajo la nariz de Mandy, nuestra pregunta más profunda no fue más ¿Por qué nos pasa esto a nosotros? Ambos sabíamos que otros cristianos había pasado por cosas peores. Los creyentes no están inmunes.
Nuestra pregunta era ¿Dónde está Dios en esto? Parecía ausente. Nos sentíamos solos.
Pero después de la cirugía de cataratas de Mandy, súbitamente se nos hizo la luz. Nuestro pediatra era cristiano. Nos derivó a un pediatra neurólogo quien, durante el tratamiento de Mandy nos preguntó: «¿En quién se están apoyando para soportar?»
«Nuestros amigos en la iglesia, y principalmente en el Señor» contestamos.
«Estoy contento de escuchar eso.» Dijo el Dr. Zurbrugg. «Yo también soy creyente, y quiero que sepan que he estado orando por ustedes desde que encaramos juntos la condición de Mandy».
Una de las enfermeras y uno de los residentes en la sala de cirugía, durante la operación de cataratas, nos hicieron saber que ellos eran creyentes y estaban orando por nuestra salud espiritual y emocional así como cuidaban médicamente de nuestra hija.
La mujer que acomodó los lentes de contacto en Mandy nos dijo: «¿Son creyentes? He escuchado que lo son. Yo también, y he estado orando por toda su familia».
Durante los primeros tres meses contamos siete individuos dentro de la comunidad médica que eran cristianos y que estaban orando por nosotros. De pronto nos dimos cuenta que no podíamos decir más: «¿Dónde está Dios?» Nos había enviado a sus agentes.
Él estaba allí en su gente. Comenzamos a ver a «Dios en su cuerpo», no sólo en la comunidad evangélica, sino también en la iglesia.
En nuestra congregación, Mandy pronto se convirtió en «la niña de la iglesia». Cuando llegábamos, pronto había varios pares de brazos para alzarla. Gente que nunca lo hubiera esperado, adolescentes, una reciente viuda, hombres que generalmente nunca demostraban demasiado interés en bebés, tomaban turnos para abrazarla. Después del culto de adoración, teníamos que buscarla porque había pasado de regazo en regazo.
La gente nos ofreció formas creativas para mostrarnos apoyo, como cuidarla cuando salíamos, cuidándola por la noche para que nosotros pudiéramos descansar sin interrupciones. Una Navidad, una joven madre trajo un pan de Navidad sin cocinar y nos dijo: «Yo sé que ustedes no tienen tiempo de prepararlo, pero pueden disfrutar del aroma al cocinar éste». Otros simplemente nos aseguraban que estaban orando por nosotros.
Nos dimos cuenta que Dios corporizó su amor y su fuerza para nosotros, a través de sus brazos, piernas y faldas el cuerpo de Cristo.
EL ÉXITO SE MIDE CON DIFERENTES VARAS.
Médicamente, la vida de Mandy era dificultosa. Su inadecuado sistema inmunológico era sensible a infecciones y neumonías. Sus convulsiones nunca estaban bajo control.
Cuando viajábamos a visitar a familiares en Tennessee, Kansas y Colorado, inevitablemente nos encontrábamos corriendo a salas de asistencia médica para calmar una prolongada convulsión o una inesperada neumonía.
Los viajes a lugares de asistencia médica eran tan frecuentes, que comenzamos a llamarlos «nuestras vacaciones en el Club de Médicos».
Sin embargo el aspecto médico no era el único, ni el más importante en la vida de Mandy. Recuerdo haber leído la descripción de niños en la playa de C. S. Lewis, quienes nunca notaron el golpe del surf, el grito de las gaviotas, o la sensación del sol y del viento sobre su piel. ¿Por qué? Porque estaban jugando con pedazos de un vaso roto cerca del galpón para la basura.
Cuando mirábamos a través de los vasos rotos de la condición médica de Mandy comenzamos a ver un mundo que nunca habíamos visto antes.
Delante de la presencia de Mandy, los pensamientos de las personas se tornaban en aspectos espirituales. Amigos del vecindario, de la escuela, del grupo de apoyo en Easter Seals, aún extraños en el negocio nos preguntaban por ella. Y pronto la conversación se tornaba de la condición médica a preguntas profundas: ¿Por qué suceden estas condiciones? ¿Qué podemos aprender de tal niño? ¿Cuál será su futuro? ¿De dónde viene la fuerza para cuidarla?
Estas preguntas se dilatan en nuestras mentes y a menudo provienen de otros, cristianos y no cristianos. No tenemos respuestas fáciles, pero para todas estas preguntas las únicas respuestas que tienen algún sentido son todas espirituales: los propósitos inexplicables pero eternos de Dios, una nueva comprensión de lo que realmente es significativo, la esperanza de la resurrección, y la fortaleza que viene de la gente de Dios.
Comenzamos a ver el poder del sin poder.
Una semana, Mandy fue hospitalizada con gripe, entró en coma por dos días. Durante ese tiempo, una empleada del hospital dijo a una enfermera cristiana que atendía a Mandy: «He sabido por algún tiempo que tengo que hacer algo con Dios en mi vida, pero nunca encontré el lugar o el momento correcto. Me gustaría que me ayude a que Dios entre en mi vida, y que lo haga aquí en la habitación de Mandy, porque cada vez que entro en esta habitación veo los ángeles revolotear sobre su cuna».
Nunca pude tener una completa descripción de los «ángeles», pero lo que sea que esta mujer vio o sintió, algo del espíritu libre de Mandy abrió el camino para Cristo.
Una familia de la iglesia nos contó que uno de sus hijos que siempre se había rehusado orar en voz alta, había visto a Mandy y escuchó que estaba muy, muy enferma. Esa noche oró su primera oración, (por Mandy). Sus padres nos contaron que continuó siendo un ferviente orador. Una joven alma focalizada en alguien tan necesitado que abrió el camino para una nueva relación con Dios.
En febrero de 1992, Mandy contrajo neumonía, su cuerpo no tenía la fuerza para resistir la enfermedad. A pesar de nuestras oraciones y del tratamiento médico, después de cinco días comencé a sospechar que nunca la traería de vuelta a casa.
La tarde del jueves, Susana y yo nos sentamos en su habitación, tomando turnos para sostenerla. Una procesión de gente paró para visitarla:
Un colega del trabajo, quien dijo: «No tengo nada para decir. Sólo sentí la necesidad de estar cerca de Mandy», nos contó sobre la perdida de un ser querido hacía algunos años. Luego se fue.
Una voluntaria del hospital, que ostensiblemente trataba de confortarnos, de repente comenzó a contarnos de su reciente divorcio, nuevo matrimonio, y su sentimiento de estar lejos de Dios y su nuevo deseo de renovar su relación con Él.
Otra profesional de la salud, que inesperadamente prorrumpió en llanto, nos contó que había crecido en un colegio pupilo, lejos de sus padres que eran misioneros, y que nunca abiertamente se había enojado con ellos pero tampoco se había sentido cerca de ellos (o de Dios). Ahora, luego de cuidar a Mandy, ella anhelaba tener intimidad con ambos padres, tanto con el celestial como con los terrenales.
Me senté allí asombrado. Allí en presencia de la niña agonizante, una niña que no podía hablar, nosotros teníamos un pequeño «avivamiento», las personas confesando sus pecados y atraídos hacia Dios.
A las 7 horas de la tarde, Mandy dejó su «tienda terrenal» por una «no hecha por manos humanas».
Durante las siguientes semanas, mientras nosotros estábamos apesadumbrados por su ausencia, continuábamos escuchando de su influencia.
Un hombre, a quien siempre consideré desinteresado en las cosas espirituales (aunque su esposa asistía a la iglesia regularmente) nos escribió: «Nunca sostuve a Mandy, aunque muchas veces apreté su mejilla mientas mi esposa la sostenía. Pero aprendí mucho de ella. Probablemente me han visto parado contra la pared del pasillo de la iglesia. Casi no le hablo a las personas. Me siento como un manantial vacío. No tengo mucho para decir. Pero si Dios pudo usar a alguien como Mandy, tal vez pueda usar un manantial vacío como el mío». Sus intereses en las cosas espirituales fueron encendidos.
¿Puede ser un infante que no ve, no habla, y es desvalido «un ser humano exitoso»? Si el éxito es llevar al cabo el propósito de Dios, considero que Mandy fue increíblemente exitosa.
¿Puede un ministerio que es cortado ser bendecido por Dios? El ministerio terrenal de Mandy duró dos años, pero tuvo significado eterno. Y sospecho cuán exitoso fue considerado.
DIOS USA MEDIOS CURIOSOS PARA LLEVAR A CABO SUS PROPÓSITOS
El día después del funeral, pasé la mañana en mi oficina. Uno de mis compañeros, Pablo, entró para decir que había apreciado mucho el culto del funeral.
«Gracias», dije «Susana y yo quisimos dar honor a Mandy y al Señor, y ese es un gran desafío, es difícil ser imparcial. Queríamos contar cuánto había enriquecido Mandy nuestras vidas».
«No puedo ayudar si reflexiono en el hecho de que Mandy era una niña especial». Continuó diciendo Pablo. «Ella estuvo afectada por este mundo al igual que nosotros. La contaminación de este mundo caído afectó su mente y cuerpo. Dañó al resto de nosotros severamente, nuestra enfermedad es casi grotesca, pero hacemos un buen trabajo en tratar de ocultarla. Dios sólo tiene un propósito para la vida, la redención. Y Él usa algunos medios inusuales para alcanzar su propósito».
Juntos pensamos en algunos ejemplos: un joven arrojado en una cárcel de Egipto por rechazar la seducción; una zarza ardiente; un fugitivo tartamudo; una cruz romana; doce discípulos impetuosos; y, recientemente una beba que nunca dijo una palabra o pudo sentarse por sí misma. Realmente Dios usa medios curiosos para su gran fin que es la redención.
Juntos repetimos el versículo: «Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil de mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte» (1 Co. 1.27).
Por eso digo que el mayor maestro de teología que conocí vivió en mi hogar. Ella estuvo menos de dos años, pero su influencia es eterna.
© Christianity Today, 1993. Usado con permiso. El autor es editor de la conocida revista «Leadership» (Liderazgo). Los Temas de Apuntes Pastorales, volumen III, número 3. Todos los derechos reservados.