Biblia

Las leyes de Murphi

Las leyes de Murphi

Pastor,

MA, BD, STM, DD, PHD, DLITT, MSC, MTH, STH, DPHIL, MTHM, FBA, BA

(Doctor Honoris Causa: S.T. Westminster; S.T.Fuller; Univ.Manchester; S.T.Princeton;

Southern Methodist University; Dallas Theological Seminary; Texas Christian Univ.)

I N T R O D U C C I O N

Recomienda la Escritura al pastor: “considera atentamente el

rostro de tus ovejas” (Prov.27:23). Esta observación ejercita el

discernimiento de todo ministro, de modo que pueda percibir la

necesidad espiritual de cada miembro del rebaño.

Recomienda igualmente la Escritura a la grey: “Acordaos de

vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad

cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe” (He.13:7).

De manera similar, las ovejas también deben estar atentas a la conducta de sus pastores, de modo que tomen ejemplo para sí mismas.

Cuarenta años de ver como oveja los rostros de tantos pastores,

han sido aleccionadores con muchos Demetrios a quienes imitar, y no pocos Diótrefes irreproducibles ¡pero que sin embargo se reproducen!

Una forma de ayudar al mutuo conocimiento de ovejas y pastores ha sido la de presentar una serie de dibujos animados, que si no en el film, sí en la mente, nos confronten a una realidad conocida de todos. La verdad es que sobran los textos de Teología, Consejería y Psicología Pastoral, pero faltan los manuales prácticos que ayuden a las ovejas a comprender mejor a sus pastores. Circulan sí, no obras escritas, sino sabrosos anecdotarios con una rica tradición de pintorescos personajes e insólitas escenas, que de tanto en tanto parecen revivir en la experiencia actual y local de cada iglesia.

Es comprensible el interés de los pastores de proveerse de la

mejor literatura que pueda ayudarles a una más sabia conducción

de sus rebaños; igualmente parece provechoso que las ovejas compartan con ellos sus propias apreciaciones del “éxito de su conducta” tras una consideración atenta del asunto.

Acostumbran los pastores resaltar en sus sermones algunas

características propias de las ovejas: docilidad, timidez, inocencia, ingenuidad y hasta estupidez -como algunos alcanzan a señalar-; pero tratándose no de ovinos sino de quienes componen la grey de Dios, no es tanto ni tan así. A más de cuatro pastores les gustará la idea de que sea así, y a más de cuatro ovejas les divierte fingir que es así. Pero será saludable para el rebaño que los unos sean francos y honestos para con los otros. Normalmente la oveja asume su papel ante el pastor simulando que no se da cuenta de nada, y a la vez el pastor ejerce su rol ante la oveja disimulando que ya sabe que la oveja se ha dado cuenta de todo.

Este tipo de convivencia pacífica es artificioso y provoca tensiones innecesarias. Cuando el pastor o la oveja llegan a padecer una crisis de identidad, es imprevisible cuánto pueda afectar esto a la iglesia.

Normalmente la comidilla en la que se cuecen los dichos y hechos de los pastores, no se forma con acciones decididamente maliciosas de los mismos, sino en contradicciones en que caen, absurdos expresados dogmáticamente y actitudes ridículas en un protagonismo tragicómico. Todo esto que en sí mismo no alcanza nunca nivel de alta pecaminosidad, sin embargo desprestigia un ministerio digno de un mayor respeto. La pérdida de confianza y autoridad espiritual es nociva para la manada que necesita ser bien alimentada, protegida y conducida.

Las ovejas no son menos responsables que los pastores en el asunto de un relacionamiento limpio y cristalino entre unos y otros; pero es justo pensar que aquellos que han sido dotados con dones para cuidar de la manada, y han hecho ya un buen acopio de experiencia en el pastorado, no debieran estar esperando por sus ovejas para que sean ellas quienes les den ese ejemplo de sinceramiento que pueda aunarles.

En cierto sentido, también las ovejas tienen su ventaja; pues ellas pueden hurgar en toda esa literatura de psicología pastoral para enterarse de cuales son los sistemas, tácticas y métodos que les aplican sus pastores. Pero éstos no tienen dónde recurrir para verse retratados de cuerpo entero, y enterarse de cuales son los mecanismos de pensamiento con los que sus ovejas les sacan sus propias radiografías.

El presente trabajo, no hace más que reunir en un pequeño volumen todo eso tan bien sabido y comentado, pero hasta ahora inédito.

Surge naturalmente una pregunta: ¿Y esto para qué podrá servir?

Transparencia; he aquí una palabra a la que nos hemos habituado, pues los pueblos y sociedades políticas exigen de sus gobernantes y representantes que éstos no los engañen ni lucren a sus expensas.

Cuando los vicios de conducta quedan expuestos, más difícilmente se exhiben como características propias de la personalidad o de la profesión que se ejerce; la religiosa inclusive.

Quienes detentan cualquier tipo de liderazgo, deben despertar a la realidad de que no siempre sus seguidores están aprobando cuanto digan o hagan, aunque su silencio parezca consentirlo.

Que los pastores conozcan lo que sus ovejas piensan respecto a

ellos, irá en su propio beneficio si se animan a quitarse el hábito

clerical y a mostrarse tal como realmente son.

Las ovejas también tendrán su beneficio, pues perdiendo su temor humano a los que las presiden en el Señor, aprenderán a amarlos, respetarlos y apoyarlos en todo sentido en su ministerio. Todo esto redundará en un mejor cuidado de la grey del Señor en cualquier lugar que se congregue; y hasta en un más digno sostén de sus pastores.

Por supuesto que muchos de los disparatados conceptos que aquí se vierten no son compartidos por la totalidad del ministerio conocido, y que muchos siervos de Dios quedan fuera de esta loca ideología; pero mayor provecho podrá obtenerse de esta lectura, de no correr presurosos a resguardarse en el campo de las excepciones a la regla general, por muchas que puedan ser las tales excepciones.

Se nos podrá observar que no hablamos en serio, y que recurrimos a la broma, el chiste, la sátira, la ironía o alguna otra humorada. Si de hablar en serio se tratara, pues podríamos publicar un tratado sobre Ezequiel 34. Pero es muy difícil encontrar hoy personas dispuestas a entrar, seguir y concluir un estudio exhaustivo y contextualizado de un tema con sabor amargo, por más que termine dulce como miel.

Sin intentar remedar el ELOGIO DE LA LOCURA de Erasmo, es cierto que hay realidades que somos más capaces de admitir presentadas con jocosidad, que con los severos tonos del profeta. Las verdades denunciadas son las mismas, sólo que no se visten de gris oscuro, sino del festivo colorido capaz de despertar adormecidas conciencias.

Nos sentamos pues para escuchar al Pastor Murphy desde su cátedra al impartirnos sus leyes para un ministerio esencialmente pragmático.

Para que nadie por ingenuidad nos interprete mal, avisamos que se pretende no seguir jamás estos absurdos sino desistir de ellos. La discreción de cada estudiante le ayudará a distinguir el consejo prudente del que contrasta precisamente por carecer de auténtica piedad cristiana, aunque coincida con alguna práctica habitual.

ALFABETO PASTORAL

He aquí una lista de asuntos a los que tarde o temprano tendrás que enfrentarte en tu ministerio. Por supuesto que en la Universidad, Seminario o Instituto Bíblico donde hayas estudiado, ya te fue enseñada toda la doctrina bíblica respecto a estos tópicos. Tales conocimientos oportunamente te librarán de pasar por ignorante en estos aspectos básicos de nuestra profesión; pero es tan grande el trecho del dicho al hecho, que harás mejor si continúas la milenaria tradición de nuestros colegas que han logrado un exitoso ministerio.

Durante más de cuatro siglos los pastores que «mejor» (¿!) gobernaron sus iglesias, fueron los que llevaban la Biblia en sus manos pero estaban calzados con EL PRINCIPE de Maquiavelo. Así, mientras enseñaban la una, caminaban aplicando lo otro. Aunque esto último pueda parecer repulsivo a

nuestra mente y a tantos principios que hemos aprendido, recuerda que así como han de estar de limpios los guantes blancos en que metemos las manos, no podemos evitar que la suela de nuestros zapatos se contamine de continuo con el suelo que pisamos.

Así también, no es suficiente con instruirnos en cuanto a cómo son las ovejas y cuales sus necesidades; conocer los apriscos y los buenos pastos, y saber arrancar dulces melodías de nuestra flauta o guitarra, sino que también debemos adiestrarnos en el uso de la vara y el cayado, para saber propinar con ellos oportunos golpes, ya sea para infundir como para quitar aliento a las ovejas de nuestra grey.

Por supuesto que los pastores vocacionales se manejan de un modo muy distinto al nuestro; pero cuantos hemos asumido este ministerio como la profesión superior a la que hemos consagrado nuestra vida, no podemos menospreciar la rica experiencia obtenida por tantos de nuestros colegas a quienes respetamos y admiramos.

Lo que sigue es apenas una muestra que podría ampliarse extensamente según es de vasta la variedad de asuntos y problemas con los que hemos de encararnos.

A medida que afinemos nuestro oído para escuchar a las ovejas, o nos ganemos la confianza de las más gordas del rebaño, se engrosará también el anecdotario que nos permita abarcar con más amplitud los avatares del pastorado.

A – Avivamiento.

B – Biblia.

C – Conflictos.

D – Dones.

E – Evangelismo.

F – Felicidad. G – Gobierno.

H – Hogar.

I – Iglesia.

J – Juicio.

L –

M – Mundanalidad.

N – Neófitos.

O – Ofrendas.

P – Predicadores.

Q – Quejas.

R – Reuniones.

S –

T – Títulos.

U – Unidad.

V – Visitación.

Y – Yugos.

Z – Zorras pequeñas.

A

Avivamiento

– El avivamiento espiritual es un asunto de doble filo; pues tanto

puede representar una ventaja como una desventaja en tu propio

ministerio.

Si observas bien a tu alrededor, verás como muchos de tus

colegas se desgañitan clamando por avivamiento; pero poco

hacen por ello.

La ventaja obvia de un avivamiento en tu iglesia, está en que se

aumentará el número de miembros y el fervor de los mismos; lo

que redundará en tu propio crédito. Y con mayores, generosas y

alegres ofrendas, mejorará eventualmente el monto de tus

ingresos.

La desventaja está, en que un auténtico avivamiento

necesariamente desbordará tu propia capacidad y tu accionar;

pues jamás podrás controlar lo que es una obra del Espíritu

Santo, que imprevistamente actúa como El quiere y entre

aquellos que se propone usar. Es así, que súbitamente pueden

ser despertados los dones espirituales de miembros de tu

congregación, que jamás hubieras imaginado que pudieran servir

para algo más que para asistir, ofrendar y saludar a la salida,

agradeciéndote el sermón.

No sería de extrañar, que sin quererlo ni proponérselo, la iglesia comience a reconocer a hermanos espiritualmente dotados para todos aquellos asuntos eclesiásticos que eran de tu exclusiva competencia.

Nada tendrías que temer si tú mismo y tu familia participaran de tal avivamiento, pues entonces la iglesia también reconocería el obrar de Dios en tí y a través de tí y los tuyos. Pero si ustedes asumieran una actitud cautelosa, tomando una prudencial distancia de ese despertar espiritual y sus sorpresivas

manifestaciones, en cierto sentido quedarán como marginados de ese movimiento, y a la corta o a la larga se sentirán impelidos a resistirlo, y si les fuera posible, apagarlo. Aunque pretendan justificar su actitud insistiendo conque Dios les puso allí por pastores de su grey, y que es su deber defender la ortodoxia de la iglesia contra toda herejía y fanatismo cismático, fácilmente te

refutarán diciéndote que este mover de Dios promueve precisamente la verdad doctrinal y la unidad de la iglesia en el amor fraternal. El problema está, en que si no actúas con integridad de corazón participando de lo mismo, tampoco te será posible «subirte al carro» del avivamiento siguiéndoles la corriente y adaptándote a las nuevas circunstancias. Los dones de discernimiento, activos ahora en tu congregación, podrían dejar expuesta tu hipocresía.

Como ves, el asunto del avivamiento entraña dificultades.

Si eres un ministro vocacional, a quien Dios ha llamado y capacitado para su servicio y el de sus santos, sin duda que te plegarás de buen grado al avivamiento y el Señor te usará más allá de lo que puedas siquiera imaginar.

Pero si eres apenas un profesional de la religión, promovido por tus estudios teológicos con máximos honores, pero incierto de la tal vocación, entonces ya sabes a que has de atenerte si en tu iglesia comenzara a soplar el viento recio.

B

Biblia

– La misma Biblia que es tu mejor amiga en tus manos, puede

ser tu mayor enemiga en las de un miembro inescrupuloso de

tu iglesia.

Fomenta su estudio, pero no insistas con ello demasiado.

Es bueno que eleves cuanto puedas el nivel de

conocimiento de las Escrituras en tu rebaño, pero has de

estar siempre atento a que se conserve a una prudencial

distancia del nivel que tú mismo hayas alcanzado.

Para que nadie te acuse de no ser el mejor promotor

bíblico, podrás compensar tal aparente falta siguiendo este

fácil método:

– En aquellos miembros que veas como que son menos

inteligentes, capaces, entendidos, sin hábitos de lectura ni

inquietud espiritual alguna, les animarás continuamente a

que estudien su Biblia, ayudándoles a ello.

– Con aquellos otros que por el contrario abunde lo que a

éstos falta, les deberás recordar que “la piedad para todo

aprovecha” (1Tim.4:8) y que “El conocimiento envanece,

pero el amor edifica” (1Cor.8:1).

De este modo mantendrás a raya a los elementos

potencialmente “peligrosos”, a la par que estimularás con

visible entusiasmo a cuantos nunca se tomarán en serio los

estudios.

– Siendo que la Biblia es Santa y Sagrada, hay algo que debes

enseñar, mas nunca con palabras sino con tu propio ejemplo:

la Biblia en las manos del pastor, y preferentemente apoyada

en el atril del púlpito, siempre es sagrada; pero en manos de

cualquier oveja sentada en el banco, podría no serlo, ante el

riesgo de un uso inadecuado. Podrías ilustrarlo, si quieres,

con la bucólica alegoría de un pastorcillo al que se le cae su

flauta, y una oveja resoplara sobre ella; podría emitir algún

silbato, pero jamás una melodía. ¡Y vaya a saber todavía si

tal chillido no fuera una invitación a la incursión del lobo!

Si lo prefieres, o te sintieras forzado a ello por alguna oveja

sublevada contra tu autoridad, que te acometiera Biblia en mano como con un mandoble, asestándote versículos como estocadas, a troche y moche, podrás lograr que se aflojen sus

brazos y piernas, nada más que con citarle Hebreos 4:12,

haciéndole notar que la Palabra de Dios es “más cortante que

toda espada de dos filos”, y siendo que él no ha tomado jamás

lecciones de esgrima, en su ignorancia la ha blandido por la hoja con lo que no logrará otra cosa que amputarse sus propios dedos.

Por supuesto que todo esto podría ser fácilmente refutado, mas es de esperar que nunca encuentres a nadie capaz de hacerlo.

Para inculcar una saludable disposición en la congregación, siempre debes manifestar un aire de condescendencia hacia cualquier hermano que te lea o cite un texto. Nunca lo rechaces, sino mas bien sonríe y deja la impresión de que otra es su justa aplicación, o que el texto griego o hebreo podría sugerir otra interpretación. Si fueras desafiado a darla, pondrás

cara de pena, pues es obvio que el exceso de responsabilidades en tu ministerio, lamentablemente no te permite perder tiempo en trivialidades

C

CONFLICTOS

La especial índole de nuestro ministerio nos expone de continuo a toda suerte de conflictos. Todos ellos son indeseables y atentan contra nuestro mejor desempeño.

Es por ello que habrás de cuidarte tú mismo, así como tu esposa e hijos, de no provocarlos jamás, ya que es imposible que no surjan, suscitados por otros. Aunque este recaudo parezca tan simple, es realmente paradójico que la mayoría de los conflictos sean ocasionados en las iglesias ante actitudes equívocas de los pastores, o algún integrante de su familia. El punto es que todos ellos están en la mira del ojo de la congregación, y muchas cosas que podrían dejarse pasar a otros miembros, pueden escandalizar a la iglesia cuando son protagonizadas por los mismos de quienes

se espera recibir el mejor ejemplo.

La ventaja de que hasta donde te sea posible mantengas una actitud tolerante y aun indulgente hacia los miembros conflictivos, es previsora de cualquier desliz o exceso en que tú o los tuyos pudiesen incurrir. Si te muestras demasiado estricto e implacable hacia los demás, arriesgas a que eventualmente se te pueda juzgar con igual rigor. Si eres capaz de contemporizar ante algunas situaciones enojosas, probablemente puedas esperar un trato benigno, caso de necesitarlo.

La disciplina en la iglesia, es una verdad que podrás enseñar firmemente, pero que has de aplicar suavemente, calculando muy bien posibles consecuencias que se puedan derivar de tal medida.

Tampoco te convendrá traumarte con los escrúpulos de que están llenos tus colegas vocacionales: objetividad, ecuanimidad, no acepción de personas, etc.

Es obvio que no podrás dispensar el mismo trato a aquellos que te apoyan y respaldan en todo sentido, que a los críticos de tu gestión. Tu grey deberá aprender que si quiere gozar de privilegios debe comenzar por hacer buena letra, mostrando pronta disposición a complacerte en todo; mientras que un trato distante, seco y frío será la justa retribución a cuantos se atrevan a cuestionarte. Lo ideal sería contar con la colaboración de un hermano fiel, de probada lealtad, que de tanto en tanto manifieste públicamente su discrepancia contigo en cualquier cosa sin real importancia. Quienes se jactan de esta libertad que se toman con el pastor, lo hacen así desde su posición de incondicionales; pero sirve para mostrar ante todos tu buena disposición y tolerancia hacia los que piensan distinto.

D
D O N E S

– Fomenta en tu iglesia cuanto puedas el don de lenguas; así los

tendrás a todos contentos, hablando cuanto quieran sin decir

nada, y tu imagen de maestro y predicador no correrá riesgos.

– Pero no incurras en el error de estimular el don de interpretación

de lenguas. ¡No te imaginas el susto que podrías llevarte! Verías

alterado el mejor sistema teológico en el que te hayas formado.

– Enseña la verdad de que están vigentes en la iglesia todos los

dones del Espíritu, y que cada miembro a lo menos debe poseer

uno. Pero ahí conviene que cese tu responsabilidad. Quienes se

han extralimitado ayudando a reconocer los dones de cada cual,

e incluso a despertarlos, luego han tenido problemas en

controlar el ejercicio de ese don por parte de su poseedor.

– Hay dones que te convendrá alentar, y otros que deberás poner

especial cuidado en convencer de que no son más que una

ilusión de quien presuma poseerlos. Entre estos últimos están: el

de enseñanza y el de exhortación (Rom.12:7,8), el de palabra de

sabiduría y el de palabra de ciencia, y el de discernimiento de espíritus (1Cor.12:8,10). A cambio podrás ofrecer como dones más atractivos -espiritualmente hablando-: el de servicio, el que reparte, el que hace misericordia (Rom.12:7,8), y el de los que ayudan (1Cor.12:28). Estos últimos son inofensivos y complementarán positivamente tu ministerio; pero los primeros podrían atentar contra el mismo. Podrás alegar que mientras unos exhiben la humildad y caridad cristianas, los dones de palabra generalmente promueven la vanidad entre quienes aún no han madurado lo suficiente ni están debidamente preparados para ejercerlo.

E

EVANGELISMO

Tú no querrás ser el inventor de la pólvora; así que nadie verá mal que hagas como los demás hacen, aun cuando no sea lo apropiado para un país como el nuestro, donde la baja natalidad y la alta expectativa de vida ocasiona que seamos un país de viejos y no de jóvenes. Pero lo cierto es, que si quieres desplegar una intensa

actividad evangelística que mantenga ocupados a unos cuantos de tu iglesia, debes dedicarte a los niños, adolescentes y jóvenes. Siempre será más fácil atraer a la iglesia a los párvulos que a las personas maduras. Aunque la realidad espiritual sea otra -tal como preconizan tus consiervos vocacionales-, tienes argumentos de sobra para probar la conveniencia de encauzar la evangelización hacia los infantes, aunque más no sea que repitiendo el manido argumento de que salvando un niño, salvas un alma y una vida. Es cierto que son muchos los alumnos de la Escuela Dominical que

al ingresar a la Secundaria desertan de la iglesia, y que pese a programar muchas actividades sociales y deportivas, cada vez es más difícil retener a los adolescentes y jóvenes propensos a volverse al mundo; pero también es cierto que es renovable su número, por lo que cada tantos que se vayan siempre habrán de venir otros nuevos. Aunque esta situación pueda resultar lastimosa a los miembros más sensibles de tu congregación, al menos mientras logres mantener el flujo de los que ingresen en substitución de los que se van, nadie se atreverá a reprocharte

nada. La admisión a la iglesia de nuevos convertidos, adultos y ancianos, siempre podrá traerte algún problema; mientras que con niños y jóvenes te ahorrarás el riesgo a verte cuestionado.

Otro tanto se podría decir en cuanto a la evangelización por clase social: entre los de clase media y alta tienes a los mejor preparados para oponerte reparos, mientras que los más pobres suelen ser los menos instruídos y que se avergonzarían ante la sola idea de presentarte objeciones. Supongo que ya conoces suficientes textos bíblicos para respaldar tu preferencia a evangelizar a los más pobres e ignorantes. Fíjate que las iglesias que quieren extenderse a través de anexos siempre lo hacen en los suburbios de las ciudades, y nunca en las zonas céntricas y barrios residenciales.

Si alguien te arguye conque a los ricos y a los intelectuales también se les debe predicar el evangelio, díles que hay denominaciones históricas e iglesias tradicionales que se ocupan de ellos, pero que tú tienes el llamado de predicar el evangelio a los pobres, siguiendo el ejemplo del mismo Señor Jesús. Cuanto

mayor sea la cultura y el desarrollo de la inteligencia de los que evangelices, más peligro corres que la precariedad de la tuya quede expuesta.

Esto no quiere decir que te niegues expresamente a evangelizar a gente mayor, rica y culta, pero con lo dicho deberá bastarte a que veas la conveniencia de concentrar tus esfuerzos entre quienes puedan ser más receptivos a tu mensaje.

Si algún día alcanzas a ser un «viejo ministro del Evangelio» seguramente habrás probado que la mayor habilidad de nuestra profesión consistió en haber sabido sortear con éxito los problemas, evadiendo la cercanía de las personas problemáticas. La solución de aquellos, y la salvación de éstas, déjaselos a tus

colegas vocacionales, para que se entretengan y pierdan su tiempo, que haciendo así, difícilmente lleguen a viejos.

F

FELICIDAD

– Aunque con muchas tribulaciones, disgustos y sinsabores hemos de transitar la senda del ministerio a que nos lleva nuestra profesión eclesiástica, recuerda siempre que tu rostro ha de mantener normalmente dibujada una sonrisa; señal inequívoca del hombre exitoso y victorioso, en cualquier situación, por azarosa

que parezca. Cuán amplia pueda ser esa sonrisa, dependerá de cada situación; pero en el peor de los casos, por lo menos deberás lucirla siquiera esbozada. Podrás observar la siguiente graduación:

Cuando otros lloren a tu alrededor, o te pongan mala cara, te permitirás siquiera insinuarla como gesto piadoso y comprensivo. Pero si los demás muestran un buen semblante, entonces podrás sonreir a gusto. Si son ellos los que sonríen, es el momento indicado para que tú rías, y cuando los demás rían de buena gana,

entonces podrás soltar una estruendosa carcajada. Es tremendo el efecto que suele causar en las personas inseguras que el pastor exhiba un entusiasmo permanente a prueba de todo contratiempo. Un rostro preocupado puede sugerir muchísimas cosas que conspiren contra nuestra autoridad y capacidad de mando.

En caso que tu conciencia te plantee algún reclamo -en el sentido de que estás actuando hipócritamente-, recuerda que con disimular tu disgusto, no haces nada distinto al que ayuna en secreto y muestra buena cara en público. Al fin y al cabo, mayor es el beneficio que obtendrán tus ovejas animándose con tu optimismo, a que si dejando traslucir tu pesadumbre enfriaras su fe e hicieras pálidas sus esperanzas. Acostumbrada tu grey a verte siempre animoso y contento, puedes reservar la falta de sonrisa o trocarla por alguna mueca de disgusto, para alguna situación muy especial que aconseje tan insólito cambio. Cuánto menos tengas

que recurrir a tal recurso, mayor será el impacto en quienes observen tu rostro serio. La felicidad es un halo que siempre debe rodear al ministro aprobado y bendecido. Cuanto más radiante sea la aureola, mayor será nuestro prestigio entre los que nos rodean; pero de perder brillo, disminuirá con ello el influjo de nuestra personalidad.

Tanto es esto así, que hasta nuestros colegas vocacionales a veces se atreven a acusarnos de que nosotros mismos programamos los cultos bulliciosos con propósitos efectistas. Dicen que nuestras actuales celebraciones con tantas animadas canciones, gritos de victoria y júbilo, palmas y aplausos, saltos y danzas, a la par que encubren la real situación espiritual de la iglesia, predisponen a los circunstantes a que prosigan su entusiasmo dando abundantemente de sus ofrendas que se colectan seguidamente. Pero nosotros siempre podremos

responderles que el Señor habita entre las alabanzas de su pueblo. Si ellos quieren una predicación fuerte, con nostalgias puritanas, y prefieren ver las personas arrodillarse, convictas y arrepentidas, implorando la gracia y el perdón de Dios, y entonando solemnemente aquellos viejos himnos impregnados de teología, es cosa de ellos.

I

I G L E S I A

– Normalmente las denominaciones evangélicas suelen coincidir en su definición de IGLESIA en su aspecto universal o general, como el cuerpo de Cristo. Así que no gastaremos tiempo en discutir este punto en que suele haber consenso.

– El problema se da en el aspecto particular o local, cuando nos referimos a una congregación que se reúne en determinado lugar, y que suele ser reconocida por el nombre que la caracteriza según rece el cartel o letrero en la fachada del edificio. Aunque las distintas denominaciones se distinguen unas de otras en

muchos puntos doctrinales y otros aspectos prácticos, también es cierto que el pragmatismo las vuelve a juntar en aquellos asuntos relacionados con nuestro especial ministerio.

– Es así que hay un aspecto prioritario para nuestros propios intereses, en que suele haber consenso entre nuestros colegas en el ministerio, sea cual sea la denominación en la que sirven: la iglesia (como congregación local que pastoreamos) existe en función de nosotros y no al revés. Es cierto que al leer esto al momento te sobresaltarás y protestarás: – ¡No, de ningún modo!

Pero una cosa es lo que podamos decir como reacción al pinchazo que hirió nuestra susceptibilidad, y otra muy distinta lo que realmente sentimos. Entre bueyes no hay cornadas, y tampoco nos vamos a hacer trampas jugando al «solitario». Nuestros camaradas vocacionales realmente creen que ellos existen -con sus dones y ministerios-, en función de la iglesia a la que sirven, para su cuidado, crecimiento y edificación espiritual. ¡Por supuesto que también profesamos lo mismo! Pero compartiendo en teoría la misma doctrina, dejémosles a ellos con su idealismo, pues en la práctica tenemos razones de sobra que avalan nuestro pragmatismo. Cuando tras años de tediosos estudios en el Seminario, egresamos por fin ostentando un título de graduación, era nuestra natural expectativa el recibir una invitación, o el ser designados para servir como pastores en una buena iglesia. Que se nos retribuyera dignamente en pago de nuestro servicio espiritual, jamás podría considerarse como una ambición desmedida, sino como algo justo y conforme a las normas bíblicas. Cuanta mayor fuese la justa retribución que la iglesia estuviera en condiciones de hacer, mayor sería el estímulo que cualquiera de nosotros recibiría para ministrar con toda dedicación y esfuerzo

de nuestra parte. Entregándonos pues de cuerpo y alma a esta tarea, sufriendo, penando, soportando y haciendo frente a toda la problemática eclesiástica que de continuo afrontamos, ¿es acaso desvergonzado admitir que miramos a la iglesia como a «cosa nostra»? Aunque el edificio y su mobiliario no nos pertenece, así como tampoco los fieles sentados en sus bancas, es natural por otra parte que consideremos como propios, todos los bienes, útiles y personas que están bajo nuestro cuidado. Al menor éxito que logremos con nuestra gestión, seguirá necesariamente que se

identifique a la iglesia con nuestro propio nombre. Aunque siempre convendrá que corrijamos a los que tal hagan, diciéndoles que la iglesia es del Señor y solamente debe ser conocida por Su nombre, nos es interiormente muy gratificante el oír decir a cualquiera de nuestros miembros que él pertenece a la iglesia del Pastor X.

Incluso, las ovejas que se nos han apegado más en nuestro rebaño, ellas mismas se encargarán de irnos creando esta aureola, estimulando a las demás a que cooperen con su apoyo a nuestra gestión, y reconviniendo a las remisas. Cualquier palabra, gesto, actitud y aporte que contribuya a nuestro crédito, será aplaudido y

hasta admirado como algo digno de ser imitado, mientras que cualquier nota discordante, será reprobada por cismática por las ovejas engordadas de nuestro rebaño. La lealtad que las ovejas nos deben como sus pastores, implica su propia lealtad a la iglesia y a su Señor. Por ende, cualquier crítica que se levante contra

nosotros, significa una crítica a la iglesia que pastoreamos y al Señor al que servimos. Siempre nos será conveniente vigilar que esta sensación permanezca en nuestra grey, y si decae, habrá que fortalecerla de algún modo.

Junto a la manutención del edificio, debemos velar por la sobrevivencia (al menos) de la iglesia como tal, procurando mantener el número de la feligresía (en lo posible incrementarlo), y preservando cuidadosamente su núcleo original de miembros prominentes de antiguo arraigo.

Todo esto será esencial al respaldo de nuestra gestión.

O

O F R E N D A S

He aquí un asunto tan necesario como dificultoso de tratar en público.

Necesario, porque «del cuero salen las correas», y no tendríamos nosotros sustento si aquellos a quienes apacentamos no ofrendaran. Dificultoso, porque el que más o el que menos, tenemos cierto escrúpulo al tocar el tema desde el púlpito, debido al malestar generalizado en nuestro ambiente evangélico, causado por colegas nuestros que prácticamente no saben predicar otra cosa que no sea azuzar a su congregación demandando siempre más y más ofrendas, por todo motivo y para cualquier fin. La avidez de los inescrupulosos atenta contra nuestra mejor cosecha.

Pero el que otros hayan exagerado la cosa no debería relegarnos al silencio ¡pues moriríamos de hambre! Si el ofrendar es tanto un deber como un privilegio del cristiano, es entonces nuestra responsabilidad dar una adecuada enseñanza del asunto, reiterándola periódicamente, para instrucción de los nuevos

y actualización de los olvidadizos.

Aunque el tema general sea OFRENDAS, no olvidemos aclarar bien que junto con estas incluímos los diezmos, y que quien contribuya a la iglesia con sus ofrendas (voluntarias, alegres y generosas) no por ello está exento del pago de su diezmo.

Para instruir sobre las ofrendas hemos de basarnos principalmente en el Nuevo Testamento; y en cuanto a los diezmos, en el Antiguo. Normalmente no se suele tener dificultad con el asunto de las ofrendas, fundamentándonos en textos bien explícitos como 1Cor.16:1,2 y 2Cor. caps. 8 y 9.

Pero el asunto del diezmo sí nos acarrea enojosos problemas, por lo que será necesario estar bien preparados para responder a los cuestionamientos que eventualmente se nos pueda hacer. Es obvia la ventaja de que insistamos con el pago de los diezmos, antes que con el de las ofrendas. Estas últimas suelen ser bastante caprichosas -cuando no mezquinas-, y tales colectas no aseguran jamás el sustento de nuestra familia. El diezmo, en cambio, permite hacer un presupuesto más preciso, según sea la cantidad de miembros de nuestra iglesia y el promedio de ingresos. Si cada uno reportara -confidencialmente-, el monto de su sueldo, pensión o jubilación , hecha la suma la dividimos entre la cantidad de los congregados, y así obtendremos el promedio de aportes; lo que nos servirá para calcular las posibilidades de incremento económico ante la expectativa del crecimiento numérico de nuestra feligresía. Recordemos que alcanzará tan sólo con diez puntuales diezmeros para alcanzar un salario mínimo aceptable, y que con veinte buenos pagadores de su diezmo (en una iglesia pequeña), será posible redondear un sueldo más confortable, siempre que alcance con la recaudación de las ofrendas para la manutención del edificio y otros gastos varios.

Seguidamente les recomendaré la fórmula más conocida y eficaz para concientizar a los creyentes en esta disciplina, a la vez que les daré las debidas instrucciones para sortear con éxito los escollos que algunos ponen:

ARGUMENTO 1 – Nuestro texto favorito sin duda alguna ha de ser el de Malaquías 3, y convendrá leer desde el v.7 al 11, inclusive. La ventaja de este pasaje es doble: por un lado, la dramática declaración «me habéis robado», puede leerse y citarse con tono grave y solemne, buscando el efecto de que la reverberación de estas palabras retumben por todo el ámbito del templo hasta resonar en cada conciencia. Y por otro lado, la promesa de bendición sobreabundante del v.10 debe leerse con la misma entusiasta expectativa del anuncio de los ángeles a los pastores de Belén.

Es realmente extraordinario el efecto que puede lograrse combinando bien la recriminación con la promesa. Lo que no se logre por el temor, probablemente sí se consiga ante la perspectiva de un buen negocio: darle a Dios un 10% que El lo

devolverá multiplicado por 100 o más todavía. Quizá tengas en la iglesia algún hermano que pueda dar testimonio de su prosperidad económica basada en su fidelidad al diezmar. Quizá otros igualmente fieles digan que no han sido compensados en tal sentido, y que hasta han visto mermados sus ingresos. Obviamente, jamás se te ocurrirá darles lugar a ellos para testificar de esta versión negativa, pero conversando con ellos podrás mostrarles hasta «25 razones que cierran las ventanas del cielo», y que de estar incursos en algunas de ellas se explica el por qué la mecánica práctica del diezmar no ha dado la retribución esperada. De todos modos, tendremos que exigirnos al máximo para que al descubrir las posibles causas que están frenando la multiplicación prometida, no vayamos, sin quererlo, a provocar el desaliento del hasta ahora fiel diezmero, y termine por desistir de pagarlo. Ahora, quizá alguno nos diga:

CUESTIONAMIENTO 1: – Si usted lee el versículo anterior al que inició su lectura en Malaquías 3, verá que en el v.6 Jehová está hablando a «los hijos de Jacob», o sea, al pueblo de Israel, y lo mismo en el verso siguiente al que Vd. detuvo su lectura, pues en el v.12 es distinguida esta tierra deseable de las demás naciones (los gentiles), que la tendrán por bienaventurada. No es pues a los miembros de la iglesia de Cristo a quienes Dios les reprocha el haberles robado, sino a Israel.

RÉPLICA 1: (Precisamente, ya había dicho que convenía leer esta porción desde el v.7 al 11, para ahorrarnos el problema que se nos plantea, y que intentaremos resolver).

– Todo es palabra de Dios. Si mantenemos vigente la promesa en cuanto a la apertura de las ventanas de los cielos y el derrame de la bendición sobreabundante, debemos mantener igualmente vigente la causa que provoca tan bendecida respuesta: el traer todos los diezmos al alfolí.

CUESTIONAMIENTO 1a:

– Esta promesa se mantiene en el Nuevo Testamento en lo dicho en los capítulos 8 y 9 de 2Corintios, pasaje ideal para que se mencionase el diezmo, cosa que no ocurre. Se mantiene pues la promesa que retribuye con provisión multiplicada y aumentada al que ofrenda generosamente; mas el monto ya no es el diezmo. El nuevo sistema en cierto sentido sigue siendo proporcional a los ingresos (1Cor.16:2), pero excede en su liberalidad al legalista

diezmo. En el Nuevo Testamento nunca se instruye a los cristianos en cuanto a la obligatoriedad del diezmo.

RÉPLICA 1a: – Tampoco se prohíbe.

CUESTIONAMIENTO 1b: Por eso es lícito que cualquier cristiano adopte los diezmos como su propio método de ofrendar, si así quiere hacerlo; pero no es legítimo que algún pastor o tesorero lo reclame. Es lícito el darlo, mas no el pedirlo.

(Si hasta aquí la discusión llegó, no te conviene buscar qué decir a eso, sino proseguir como a continuación te indico):

ARGUMENTO 2 – Sin embargo, tenemos un pasaje bien explícito en el Nuevo Testamento: Hebreos 7:1-10.

Aquí vemos que la institución del diezmo fue anterior a la Ley mosaica, de modo que los cristianos que ya no estamos bajo la ley, tenemos el compromiso de darlo, así como lo hizo Abraham con Melquisecec, pese a no haberse promulgado aún la Ley.

CUESTIONAMIENTO 2: – En todo ese pasaje no se exhorta a los cristianos a diezmar, sino que el caso de Abraham es usado para ilustrar la superioridad del sacerdocio de Cristo según el orden de Melquisedec, sobre el de Aarón, no teniendo nada que ver nuestro Señor con el sacerdocio levítico, pues no procede de la tribu de Leví, sino de la de Judá.

RÉPLICA 2: – Adviértase el uso del tiempo presente en el v.8: «Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales…». ¿No alcanza con eso para confirmar la permanente vigencia de los diezmos?

CUESTIONAMIENTO 2a: – El tiempo presente corresponde al de la escritura de la epístola cuando todavía estaba vigente el sacerdocio levítico, previo a la destrucción del templo por los romanos algunos años después. Además, los receptores del diezmo no son aquí los apóstoles, pastores o diáconos, sino como

claramente lo expresa el v.5, los hijos de Leví que reciben el sacerdocio, y los toman de sus hermanos, descendientes de Abraham.

RÉPLICA 2a: – Sea como sea, aquellos que por la fe somos también «hijos de Abraham (Gal.3:7), ¿no deberíamos seguir el buen ejemplo de Abraham y aportar los diezmos de todo?

CUESTIONAMIENTO 2b: – Es que Abraham no le dio a Melquisedec los diezmos de nada propio, sino los diezmos de todo lo ajeno. En el capítulo anterior donde se relata este encuentro, se dice que: «Abram era riquísimo en ganado, en plata y en oro» (Gen.13:2); sin embargo de toda esta su gran riqueza, nada le dio, hallándose en tal circunstancia lejos de sus posesiones (Gen.13:18; 14:13,17). Según el relato de Gen.14, «los diezmos de todo» corresponden al botín de guerra, o sea, los bienes recuperados de Lot y de los cinco reyes aliados que habían sido saqueados por Quedorlaomer; así expresamente se dice: «dio diezmos del botín» (Heb. 7:4). Este episodio, y el ejemplo de Abraham, no está siendo usado en esta epístola para aplicarle el diezmo a los cristianos.

– (Si hasta aquí llegaste, no conviene insistir más con ese punto, pero puedes saltar rápidamente al precedente de los levitas).

ARGUMENTO 3: – Todo el capítulo 18 del libro de Números está dedicado al asunto del sostenimiento de los sacerdotes y levitas. Allí se reglamenta el uso que ellos podían hacer de las ofrendas presentadas por el pueblo de Israel. Los versículos 21 y 24 establecen que Dios entregó todos los diezmos en Israel a los levitas, en razón de su ministerio en el tabernáculo de reunión, y por no recibir ellos heredad en la tierra, como las demás tribus. Los pastores de la iglesia de Cristo, como ministros del Evangelio, reciben en la actualidad su sustento tal como en el Antiguo Pacto lo recibían los levitas.

CUESTIONAMIENTO 3: – En verdad, no existe más coincidencia entre los levitas de Israel con los pastores de la iglesia, que las levitas que vestían los ministros del Evangelio durante el siglo XIX.

RÉPLICA 3: – Sin embargo, el Señor dijo a sus discípulos que «el obrero es digno de su salario» (Lc.10:7), lo que repite Pablo a Timoteo (1Tim.5:18).

CUESTIONAMIENTO 3a: – De acuerdo, pero la enseñanza del sostén de los que viven del evangelio, si bien está prefigurada en la antigua Ley con el sustento de los levitas, no se fundamenta en el diezmo, sino en el derecho que tienen los que siembran lo espiritual, de segar lo material para su manutención (1Cor.9:6-18). Pablo dice en este pasaje que prefería morir antes que reclamar lo que era su derecho (v.15). Los creyentes macedonios no necesitaban que se les pidiese nada, sino que al revés, eran ellos quienes pedían a los apóstoles que les concediesen el privilegio de participar con sus ofrendas (2Cor.8:1-4). Hoy día acontece lo contrario: algunos creyentes, si pueden, se hacen los distraídos; y sus pastores, no desperdician ocasión de recordárselo. Cuando un apostolado o pastorado es de Dios, y lleva el sello de su presencia y bendición, la medida de las ofrendas suele ser como la de los antiguos macedonios: «aun más allá de sus fuerzas» (v.3). Si la obra es de Dios, podría llegar a ocurrir lo de los israelitas cuando ofrendaban voluntariamente para la construcción del tabernáculo de reunión: «se le impidió al pueblo ofrendar más; pues tenían material abundante para hacer toda la obra, y sobraba» (Ex.36:6,7). Así también, cuando la restauración del culto en tiempos de Ezequías, hasta el mismo rey sorprendido y maravillado preguntó por los montones de ofrendas que veía depositados, a lo que el sumo sacerdote respondió: «Desde que comenzaron a traer las ofrendas a la casa de Jehová, hemos comido y nos hemos saciado, y nos ha sobrado mucho, porque Jehová ha bendecido a su pueblo; y ha quedado esta abundancia de provisiones» (2Cron.31:10). De todos modos, no era nuestro tema ahora el asunto del sostén de quienes se han dedicado enteramente a la obra de Dios, sino que el diezmo no se impone como contribución obligatoria en el Nuevo Testamento.

-(Si no tienes qué replicar al cuestionamiento anterior, con todo recuerda que siempre es más seguro recaudar el diezmo -por mezquino que parezca-, que las libérrimas ofrendas, por generosas que prometan ser. Por eso conviene refutar la última frase con que te pueden cuestionar, de la manera que sigue):

ARGUMENTO 4: Sin embargo, existe en el Nuevo Testamento un pasaje bien explícito mostrándonos su vigencia permanente, y dicho ésto nada menos que por nuestro propio Señor: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello» (Mt.23:23). Como puede observarse, el Señor les recrimina por haber descuidado el ejercicio de la piedad, mas no por su meticulosa práctica de diezmar; «sin dejar de hacer aquello» es lo suficientemente claro y fuerte como para notar la aprobación del Señor a la práctica actual del diezmo.

CUESTIONAMIENTO 4: – ¿En qué época está hablando aquí el Señor? No es durante la presente dispensación de la gracia o de la iglesia, cuando ésta comenzó en aquel Pentecostés con el Espíritu Santo que descendió, enviado por el Señor glorificado a la diestra del Padre. El tiempo histórico que vivió Jesús en tierra de Israel, correspondía todavía a la plena vigencia de la Ley y el Antiguo Pacto. Cuando le habla a Saulo en el camino de Damasco, o le da

su revelación a Juan en la isla de Patmos, El ya había sido crucificado, resucitado, ascendido, glorificado y enviado el Espíritu de la promesa inaugurando una nueva época. Ahora el hombre no era justificado por las obras de la ley, sino por la fe en aquel que como nuestro substituto cumplió la ley por nosotros y recibió el castigo que merecíamos por haberla quebrantado. Cuando el joven rico preguntó a Jesús: «¿qué bien haré para tener la vida eterna?», el Señor le respondió: «guarda los mandamientos» (Mt.19: 16,17). Ante una pregunta similar hecha a los apóstoles por el carcelero de Filipos, ellos le respondieron: «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa» (Hch.16:30,31). Si no distinguimos entre unas y otras situaciones, antes o después de haber completado el Señor su obra con que por su nuevo pacto «ha dado por viejo al primero» (Heb.8:13), nos exponemos a confundirnos y regresar al judaismo que rechazó al Mesías.

RÉPLICA 4: – Sin embargo, no se ve afectado por temporalidad alguna el consejo del Señor: «sin dejar de hacer lo otro», es decir, el diezmar.

CUESTIONAMIENTO 4a: – Si no alcanzó con lo ya dicho, servirá ahora hacernos la pregunta: ¿es que el Señor instruye aquí a sus discípulos? ¡Por supuesto que no!

Sus fuertes palabras están dirigidas a quienes impreca: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!» En otros de sus ayes en este pasaje les trata de guías ciegos, necios e insensatos, sepulcros blanqueados, serpientes y generación de víboras; ¿acaso nos animaremos a identificarnos con ellos, aunque mas no sea que como diezmeros?

RÉPLICA 4a: – Se está relativizando la palabra del Señor dejando la literalidad del texto del evangelio.

CUESTIONAMIENTO 4b: – Es que si vamos a hacer tan literales como usted pretende, tendríamos entonces que pedir a nuestros fieles que renuncien a sus profesiones, oficios y empleos, y se pongan a cultivar la menta, el eneldo y el comino. Luego, que se pongan a separar una de cada diez hojitas de cada planta cosechada, hecho lo cual deberían venir al templo con un saco al hombro con la décima parte del producto; y después deberíamos consumirlo como infusión o buscar a quien venderlo. No sé si tal industria proveerá suficientemente para nuestro sustento.

RÉPLICA 4b: – De todos modos, está universalmente generalizada la práctica del diezmo entre muchas denominaciones evangélicas, para que se le niegue su legitimidad escritural.

CUESTIONAMIENTO 4c: – Es que jamás podría una costumbre arraigada darle legitimidad escritural a nada, si carece de tal fundamento. Las iglesias cristianas evangélicas no tomaron

tal práctica del Nuevo Testamento, sino que simplemente lo heredaron de la Iglesia Anglicana, así como ésta se apropió de la recaudación de los diezmos que de antiguo cobraba la Iglesia Católica Apostólica y Romana, con mucha resistencia y hasta persiguiendo y matando a los omisos. Tras la revolución francesa los curas dejaron de percibirlo. Simplemente, los pastores protestantes reemplazaron a los sacerdotes católicos y anglicanos en el cobro de los diezmos, no recurriendo como aquellos al brazo secular para forzar a los renuentes, (¡tampoco podrían!) mas ejerciendo una gran presión psicológica y moral como es harto conocido en la actualidad.

– (Es de esperar que jamás llegues en alguna confrontación hasta este punto, pero si tal fatalidad aconteciera, será inútil perder más tiempo con tal empedernido contendor, así que podrás invitarle a que se vaya a practicar su sistema donde quiera, y te deje a tí seguir con un método de recaudación consagrado por su uso).

P

P R E D I C A D O R E S

No te conviene que seas tú el predicador exclusivo de tu iglesia, ni dejar que se presente la emergencia de una enfermedad o un viaje para salir a buscar a quien pueda suplantarte en el púlpito.

Varias serán las ventajas de tener todo previamente bien arreglado:

1 – Quizás se te acabe el repertorio y no quieras repetirte periódicamente, pues podrías cansar a tus oyentes volviéndolos indiferentes a tus mensajes. Puedes usar de un respiro para que tu grey escuche el tañido de otra campana.

2 – En tal caso, podrás optar por un miembro de tu propia iglesia (preferentemente para cubrirte en una emergencia) o de otro colega expresamente invitado (con más anticipación).

3 – En el primer caso, no mires tanto a su capacidad, sino a su

lealtad para contigo. Tampoco te disguste que luego oigas

decir que su intervención no fue muy feliz. Ya verás qué

zalameras pueden llegar a ser algunas ovejas al decirte

cuánto te extrañaron: – ¡Sobre todo por el mensaje!

Cuídate pues de poner en tu lugar a los más capaces en la

Iglesia. Recuerda que un “laico” bien preparado siempre

será más peligroso que diez graduados con máximos

honores.

Recela de las personas autodidactas como de la peste;

pues han estudiado con gusto las mismas materias que

cursaste, a veces con desgano y a disgusto.

Desconfía siempre de cuantos proclamen su incondicional

lealtad al Señor, a su Espíritu y a su Palabra. Si no son

sinceros no les temas; pero si lo son, ¡tenles por los más

peligrosos de todos!

4 – En el segundo caso, de invitar predicadores fuera de tu

iglesia, convendrá que te atengas a la siguiente regla:

Debes dividir su capacidad como predicador, entre la

distancia del lugar que habitualmente desarrolla su

ministerio. O sea, si no es muy buen predicador, no

importará que sea vecino a tu propia iglesia; pero si lo

fuera mejor que tú, entonces conviene que cuanto mejor él

fuese, mayor distancia haya entre tu iglesia y la suya. De

este modo librarás a las más entusiastas e inconstantes

ovejas a que emigren tras otros pastos.

R

Reuniones

1 – Difícilmente haya cosa más importante y sacrosanta en

nuestro ministerio que las reuniones.

2 – Podrás no tener ovejas, iglesia o cosa que se parezca,

pero jamás deberás dejar de tener reuniones.

3 – Sin ellas nada eres; ni siquiera existes. Pero con ellas

queda legitimado tu ministerio, aun cuando carezcas de

todo lo demás

4 – Podrán las reuniones ser muy concurridas o no. Como a

tantos misioneros, también a ti podrá ocurrirte que no haya

más asistentes que tu propia esposa; pero no te preocupes:

cuando se escriba tu biografía se tendrá en cuenta ese

detalle como prueba de tu fidelidad y constancia (¡aunque

en el tribunal de Cristo la recompensa se la lleve tu mujer!).