Biblia

¿Leemos juntas la Biblia? (Primera parte)

¿Leemos juntas la Biblia? (Primera parte)

por Laura T. de Gómez

Cómo leer las Escrituras con personas interesadas en asuntos espirituales y que pueden convertirse en seguidoras de Jesús.

Había escuchado por ahí que dos compañeras de trabajo, Marta y María Claudia, habían expresado cierto interés por asuntos espirituales. Así que pasé un día por su oficina y las saludé, «¡Hola! He venido preguntarles algo a ambas: ¿Estarían interesadas en leer la Biblia conmigo?» Se miraron la una a la otra, y luego a mí, y me respondieron que sí.
Me dejó sorprendida su entusiasmo. Como no las contacté tan pronto como esperaban, ¡ellas me llamaron para saber cuándo íbamos a empezar!He aprendido que leer la Biblia con gente que no es cristiana es una de las maneras más poderosas en que podemos ayudarlas a conocer a Jesús. Desde el principio les encantó. Sus nervios iniciales se convirtieron en emoción en cuanto se dieron cuenta de que la Biblia es relevante para la vida diaria. Por ahí de la segunda o tercera semana, estaban cautivadas por Jesús. Después de unas ocho semanas, ellas tenían un claro entendimiento de que la salvación es por fe. Eso fue hace ocho años. Ambas siguen caminando con Jesús hoy en día y siguen siendo amigas. Y todo comenzó con una invitación para leer juntas la Biblia.
Por supuesto, no todas mis experiencias de leer la Biblia con personas que no son cristianas han resultado tan dramáticas. He tenido que soportar que me dejen plantada y decepcionada. Me he reunido con personas que no son creyentes por años y ellas parecen no entender nunca el evangelio. Sin embargo, he aprendido que leer la Biblia con gente que no es cristiana es una de las maneras más poderosas en que podemos ayudarlas a conocer a Jesús.
Las que siguen son las lecciones principales que he aprendido luego de empezar a leer la Biblia con los que muestran interés en los asuntos espirituales.
Primeras impresiones
La primera vez que oí sobre leer la Biblia con personas que no con creyentes en el libro de Jim Petersen, Living Proof, me pareció una idea extraña. ¿Acaso la Biblia no es para los creyentes? No creí que a una persona que no fuera cristiana le interesaría aprender de lo que ella dice. Pero cuando experimenté con la idea, me sorprendí con lo que pasaba.
Leer la Biblia con mis amigas que no son creyentes promueve un nivel de interacción espiritual que podría calificarse entre ser una amistad espiritual y una invitación a la iglesia. Crea un ambiente cómodo en el que se puede empezar a ver a Jesús, hacer preguntar y a platicar sobre sus propias vidas.
Leer con ellas también las expone directamente al poder de las Escrituras. El mismo Dios que te anima, redarguye, corrige, instruye y que a veces te sacude con su palabra puede hacer lo mismo en la vida de alguien que no es creyente. Por medio del profeta Isaías, el Señor advirtió, «porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino retorna a la tierra y hace germinar … mi palabra que sale de mi boca no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero y será prosperada en aquello para lo cual la envié». (Is 55.10–11)
Yo no sé todo lo que les pasa a mis amigas, o lo que ellas piensan —pero Dios sí. Y he visto cómo él usa las Escrituras para satisfacer sus necesidades, calmar sus miedos, y llevarlas a entender lo que no entienden.
Tal como dice el autor de la Carta a los Hebreos: «La palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que toda espada de dos filos: penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (4.12).
Las Escrituras pueden tocar el corazón de mis amigas de una manera en la que tal vez yo nunca pueda.
La invitación
¿Cómo haces para andar por ahí presentándole a la gente la Biblia? Al conocer a un vecino o compañero de trabajo, busco oporunidades no amenazadoras para hablarles de mis convicciones y de que ellas están basadas en la Biblia. Después de explicarle a una persona que uso la Biblia para guiar mi vida, le suguiero casualmente que la leamos juntas. Ese paso puede parecer como un salto muy extremo, pero he llegado a darme cuenta de que es una sucesión natural. Yo siempre paso un poco de tiempo pensando en el pasaje que leeremos, y formulo preguntas que estimulen a que mi amiga quiera ver el pasaje más de cerca. Con mi vecina y compañera de caminatas, Flor, pasó algo así: durante una conversación sobre nuestro esposo y el matrimonio, le comenté: «A Mauricio (mi esposo) y a mí nos encanta leer la Biblia juntos. Es increíble cómo nos ayuda con los problemas que surgen en nuestra relación. Si estás interesada, nos encantaría leerla contigo y con Guillermo. Podríamos encender la chimenea, preparar unos bo, hablar sobre lo que pasa en nuestras vidas y después leer un pedacito de la Biblia juntos y hablar de lo que leímos». Hasta este momento ella no ha aceptado mi oferta, pero estoy segura de que la semilla sembrada brotará en algún momento.
Me he dado cuenta de que es importante presentar esta idea como «leer» la Biblia, no «estudiar» la Biblia. Para la mayoría de los que no son creyentes, la idea de estudiar las Escrituras suena demasiado intensa. Cuando se trata de personas religiosas, les pregunto si les gustaría ver por sí mismos de una manera más cercana lo que la Biblia dice.
Cuando nos reunimos
Cuando me reúno con amigas que no son creyentes, no cantamos ni oramos, y no les pido que lleguen con algo preparado. Platicamos por un rato, abrimos nuestras Biblias, leemos un pasaje en voz alta, y luego hablamos de eso. La primera vez que nos reunimos, les pido a veces que me hablen sobre sus jornadas espirituales.
En cuanto a lo que se lee, recomiendo que te enfoques en la vida de Cristo en uno de los cuatro evangelios. Mi favorito es el Evangelio según Juan, porque Juan presenta a Jesús como una persona multifacética y provee un sólido argumento de su divinidad. Explica brevemente la mecánica de los libros, capítulos y versículos, luego ve al primer capítulo y léelo en voz alta, tomando turnos si así prefieres. Después de haber leído un capítulo juntas, pueden empezar a conversar sobre lo que han observado.
Para ayudar a tu amiga a discutir sobre el texto, prepárate anticipadamente. Yo siempre paso un poco de tiempo pensando en el pasaje que leeremos, y formulo preguntas que estimulen a que mi amiga quiera ver el pasaje más de cerca.
Conozco a alguien que simplemente pregunta: «¿Qué es lo que te llama la atención de estos versículos?» Otra persona que conozco es asombrosamente creativa. Por ejemplo, para el capítulo 4 de Juan, pregunta: «Si tú fueras la directora de una película sobre esta mujer samaritana, ¿a quién elegirías para el personaje? ¿Por qué?» Sencillo o elaborado, encuentra tu propio estilo y escoge las preguntas que a ti te sirven.
Cuando voy de la dicusión a la aplicación, me gusta plantear dos preguntas al final de cada pasaje: «¿Qué te dicen estos párrafos sobre quién es Jesús o de cómo él es?» y «Si estos hechos son ciertos con respecto a él, ¿cuál crees que sería la respuesta apropiada?»
Estas preguntas mantienen el enfoque en Jesús y ayudan a que tus amigas formulen respuestas personales a las realidades que ellas confrontan.
Preguntas contra respuestas
El obstáculo más grande para tratar de llevar a cabo este proyecto es la idea errónea de que no sabes lo suficiente como para leer la Biblia con alguien que no es cristiano. Pero es importante que no te sientas como el centro de atención y que sí creas que la palabra de Dios es viva y eficaz (He 4.12). Ya cuando estamos en las Escrituras, nuestro trabajo es proveer las preguntas, no las respuestas. Te asombrarás de cómo Dios responde preguntas. Él puede aclarar dudas. Él puede convencer.
Mi amiga Ana María me preguntó recientemente: «Si Dios va a hacer su voluntad de todas formas, ¿por qué le debo pedir algo cuando oro?» Una respuesta puede ser: «Yo misma he pensado al respecto. ¿Cuál piensas que es el propósito de la oración?» Si el pasaje tiene que ver con la oración (en este caso no era así), haz que la persona lo lea de nuevo. Si el nivel de confianza en la relación lo permite, también podrías estimular sus respuestas al preguntar: «¿Tú sientes que Dios te escucha cuando oras?» Recuerda, nosotras no somos la fuente de la verdad,  la Biblia lo es. Nuestro rol es crear un ambiente en el cual nuestras amigas puedan descubrir esa verdad.
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La autora vive en Bogotá, Colombia, con su esposo y sus dos hijos. Se tomó de Christianity Today International/Today‘s Christian Woman magazine ©2004. Todos los derechos reservados por la autora o CTI. Se usa con permiso. Publicado en Apuntes Digital II-4, edición de septiembre – octubre de ©2009.