Llamado a Liberar a Su Pueblo Exodo 2:1–7:7

En las páginas de la Escritura encontramos narraciones donde Dios llama a hombres y mujeres para realizar tareas específicas. Abraham y Moisés son los más conocidos. Moisés, el caudillo de Israel, sostuvo una intensa lucha personal antes de aceptar esa comisión divina. Dios le utilizó para preparar el terreno y sacar a Su pueblo de la opresión egipcia.

Moisés fue un instrumento elegido y utilizado por Dios para lograr Su voluntad. ¿Qué habría pasado si Moisés hubiera rechazado la comisión divina?

Tal como en los tiempos de Moisés, en la actualidad Dios llama y utiliza a hombres y mujeres para llevar a cabo Su voluntad. Nos coloca donde podemos ser útiles en Su programa. Si no cumplimos con nuestra tarea, el programa divino podrá seguir adelante, pero perderemos la bendición de participar en él. Al estudiar la vida de Moisés, compare la lucha que sostuvo en cuanto a la voluntad de Dios para su vida, con su propia experiencia.

EL LIBERTADOR 2:1–4:31

Su Nacimiento y Preservación 2:1–10

Los días en que nació Moisés eran difíciles. El faraón había ordenado matar a todos los hijos varones que nacieran. Es por eso que sus padres intentaron esconderlo (2:1–2). Cuando ya no pudieron ocultarlo más, su madre, en un intento de salvarle la vida, lo colocó en una canasta y lo dejó en las aguas del río Nilo.

La providencia divina se manifestó en ese momento. La hija del faraón, que había descendido a bañarse al río, lo encontró y se compadeció de él. Autorizó a la madre de Moisés a criarlo, y cuando éste fue grande lo adoptó como su propio hijo. Lo educó conforme a la cultura egipcia (2:3–10). Así que, Dios utilizó la casa del propio faraón para proteger al libertador de Su pueblo.

Muchos eruditos de la Biblia consideran que la hija del faraón pudo haber sido Hatasú, la única hija legítima de Tutmés I. Ella era una mujer fuerte que pronto se apoderó del trono (1504–1483 a.C.). Para entonces el faraón oficial era Tutmés III, hijo menor de una concubina de su padre. Su odio hacia Hatasú y su temor a Moisés se manifestaron en su reacción contra Moisés cuando tuvo la oportunidad.

Su Decisión y Escape a Madián 2:11–25

Cuando Moisés Ilegó a ser adulto, tuvo que elegir entre la herencia real —que como hijo de la hija del faraón le colocaba incluso como heredero al trono— y su pueblo, que continuaba en esclavitud. Al presenciar los abusos que se cometían en contra de los israelitas, Moisés decidió identificarse con ellos. Desde luego que tal decisión le causó problemas, ya que la noticia de que había matado a un egipcio para proteger a un hebreo se había esparcido por los alrededores. Finalmente la noticia Ilegó a oídos del faraón.

El problema de Moisés se agravó aún más cuando no sólo los egipcios lo rechazaron, sino también su propio pueblo (2:11–14). El era el libertador designado por Dios; sin embargo, quiso llevar a cabo los planes de Dios valiéndose de métodos humanos. Tomó en sus manos las riendas de la justicia y trató de establecerse como líder del pueblo de Dios. Su esfuerzo resultó en el rechazo del pueblo. El fruto del esfuerzo carnal fue tener que esconder el cadáver y huir hacia el desierto. Tuvo que permanecer cuarenta años en el desierto para aprender que Dios realizaría la obra conforme a Su tiempo y a Su manera.

EL ESFUERZO CARNAL DEL HOMBRE

NUNCA LOGRA EL PROPOSITO DE DIOS

¡PENSEMOS!
Moisés aprendió el peligro de depender del esfuerzo humano para lograr los propósitos divinos. La carne nunca produce el fruto del Espíritu; no puede cumplir el propósito de Dios para su vida. Si tenemos que luchar y esforzarnos para cumplir el plan divino, no lo estamos logrando conforme a Su voluntad. Sin embargo, todos tenemos que aprender de esta lección. Al igual que Moisés, tratamos de valernos de los métodos del hombre natural para lograr el cumplimiento de los planes de Dios.
Identifique alguna ocasión en su vida cuando usted mismo haya caído en esa trampa. ¿Cuál fue el resultado? ¿Qué verdades debemos aprender de esta experiencia de Moisés, o de la nuestra? ¿A qué situación debe usted aplicar estas verdades ahora?

Repasemos la trayectoria que siguió Moisés:

  1. Una vez convencido de su llamamiento. Eligió entre Egipto y su pueblo, Israel.
  2. Actuó precipitadamente y tomó el camino incorrecto.
  3. Huyó a Madián y Dios tuvo que intervenir para arreglar su situación.

Por haber ayudado a una familia en Madián, ellos lo aceptaron en su hogar y posteriormente Moisés se casó con una de las siete hijas de esa familia (2:15–22). Durante su larga permanencia en Madián, el faraón que procuraba matarle murió. Mientras tanto, el sufrimiento de Israel había seguido empeorando. Después de muchos años de opresión, había llegado la hora en que Dios habría de liberar a Su pueblo. Ellos estaban listos para aceptar al libertador (2:23–25). Moisés también había completado su preparación; primero como administrador y después, al haber sobrevivido en el desierto.

Su Encuentro con Dios 3:1–4:17

La revelación y comisión de Dios 3:1–10

Cierto día, mientras Moisés atendía el rebaño de su suegro, Dios se apareció ante él en una zarza ardiendo. Su primera reacción fue de asombro y temor pues era Jehová mismo Quien se estaba revelando (3:1–6). Dios habló y le dijo que El iba a rescatar a Israel de los egipcios. Moisés sería el instrumento que Dios utilizaría para liberarlos (3:7–10). Dios también preparó a Moisés para esta tarea al mostrarle Su gloria, Su santidad y Su fidelidad.

PRIMERO DIOS LE REVELA SU GLORIA

DESPUES COMISIONA A SU SIERVO

Las excusas de Moisés 3:11–4:17

Aunque a Moisés le entusiasmaba el plan de Dios y deseaba ver la liberación de su pueblo, se consideraba incapaz de llevar a cabo la tarea; había aprendido bien su lección. El mismo, quien una vez trató de llevar a término los planes de Dios por su propia cuenta, después de haber pasado cuarenta años en el desierto, se consideró incapaz de hacerlo ahora. No quería volver a experimentar tal fracaso. De manera que optó por presentar una serie de excusas.

La primera excusa se basa en el reconocimiento de su incapacidad: “¿Quién soy yo para hacer esto?” Dios le respondió que lo importante no es el mensajero. Dios prometió que El mismo estaría con Moisés. Fue esta promesa lo que le dio seguridad para poder realizar la tarea. Se puede ver, entonces, que el éxito en el ministerio no depende tanto de nuestras habilidades, sino de la presencia y habilidad que Dios promete proporcionar a sus siervos (3:11–12).

Moisés, preocupado todavía por el llamado, le pregunta a Dios cuál es Su nombre. Dios le revela Su nombre: Jehová; “El que existe por Sí solo”; “El que siempre es” (3:13–15). Este Dios eterno, que existe por Sí mismo, habría de estar con Moisés y el pueblo de Israel para librarlos de la mano del faraón (3:16–22).

¡PENSEMOS!
La base del éxito en el ministerio de Moisés nunca se debió a su propia capacidad. Tenía razón al reconocer su incapacidad para liberar al pueblo de lsrael. Lo que le hacía falta era la confianza de que el Dios eterno estaría a su lado, le capacitaría para llevar a cabo Su plan, y no le abandonaría.
Es necesario que todos reconozcamos esta realidad. No somos capaces de luchar contra los enemigos de Dios y de Su pueblo. Sin embargo, Dios permanace con nosotros y nos capacita pare vencer.
Dios tiene un ministerio para cada uno de sus hijos. Espera que confiemos en El para llevarlo a cabo. ¿Qué le ha encomendado Dios? ¿Se siente incapaz de lograrlo? En tal caso, ¿qué debe hacer?

Moisés argumentó una segunda excusa al recordar su experiencia previa con Israel en Egipto. ¿Qué pasaría si ellos no le creían? Entonces Dios, mediante tres señales demostró que Moisés era en verdad Su vocero:

  1. Su bastón se convirtió en culebra.
  2. Su mano se volvió leprosa.
  3. Las aguas del río se convirtieron en sangre.

Estas señales confirmaban la promesa de Dios de liberar a Su pueblo (4:1–9).

La tercera excusa que Moisés ofreció fue su falta de elocuencia. Dios le recordó que Quien creó la boca, puede usarla para comunicar Su mensaje (4:10–12).

Por último, Moisés insistió en que Dios escogiera a otra persona. Hasta ese momento la paciencia de Dios se había manifestado hacia Moisés. Dios estaba dispuesto a ayudarle a satisfacer sus dudas. Sin embargo, al haberle contestado, cuando Moisés trató de escaparse de la voluntad de Dios para su vida, Dios se molestó ante tal actitud. Fue así como Dios designó a Aarón como ayudante para que hablara en lugar suyo. Esta concesión le acarreó posteriormente problemas a Moisés, puesto que Aarón trató de conseguir más poder para sí mismo (4:13–17).

LA VIDA DE MOISES

TRES PERIODOS DE CUARENTA AÑOS:

DURANTE 40 AÑOS CREYO QUE ERA ALGUIEN IMPORTANTE

DURANTE 40 AÑOS APRENDIO QUE NO ERA “NADIE”

DURANTE 40 AÑOS APRENDIO LO QUE DIOS PUEDE HACER A TRAVES DE UN “NADIE”

Su Regreso a Egipto 4:18–28

Después de someterse a la voluntad de Dios, Moisés fue a solicitar el permiso de Jetro, su suegro, para volver a Egipto (4:18–23). En el camino, Dios estuvo a punto de quitarle la vida a Moisés por no haber cumplido con circuncidar a su hijo. Su esposa lo hizo y Dios retiró la amenaza (4:24–26). Se observa la importancia de que aun el siervo de Dios obedezca las normas que El ha establecido para Su pueblo.

Entonces Dios envió a Aarón para encontrarse con Moisés en el desierto (4:27–28). Una vez allá, Moisés le explicó lo que debían hacer.

Su Reunión con los Ancianos de Israel 4:29–31

Moisés y Aarón fueron juntos a reunirse con los ancianos de Israel. Cuando les explicaron lo que Dios les había revelado, y autenticaron su mensaje con las señales que Dios les dio, los ancianos les creyeron. Inmediatamente adoraron a Dios por Su cuidado en favor de ellos.

LA MISION 5:1–7:7

La Confrontación de Moisés con el Faraón 5:1–21

Después de su reunión con los ancianos de Israel, Moisés y Aarón fueron a confrontarse con el faraón. Le anunciaron que Dios los enviaba para pedirle liberara a Israel, para que así pudieran adorarle (5:1). El faraón les contestó con desprecio: “¿Quién es Jehová para que yo oiga su voz y deje ir a Israel?” (5:2). Más adelante el faraón aprendería Quién es Jehová.

Como resultado de aquella confrontación, el faraón se molestó. Se quejó de que Moisés y Aarón les quitaban el tiempo a sus esclavos y los distraían de su trabajo (5:3–5). Entonces decidió aumentarles las jornadas de trabajo; dejó de proveerles la paja que necesitaban para la elaboración de ladrillos. El trabajo más arduo debería de servir para que dejaran de pensar en tales distracciones.

Aun con el aumento del trabajo se les exigían las mismas cuotas de producción que antes (5:6–19). Al darse cuenta de que la nueva carga era resultado de la confrontación entre Moisés y el faraón, los israelitas comenzaron a culpar a Moisés y a quejarse en su contra (5:20–21).

La Queja de Moisés ante Dios 5:22–6:12

Moisés llevó la queja del pueblo adonde correspondía: a Dios. ¿Era esto lo que Dios se proponía lograr cuando le llamó? En vez de liberar al pueblo les había causado más dolor que nunca (5:22–23).

Dios respondió ante la queja con la promesa de que mostraría Su poder de tal forma que el faraón se alegraría de verlos salir de Egipto (6:1). Dios permaneció fiel al pacto que había concertado con Abraham; no lo había olvidado. Los sacará de las tierra de Egipto con mano poderosa para llevarlos hasta la tierra prometida (6:2–8).

Mientras tanto, a causa de su aflicción, el pueblo estaba desanimado y no quería escuchar a Moisés (6:9); ese desánimo afectó también a Moisés. Cuando Dios le mandó regresar ante el faraón, Moisés respondió que si su propio pueblo no le escuchaba, ¿cómo podría esperar que el faraón le hiciera caso? (6:10–12).

Su Herencia Familiar 6:13–27

Antes de continuar con la historia de la liberación de Israel, el autor presenta unos dates de la familia de Moisés y Aarón. Su procedencia de Leví expilca la posterior relación tan especial de esa tribu con Dios y su ministerio intercesor. Es más, le expilca al lector judío por qué Dios eligió a los descendientes de Leví para servir delante de El y cómo se eligió a los descendientes de Aarón para ser los sacerdotes de Israel.

Su Vocero ante el Faraón 6:28–7:7

Habiendo presentado este registro, se describe nuevamente la comisión de Dios a Moisés y la designación de Aarón para ser el vocero de Moisés (6:28–7:2). Dios hablaría por medio de Moisés a Aarón. Entonces, Aarón proclamaría el merisaje que Moisés le revelara.

A pesar de la clara evidencia de la autoridad de Jehová y de las numerosas señales de advertencia, el faraón no atendió al mensaje de Dios (7:3–5). Tales manifestaciones del poder de Dios llegaron a ser un símbolo perpetuo de la soberanía de Jehová sobre toda la creación y entre todas las naciones.

Después de recibir la nueva comisión para dirigirse ante el faraón. Moisés y Aarón obedecieron y fueron a hablarle.

DIOS HABLA CON MOISES

MOISES HABLA CON AARON

AARON HABLA CON EL FARAON

EL FARAON NO HACE CASO

¡PENSEMOS!
A través de este pasaje vemos la lucha de un hombre llamado a servir a Dios. Por considerarse incapaz no quería fracasar de nuevo y trató de eludir el llamado de Dios. Su misión fue más difícil aún porque Dios le había advertido que el faraón no le escucharía. Moisés habría de ser a la vez, por una parte, objeto de desprecio, y por otra, instrumento divino de juicio.
Las luchas de Moisés son las mismas que nosotros experimentamos. Tememos ser despreciados; tememos fracasar en lo que inicia mos.
Dios ha prometido estar con nosotros y capacitarnos para Su obra. Ha prometido utilizarnos como instrumentos Suyos. No nos hace responsables de los resultados sino de nuestra obediencia y fidelidad.
¿De qué maneras ha sido la experiencia de moisés semejante a la de usted? ¿Qué principios le ha enseñado Dios a través de este estudio? ¿Qué quiere Dios que usted haga? ¿Qué pasos puede dar esta semana para mostrar su obediencia a Dios?

Porter, R. (1986). Estudios Bı́blicos ELA: Comprados por Dios (Exodo) (17). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.