Llamados a ser diferentes Levítico 17:1–22:33; 24:1–9
De joven —ella misma contaba— aprendió la disciplina de la vida sirviendo en la marina estadounidense. Después, el Señor la llevó a prepararse en la escuela bíblica de Biola, en California y con el grupo de los Navegantes. Agradecida, consagró toda su juventud al servicio del Señor, primero en Centroamérica y luego en México.
Minnie era inconfundible, única y diferente por varias razones. Había en ella un constante afán de servir, combinado con una generosidad deslumbrante de sus dones, posesiones, tiempo y dedicación a la obra como pocas personas lo han hecho. Físicamente era grande, mas no infundía miedo. Interiormente era tierna y siempre estaba dispuesta a prodigar amor al necesitado y orientar al extraviado por los caminos del pecado. Recuerdo muy bien sus sabios consejos para que cuidara siempre de mi pureza física y espiritual.
Su testimonio era inspirador. Nada en la vida le importaba más que honrar a Dios: testificando, aconsejando, enseñando y dando siempre un ejemplo diáfano e irreprochable de santidad. Su estilo de vida era muy sencillo. Sus manos producían constantemente bienes para la iglesia. Sus pies la llevaban incansable por largas distancias y apartados poblados, sin expresar nunca una palabra de cansancio. No daba oportunidad a las tentaciones de dominarla. Todo lo que hacía, hablaba de consagración y obediencia a Dios, cualidades que siempre distinguieron su vida. La inolvidable Minnie, y sólo ella, siempre ha sido mi modelo y constante desafío para vivir una vida enteramente dedicada al Señor.
La sección de Levítico que nos toca estudiar habla de la santidad que Dios espera que practiquen sus hijos. No son instrucciones y mandatos inconexos, sino que más bien establecen un modelo de vida a seguir y los valores que los israelitas debían obedecer fielmente para agradar al Señor y llevar una vida diferente a la corriente del mundo, apartada del pecado y sus tentaciones y consagrada al Señor. De la misma manera, el cristiano debe distinguirse del mundo no simplemente por apartarse de él, como hacen los monjes y ermitaños, sino por su obediencia a Aquél por quien todas las cosas existen.
¡PENSEMOS! |
¿Es su vida una copia al carbón de la forma de ser del mundo? ¿Refleja las mismas pautas de pensar, sentir y actuar de los incrédulos con un barniz de religiosidad? ¿Cree que Dios está satisfecho con su nivel de espiritualidad? A menudo la vida y la corriente de este siglo nos condicionan tanto, que terminamos cediendo en los valores que una vez fueron el apoyo de nuestra santidad. La Escritura dice que los cristianos tenemos que ser diferentes. Tenemos a Cristo, el modelo perfecto que debemos imitar y obedecer (1 Corintios 11:1; Efesios 4:32; 5:25–29; Filipenses 2:5–11; 2 Timoteo 2:8–9; Hebreos 12:1–3; Santiago 5:11). Debemos reprender y alejarnos de las obras infructuosas de las tinieblas (Efesios 5:3–7, 11–12) y andar como lo que somos: hijos de luz (Efesios 5:1–2, 8–10). |
LA SANTIDAD CONSISTE EN UNA
CONSTANTE,
CRUCIAL,
COTIDIANA Y
CONCIENZUDA
DECISIÓN DE RECHAZAR LO MALO
Y ESCOGER LO BUENO
LEYES ACERCA DEL TABERNÁCULO 17:1–9
El propósito de las leyes de los caps. 17–27 es promover en el pueblo de Dios una vida santa, distinta, apartada de las prácticas abominables y muchas veces inhumanas, que practicaban otras religiones o naciones (17:7; 18:26–27; 19:19; 20:23, 26). Los israelitas (y los cristianos también) debían vivir una vida que no se confundiera y mucho menos que se asimilara con la corriente del mundo.
El tabernáculo debía ser el lugar único donde se presentaran todas las ofrendas (vv. 1–5; Deuteronomio 12:1–14). Cualquiera que sacrificare un animal, debía presentarlo en el santuario y dar su parte correspondiente al sacerdocio.
Esta ley que exigía presentar todo sacrificio en el santuario central era con el fin de evitar la proliferación de lugares altos y santuarios domésticos (26:30), ya que en dichos santuarios se ofrecían sacrificios a demonios (v. 7). Es interesante notar que detrás de todas las prácticas religiosas corruptas y la adoración de ídolos e imágenes, está la multiplicación de santuarios locales (Jueces 17:1–5; 18:13–20, 24; 1 Reyes 12:26–33).
En todas las épocas, en las costumbres idolátricas de muchos pueblos y religiones, se ve la proliferación de santuarios, vírgenes y santos milagrosos. Esto era lo que esta ley quería evitar (Éxodo 20:4–5; 34:17; Deuteronomio 4:15–18; 5:7–9).
PROHIBICIÓN DE COMER SANGRE 17:10–16
Aunque en Levítico 11 se incluían algunas leyes dietéticas, el tema de no comer sangre revestía especial importancia (19:26; Hechos 15:20) porque se consideraba abominable por varias razones
- Por su valor inherente en la conservación de la vida: “Porque la vida de toda carne es su sangre” (vv. 11, 14).
- Para evitar la crueldad innecesaria hacia los seres vivos. Mucha gente cazaba ciertos animales con el único fin de comer su sangre o usarla en ritos religiosos paganos. En lugar de eso, quien cazare un animal debía derramar su sangre en la tierra (v. 13; Deuteronomio 12:16).
- Por la importancia de la sangre en el culto y su papel fundamental en la salvación de todos los que se acercan al Señor. Dios quería que su pueblo comprendiera la singular función de la sangre en la remisión de los pecados (v. 11; Hebreos 9:22).
LEYES DE SANTIDAD Y JUSTICIA 18:1–20:27
Este pasaje contiene varias leyes tocante a la conducta de las personas que se relacionan con una variedad de temas y amplían los diez mandamientos. Los creyentes deben cuidarse mucho de vivir en santidad en las áreas que aquí se destacan. También se marca el propósito de que el pueblo de Dios fuera diferente en su conducta de las demás naciones (como los cananeos) que practicaban como algo natural todo lo que se prohibe aquí.
NO OS CONFORMÉIS A ESTE SIGLO,
SINO TRANSFORMAOS…
(ROMANOS 12:2).
Leyes referentes a la relación con Dios
El día de reposo. El Señor exige que se le dedique enteramente ese día (19:3b, 30). Los israelitas debían cesar de trabajar cada sábado para concentrarse totalmente en su comunión espiritual con Dios.
Adoración exclusiva. Dios no toleró ni tolerará jamás que se le robe la honra que le pertenece. Por eso está prohibido hacerse otros dioses (19:4) o adorarlos (20:2–5).
Sacrificios aceptables. Además de que debían ofrecer todo sacrificio de acuerdo al estricto ritual de los caps. 1–7, los israelitas no debían comer o presentar ningún animal al tercer día de muerto (19:5–8).
No jurar en vano. Dios aborrece que su nombre sea utilizado para jurar falsamente (19:12). La palabra de la persona debe bastar para cumplir o hacer cumplir lo que se promete o mejor debe abstenerse de jurar (Mateo 5:33–37).
No consultar a agoreros y adivinos. Una de las prácticas que Dios más abomina es que se abandone su palabra para consultar la “sabiduría” de agoreros, adivinos, mentalistas, astrólogos, síquicos y todos aquellos que pretendan tener poderes especiales o conocimiento del futuro, cosas sobre las que sólo Dios tiene potestad (19:26b, 31; 20:1–6).
Leyes referentes al trato con los demás
Familiares. El trato a los padres debe ser honroso (19:3a; Efesios 6:1–3), especialmente si están necesitados de ayuda (1 Timoteo 5:8). Maldecir al padre o a la madre era causa suficiente para aplicar la pena capital (20:9).
Empleados. No se debe explotar a las personas que empleamos, o retenerles su salario ni siquiera por una noche (19:13). Esto es aplicable a las deudas o todo tipo de compromiso que tengamos que cumplir con otros.
Personas discapacitadas. Es muy cobarde aprovecharse de quienes han perdido el uso de alguna facultad (sordo, ciego); más bien hay que ayudarlos (19:14).
Personas mayores. El anciano es digno de respeto y honor (19:32). Una de las personas que más violencia sufre hoy en día es el que ha llegado a la tercera edad. El trato que le demos demuestra la calidad de nuestra espiritualidad.
Extranjeros. El trato a los extranjeros debe ser justo. Aunque Dios advierte que no se imiten las costumbres abominables de otras naciones, eso no quita que se trate bien a un extranjero (19:33-34).
Al prójimo. El creyente sabio debe abstenerse de murmurar y perjudicar a terceros (19:16). Tampoco se debe guardar rencor hacia nadie o atentar contra su vida (19:17–18a). En lugar de eso, las relaciones que todo hijo de Dios tiene deben estar revestidas de amor (19:18b; Mateo 5:43; Romanos 13:9; Gálatas 5:14; Santiago 2:8). ¡El amor es la esencia y resumen de la ley!
Leyes de equidad
En los tribunales. El trato a las personas debe depender de si su causa es justa y procede según las leyes. Sean pobres o ricos, todos tienen derecho a un juicio justo (19:15).
Medidas justas. Todo lo que ofrecemos o adquirimos debe estar bien pesado, medido y pagado (19:35-36).
Leyes referentes al cuidado del cuerpo
Otra vez se prohiben ciertas cosas que entre los paganos eran comunes, como hacerse tonsura (cortarse el pelo de la coronilla), afeitarse la punta de la barba (v. 27) y marcarse o tatuarse el cuerpo (19:28).
Leyes domésticas
Tan importante y delicado era el mandato divino de no mezclarse con los paganos ni imitar su conducta, que se prohibe ayuntar ganado de distinta especie, mezclar semillas diferentes en la siembra e hilos en la fabricación de vestidos (19:19)
Leyes referentes a actos inmorales
Ofrecer sacrificios humanos. Esto se refiere al culto al abominable dios Moloc, que según la superstición popular, se saciaba de la sangre de niños que eran quemados vivos (18:21; 20:1–5; Deuteronomio 12:31; 2 Reyes 17:17).
Relaciones sexuales ilícitas. Entre los actos que los paganos practicaban como cosa normal y que Dios prohibe a su pueblo están: la fornicación (19:29); el adulterio (20:10 ambos hombre y mujer debían morir); diversas formas de relaciones con parientes cercanos (20:12; 14; 17; 19–21); homosexualismo (20:13); bestialismo (20:15–16); y tener sexo con “mujer menstruosa” (15:24; 18:19; 20:18; a este respecto, recuérdese la singular importancia de la sangre en la doctrina de Levítico). En ese tipo de pecados la sanción que Dios exigía era la pena de muerte.
¡PENSEMOS! |
Para Dios, es importante cuidar la integridad tanto de la vida física como de la espiritual. En la actualidad, la gente se jacta de portar adornos extravagantes, tatuajes, aretes etc. que mutilan el cuerpo y cambian su uso normal. Se practican también actos sexuales aberrantes que trastornan el propósito y función del cuerpo humano. Otros consultan a adivinos, magos, brujos, se inscriben en cursos de control mental, usan el horóscopo y se deleitan en conocer todas las artes ocultas. Incluso le dan el carácter de “científicas” a todas esas doctrinas de demonios (1 Timoteo 4:1). Algo semejante sucede con la vida espiritual, cuando descuidamos, multilamos, cambiamos y hasta llegamos a negar los principios y creencias fundamentales que nos dieron la salvación. Tenemos que mantener intacta nuestra fe y comunión con Dios. Es lo más valioso que tenemos y hemos de rendir cuentas al Dios santo por el uso que te demos. |
LEYES PARA LOS SACERDOTES 21:1–22:33; 24:1–9
El sacerdocio israelita tenía que observar ciertas leyes especiales que cuando menos, tenían dos propósitos:
- Mantener la pureza personal de cada sacerdote
- Mantener la pureza del linaje sacerdotal.
Prohibición de tocar cadáveres 21:1–4
Dios en su sabiduría, exigía a sus ministros que se mantuvieran puros, puesto que también ellos podían contaminarse, por tener contacto diario con el tabernáculo y las cosas santas (véase Levítico 10)
Como a todo israelita, a los sacerdotes se les prohibía tocar cadáveres, sepulcros, o entrar en una tienda o casa donde yaciera un muerto (21:1–4, 11; Números 19:11–14). Ni siquiera podían expresar tristeza o endechar a un muerto (21:10–12; compárese con 10:6). Esto es así porque el ministro de Dios, a través de su servicio, comparte la vida, no la muerte.
Vida matrimonial 21:7–15
El siervo de Dios sólo podía casarse con una mujer virgen (21:13), jamás con una ramera, repudiada o viuda (21:14). De la misma forma, tanto los hijos como hijas del sacerdote debían llevar una vida matrimonial pura. Parece extraño que en el texto se especifique que el castigo que debía sufrir la hija del sacerdote que fornicara era ser quemada viva (21:9; compárese con 20:14). Esta es la segunda vez que se hace referencia a un castigo con fuego a un transgresor de la familia del scaerdote (véase Levítico 10). Fuera de Josué 7:15–25 (donde narra que lapidaron a los culpables y luego quemaron los cuerpos), no hay en la Biblia otro ejemplo de un castigo semejante.
Integridad física 21:16–24
Un aspecto interesante de la legislación acerca de los sacerdotes es que no se admitía que oficiara alguna persona con defecto físico. En este pasaje se menciona una lista de los defectos que impedirían ejercer a un levita su función en el santuario (21:17–21). Sin embargo, tal individuo tenía asegurada su manutención (21:22), porque Dios no es injusto y su ley es perfecta.
Funciones y atribuciones 22:1–16
El disfrute de los privilegios que tenían los sacerdotes se restringía si no estaban ceremonialmente limpios. Así, no podían ministrar ni comer de las cosas santas estando contaminados por cualquiera de las formas que se describen en Levítico (22:1–9).
Ninguna persona que no perteneciera a la línea o a la parentela del sacerdote podía disfrutar de sus derechos. Entonces, ningún entraño podía comer de la porción del sacerdote ni de otra cosa santa (22:10), excepto los esclavos comprados por levitas (22:11). Si la hija del sacerdote se hubiere casado con un varón no levita perdía sus privilegios. Esto era así para proteger los derechos de la familia sacerdotal, que no podían poseer territorio como las otras tribus. En compensación, éstas eran responsables de sostener a la casta sacerdotal.
No obstante la anterior ley no era inflexible. La hija del sacerdote que hubiere sido repudiada, que quedara viuda o desamparada, podía recuperar la pensión alimenticia (22:13). Si algún extraño por error comía de las cosas santas, debía restituir lo que se había comido más una quinta parte (doble diezmo; 22:14). ¡Así que el menú resultaba muy costoso!
Vemos un caso singular en la historia bíblica en el que David y su acompañantes, no siendo de la familia de Leví, entraron al santuario y comieron los panes de la proposición (1 Samuel 21:6; Mateo 12:3–4). Cuando Dios lo considera conveniente, es capaz de poner la misericordia por encima del deber religioso, para ayudar al creyente fiel y necesitado.
Supervisión de las ofrendas 22:17–33
La última ley relacionada con el sacerdocio en este pasaje tiene que ver con la responsabilidad de verificar que las ofrendas a Dios fuesen aceptables. Ningún animal defectuoso podía ser ofrecido a Jehová. Otra lista de los posibles defectos similar a la de 21:17–20 (que se refiere a las personas) se aplica a los animales (22:20–25).
El pan de la proposición y el mantenimiento de las lámparas 24:1–9
Las dos últimas indicaciones para los levitas tenían relación con el alumbrado y el alimento en la casa de Dios. Aquí sobresalen dos hermosas lecciones del cuidado que Dios tiene por sus hijos. El alumbrado era un deber o estatuto perpetuo (v. 3) que los levitas tenían que llevar a cabo con las donaciones de aceite de olivo puro para las lámparas. Así también los cristianos, por haber sido alcanzados por la luz del evangelio, debemos mantener esa luz encendida para que la gente que no conoce a Cristo pueda ver su condición y recibir la salvación.
El pan de la proposición debía ser preparado y dispuesto cada día de reposo para que se alimentaran Aarón y sus hijos como derecho perpetuo (v. 9). De la misma manera, el Señor nos alimenta a los cristianos perpetuamente can su palabra y con ella nutre nuestra vida espiritual.
NO NECESITAMOS ENTREGAR
NUESTRA VIDA AL MUNDO.
EL MUNDO NECESITA CONOCER Y RECIBIR
LA VIDA QUE TENEMOS EN CRISTO
¡PENSEMOS! |
De Dios hemos recibido la luz (por nuestra comunión con Cristo, quien es la luz Juan 1:9) y el alimento espiritual que es su palabra (Deuteronomio 8:3; Mateo 4:4). Estos dos son los recursos que necesitamos para llevar una vida santa, diferente al mundo. Si perseveramos en nuestra comunión con Jesucristo y nos nutrimos de la palabra de Dios, no tenemos que pensar ni ser como el resto del mundo. Por otra parte, estos dos temas son símbolo de nuestro servicio a Dios. Los cristianos somos responsables de evangelizar al mundo perdido llevándole a la luz y proporcionándole la palabra para saciar su hambre y sed espirituales. |
Vazquez, B. (1997). Estudios Bı́blicos ELA: Cómo vivir en santidad (Levı́tico) (80). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.