Llamados a Sufrir
por Apuntes Pastorales
Participante mesa redonda: Yamile Santos (YS) es, junto a su marido, pastora de la Iglesia del Movimiento Cristiano en Río Gallegos, Argentina. Como matrimonio, supervisan la obra de la denominación en la vasta región de la Patagonia. Keith Bentson ha sido misionero en Argentina por más de cuarenta y cinco años. En la actualidad, está sirviendo en la apertura de nuevas obras en Bolivia. El Hermano Pablo (HP), recientemente retirado, es el presidente y fundador de uno de los programas radiales más escuchados en el continente, «Un mensaje a la conciencia».
¿Cómo definiría el sufrimiento?KB. Para mí, es tener que hacerle frente a algo que no quisiéramos, porque sentimos que en este momento no tenemos los medios para resolverlo. Eso produce un estado de conflicto en nosotros.
HP. Pablo Exupery, un autor francés, afirma que una noche, cuando estaba viajando en tren, se dirigió al vagón de la clase económica y vio a la gente pobre, desparramada sobre el piso, durmiendo como podían. Mientras los observaba, pensaba: «Esta gente no sabe que está sufriendo.» Yo creo que es así; aquellos que sufren muchas veces no saben que están sufriendo, pero yo, que los veo de afuera, sufro por ellos. ¿Cómo, entonces, puedo describir el sufrimiento? Creo que hay infinidad de maneras de ver el sufrimiento, y realmente no sé si estoy en condiciones de contestar esa pregunta. Lo que sí sé es que muchas personas aprenden a vivir con su sufrimiento. Se resignan, porque es la única manera de sobrevivir.
YS. Para mí el sufrimiento tiene que ver con la negación. Es negarse a muchas cosas que nos gustan o pensamos que son buenas, pero que dejamos de lado por amor al Señor y a Su Iglesia. En esa negación uno sufre porque quiebra su propia voluntad, pero al final, ese sufrimiento tiene su recompensa. Esto es lo que lo diferencia del sufrimiento del mundo y de los que están en pecado.
¿Por qué es difícil para el cristiano sobrellevar el sufrimiento?
HP. Es difícil para algunos, pero no para otros. He observado que en la misma situación, dos personas pueden reaccionar de forma completamente diferente. Uno sufre y el otro no, aunque ambos están inmersos en exactamente las mismas circunstancias. ¿Cuál es la diferencia entre el uno y el otro? Yo creo que es la actitud la que hace la diferencia.
KB. Coincido. Creo que nosotros tenemos una actitud incorrecta hacia el sufrimiento. Lo vemos como algo negativo, como aquello que impedirá nuestro crecimiento y el progreso de nuestros proyectos. En realidad, el sufrimiento es un medio para el crecimiento, es el camino hacia la madurez. Es un principio de Dios para nuestro desarrollo. «Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia.» (Heb 5.14) No estamos por encima del Hijo. Creo que es muy triste, por ejemplo, que en la iglesia se enseñe que seremos librados de la tribulación, pues la Iglesia ha sido puesta sobre la tierra para sufrir. Somos de un espíritu diferente y estamos en medio de una batalla, la cual implica sufrimiento.
YS. Para mí la dificultad también yace en la perspectiva que uno tiene. Si uno piensa que la prueba es para siempre o que Dios se ha ensañado con nosotros, entonces el sufrimiento se torna difícil. Si uno entiende que es circunstancial y que el propósito principal es formar nuestro carácter, entonces es más llevadero.
¿Qué lugar ocupa el sufrimiento en la vida de los que sirven al pueblo de Dios?
YS. Yo lo veo como la oportunidad que Dios trae a la vida del siervo para crecer y formarse en los asuntos del Reino. Cuando Dios permite que pasemos por situaciones especialmente duras, él nos capacita para sobrellevar eso que nos toca vivir. Hay lecciones en la vida espiritual que no las podemos aprender estudiando, leyendo, ni tampoco escuchando a otros. Tenemos que aprenderlas en la práctica. Por eso dice la Palabra acerca de Cristo que era un «varón, experimentado en quebranto». En esa práctica muchas veces Dios quiebra en nosotros áreas que ni siquiera conocen quienes están a nuestro alrededor.
KB. No voy a citar un versículo bíblico para esto, pero creo que aquella persona que sufre poco no puede tener mucha profundidad. Tampoco puede compadecerse de los sufrimientos de sus semejantes. El sufrimiento es una parte fundamental de nuestra formación. Es por esto que no podemos apurar a las personas a ocupar un lugar en el ministerio, ni tampoco acelerar el proceso de su crecimiento. Estamos en la escuela de Dios y solamente el Señor puede formar correctamente al obrero. La manera en que reaccionamos al sufrimiento revela el nivel de comprensión que tenemos de la persona de Dios.
HP. Cuando la meta en nuestra vida es tener éxito y por «éxito» me refiero al triunfo en lo material (la cual parece ser la definición de la mayoría) vamos a sufrir experiencias desgarradoras por no poder alcanzar esa meta. Si los cristianos pudieran entender que no se pertenecen a sí mismos, sino a Dios y que él nunca les fallará, verían sus aparentes fracasos con otros ojos. El Señor no ve como fracaso lo que nosotros consideramos de esa forma. En primer lugar, él puede usar toda situación en nuestra vida, aun las adversas, para enseñarnos valiosas lecciones. Creo que por esto muchos cristianos consideran sufrimiento y adversidad las oportunidades producidas por Dios para crecer.
¿Cómo ha marcado su propia vida el sufrimiento?
HP. En mi vida personal no recuerdo tiempos de verdadero sufrimiento. Me da vergüenza decirlo, pero es así. Seguramente debería haber sufrido más, pero el Señor ha sido demasiado bueno conmigo.
YS. A mí me ha tocado sufrir muchísimo. Por ejemplo, recuerdo una vez en la que no teníamos absolutamente nada para comer en la casa. Yo era muy joven y lloraba del hambre que tenía. Ese fue un sufrimiento terrible, pero después me di cuenta de que esa prueba era realmente sencilla en comparación con los eventos que debí vivir más adelante.
KB. Francamente yo considero que he sufrido muy poco, y esto no me enorgullece. He tenido, sin embargo, mis conflictos. Al mirar atrás me doy cuenta de que no siempre tuve la gracia para entender lo que Dios estaba tratando de lograr en mi vida. En mi opinión, cuando otros nos resisten o nos sentimos incomprendidos, esto se constituye en una clase de sufrimiento, pues no todo sufrimiento es físico. Puede ser mental, puede ser espiritual. Personalmente, espero no morir rodeado de gloria. Me daría vergüenza, porque quizás sería una muestra de que mi vida no ha sido muy productiva.
¿Qué experiencia le ha resultado particularmente dura de sobrellevar?
KB. Creo que el sufrimiento que viene de no ser comprendido o de escuchar cosas de parte de Dios que otros no escuchan. ¡Quizás no era, tampoco, el propósito de Dios que entendieran! Resulta positivo entender que no es fundamental para nuestro buen funcionamiento que los demás nos entiendan y apoyen. A la misma vez, debo aprender a amarlos y aceptarlos a ellos, me entiendan o no.
YS. Yo he experimentado la traición y puedo decir que es el sufrimiento que más duele en la obra del Señor. Cuando uno forma vidas, cuando uno se da todo, su casa, su cama, la comida de su mesa, consejos, tiempo, dinero, oración y luego nos traicionan, uno se siente tocado en lo más profundo de su ser.
HP. Lo que ha sido más difícil para mí es hacerle frente a las personas que me han fallado. Recuerdo un caso particular de una persona que comenzó a diseminar mentiras de mi persona y ministerio. Mis amigos me instaban a que me defendiera, pero yo les decía: «El tiempo es mi mejor amigo. Dios acomodará todas las cosas cuando el momento sea oportuno.» Muchos años más tarde, esta misma persona me defendió públicamente, ¡el mismo que me había acusado! La paciencia ha sido para mí una gran aliada y he aprendido que si uno pelea y se defiende, se entierra solo. ¡No hay que defenderse! Lo que estamos defendiendo es el ministerio que Dios nos ha dado, y eso es una tontería. Es el ministerio lo que ha sido dañado, no nosotros. ¿Para qué necesita el Señor de nuestra ayuda? Si el ministerio es de él, lo puede defender perfectamente sin que le demos una mano.
¿Cuál ha sido su mayor desafío frente al sufrimiento?
HP. Cuando veo la persona que me ha hecho mal, me es un verdadero desafío tratarlo como Cristo desea. Yo busco saludarlo y ser agradable hacia su persona, pero no busco oportunidades para retomar el ministerio con esta persona. No quiero presentarle la oportunidad de volver a lastimar el ministerio.
YS. El desafío para mí, frente a esas experiencias de traición, fue el de no desanimarme en la tarea de formar a otros. En Argentina decimos «el que se quemó con leche ve la vaca y llora». El decir «voy a volver a empezar con otros» y no pensar «este también me va a defraudar» fue una verdadera lucha. Cuando uno ha salido herido tiene temor de volver a caminar por el mismo sendero.
KB. Para mí el mayor desafío ha sido perder. En otras palabras, cuando lo que hemos recibido del Señor nos es quitado. En ese momento, Dios nos llama a la fe, a aceptar ese suceso con gozo. Por medio de aquella pérdida él va a lograr sus propósitos. Él no tiene ninguna obligación para con nosotros. Tiene libertad para obrar de la manera que más le place. Nosotros no tenemos derechos. Nuestro llamado es a simplemente hacer lo que él nos manda.
¿Qué lección importante ha aprendido con respecto al sufrimiento?
HP. Yo he aprendido que los momentos de sufrimiento no son eternos. Cuando estamos inmersos en el dolor nos parece que la aflicción no tendrá fin, pero los tiempos de angustia siempre se acaban. Amanecerá un nuevo día, con nuevas oportunidades y nueva esperanza. Nos traerá liberación, no del sufrimiento en general, pero sí de esas circunstancias particulares en las que nos encontramos. Es bueno saber esto, porque en medio de la dificultad puedo decirme a mí mismo: «esto no va a durar para siempre» y tener conciencia de que esto me ayudará a soportar la prueba, mientras dure.
KB. ¡Yo he aprendido que Dios es soberano! Si tenemos fe, aunque no entendamos las cosas ni las hagamos correctamente, Dios hará su voluntad y nosotros le agradaremos a él. Creo que durante los tiempos de sufrimiento la pregunta más importante que nos podemos hacer es la siguiente: «¿Estoy agradando a Dios?»
YS. Es importante entender que el sufrimiento no es terminal sino circunstancial. Yo sé que es por un momento y va a pasar pronto, porque así lo afirma el Señor mismo cuando dice «no para siempre prevalecerá la vara de la impiedad en la casa del justo». En un momento el Señor levanta esa prueba y viene la bendición.
Para mí el perdón ha sido una herramienta poderosa para sobreponerme a la traición. Cuando yo entendí que debía perdonar a quienes me habían hecho mal y que mi llamado era a formar vidas para Cristo, no para mi denominación, mi actitud cambió. En la medida en que me van haciendo el daño, yo los perdono y Dios trae liberación a mi vida. Esto ha sido fundamental para no desanimarme en la tarea de formación, pues si uno es traicionado no quiere volver a invertir en nadie.
¿Cuál ha sido su mayor desafío al ministrar a otros en medio del sufrimiento?
KB. Creo que mi mayor desafío ha sido entender que la gente toca a Dios por medio de su sufrimiento. Nosotros no tenemos una solución a todos sus problemas. No somos sus salvadores. No somos psicólogos, ni sociólogos. Estamos conduciendo a las personas hacia Dios, y ellos deben encontrarlo en medio de la situación que les toca vivir. Eso no quita que les demos consejos prácticos, pero nosotros no tomamos las decisiones por ellos. Ellos deben decidir, basados en la fe, si pueden aceptar la soberanía de Dios en medio del sufrimiento. Si podemos ayudarlos en esto, entonces nuestro trabajo será valioso.
HP. Realmente me considero un alentador. Me encanta animar a las personas, darles esperanza. En mi corazón, cuando viene a mí una persona con un problema o una dificultad, tengo esta convicción: «Esta persona no se puede ir de este encuentro sin haber recuperado la sonrisa.» Dios me ha dado facilidad para discernir las necesidades reales de las personas y ayudarlas a resolver esto en forma espiritual. De paso, le digo que aunque soy de la iglesia Pentecostal, siento rechazo por el tema de las «profecías». A esta altura de la vida me he dado cuenta de que noventa y nueve por ciento de las supuestas profecías son simplemente palabras de hombres, diciendo lo que otros quieren escuchar. Yo procuro animar a las personas por medio de la Palabra de Dios.
YS. Mi primer desafío es siempre llevar a la persona al perdón. Yo no he encontrado otro camino para reestablecer el amor y la confianza en las relaciones, aunque ese proceso sea lento. Cuando una persona ha sufrido por la acción de otro, necesita experimentar la gracia que se libera en su vida por medio del perdón.
Cuando mira las Escrituras, ¿quién lo inspira más en este tema?
YS. David es la figura que me gusta. A pesar de sus errores, bien conocidos porque están escritos, él era humilde. Clamaba a Dios para que lo purificara y nunca le quitara de su vida la presencia del Espíritu.
HP. Hay dos personajes que realmente me inspiran. Uno es José y el otro es David. En José me impacta su increíble humildad, cuando le dice a sus hermanos: «no se sientan mal por lo que pasó, porque fue Dios el que me envió a Egipto». ¡Esto es tremendo! Él realmente entendía que la mano de Dios había estado en todo lo que le había tocado vivir, aunque esto había involucrado profundo sufrimiento.
En David, me impresiona cómo perdonó a Absalón, quien le había querido quitar el trono. El rey tuvo que huir y esconderse en una cueva. ¡Nada menos que el rey! Se enojó con Joab, sin embargo, cuando le dio muerte a Absalón. ¡Qué tremendo corazón poseía ese varón!
KB. Yo también aprecio mucho la vida de David. Me ha enriquecido mucho estudiar su vida. Fue escogido, Dios lo bendijo, le dio su Espíritu, le concedió una gran victoria y luego lo condujo hacia el sufrimiento. Durante esos largos años descubrió sus propias debilidades, pero también aprendió la absoluta fidelidad a la persona de Dios.
¿De qué maneras ha cambiado su perspectiva del sufrimiento con el pasar de los años?
YS. ¡Hoy me da risa contar que lloraba porque no tenía comida! Recuerdo otras oportunidades, una en la que no tenía comida para mi hijo, lo cual fue mucho más duro. Salí a vender la ropa que tenía, para comprar leche para él. Nadie me quería comprar la ropa. Yo le preguntaba al Señor: «¿Por qué? Si tú me llamaste, ¿por qué es que me falta hoy la comida para mi familia?» Hoy no me hago más esa clase de preguntas. Lo material ha pasado a un plano absolutamente secundario y no tiene importancia para mí.
KB. Hoy creo entender que aunque poseamos gran conocimiento de las Escrituras, es necesario transitar por el camino del sufrimiento. Tenemos que experimentar tensiones, vivir situaciones donde no entendemos lo que está pasando y reconciliarnos con nuestras pérdidas. En esta aceptación del sufrimiento recibimos autoridad para repetir lo que otros nos enseñaron acerca del tema, pero ahora sazonado con gracia. Podemos decirle a un obrero joven que va a sufrir, pero probablemente no nos entienda. En la medida en que sufra, sin embargo, va a comenzar a entender que cualquier servicio prestado al Reino, que no incluya la cruz, no llevará fruto eterno.
HP. Si nuestra perspectiva del sufrimiento depende de nuestra personalidad, entonces mi perspectiva no ha cambiado mucho pues esta sigue siendo similar a cuando era joven. Soy una persona muy compasiva y así me ha hecho Dios. Siempre he visto la mano del Señor en medio de las circunstancias vividas.
¿Qué consejo le daría a un líder joven con respecto a este tema?
KB. Yo le diría que tenga la humildad de recibir cada golpe como de la mano de Dios, aun cuando los golpes vengan de maneras completamente injustas. No podemos agradar a Dios hasta el momento que aceptemos como de él lo que es una injusticia contra nuestra persona. Es el camino de la cruz. Jesús no fue comprendido, fue rechazado, pero dejó todo en la cruz por nosotros.
HP. Yo le diría al que está sufriendo que este momento por el cual pasa no es el fin de la vida, aunque parezca serlo. El sufrimiento es muy difícil de sobrellevar y cuando estamos hundidos en él no podemos pensar en nada más. Nos obsesiona lo que nos está pasando. Tenemos, sin embargo, que detenernos para darnos cuenta de que esto no es el fin. Necesitamos tener fe en la obra eterna de Dios.
Aunque nosotros no tengamos idea de lo que nos depara el futuro, sabemos con certeza de que Dios tiene algo en mente, ¡y eso que planea es bueno! Si Dios continúa, porque es eterno, y tú eres eterno, entonces tu vida también continuará.
YS. Yo le señalaría que el trato de Dios nos ayuda a ser más comprensivos y compasivos con los demás. También nos lleva a entender que todo lo que tenemos y somos, si es que tenemos o somos algo, lo tenemos pura y exclusivamente por la bondad de Dios. Lo más difícil en la vida es adquirir equilibrio. Una persona necesita tener equilibrio en todos las facetas de la vida, ya sea emocional, espiritual o aun físicamente. El sufrimiento nos ayuda a ser equilibrados. Produce en nosotros un carácter firme, pero no duro. Es un carácter que está dispuesto a hacerle frente a cualquier situación, pero no a atropellar a las personas.
Puedo mirar para atrás en mi vida y ver que lo que alguna vez me dijeron es verdad: «Dios nos da la miel en cucharones, y el vinagre en cucharitas.» Pareciera que el sufrimiento es grande, pero más grandes son las bendiciones de Dios. El sufrimiento es pasajero y hay que dejarlo pasar, pues nos esperan cosas mucho mejores.
© Apuntes PastoralesEdición enero marzo 2004, Volumen XXI Número 2