Llega el fin del mundo… otra vez

por Keith Stump

A medida que se acerca el año 2000, los pregoneros de profecías sobre el fin de los tiempos explotan la curiosidad popular sobre el futuro. En este artículo hallará cómo evitar contagiarse de la «fiebre del milenio».

Ya comenzó la cuenta regresiva. Una nueva década, un nuevo siglo, un nuevo milenio ya casi a las puertas. El apocalipsis, las cosas finales, ya están en el aire. A medida que el calendario se acerca al año 2000, más que nunca la gente está pensando en el futuro. Por supuesto que no hay nada de malo en detenerse y reflexionar acerca de dónde estamos, especulando sobre lo que pueda pasar. La transición de un milenio es un gran acontecimiento, un momento natural para la meditación. Pero para muchos la preocupación presente por el futuro es más que mera curiosidad. Se ha convertido en un motivo de inquietud, ansiedad y hasta temor. La razón es que en este tiempo oímos mucho sobre profecías, antiguas predicciones de tribulación y desastre que, se dice, son para nuestro tiempo, para los próximos años. Un buen negocio Hay un marcado aumento de delirio y vehemencia desmedida en cuanto a la profecía. Se lo llama «fiebre del milenio», «ansiedad de Armagedón» y «locura de los últimos días». Y los expertos aseguran que habrá de empeorar. Predecir el futuro es un gran negocio. Abundan hoy los libros sobre el aspecto profético de la Biblia, muchos advirtiendo a la gente que la gran tribulación y la segunda venida de Jesús están muy cerca. Y si usted mira canales cristianos de televisión, es probable que haya oído gran cantidad de debates especulativos sobre las profecías de los últimos tiempos y el año 2000. Esto por cierto no es nada nuevo. En todas las generaciones hubo advertencias sobre el inminente fin del mundo. En la historia encontramos numerosos ejemplos de grupos e individuos que predicaron que el fin estaba cerca. ¡Y todos se equivocaron! Sin embargo, a medida que el nuevo milenio se acerca más y más, algunos están indicando fechas y prediciendo eventos geopolíticos de acuerdo a un «cronograma profético», resultado de su estudio de la profecía bíblica. El hecho de que todos los que a través de la historia predijeron el inminente fin de los tiempos se hayan equivocado no desalienta a los defensores de la profecía en el presente. Dicen que «esta vez» es distinto; «esta vez» va a suceder. Adicción a la predicción Muchos cristianos no sólo se ven envueltos en especulaciones sobre el fin de los tiempos, sino que además comienzan a preocuparse —y hasta a obsesionarse— con la profecía. Algunos psicólogos denominan a este hecho «adicción a la predicción», y dicen que puede ser una receta para el desastre espiritual. Para algunos, la profecía es el tema más fascinante de la Biblia. Es fácil dejarse llevar por ella, entusiasmarse con bestias de siete cabezas, sellos misteriosos, números místicos y dragones rojos gigantes. Agréguese a esto la atractiva idea de que uno puede estar entre los únicos que saben cómo se desarrollará el plan de Dios, y sin duda tenemos una temeraria mezcla, una embriagante poción. Y esta mezcla no sólo puede intoxicar sino que ¡potencialmente también puede envenenar! Una y otra vez La obsesión con la profecía no es algo nuevo. Las raíces se remontan al pasado. Una y otra vez a lo largo de la historia, cristianos sinceros pero equivocados interpretaron mal la naturaleza y el propósito de las profecías de la Biblia. Un buen ejemplo lo hallamos al final del primer milenio de nuestra era. Cuando se estaba acercando el año 1000 —considerado por muchos como el aniversario milenial del nacimiento o la primera venida de Jesús— surgió la idea de que sería el momento lógico para su segunda venida. Un funesto sentimiento se apoderó de Europa a finales del siglo X. Algunos tomaron medidas extremas, donando todas sus posesiones como actos de caridad y penitencia, abandonando sus trabajos, dejando que sus campos quedaran vacíos, descuidando sus animales, y no haciendo ningún plan para el futuro. El reloj marcaba el paso del tiempo hacia el momento final y, a su pesar, muchos se preparaban para el fin. Por supuesto que el fin no llegó. Muchos cristianos pasaron por una traumática crisis de fe. Algunos hasta abandonaron el cristianismo definitivamente. Aun así, generaciones siguientes cometerían el mismo error una y otra vez. Lección dolorosa Tal vez el ejemplo decisivo de los peligros de establecer fechas y de la obsesión profética es la historia de los milleristas al comienzo del siglo XIX en Norteamérica. Basándose en sus estudios del libro de Daniel, un predicador bautista llamado William Miller predijo que el regreso de Cristo ocurriría el 22 de octubre de 1844. Decenas de millares de personas esperaron el día, en muchos casos deshaciéndose de sus pertenencias. Eran hombres y mujeres sinceros, dedicados a Dios. Tomaban en serio la Biblia, pero fueron llevados en dirección equivocada. En el día señalado, los verdaderos creyentes se reunieron para recibir a Cristo que regresaba. Sin embargo, el día —y luego la noche— pasó sin que ocurriera nada. Y con las primeras luces de la mañana, los fieles se dispersaron llorando y desilusionados. Muchos milleristas se volvieron resentidos. Todo su sistema de creencias se había desmoronado. Otros pasaron por un período de profunda angustia, cuestionando la fe que tenían en Dios. Y a los ojos de algunos observadores, el cristianismo sufrió descrédito y fue considerado disparatado. Nunca haremos demasiado énfasis en el daño psicológico y espiritual como resultado del fracaso de las especulaciones sobre el fin de los tiempos. A lo largo de los siglos el trauma, la desilusión y una fe destruida han afectado a un sinnúmero de personas, dejándolos desconcertados y hundidos. Es sumamente difícil reparar este daño. Sin embargo, hoy día los predicadores del fin de los tiempos equivocadamente avanzan a tontas y a locas, sin recordar las dolorosas lecciones de la historia. Están tan ansiosos por predecir el futuro como por olvidar las fracasadas predicciones pasadas. Opiniones diversas Desde el comienzo de la iglesia, los cristianos han disentido en cuanto a cómo debe entenderse la profecía bíblica. En vista del abundante y a menudo oscuro simbolismo, los enfoques interpretativos han variado radicalmente. (Véase como ejemplo el recuadro «Las tres perspectivas del milenio») A menudo los cristianos no tienen idea de que hay otras maneras de entender la profecía aparte de la perspectiva de su denominación en particular. Actualmente muchos esperan que las profecías se cumplan por medio de personas y eventos futuros. No tienen en cuenta que otros creen que las mismas profecías se cumplieron en el pasado, y otros consideran que la profecía es ante todo alegórica o simbólica, que representa la antigua lucha entre lo bueno y lo malo y el triunfo final de Dios. Estas posiciones divergentes han existido desde el comienzo del cristianismo. Se han escrito cientos de libros que ofrecen apoyo bíblico para cada uno de estos diferentes enfoques. Estas distintas perspectivas entre eruditos bíblicos confiables deberían ser una advertencia contra las posiciones dogmáticas. Lo más indicado parece ser una actitud tolerante, benévola e imparcial hacia quienes sostienen otros puntos de vista. Aun así, los predicadores continúan fomentando sus rígidas posiciones proféticas, proclamando cada vez con más confianza sus teorías favoritas y sus especulaciones. Algunos hasta llegan a catalogar como «engañados» o «apóstatas» a cristianos con opiniones diferentes. El único antídoto Durante décadas la revista La pura verdad inconscientemente empañó el mensaje del evangelio con especulaciones proféticas sensacionalistas e infundadas [véase Nota del editor.] Por la gracia de Dios, anhelamos que los demás no repitan nuestros errores, sino que aprendan de ellos. La experiencia nos ha demostrado que un énfasis exagerado en la profecía puede deformar el evangelio de Jesucristo. En realidad, ¡puede convertirse en otro evangelio! Una obsesión por la profecía puede llegar a ser un obstáculo para comprender lo que Jesús espera de nosotros mientras aguardamos su venida: que vivamos una vida siguiendo el ejemplo de Cristo —una vida de sacrificio, servicio y generosidad—, y que seamos factores de cambio en el mundo ¡aquí y ahora! El mensaje más importante En realidad, las verdades fundamentales de la profecía bíblica no dependen de la adopción de una interpretación determinada. Ellas son accesibles a todos los que leen una profecía por su mensaje global y resisten el impulso de concentrarse demasiado en detalles. Sea que las imágenes y símbolos proféticos de la Biblia deban considerarse como pronósticos reales de eventos futuros o como descripciones simbólicas de la victoria final de Dios sobre las fuerzas del mal, la profecía hace una grandiosa declaración general en cuanto al triunfo de Dios a través de Jesucristo, y de la gloriosa herencia de aquellos que permanecen fieles a Dios a través de las pruebas y la corrupción en este mundo. El mensaje más importante de la profecía no es que descifremos con precisión el significado de bestias y cuernos simbólicos. El mensaje clave es que Dios no ha olvidado a su pueblo y que, a su debido tiempo, Él ha de intervenir. La gran comisión de la iglesia es predicar el evangelio, no obsesionarse con un esquema cronológico especulativo. De manera que instamos a nuestros lectores a mantener en perspectiva la profecía y a no dejarse atrapar por especulaciones sobre el fin de los tiempos. Reflexione seriamente sobre las claras palabras del mismo Jesús: «Pero el día ni la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre… Por tanto también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis» (Mt. 24:36, 44). De modo que esperar el regreso de Jesús en el año 2000 ó 2001 parecería descartar lo que Él dijo. Además, el gran mensaje de la profecía no es de desaliento y condenación. ¡Hay un brillante provenir para nosotros! Para los creyentes habrá una eternidad de perfección gloriosa con Dios. La era eternal es mucho más gloriosa que la era milenial, al margen de cómo se entienda el milenio. Confianza en el futuro Sean estos los últimos días o no lo sean, éste no es el momento del temor y la desesperación. Jesús da a los cristianos confianza en el futuro, esperanza segura. El tema decisivo y el énfasis de la profecía es la fe en la soberanía de Dios sobre todas las cosas. Permita, entonces, que la profecía bíblica lo guíe a vivir fielmente, no a especular. La cuestión no es saber cuándo regresará Jesús sino saber que regresará. Comprender ese hecho es el único antídoto a la actual difusión de la «locura del milenio».

Keith Stump es editor de la revista The Plain Truth (La pura verdad).

Traducido y adaptado para AP por Leticia Calcada. Usado con permiso.

(Nota del editor: Este artículo es tomado de la revista La pura verdad. La iglesia que esta revista representa fue considerada una secta. Sin embargo, no solamente ha vuelto a la doctrina bíblica sino que La Pura Verdad ha adoptado a Luis Palau como su evangelista. La historia de este movimiento muestra que hay esperanza para grupos considerados sectas que se convierten en iglesias que predican el verdadero evangelio.)