Biblia

Lo que los muchachos no logran apreciar

Lo que los muchachos no logran apreciar

por No Aplica

Texto de referencia Efesios 6:4

En 1997, a Reeve Lindbergh, hija del aviador Charles Lindbergh, la invitaron a pronunciar el Discurso Anual Lindbergh en el Museo del Aire y el Espacio del Instituto Smithsoniano, para conmemorar el septuagésimo aniversario del viaje que su padre efectuó en soledad a través del Atlántico. El día del discurso, funcionarios del museo la invitaron a llegar temprano, antes de abrir las instalaciones, de modo tal que pudiera mirar de cerca El Espíritu de St. Louis, el pequeño avión suspendido del techo que su padre piloteó de Nueva York a París en 1927.


Esa mañana en el museo, Reeve y su joven hijo, Ben, treparon ansiosamente al cesto de una recogedora de cerezas, una grúa de brazos largos que los elevó hasta que el avión estuvo a la altura de los ojos y al alcance de ellos. Ver la máquina que su padre había volado con tanto valor a través del océano fue una experiencia inolvidable para Reeve. Nunca antes había tocado el avión, y esa mañana, a siete metros sobre el piso del museo, extendió con ternura la mano para que sus dedos corrieran por la manija de la puerta, la cual ella sabía que su padre debió haber agarrado muchas veces con su propia mano.


Los ojos de Reeve se le llenaron de lágrimas al pensar en lo que estaba haciendo.


– Cielos, Ben – susurró con voz temblorosa – ¿no es esto asombroso?


– ¡Sí! – replicó Ben, igualmente impresionado – ¡Nunca antes había estado en una cogedora de cerezas!

Tomado del libro Ilustraciones perfectas publicado por Unilit. Usado con permiso. Todos los derechos reservados.