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Los desafíos de la última década del siglo XX

Los desafíos de la última década del siglo XX

por Enrique Zapata

Solo Dios conoce el futuro. Quienes han tratado de predecirlo en el pasado, con la excepción de tos santos profetas, rara vez han dado en el blanco.

Cada generación ha ido cambiando con mayor velocidad que su anterior. Los factores de esos cambios, en muchas ocasiones, han tomado por sorpresa aun a tos más sabios, ocasionando modificaciones sobre la faz de la tierra a nivel ecológico, geopolítico, sociológico y, por supuesto, espiritual.



Los supuestos profetas y analistas políticos se han caracterizado, al fin de cuentas, por ser expertos en errar el blanco, y esto por bastante distancia. Varios eruditos y autores seculares como el Dr. Jay Forrester (Los limites del crecimiento) denunciaban problemas irresolubles; habría hambre y guerra generalizadas, con escasez de casi todas las materias primas vitales antes de llegar 1990. Según ellos no había esperanza para el planeta Tierra.



Recuerdo cierta conferencia evangélica en el año 1970 sobre profecía. Todos exponían con gran «exactitud» y convicción la imposibilidad de que el mundo siguiera andando. Cristo, indudablemente vendría en los próximos meses o a más tardar en unos años; casi se sellaba que era «la década final». Los profetas seculares la llamaron «pos-cristiana», expresión de la teología de los 60, posterior a la de «Dios ha muerto» de la posguerra.



Sin embargo, tanto los seudo profetas cristianos como seculares se equivocaron. El pesimismo de ciertos grupos cristianos al comenzar los años ’70 se tomó en positivismo (tal vez igualmente equivocado) durante la década del 80, entrando en «la gloriosa década del adelanto mundial de la iglesia». Los grupos seculares fueron sorprendidos por el gran adelanto cristiano y religioso, impetuosamente invadiendo la vida personal, social y nacional de los países. Los evangélicos fueron fuente de noticias mundiales con el desarrollo en casi todos los frentes, ejemplificado por los televangelistas.



De repente, ese «glorioso adelanto» se vio manchado por los pecados en las vidas personales de algunos de los «grandes». Las organizaciones y la Iglesia en todo el mundo sufrieron la humillación, la vergüenza, así como también la pérdida de confianza. Los ingresos cayeron en miles, adelantando la muerte de muchos programas.



Sin embargo, a pesar de todos estos problemas, la Iglesia verdadera ha seguido avanzando y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Dios ha perseverado en el cumplimiento de sus propósitos con y a pesar nuestro. No obstante, el desafío de cooperar con El permanece en pie.



¿Cuáles serán los desafíos de la década del 90 para la Iglesia en América Latina No debemos pretender ser profetas; sólo podemos observar las realidades y tendencias presentes para proyectarlas como desafíos contemporáneos. El Dr. Francis Schaeffer y otros han acusado a la Iglesia de estar respondiendo hoy a las preguntas y los problemas de una década atrás. Precisamos entender lo que está pasando ahora en las vidas y los corazones de las personas, como el buscar las soluciones de Dios para ellas.

LA BELLEZA INTERIOR DE LA ESPOSA


Cada vez que leo y releo la historia de la iglesia me gozo en aquellas generaciones que permitieron que Dios las desarrollara como un pueblo espiritual, maduro, sacrificial, comprometido. Y en los grandes hitos de nuestra historia eclesiástica (el tiempo de los apóstoles y padres con sus horribles persecuciones, la reforma y su amplio espectro, los gloriosos avivamientos, los grandes avances misioneros, etcétera) podemos ver esto como una constante. No así, lamentablemente, en muchas otras generaciones.



Debemos trabajar para recobrar esas características que el Señor deseó para su esposa.



El desafío de ser un pueblo espiritual. Una comunidad que vive el arquetipo de Jesucristo con sentido de peregrinaje, de urgencia, de misión. A la vez, también ser un pueblo aplomado, maduro, responsable, comprometido y sacrificial.



Los apóstoles escribían del gozo cristiano y de trabajar para «completar el gozo». Y eso no se alcanzaba con una mera alineación sentimental que sólo buscaba el bienestar. Se experimentaba por los logros y por el crecimiento en la vida espiritual de cada creyente y de la comunidad cristiana en general. Se servía a Cristo y se dedicaba la vida entera a El. Hoy, en cambio, cunde más en la iglesia el “disfrutar» a Cristo que el «servirlo”. Tenemos más almas esperando bendiciones que sirviendo y promoviendo bendiciones. Posiblemente hemos sido demasiado influenciados por la marea sicológica de las últimas décadas y el fortalecimiento del “yo” ha ido en desmedro del concepto de “siervo inútil soy, porque sólo he hecho lo que debía hacer”.



• Ser el pueblo de la Palabra. ¡Cuánto habrán luchado nuestros padres desde la Reforma en adelante contra una iglesia que negaba las Escrituras a los creyentes! Casi podríamos decir que fue la característica más notoria de los evangélicos: la lectura, el estudio y la enseñanza de la Palabra de Dios.



¿Qué ha pasado con nuestra gente? No hay hogar de cristianos en que no haya una Biblia. Algunos poseen colecciones de ellas pero… ¿cuántos la leen? Con dolor observamos la gran cantidad de creyentes que no hacen su devocional privado diariamente.



Inclusive se está empezando a borrar ya de los folclóricos «campamentos» cristianos, para reemplazarlo por una pequeña charla que da alguien.



Hablando con muchos líderes cristianos involucrados en la marcha de la iglesia continental, he notado que es una preocupación en ellos el que la iglesia cristiana vuelva a la Biblia y que los pastores recomiencen a enseñarla y predicarla. La independencia que muchos sermones predicados actualmente tienen con respecto a las Escrituras es alarmante. El leer y citar un par de versículos parece justificar media hora o cuarenta minutos de cualquier otra cosa.



Hay muchas cosas que han enriquecido nuestros cultos en lo que hace a la adoración y la participación de los creyentes: El problema es que eso, en lugar de agregarse, ha reemplazado en gran medida la predicación y enseñanza de la santa y vital Palabra de Dios.



¿Cómo estamos alimentando a nuestra gente? Ellos buscan «estar llenos», pues entonces, démosles de comer cosas sustanciosas.



• La fe sana. Y al hablar de fe me refiero al contenido y no tanto a su práctica, lo que creemos.



Por supuesto que cada uno tiene «la mejor teología»; si así no fuera, se cambiaría de su denominación a otra que lo conforme más. No me refiero a esas diferencias sino a sanear nuestra fe en lo que creemos y enseñamos como base de nuestro Evangelio.



En los comienzos de la iglesia, a los cristianos les fue entregada una fe sencilla, completa y espiritual (Jd. 3). Mil quinientos años más tarde la Reforma plasmó el clamor de muchos que deseaban volver a aquella profunda pero sencilla y divina fe una vez dada a los santos.



¿Cómo esperaremos al 2000? ¿Con una fe pura y sana o engordada con todos los sincretismos del camino? ¿La Sola gracia, la Sola fe y la Sola Escritura nos caracterizarán?



• Ser el pueblo que espera. Y que a pesar de las críticas provenientes de todos los sectores, inclusive de adentro, esperamos y nos gozamos en la esperanza del regreso de Jesucristo, para buscamos «y así estar para siempre con El» (la Ts. 4.17).



Los tres temas menos predicados actualmente en los sermones de nuestras iglesias son: el pecado, el Infierno y ¡el Cielo! Parece mentira que lo más importante que nos ha sido dado en las promesas de Dios es uno de los temas menos tocados. En los prolegómenos del nuevo siglo y con tantos adelantos, algunos temen hacer el ridículo predicando de la Segunda Venida y de los cielos. ¿Sabe cuánto hace que no escucho un sermón sobre «las calles de oro»? ¿Será que nos cautiva más el oro de aquí?



• Ser otro pueblo que, «al tener puesta la esperanza en El, se purifica a sí mismo, así como El es puro (la Jn. 3.3).



Dos libros de John Stott publicados recientemente se refieren a la nueva comunidad que Dios ha estado empeñado en formar. El primero, un comentario sobre el Sermón del monte, se intitula Contracultura cristiana. Como es de suponer, hace referencia a las actitudes de cada uno de los componentes de esa cultura distinta, con nuevas actitudes, con otra ley; una que mana de sus propios corazones. El segundo está basado en la Carta a los efesios y se llama La nueva humanidad, deshojando las formas de comportamiento y articulaciones de este pueblo exclusivo de Dios.



Jesucristo, en una charla con sus seguidores dijo: «Entre el mundo las cosas son de tal forma, pero entre ustedes será al revés» (Mr. 10.42-45), y hablando sobre la autoridad, enseñó que su pueblo no sería como el resto del mundo sino que sería otro pueblo, uno especial para El. Así como El era distinto, su pueblo también debería serio.



LA TEOLOGÍA ADECUADA

Y dejando el interior, está el desafío de nuestra teología hacia afuera; lo que creemos en relación hacia el medio ambiente.



El problema mayor es la filosofía o teología de vida correcta y adecuada, en medio de situaciones tan complicadas como las actuales. ¿Cómo reaccionamos frente al problema económico o financiero, la sobrepoblación, el desempleo, los niños abandonados en las calles, la desnutrición y otros flagelos? ¿Podemos ignorarlos? ¿Por qué es que naciones con grandes riquezas naturales como México y Argentina están hundiéndose en la pobreza y una nación pequeña, con pocos recursos, como Japón, ha llegado a ser una potencia mundial? El Japón no es más cristiano que la Argentina. Al contrario; tiene mucho menos influencia cristiana. ¿Es que tiene menos ídolos? ¡No! ¿Menos pecado que México? De ninguna manera.



Son diferentes pueblos, con diferentes culturas e historia muy dispar. Es por eso que la misma Verdad debe apropiarse a situaciones distintas. El grupo indígena de los wichíes argentinos es muy diferente al de los quechuas peruanos. No debemos compararlos en relación a su valor como personas, sino a la forma como se expresan, a lo que a través de cientos de años han aprendido a hacer y a las necesidades que sufren. Los wichíes casi no se han desarrollado en ingeniería o construcciones. Sus casas son muy sencillas y sus vestimentas con poco colorido. En cambio, los quechuas del Perú y el Ecuador, descendientes de los incas, han desarrollado obras de ingeniería notables y usan ropa espectacularmente colorida. ¿Cuál es la diferencia? Su cultura o filosofía de vida.



Y la teología debe atender a la situación de cada grupo en particular, para que ellos entiendan y aprovechen todo lo que puede venir de Dios más allá de aceptar a Cristo como Salvador. Tenemos que admitir que aún estamos en el proceso de desarrollar una teología bíblica latinoamericana que provea respuestas adecuadas para los problemas reales. Cuando afirmamos que un misionero transcultural debe contextualizarse, no lo decimos solamente para que «caiga bien» y no produzca reacciones en los nativos, sino también para que entienda sus necesidades y pueda elaborar respuestas basadas en la Palabra de Dios para ellos.



Debemos estudiar, observar y escuchar a nuestros pueblos, entendiendo su historia, apreciando su música, literatura y arte para entender de dónde vienen y hacia dónde van. Y recordar que no hay una cultura latinoamericana; hay cientos de expresiones diferentes en el continente. Si bien cada denominación tiene su doctrina y afirma su convencimiento de que es la mejor (y es lógico, ya que la doctrina particular debería ser la definición característica del grupo) casi no pasa semana en la que algún pastor me pregunta, «¿Cómo encaro esto?» «¿Qué posición debo tomar?».



Tenemos y sostenemos «la fe que fuera entregada a los santos una vez y para siempre», pero el problema radica en la forma de aplicarla al presente.



Los grupos más fundamentalistas interpretan la separación del mundo, como el apartarse completamente de la vida moderna. «El regreso de Cristo es inminente. No tratemos de tener un impacto en la sociedad; sólo salvemos a las almas porque no hay nada que quede de valor en el mundo y la sociedad», afirman. En el otro extremo tenemos a las teologías de la liberación que han abandonado la «salvación de las almas», cambiándola por una salvación o liberación de los sistemas del mundo moderno que explotan y deshumanizan al hombre. Los dos grupos ven al mundo moderno y la teología liberal como los enemigos; uno quiere escapar del mundo y el otro cambiarlo. Los dos se rechazan mutuamente y se descarga su artillería.



Es triste decir que, a través del continente y con muy pocas excepciones, los grupos fundamentalistas no están creciendo significativamente; por el contrario, en la mayoría de los casos están decayendo. La respuesta es que «el pueblo verdadero siempre ha sido chico» o que «la cantidad no es lo importante». Yo pregunto: ¿cómo que no es importante la cantidad? ¿No son preciosas todas las almas? ¿No será, en cambio, que hemos provisto respuestas, incompletas en los últimos cincuenta años, las cuales no capturan los corazones de los hombres de la calle ni los llevan a la obediencia a Cristo?



En el otro extremo, las teologías de la liberación, que al principio captaron el corazón de muchos en varios países, aún necesitan contestar auténticamente al problema del hombre, preguntándose si el enemigo número uno no es el hombre mismo, ¿Por qué es que toda la generación del pueblo de Israel que fue salvada de la opresión de Egipto (modelo básico para los liberacionistas) murió en el desierto? ¿Cómo resolvemos problema real de la necesidad del arrepentimiento, de la fe y la salvación del individuo para no muera en una condición peor de la que estaba?



Entre estos dos extremos hay varios movimientos significativos que han tratado de una u otra forma hablar al problema del hombre. Tal vez los más fuertes son el movimiento evangélico, el pentecostal, el carismático y el de la “tercera ola” o neopentecostal (la mayoría basados en “importaciones” teológicas).



EL EMPOBRECIMIENTO MASIVO


Son contados los casos en el continente de países con adelantos en el control de la inflación y el crecimiento, como también muy pocos los que presentan estabilidad es general. La triste realidad es que las masas están empobreciéndose cada vez más en valores reales.



Este crecimiento de la miseria afectará a la Iglesia en muchas formas, algunas de las cuales ya estamos viendo claramente:



• La formación de pastores y líderes es una. Por un lado, la Iglesia está creciendo rápidamente en varias partes del continente. Ante esto, la formación de más pastores y líderes es acuciante. Por otro lado, la gente tiene menos dinero, por lo que debe trabajar más o comprar menos. Los buenos e importantes libros para la capacitación están cada vez más lejos del poder adquisitivo de los seminaristas y cada año cuesta más invertir en la enseñanza. En medio de una época en que las personas se preparan cada vez más y sus conflictos son cada vez más complejos, se hace necesario que las iglesias tengan más pastores y mejor preparados.



En la historia de la Iglesia siempre ha habido una preocupación muy grande por la preparación de los que serán ordenados. Sólo en el último siglo (y especialmente en los últimos treinta años) muchos han abandonado y aun condenado la preparación seria de sus pastores. Parte de la causa ha sido una reacción al liderazgo, al intelectualismo y a la frialdad que han sufrido muchos al ir a ciertas instituciones. Sin embargo, no debemos rechazar la necesidad de una preparación adecuada, sólo por la mala formación que algunos hayan tenido.



Gracias a Dios, varios grupos han estado y están desarrollando alternativas al sistema clásico de preparación. La más importante es la educación teológica por extensión. Estos programas, como el de FLET, son fundamentales para el futuro. Sin embargo, hay resistencia aún. Las diversas denominaciones y sus líderes deben apoyar seriamente estas iniciativas e involucrar a algunos de sus más experimentados pastores como tutores. En este momento muchos de estos programas funcionan sólo en ciudades centrales por la falta de recursos en las pequeñas poblaciones y lamentablemente muchos de los pastores más necesitados no tienen la posibilidad de aprovecharlos.



• Las carencias de comida y abrigo entre los cristianos. Para muchos, la sobrevivencia frente a la desocupación y a los malos salarios ha llegado a un punto crítico. Hace poco un hombre de 60 años, con lágrimas en sus ojos, me mostró cómo se le caían los pantalones por el peso que había perdido desde que había quedado sin trabajo. Buscaba y no encontraba oportunidades; a la vez me decía que estaba llegando al punto donde se sentía tentado a robar, lo que nunca había hecho. Este hombre es uno de tantos miles que desean trabajar y no pueden, o que no ganan lo suficiente para sus familias. Sabemos que el salmo dice que no habrá justo desamparado y que nuestro Dios provee abundantemente, pero Dios quiere bendecir a través de la iglesia. El quiere usamos como brazo extendido para cristalizar su bendición (y nuestra madurez). Por eso creo firmemente que la iglesia debe responder a este desafío y no esperar que sean los gobiernos o ministerios de acción social los que se ocupen de las necesidades de sus hermanos.


Sin duda que muchas de las necesidades de la gente provienen de la corrupción e injusticias de los sistemas de poder y, necesitamos con urgencia orar y trabajar para cambiarlos. Pero mientras tanto, ¿cómo ayudamos a nuestro pueblo? Hace poco un querido pastor me contaba con quebranto en el corazón sobre la dificultad que encontraba para ayudar a su gente a que tuviese suficientes alimentos y remedios. ¿Qué respuestas tenemos para esta gente? O, mejor dicho, ¿qué respuesta tenemos para Dios, que nos manda a amar prácticamente a nuestro prójimo?



Necesitamos explorar varias ayudas, reconociendo que no hay soluciones mágicas. Sin embargo, al viajar por nuestros países he visto a personas en diferentes lugares que han encarado las dificultades con creatividad, ayudándose a sí mismos y a sus hermanos. Algunas de las soluciones han sido tan sencillas que uno se pregunta por qué no lo hacen otros.



En las afueras de cierta ciudad importante, al llegar a una casa muy humilde, la del pastor, me encontré con que él y su esposa habían hecho una huerta de verduras en los pocos metros al frente de la vivienda. Después, cuando me hicieron pasar a la parte de atrás de la casa, me encontré con otra huerta y con árboles frutales, algunas gallinas y conejos. Con los pocos metros de tierra disponible, esta gente había llegado a autoabastecerse en la comida, usando aun lo que les sobraba para la venta o canjeándolo por otros productos. Descubrí que la mayoría de la congregación había hecho lo mismo. ¡Es que él les había enseñado el valor de hacerlo! Realmente, no les faltaba nada. Como pastor, este hombre ciertamente había «desarrollado una teología práctica» en la administración hogareña (y sin dejar de lado lo esencial para la vida eterna). Lamentablemente, a muchas personas que podrían echar mano a soluciones de este tipo les falta la humildad o la diligencia necesarias para hacerlo y se encuentran pasando necesidad.



En momentos difíciles de la historia, los creyentes se han visto obligados a formar comunidades o cooperativas para vivir dignamente.



• Necesitamos desarrollar una comprensión bíblica de las causantes de la pobreza, además de sus soluciones. Regularmente escucho explicaciones simplistas sobre las causas de la pobreza, como también de sus soluciones. Hace poco un predicador por radio denunciaba que el problema de cierta nación era su idolatría y por vivía en la pobreza. ¿Nuestros países son más idólatras que Alemania, más que Japón, Inglaterra o Suiza? Sólo tienen diferentes ídolos.



En el otro extremo, tratar de explicar las causas, sólo en términos de explotación, imperialismo, capitalismo o cualquier otro «ismo» es fracasar al no comprender la raíz del problema. No es que no haya elementos de verdad en cada una de estas posiciones; la idolatría es degradante, en cualquier nación, ya que provoca la ira de Dios, pero también lo son los sistemas de pecado e injusticia organizados y sostenidos por la fuerza de los «poderosos».



Reconozcamos que las respuestas simplistas no explican las realidades del mundo y menos las de nuestro continente. Estudiemos entonces la Palabra de Dios, que nos dará una comprensión correcta del hombre, analizando profundamente la cultura y su sociedad, con sus expresiones vitales de valores, experiencias e ideologías.



La pobreza no es un problema sencillo. Busquemos entonces sus raíces multifacéticas y discipulemos a los hombres en la vida y los principios del Reino de los Cielos.



CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO


El desafío de la creciente población, así como también de la urbanización es algo que como iglesia se nos presenta. Estos problemas también son complejos, tanto en sus causas como en sus efectos. Los efectos ya se ven; la sobrepoblación de nuestras ciudades, las villas de emergencia de las ciudades capitales, los pueblos jóvenes de alrededor, etcétera, como también el hecho que la mitad de la población de la ciudad de México tenga menos de quince años de edad.



¿Debemos seguir el mandato de multiplicar y llenar la tierra o ahora debemos administrar nuestro número de otra forma? ¿Debemos animar o promover la educación sexual en las escuelas? ¿Qué vamos a enseñar en la iglesia? ¿Qué vamos a decir acerca de los diferentes métodos anticonceptivos? Creo que la mayoría de los cristianos estamos de acuerdo en que el aborto es una forma de homicidio, pero sobre el resto mucho me temo que hemos orado y estudiado poco, respondiendo liviana y fugazmente al interrogante de la superproducción de nuevos seres humanos. Eso es un desafío que debemos enfrentar, pero mientras tanto necesitamos dedicamos a los desafíos de las consecuencias ya existentes.



• La iglesia necesita captar la carga de ganar y ministrar a la niñez y la juventud. Nuestro continente es un hormiguero de niños y jóvenes, pero estamos haciendo poco para ganarlos. En vez de aumentar la obra entre los niños y jóvenes, en muchos lugares está en franca retirada. Muchos estudios han demostrado que las edades más fáciles para que una persona conozca a Cristo y sea encaminado es en la niñez o adolescencia. ¡Cuan difícil es reformar una vida después que ha sido arruinada por el pecado! Sin duda, la gracia de Dios es suficiente, pero ¿cómo se borran las consecuencia en la vida de la mujer y sus hijos cuando los padres de éstos han sido tres diferentes hombres? Tenemos el desafío de ayudarlos eficazmente. Y si bien el ministerio de aconsejamiento pastoral está comenzando a tomarse un poco más en serio en nuestra región, es inexistente en lo que respecta a los niños.



El trabajo entre los niños y jóvenes provee para los adolescentes mayores y jóvenes una gran oportunidad de servicio significativo para el Señor dentro de la madurez que tienen. ¿Cuántos de nosotros mismos no comenzamos a trabajar con ellos? Luego, con más experiencia. Dios nos ha llamado a ministerios más amplios.



• Necesitamos enseñar a la niñez. Necesitamos enseña a los padres en el arte de formar a sus hijos y no dejarlos abandonados frente al televisor o en la calle para ser deformados. Es imposible que una hora de Escuela Dominical compense la influencia de 20 a 40 horas de televisión (promedio científico de permanencia semanal de los niños frente a la TV). No sólo no estamos ganando a muchos niños de creyentes están sino que muchos niños de creyentes están siendo ganados por el mundo. Los clubes bíblicos, AWANA, los torneros deportivos etcétera, proveen buenas posibilidades de formar más completamente la vida de los niños. Es vital que ampliemos nuestro compromiso de formarlos.



• Necesitamos enfrentarla los problemas de la urbanización. Muchos han descubierto que los nuevos barrios proveen un ambiente propicio para la evangelización y el establecimiento de nuevas iglesias. En el libro de Rogelio Greenway, Una estrategia urbana para evangelizar y en el de Weld Principios del crecimiento de la iglesia se destacan ciertos principios que deben ser tomados en cuenta al encarar la urbanización. La urbanización no necesariamente es un enemigo del crecimiento de la iglesia. Sin embargo, es necesario saber trabajar el campo productivamente entendiendo la sociología del grupo que deseamos ganar.

ACONSEJAMIENTO Y RESTAURACIÓN


El desafío de reconstruir vidas mal formadas está casi intacto todavía y debemos pastorear a las vidas. La vida abundante debe ser completada en cada uno, enfrentando los problemas de raíz.



La creciente decadencia social fomenta la mala formación de vidas. El número de parejas que se divorcian crece a pasos agigantados dejando a las personas solas, víctimas en muchos casos del engaño de su ser más querido. Los hijos quedan afectados profundamente. Tenemos otros problemas serios en nuestras sociedades, como la violencia en todas sus formas, el altísimo número de hijos ilegítimos (53% en Venezuela, 37% en Costa Rica, 42% en Perú), lo que resulta en que miles de niños no reciben el amor y la formación que es vital para su futuro, además de cargar con esa vergüenza de por vida. En Argentina, según la Asociación Argentina de Planificación Familiar, hay de 50 a 70 mil madres adolescentes; la mayoría lo son no por elección propia sino «por desgracia». En otras palabras, llegaron por violaciones o incesto. Miles de niños son literalmente abandonados en las calles, alimentando así a esas «legiones conocidas como «los chicos de la calle»; cachorros de la humanidad que la humanidad abandona. ¿Son vidas que Dios quiere salvar? ¿Están comprendidos ellos entre los que debemos presentar perfectos delante del Señor? (Col. 1.28).



Al mismo tiempo, la violencia política experimentada por miles de personas deja heridas profundas. La violencia de los valores de la sociedad de consumo sólo trae una felicidad aparente. Estas y muchas otras presiones han hecho que la salud mental de las masas esté profundamente afectada. Cierto ministro de Salud Pública argentino dijo que más del 30% de la población de ese país está experimentando trastornos y enfermedades mentales.



Estas son sólo algunas de las áreas que están destruyendo o mal formando a las vidas. El Evangelio tiene que salir de un simple recibir a Cristo y proyectarse, a fin de también servir para ayudar a las personas a juntar las piezas, reconstruyendo sus vidas valiosas y útiles.



En la próxima década el desafío consistirá en poder ayudar a las personas quebrantadas y mal formadas a renovarse, llegando a ser personas sanas y maduras. Cada vez será más importante que la Iglesia tenga personas con este ministerio para ayudar a otros a resolver sus conflictos.



LA POLÍTICA


Tendremos en los 90 el desafío de enfrentar los problemas políticos y sociales. El mural del gran pintor Diego Rivera, grabado en la puerta de la antigua capilla católica de la ciudad de Chapingo, México, ilustra la alianza impura que muchos sienten que existe entre la Iglesia y el Estado. En esa pintura se ven dos puertas: la de la derecha representa a México antes de la revolución, la de la izquierda al país después de la revolución, Cada puerta tiene tres paneles. En la puerta que está a la derecha, en la sección de arriba, encontramos a un sacerdote, un general y un terrateniente. En el medio encontramos la figura del gobierno con dos caras, corrompido a causa de los intereses de los tres poderes del panel superior. En el panel de abajo encontramos a las masas, al pueblo explotado, sojuzgado por el sistema del cual la Iglesia participa.



La otra puerta, a la izquierda, representa lo que Diego Rivera pensaba que era México después de la revolución. En el panel de arriba no hay nada; los interese creados han terminado. En el panel central encontramos al gobierno con una cara: la integridad, ya que los intereses creados han sido eliminados. Y en el panel de abajo encontramos a las personas trabajando con gran aplicación, con los rostros levantados. Creo que fue más fácil pintar eso para el artista de lo que cuesta el llevarlo a la práctica. Aunque en el mural la iglesia representada es la católica, nuestra historia evangélica también ha sido manchada en muchas ocasiones por participar y sostener sistemas que han destruido las vidas de muchos. La pregunta difícil es cómo lograr los cambios, de manera que terminen beneficiando las vidas de las personas y no a los poderosos.



En varios países la opinión de los evangélicos tienen su peso y se espera su palabra. ¿Qué dice la Iglesia en tal o cual problema en que la sociedad debate? Algunos han intentado formar instituciones cristianas para cumplir ese rol, pero seguimos sin contestar. Las organizaciones «paraguas», como se denomina a algunas entidades nucleadoras, no ofrecen respuestas que la iglesia pueda presentar en sus regiones. Al mismo tiempo, tanto la política así como las situaciones en general, cambian rápidamente. Son pocas las ocasiones claramente definidas como buenas o malas. En la economía de Dios, como cristianos necesitamos cuidamos de hacer, pero también de no hacer. Tal vez las palabras de Alejandro Soshenitsyn deban ser memorizadas por cada uno de nosotros: «La única solución es el amor, caracterizado por la acción y la responsabilidad, haciendo lo que está a mi alcance para propiciar el bienestar de otros, ya sea que me guste o no. Consideramos esto: ¡Si sólo hubiese personas malvadas en algún lugar cometiendo insidiosamente acciones malas y solamente se las tuviese que separar del resto de nosotros y destruirlas! Pero la línea divisoria entre el bien y el mal atraviesa el corazón de cada ser humano, y ¿quién está dispuesto a destruir un pedazo de su propio corazón?»



LA TECNOLOGIA


Tenemos también por delante el desafío de usar los avances tecnológicos para servir de apoyo en la gran tarea del Señor.



Sabemos que así como tiene grandes posibilidades sufren también sus limitaciones (una serie en video permite llevar los grandes maestros al hogar de miles, pero nunca podrá escuchar, consolar, ni dar el abrazo pertinente en un momento de dolor). Por eso debemos enfrentar su uso en forma sabia, sagaz. La tecnología puede ayudar al hombre aunque nunca podrá ser un substituto eficaz de él. Por eso no hay que endiosarla sino servirse de ella para alcanzar los propósitos de Dios.



Mirando para atrás, los avances nos han beneficiado mucho. La imprenta ha traído bendiciones a millares, la radio está llevando una ola creciente de programas cristianos a todos los rincones, la computación está empezando a entrar en las organizaciones y ministerios, facilitando una mayor precisión y velocidad. Sin embargo, hay dos grandes problemas que han afligido a la iglesia en este sentido.



La primera es que la mayoría de los creyentes de nuestro continente tienen recursos limitados. Hay gran dificultad en conseguir los equipos y desarrollar programas que puedan ser eficaces. La herramienta de la tecnología aún sigue siendo muy cara por lo que no está al alcance de las iglesias en la mayoría de las áreas. Algo tan sencillo como el retroproyector, que es barato en EE.UU., en nuestras naciones cuesta unas seis o siete veces más caro. La segunda es la calidad de los programas y materiales que producimos (la radio ha adelantado mucho el Evangelio, pero más de la mitad de los programas actuales son de mal testimonio por su baja calidad). La mediocridad abunda en la preparación, como también en las actitudes equivocadas. Necesitamos recordar que estamos compitiendo con niveles de calidad del mundo, nos guste o no. Nuestros materiales y programas necesitan estar al nivel de los producidos por el mundo si es que pretendemos «robarles» su audiencia. El avance tecnológico, muchas veces, ofrece alivio al trabajo esforzado y da la posibilidad de un mayor alcance. Si un misionero debía caminar diez kilómetros para predicar en una iglesia, llegaba cansado. Con una bicicleta, ahora puede llegar más rápido y más descansado, pero también puede agregar otros cinco o diez kilómetros.



Eso es lo que debemos hacer con la tecnología: aliviar en parte al obrero esforzado, pero no quedamos allí sino avanzar más el Reino de Dios.



Las casetes han ganado popularidad en el área de la música cristiana pero poco se ha hecho en el de la instrucción y formación a través de ellas. Es verdad que tenemos algunos mensajes grabados de alguna conferencia o predicación, pero no los hemos usado mucho para la capacitación.



Los computadores personales han permitido agilizar muchas tareas en las organizaciones cristianas y grandes iglesias. La precisión, agilidad y velocidad sólo son algunas de sus ventajas.



Sin embargo, muchos han encontrado que lo barato resulta caro en esta área. Se ha perdido mucho dinero en la compra de máquinas que no resultaron adecuadas para realizar determinadas tareas o que después requirieron altos costos de programación.



SOLO DIEZ AÑOS

Hasta el año 2000 sólo restan diez años (¡y ya un poco menos!). Necesitamos orar, buscar, meditar ¡y trabajar fuerte! en estas áreas. En muchas situaciones no se justifica que un sólo grupo haga una inversión en equipos o programas cuando una cooperación entre varios es lo aconsejable. El asunto es que hay mucho por hacer aún. Miles no conocen nada todavía de Jesucristo y su cruz salvadora, miles sobreviven con problemas irresueltos, familias enteras se sumen en la depresión por los problemas en su seno, y así sigue la cuenta.



No creo en la «magia del 2000″ como año final, pero creo que sí es bueno que, como iglesia latinoamericana, nos esforcemos para que en los albores del próximo siglo podamos presentar ante el Señor una iglesia más avanzada, más santa, más pertinente y más madura, con más frutos eternos como ofrenda fragante y grata delante de El.».. .mas el pueblo que conoce a su Dios se esforzara y actuará» (Dn. 11.32).



Frente a los grandes desafíos, necesitamos esforzamos y actuar en la dependencia de Aquel a quien la obra le pertenece, así como procurar los recursos y la sabiduría necesarios para hacer todo lo que a El le agrada. Tal vez no nos toque ser parte en todos los desafíos, pero sí debemos hacer bien lo que nos toca, y apoyar a los que Dios llama a cumplir otras tareas.



Apuntes Pastorales, Volumen VII – número 5